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Alejandro De la Garza

20/05/2023 - 12:03 am

El sueño del capital produce monstruos

“El nearshoring se refiere a la relocalización de inversiones, empresas y plantas industriales procesadoras y de ensamblaje en territorios más cercanos”.

“¿Dónde van a vivir estos trabajadores, tendrán vivienda accesible, servicios de agua y luz, de limpieza, de transporte, guarderías para los infantes, apoyo a las madres trabajadoras?”. Foto: Shutterstock.

El sino del escorpión ha recorrido un largo trecho y ha testimoniado las “lindeces” del capitalismo salvaje y su costo social sobre la población. Vio al proceso de modernización, transformación, destrucción —envuelto en reluciente papel de regalo— devorarse buena parte del país y observó también cómo las políticas neoliberales posmodernas devastaban territorios, recursos y gente, mientras en las estadísticas crecían las exportaciones y el intercambio comercial del país, para bien de las élites económicas y políticas y para mal de la gente allá abajo, en la base de la pirámide. Con la misma mirada escéptica el alacrán ve ahora el “paraíso” inminente del nearshoring, según lo denominan los inversionistas y financieros al alabar sus magníficas posibilidades económicas, que ahora sí, de una vez y para siempre, aseguran, va a impulsar el nuevo desarrollo de México.

El nearshoring se refiere a la relocalización de inversiones, empresas y plantas industriales procesadoras y de ensamblaje en territorios más cercanos a su destino final, para insertarlas de manera más eficiente en las cadenas globales de producción (GPC, por sus siglas en ingles) y en las cadenas globales de suministros. El ejemplo más reciente y notorio es el de una fábrica Tesla (además de otras plantas chinas) prevista para instalarse en Nuevo León. El escorpión no es economista, pero no se engaña y recuerda bien aquello que se caracterizaba como la “división internacional del trabajo”, regida por las potencias económicas, así como sabe de la organización productiva global impulsada por el Sistema Mundo en función de las necesidades de crecimiento o reorientación del capital.

Por todo ello, el venenoso observa sin optimismo esta nueva reconfiguración del capitalismo (consecuencia de las crisis desde el 2008 y de la pandemia) y se resiste ante la insistencia de los periodistas financieros en augurar este nuevo paraíso, otra gran oportunidad para insertarnos y orientarnos más y mejor (e inevitablemente) hacia la economía estadounidense. Pero más allá del lenguaje de experto del Cide, de estadísticas y prospectivas de la inversión, el alacrán intenta acercarse a los resultados a ras de tierra de estos impulsos del capital financiero y de las nuevas tendencias de organización corporativa multinacional, y, para ello, el arácnido extrapola un ejemplo extraído de la industria turística.

Cuando Echeverría decidió iniciar la transformación de Quintana Roo y crear Cancún, las inversiones fluyeron y comenzó a levantarse un emporio turístico que requirió de un ejército de trabajadores (migrantes internos en su mayoría) para aportar la mano de obra. No hubo apoyos: vivienda, garantías, servicios de agua, luz, etcétera, para esos trabajadores. Construidos los hoteles, la población comenzó a contratarse en los corporativos hoteleros y turísticos, pero por años estos miles de empleados debieron habitar (muchos aún lo hacen) en colonias marginales y sin servicios. Igual ocurrió en Huatulco, Oaxaca; en Baja California Sur y otros grandes desarrollos turísticos como Bahía de Banderas, en Jalisco y Nayarit. Lo prioritario son las inversiones y las compañías hoteleras a las que se provee de mano de obra barata, aunque la gente viva en colonias marginales, sin servicios de luz, agua, vigilancia, guarderías, educación, transporte público eficiente.

El alacrán se permite esta digresión porque observa las mismas precarias circunstancias en la comunidad de pescadores donde ahora vive, en un rincón del Pacífico mexicano, gentrificado hasta la saturación por el turismo estadunidense y canadiense que si bien genera oportunidades de trabajo, al mismo tiempo vuelve todo más costoso: rentas, alimentos, tarifas de luz y agua, transporte público (deficiente), escasos servicios de limpieza pública, negligencia, descuido y de plano valemadrismo de las autoridades de todos colores. Añádase a lo anterior la especulación con la tierra, las decenas y decenas de edificios de condominios carísimos en proceso de construcción por ese mismo ejército de trabajadores migrantes internos, que habita en condiciones muy precarias las numerosas comunidades costeras desde Vallarta, Jalisco, hasta Punta Mita y Rincón de Guayabitos en Nayarit.

Tras la digresión, el alacrán vuelve al tema del nearshoring y acude a otro ejemplo, acaso el más terrible, de las consecuencias de las tendencias del capital y su no regulación por las autoridades: las maquiladoras de Ciudad Juárez. La experta Clara Jusidman lo advierte con puntualidad en su artículo “Los riesgos sociales del nearshoring” (La silla rota, 29/3/2023): “Desde una perspectiva humana, lo que podría ocurrir con la relocalización de empresas en México confirmaría mi predicción de hace 20 años, cuando señalé que Ciudad Juárez era una ventana hacia el futuro del país. En esa ciudad se vivía un nuevo auge de las empresas maquiladoras con una fuerte demanda de trabajadoras y la aparición del asesinato de mujeres por razones de género”.

Como resultado de esta imprevisión, continúa Jusidman: “se hizo evidente el enorme descuido de los gobiernos y la gran irresponsabilidad de las empresas, al no prever los requerimientos para la vida que surgirían a partir de la migración de miles de personas en busca de oportunidades laborales y de ingreso. (…) se desatendió completamente el desarrollo de viviendas dignas, servicios urbanos (calles, agua, drenaje, alumbrado, energía) escuelas, guarderías, estancias infantiles, servicios de salud y de transporte”.

Otros de los males enumerados por la investigadora son: el desvío de recursos de programas sociales hacia naves industriales; las invasiones de tierras promovidas por políticos al acecho de terrenos donde se instalarían las maquiladoras; el abandono de las mujeres trabajadoras que se trasladaban al centro de la ciudad y, de ahí, debían abordar camiones para acudir a sus centros de trabajo en traslados peligrosos de trágicas consecuencias como violaciones, desapariciones y feminicidios; más la especulación con el suelo; el aumento descontrolado de la población sin vivienda; el trabajo infantil y adolescente y, por si no bastara, la creciente presencia del crimen organizado.

El texto finaliza con una pregunta: “¿Tendrá idea el joven gobernador de Nuevo León del efecto en la convivencia y el bienestar de la población del traslado de varias empresas desde China y de la instalación de la gran planta de Tesla? ¿Tendrá alguna estrategia para evitar que su estado se convierta en una Ciudad Juárez ampliada?”.

El escorpión ha visto al mercado hacer su obra. Y si bien hay salarios (bajos) y se contrata mano de obra (a destajo), falta lo demás, que es todo. ¿Dónde van a vivir estos trabajadores, tendrán vivienda accesible, servicios de agua y luz, de limpieza, de transporte, guarderías para los infantes, apoyo a las madres trabajadoras? Acá abajo, como siempre, el panorama del sueño (o la pesadilla) del nearshoring es muy distinto a como lo observan desde allá arriba las élites económicas, políticas y hasta periodísticas. ¿No aprendemos nada?

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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