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Tomás Calvillo Unna

20/04/2016 - 12:00 am

José Antonio Crespo y las velas echadas al mar de la historia

Las reflexiones sobre el pasado están impregnadas de nuestro presente. En ocasiones esta proyección que parece acércanos el ayer en realidad lo distorsiona y hasta desaparece.

El Mar de la Historia. Pintura: Tomás Calvillo Unna
El Mar de la Historia. Pintura: Tomás Calvillo Unna

“Habrá que ver hasta dónde el actual ensayo democrático será exitoso en desmontar la pirámide social, económica y cultural que hemos arrastrado desde la Conquista”
José Antonio Crespo en Después de la Conquista. Anécdotas, sucesos y relatos.

Las reflexiones sobre el pasado están impregnadas de nuestro presente. En ocasiones esta proyección que parece acércanos el ayer en realidad lo distorsiona y hasta desaparece. La historia es así un juego de espejos del tiempo consigo mismo, el tiempo que se entreteje en y con nuestras experiencias. El lenguaje suele ser el principal transmisor de este continuo retorno que nos asiste en lo que solemos identificar como memoria.

La memoria es un libro abierto, continuamente se modifica en sus oraciones que pronuncian los sucesos idos, y mantiene las siluetas de los hechos más allá de los diversos capítulos que se suceden y de las páginas de sus interpretaciones. Hay en todo ello una suerte de matrices, moldes, huellas que acotan los relatos y procesan los diversos paisajes de lo que solemos nombrar como historias sean generales o particulares.

Libros de José Antonio Crespo. Foto: Especial
Libros de José Antonio Crespo. Foto: Especial

Lo que enseña la trilogía de José Antonio Crespo, Antes, Durante, y Después de la Conquista, es que esos trazos atemporales, o mejor será decir, de larga duración, se encuentran en lo anecdótico, en los detalles, accidentes, lo que el asume como una historia de anticuarios, de objetos y gestos.

La historia está en esos testimonios secundarios, relegados de lo sustancial, pero sin lo cual lo sustancial no tendría rostro e incluso carecería de sentido, porque estaría más en el territorio de un discurso controlado para fines que el pasado ignora porque ya está muerto y como masa informe (ese pasado) se moldea para el pragmatismo del presente que ensordece las voces del más allá que provienen de los siglos anteriores.

Para Crespo lo sustancial de la historia se puede encontrar en esos aspectos triviales, o menospreciados, que han permanecido en una marginalidad porque no alcanzan la dimensión de significativos para una narración histórica pertinente.

Crespo indaga en la impertinencia, en aquello que parece innecesario, incluso sólo residuos de experiencias idas. Y es ahí donde la ligereza planeada de su propio trabajo se vuelve valiosamente sugerente para permitirnos una mirada no sólo más empática sino también cargada de posibilidad de inmersión en el sentido propio de los grandes acontecimientos, como el de la Conquista durante el siglo XVI.

La trilogía de su Conquista renueva el interés por conocernos mejor como seres cargados de historia a pesar de nosotros mismos o del tiempo presente que nos absorbe en toda su complejidad.

Su trabajo también es un recordatorio para aprender a leer o releer, aquello que consideramos obras ya vistas, ya estudiadas, y darnos cuenta que las mismas historias narradas escapan a sus propios autores y están vivas más allá de la muerte que les da origen. La lectura como resurrección podría ser el género al que se suma sus tres volúmenes sobre ese periodo clave que aún pertenece a lo que llamamos Historia de México.

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