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Hilda García

21/01/2014 - 12:00 am

Yo buleo, tú buleas

Ojalá habláramos del lema olímpico “más rápido, más alto, más fuerte”. Pero en nuestra sociedad domina el más rápido, el más alto, el más fuerte. En una sociedad que no tiene respeto por el de enfrente, y peor aún, en la que se aplican sanciones claras y contundentes a quienes molestan a los demás, sea […]

Ojalá habláramos del lema olímpico “más rápido, más alto, más fuerte”. Pero en nuestra sociedad domina el más rápido, el más alto, el más fuerte. En una sociedad que no tiene respeto por el de enfrente, y peor aún, en la que se aplican sanciones claras y contundentes a quienes molestan a los demás, sea en la escuela, en el trabajo, en la misma familia, por no hablar de prácticas peores como la extorsión o la prepotencia en el diario vivir, los niveles de violencia, frustración y miedo aumentan.

No es nuevo saber que en México hemos estado intimidados por el más grande, el más violento, el más fuerte. Hay quienes se sienten superiores por el color de la piel, otros más por tener una posición en el gobierno, contar con más dinero que otro o por tener una pistola.

Son diarios, constantes y repetidos los casos de bullying en las escuelas y sólo algunos los conocimos a través de los medios y de las redes sociales.  Por ejemplo de Shana, el niño de Hermosillo, Sonora, quien le aprieta el cuello a una de sus compañeras hasta dejarla inmóvil.

Igual destacaron en los medios la agresión contra una niña de origen mixteco en una secundaria del Distrito Federal que le dejó rasguños y golpes en el rostro o el caso de Antonio de Jesús López, el niño de 12 años que perdió parcialmente la movilidad del cuerpo y no tiene la mitad del cráneo por la golpiza que le dieron cinco niños de su secundaria en Amozoc, Puebla.

Sin embargo, esa actitud cotidiana de intimidación se ejerce en y desde la infancia en las escuelas de México y poco se ha hecho para frenarlo. Porque si bien es cierto que este fenómeno es mundial, también es verdad que en otros lugares existen sanciones y planes que tratan de minimizar las agresiones violentas e intimidatorias en las escuelas y la sociedad en general.  En México, vamos para atrás.

Según cifras de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), el bullying es un problema que crece en nuestro país y donde el número de casos aumentó en un 10% durante los últimos dos años.

En el 2011, la CNDH reportó que el 30% de los estudiantes de primaria declaraba sufrir algún tipo de bullying. Para el año pasado, el porcentaje subió al 40%.

Por su parte, el estudio Teaching al Learning Internacional Survey TALIS (Estudio Internacional sobre Enseñanza y Aprendizaje) señala que de los países de la OCDE México presenta los niveles más altos en robos, agresividad verbal y física de los alumnos de educación secundaria.

Igualmente, el subsecretario de Educación Media Superior, Rodolfo Tuirán aseguró hace unos días que siete de cada 10 jóvenes sufrió en el último año algún tipo de violencia.  Mientras que el 11% de los estudiantes mexicanos de primaria ha robado o amenazado a algún compañero, y en la secundaria el 7% lo ha hecho.

Tuirán añadió cómo el fenómeno se replica en las redes sociales, en donde también se expresa la violencia entre los jóvenes. Las cifras dicen que el 12 por ciento experimentó la burla de sus pares en estas redes, el 8 por ciento se ve expuesto en la difusión de mentiras y el 6 por ciento fue invadido en sus cuentas electrónicas.

Cada organismo o entidad tiene sus cifras, pero todas coinciden en la gravedad del tema. Y el tema no queda en las escuelas, sino que se reproduce en todo el sistema.

Por ejemplo, de acuerdo con una nota de CNN, el Observatorio Ciudadano de la Justicia, señala que a las agresiones físicas y verbales entre los niños, se añade “cobro de piso” en primarias y secundarias.  Estas son prácticas que los menores imitan de la delincuencia organizada.

Algunos menores cobran a sus compañeros desde 50 centavos hasta cinco pesos por permitirles el paso a los baños o para no intimidarlos en los recreos quitándoles su desayuno, según especialistas del grupo.

Estas conductas han sido detectadas principalmente en escuelas de estados del norte del país, como Nuevo León, Baja California y Coahuila, y recientemente en Jalisco, donde grupos criminales cobran cuotas especiales a empresarios y comerciantes para no atacar sus negocios.

El problema es que a pesar de que diversos organismos lo señalan y consideran una situación complicada, pocas veces se enfrenta una pena, un castigo, una disculpa.  Es decir, poco se hace por castigar al “poderoso” y mucho menos se hace algo por apoyar al “débil” o persona que sufrió la intimidación.

Por ejemplo, en la página de la Presidencia de la República hay una página dedicada al tema, pero solo define lo que es el bullying y dedica un párrafo a la Secretaría de Salud como la encargada de resolver el tema.

La Secretaría de Salud cuenta con espacios y especialistas para brindar atención integral a niños y adolescentes que sufren y ejercen el bullying. Los institutos nacionales de Psiquiatría y de Pediatría ofrecen atención médica integral.  (Fuente: http://www.presidencia.gob.mx/5-datos-sobre-el-bullying/)

Sin embargo, no se  habla de medidas especiales ni se trata el tema como un problema nacional. Si no hay políticas nacionales, es claro por qué tanto los estudiantes como los maestros se hacen “de la vista gorda” o no saben cómo impedirlo. Más sorprende que no haya políticas claras que pongan fin a este tipo de problemas desde la escuela.  Esto, por supuesto que agrava el problema a nivel social y para la vida adulta, pues desde la escuela se diluye la cultura de la denuncia y de la posibilidad de contar con instancias que puedan resolver las agresiones.

La falta de un plan claro para poner los límites entre las bromas y las agresiones, entre los juegos y la violencia sistemática y consistente entre diversas fuerzas de poder tienen que resolverse con planes claros a nivel nacional, estatal, escolar y laboral.  Deberíamos entender que poner fin a la violencia en las escuelas es poner las bases para detener la violencia entre los adultos.

Si no hay un plan del gobierno que integre a la diversas dependencias como la SEP, la Secretaría de Salud, la Procuraduría y todas aquellas que logren hacer un proyecto multidisciplinario que defienda a nuestros niños ¿de qué manera podemos hacer que la violencia, la extorsión y las agresiones entre adultos llegue a su fin? ¿Es posible que entre niños y adultos termine el buleo en todos los niveles?

Las cifras están ahí. Ponen en evidencia un gran problema.  Mucho ayudaría que entre los planes de gobierno que se dedican a los temas que buscan frenar la violencia se haga un plan integral dedicado al buleo nacional en el que parece que ahora estamos todos contra todos y, a la vez, defendiéndonos de todos.

Hilda García
Estudio Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo el grado de Maestría en la Univ. de Miami con el tema de los “Weblogs y la mediamorfosis periodística”.

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