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Greenpeace

20/05/2019 - 12:05 am

Vivir entre alergólogos e inhaladores

Los recientes días con altísimos niveles de contaminación que sufrimos no fueron una situación excepcional y no son solo consecuencia de los incendios forestales.

La contaminación produce graves impactos en la salud. Foto: Cuartoscuro

Por Angélica Simón

Mis hijos no pueden ir al parque. No pueden salir a jugar al patio; mis hijos, dos bebés de menos de un año de edad, vivien entre alergólogos, lubricantes nasales e inhaladores para controlar las crisis tempranas de asma que ya padecen. Viven entre aire de mala y de muy mala calidad. Viven en tiempos de contingencia ambiental.

El aire que respiramos, que respiran miles de niños tendría y podría ser más limpio, pero para ello necesitamos acciones radicales y contundentes que nos obliguen a renunciar a la comodidad del automóvil, necesitamos autoridades con el valor de poner en marcha una verdadera transformación aún a costa de simpatías.

Los recientes días con altísimos niveles de contaminación que sufrimos no fueron una situación excepcional y no son solo consecuencia de los incendios forestales. La realidad es que llevamos décadas viviendo, padeciendo y “acostumbrándonos” a vivir en una ciudad de las más contaminadas del mundo. En un país donde existen más de una decena de ciudades donde constantemente se rebasan los límites máximos de contaminantes en el aire, vivimos en un país donde las normas que establecen esos límites son laxas, insuficientes para garantizar que se cumpla el derecho a un medio ambiente sano y a la salud de mis hijos y de millones de personas.

Mis bebés y miles de niños más que ya están acostumbrados a usar broncodilatadores no son solo números, son individuos con rostro y nombre cuya realidad ignoran nuestras autoridades.

En México, mueren cada año al menos mil 680 niñas y niños menores de 5 años de edad por enfermedades relacionadas con la mala calidad del aire. El número de muertes atribuibles a esta causa se ha incrementado casi 60 por ciento entre 1990 y 2015, debido a las altas concentraciones de contaminantes, la gran mayoría vinculadas con el uso de transportes como el automóvil.

El riesgo a la salud es peor para niñas y niños. Solo en 2016 -último del que se tiene registro- las muertes de personas menores de 0 a 4 años representaron 53.4 por ciento del total de muertes por asma en menores de 18 años. En ese año también se registraron mil 902 muertes por infección respiratoria aguda de niñas, niños y adolescentes.

Cómo madre de dos niños que ya están sufriendo los impactos de esta contaminación quisiera irme de esta ciudad. Pero así como me niego a decirles la frase de “aquí les tocó vivir” y a enseñarles a resignarse a una situación que podría ser distinta; también me niego a hacerlos huir de esta ciudad maravillosa en muchos otros sentidos. Prefiero enseñarles contribuir a limpiar este aire y a exigir a nuestras autoridades que actúen con determinación para atacar de raíz este problema y no solo para paliarlo con declaratorias de contingencia.

Necesitamos que las autoridades cambien esta visión de ciudad donde el automóvil es el centro de las políticas y proyectos de gobierno. Necesitamos una ciudad pensada en las personas, en los niños y las niñas, en que tengan una larga vida saludable.

Urge generar y homologar en todo el país, políticas públicas dirigidas a mejorar los sistemas de información de los efectos de la calidad del aire en los derechos de las niñas, niños y adolescentes, así como en las regulaciones para hacer frente a la contaminación atmosférica.

*Angélica Simón es coordinadora de medios en Greenpeace México.

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