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Sanjuana Martínez

21/01/2019 - 12:04 am

¡No culpen a las víctimas! Hay una estructura criminal

El nivel de deshumanización de una parte de la sociedad mexicana es alarmante y explica perfectamente porque nos encontramos en una degradación ética y moral.

Y no voy a justificar el robo de gasolina ocurrido en la tragedia de Tlahuelilpan. Foto: Cuartoscuro

El nivel de deshumanización de una parte de la sociedad mexicana es alarmante y explica perfectamente porque nos encontramos en una degradación ética y moral.

Nos ha quedado claro que el problema del huachicol somos todos. A la estructura criminal encabezada por funcionarios, políticos, empresarios, crimen organizado y por todo un solido entramado de corrupción y complicidades, hay que añadirle ciudadanos.

Lo digo por todo aquel dispuesto a comprar gasolina robada, aún sabiendo que es robada. Por aquellos que para ahorrarse unos pesos compran gasolina robada y desde luego, lo digo por todo aquel que, está dispuesto a arriesgar su vida en una toma clandestina, por tal de ganar dinero aunque sea de forma ilegal.

Y no voy a justificar el robo de gasolina ocurrido en la tragedia de Tlahuelilpan, pero tampoco comparto la idea de culpar a las víctimas, a la gente que se encontraba ahí intentando obtener con una cubeta, gasolina del chorro del ducto perforado para llenar sus bidones. No son las víctimas las culpables. Tampoco los militares o los policías federales que intentaban disuadirlos sin éxito para que se retiraran del lugar.

Las víctimas, los 79 muertos y los 81 heridos, son el eslabón más débil de la cadena criminal. Por encima de los ciudadanos de a pie que participan de una u otra manera en el huachicol, por encima de quienes prefieren comprar gasolina robada, están los peces gordos. Me refiero a los jefes del huachicol. Los jefes de cuello blanco y los jefes del crimen organizado. Ambos van juntos aunque no revueltos.

En esta estructura criminal hay que advertir que el crimen del huachicol se dejo crecer tanto que ahora los huachicoleros son los narcotraficantes de antes. Delincuentes que encontraron en el oro negro, una mejor opción para sus ganancias, un negocio más redituable que el tráfico de drogas. Ahora los huachicoleros son los mismos capos, jefes de plaza, sicarios, narcomenudistas, vendedores de piratería, encargados de los giros negros, delincuentes comunes.

El negocio del combustible resultó menos peligroso y con más ganancias. Menos ilegal porque la impunidad permite que se legalice vendiendo el combustible robado a los huachicoleros de cuello blanco, es decir, a los empresarios. Son ellos los que han blanqueado este negocio ilícito. Empresarios a quienes no les ha importado que el crimen del huachicol creciera a tal escala, empresarios que han preferido incrementar sus ganancias comprando pipas a mitad de precio, alimentando el monstruo, empobreciendo a la población.

Y sostengo que las víctimas no son culpables porque, como bien dice mi colega Ana Lilia Pérez, periodista especializada en este tema con cuatro libros sobre la corrupción en Pemex y el huachicol, en muchas comunidades del país, es el crimen organizado quien obliga a la gente a participar en el robo de combustibles.

Analicemos este dato importantísimo ofrecido por una de las grandes expertas de este tema: es evidente que todas las tomas clandestinas y las ordeñas están perfectamente coordinadas. Aún hay complicidades dentro de Pemex y fuera. Funcionarios, políticos, empresarios y autoridades están de acuerdo.

Por otra parte, romper un ducto no es tarea sencilla, de hecho la gente que se dedica a esto tiene una preparación. Además hay que añadir que cuando se prepara una toma clandestina se avisa. Todo indica que los sistemas de información de la estructura criminal del huachicol y sus comunicaciones son más efectivos que los de los gobiernos o las autoridades.

No es de sorprender, esta estructura criminal se ha fortalecido sexenio a sexenio desde el mandato de Carlos Salinas de Gortari. Los siguientes presidentes tenían conocimiento de esto y no actuaron por comodidad o bien, por complicidad.

Dicho esto, observemos ahora el escenario. A la comunidad de San Primitivo, ubicada en el municipio de Tlahuelilpan en Hidalgo, se le avisa que habrá gasolina gratis para todos, que vayan con sus bidones y que se podrán llevar todo lo que quieran. Pero antes, los jefes huachicoleros, ya llenaron una buena cantidad de pipas destinadas a empresarios sin ética ni moral que se las compraran como han venido haciendo desde hace décadas.

A la gente de a pie se le permite robar los restos del combustible, las sobras pues. Lo verdaderamente importante de esa toma clandestina, de la ordeña de ese ducto, fueron las pipas.

El crimen organizado, funcionarios, políticos y empresarios, necesitan al pueblo raso para extender el crimen del huachicol. Es una estrategia para sostener que el delito lo cometen todos, que todos los de la estructura criminal son culpables.

Pero ojo, algunos son más culpables que otros. Insisto, no perdamos de vista la estructura criminal completa. Y miremos hacia arriba, hacia los meros meros de este negocio, no hacia abajo, hacia la gente amenazada o bien empobrecida, porque en esas comunidades, el huachicol arrasó la economía productiva de la región. El negocio ilícito de los combustibles, el mercado negro impune y casi legalizado, fue acabando con las otras actividades productivas.

Veámoslo más claro aún. Estamos ante un enorme desafío: acabar con el huachicol implica la colaboración de todos. No será fácil. Pero si nos mantenemos sentados a esperar a que el gobierno termine con este flagelo de nuestra economía y acabe con el robo de combustibles que nos ha dejado en la ruina financiera a todos, con bajos salarios y con un cinturón de pobreza que afecta a más de 70 millones de mexicanos, entonces habrán ganado los mismos.

Y aquí está la fotografía completa: el huachicol era un mercado negro casi legal. Era un Pemex alterno. Su estructura es poderosa y sus beneficiarios lograron implantarlo en la misma sociedad. Por tanto, su combate requiere no solo del presidente, el fiscal, el ejército, la marina o las policías, requiere la participación de todos: denunciando a los huachicoleros de dentro y fuera de Pemex, rechazando consumir gasolina robada, negando participar en la ordeña de ductos.

Si ahora no nos comprometemos a combatir este flagelo, si no dejamos nuestro sillón de confort, si seguimos juzgando, culpando y azuzando la llama del rencor, olvídenlo, jamás se podrá erradicar el huachicol y aumentaremos nuestra degradación moral.

Insisto, hoy toca pensar en México, toca arrimar el hombro. De eso depende nuestro futuro como país. Tú decide. ¿Le entras y participas o prefieres ser espectador?

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Sanjuana Martínez
Es periodista especializada en cobertura de crimen organizado.

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