PULSO DE SAN LUIS POTOSI

Escándalos de pederastia en SLP merman a la Iglesia: hay más deserción y menos aspirantes

21/02/2016 - 3:04 pm

Vivieron la cantera del sacerdocio y hoy hacen vida de seglares. Las razones para abandonar esa carrera son muchas, la del abuso sexual entre ellas. Como la naturaleza humana, recuerdan momentos luminosos de la vocación y otros tantos de retorcida oscuridad que no debería estar ahí.

Los encargados del Seminario de San Luis Potosí sabían de los escándalos de Eduardo Córdova. Foto: Archivo.
Los encargados del Seminario de San Luis Potosí sabían de los escándalos de Eduardo Córdova. Foto: Archivo.

Por Oliver Guevara

Ciudad de México, 21 de febrero (SinEmbargo/Pulso).– Los escándalos por pederastia de la Iglesia Católica en San Luis Potosí hacen mella en los aspirantes a convertirse en guías espirituales; el ingreso a la casa de estudios para el sacerdocio se ha visto disminuido al paso de los años.

Ex seminaristas que desertaron narran sus experiencias dentro del recinto. Algunos de los testimonios son dolorosos, otros llenos de agradecimiento, sin embargo, todos marcados por la deserción final al darse cuenta que no había vocación.

Un actual profesor recuerda sus años al interior del Seminario. “Yo llegué a principios de los noventa, hice la preparatoria, luego paso al curso introductorio, que es antes de llegar al Seminario Mayor”.

“No te voy a decir que vi cosas que estaban mal, probablemente sí, pero ese tipo de situaciones no fueron determinantes para que yo tomara otro camino. Salí luego de diez años del Seminario, sabíamos algunas cosas que de pronto sucedían, de algún sacerdote que estaba metido en otras situaciones, de tener una mujer, tener hijos o de pronto que le gustaba mucho el dinero, pero de ahí en fuera no vi esta situación tan notable de problemas de índole sexual”, nos cuenta.

Refiere que supo de personas dentro de la institución que tenían alguna orientación sexual muy concreta, que incluso tenían su pareja en el propio Seminario de San Luis Potosí. “Al estudiar filosofía y al enseñarte a pensar, son sietuaciones que ya no te causan espanto”.

Daniel señala que fuera de las situaciones comentadas, no vio nada más, “pero resulta que cuando yo me salgo, algunos de nuestros compañeros con los que compartía mesa, la comida, ahorita tienen problemas de alcoholismo, de drogas, de pedofilia, algunos de ellos son prófugos de la justicia, han pisado una cárcel”.

Relata que a lo mucho eran en general 60 personas; “de mi grupo sólo cinco fueron sacerdotes, el Seminario ha carecido de autoridad y de presencia de gente importante, creo que a veces se manda a personas que no deberían estar ahí, que no tienen el perfil de formadores, que no tienen autoridad moral para decirle a alguien qué hacer y qué no hacer”.

“He sabido que envían a personas que están castigadas, que andan medio mal: pues lo mandamos al Seminario a ver qué hace; se debe escoger y elegir a las personas que van a ser del clero, entre menos, es mejor”.

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EL MAL MAYOR, A OJOS DE TODOS

Otro de los entrevistados, actual empresario, vierte un testimonio doloroso que lo marcó para siempre. Adrián ingresó al Seminario de San Luis Potosí en 1983, estudió secundaria y en preparatoria, uno de los aspirantes a pastor, desvió de tajo su vocación.

“En preparatoria abandoné los estudios, no me gustaron las maneras de convivencia que había dentro del Seminario, desde la primera noche que llegué tuve una mala experiencia con un compañero”, nos cuenta Adrián en una oficina donde hay un cuadro que muestra a Jesús acompañado de Juan Zebodeo, quien lo abraza, “el más amado de sus discípulos”.

Adrián relata que esa noche no alcanzó cama porque llegó tarde, “me ponen un colchón en medio de dos camas, entonces estaban las otras dos camas en medio del colchón, en la madrugada, uno de los compañeros se cae o se deja caer y me hace tocamientos”.

Cuenta que ese seminarista tenía dos años aproximadamente en el Seminario, el cual no conocía, “por esa experiencia y por otras situaciones que se daban en los baños, en la biblioteca, donde te abrazaban sugestivamente, cuando jugabas y te tocaban con cierto morbo”.

Refiere que las malas experiencias las vivió con compañeros de grupo de la misma generación, “hice primero de preparatoria y los compañeros que iban de segundo de preparatoria, estaban en el Salesiano, pero aquí se quedaban a dormir, en el mismo cuarto nos quedábamos todo el grupo”.

Adrián manifiesta que a partir de esa vivencia, decide salirse del Seminario para después estudiar su carrera.

“No hice acusación formal, al darme cuenta de quién había sido me dejó traumado, lo veía con cierto enojo, ese compañero llegó a sus estudios, terminó, se ordenó, pero después me enteré que se salió del Seminario, ejerció en varias parroquias de comunidades hasta juntarse con una mujer en municipio cercano”.

Al cuestionarle si sabía de abusos dentro del Seminario, responde que supo de algunos compañeros. “Uno de ellos tuvo problemas, incluso fue a dar a la penitenciaría del estado; otro no continuó en el Seminario, desconozco porqué se saldría, se fue a otro estado, regresó a San Luis, le dieron una parroquia y tuvo problemas”.

El actual empresario señala que recomendaría que a los de recién ingreso, se les canalizara a un área de psicología y ver si son aptos para ejercer o no, “desde ahí se ve si tienen un problema de comportamiento”.

“Yo tenía bien basadas mis creencias, mi finalidad era ser sacerdote porque toda mi vida me la pasé en una iglesia, desde los siete años yo estuve de encargado en una iglesia y era como el sacristán, de ahí nació la vocación, yo tenía mis estudios de secundaria, de la primaria y el señor cura me ayudaba con los gastos de las escuelas, yo con mi religión sigo igual, pero debido a la mala experiencia ya no decidí seguir”.

Cuestionado respecto al ex sacerdote Eduardo Córdova Bautista, dice:

“Todos lo sabíamos, incluso los mismos encargados del Seminario. Estaba en filosofía cuando yo estaba en primero de preparatoria. Termina la carrera del Seminario y empieza a estudiar lo que es la carrera de Derecho. Ya sabía de esas situaciones, por medio de compañeros del mismo Seminario o incluso cuando estaba él de ceremoniero de Catedral, que es el que le sirve al Obispo; los mismos monaguillos contaban cosas de Córdova, sobre insinuaciones de Córdova”.

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VOCACIÓN DESGASTADA, DESDE CASA

Un empleado privado que estuvo seis años en el Seminario Menor, en los años ochenta y que ya no continuó, manifestó que en el tiempo en que él estaba, había como 70 alumnos y que ahora sabe, podría haber sólo unos cuarenta.

Sobre las causas que orillaron las salidas, manifestó que son decisiones personales, “desde que a lo mejor un joven había entrado sólo por cumplir las expectativas de sus papás de verlo sacerdote, el descubrir que tenían vocación para algún otro oficio o carrera, hay ex alumnos del Seminario que se han dedicado a ser sacristanes en alguna parroquia”.

El otrora estudiante del Seminario, señala que no es que los jóvenes ya no quieran ser sacerdotes, sino que ahora hay tantas actividades a las cuales dedicarse, “además de que el sacerdocio se va gestando desde los hogares, cuando las familias viven en un ambiente de vida religiosa sólida, y en estos momentos existen muchas familias desintegradas, débiles, dispersas, por lo que en esas condiciones es más difícil que un joven se sienta llamado hacia el sacerdocio”.

Apunta que los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes hacia la niñez y la juventud, así como otras actitudes, son un factor para la disminución de las vocaciones sacerdotales.

Luis señala que la vida diaria en el Seminario era disciplinada, se levantaba a las seis de la mañana y terminaba el día con un rezo nocturno, “me salí porque a pesar de que me sentía a gusto, de que iba bien en los estudios, había ese algo que no me hacía sentir plenamente seguro de ser sacerdote…y como también me llamaba la atención otra carrera, pues me salí”.

Cuestionado sobre situaciones problemáticas durante su estancia, refirió que no observó nada raro, “había homosexuales, pero como antes no se declaraban abiertamente, a lo mejor de la totalidad de mis compañeros tres sí eran gay y a uno lo corrieron, aunque no sé por qué”.

Agrega que la vida en el Seminario fortaleció su disciplina para trabajar, para convivir, para respetar a los demás, “habrá otros ex seminaristas que sí renieguen de haber estado ahí, por no estar acostumbrados al orden, al respeto, a la limpieza, entre muchas otras cosas”.

Finalmente, dice que al Seminario le faltaría un mayor acompañamiento y presencia de su pastor, a los propios jóvenes seminaristas les hace falta fortalecer su compromiso con lo que quieren hacer, como dice la Biblia “la mies es mucha y los obreros pocos”.

Otro de los entrevistados, que ahora vive en España, el cual estuvo cuatro años en el Seminario, escuetamente señaló que en su tiempo de estudio, eran como sesenta compañeros y que al paso de los años aminoraba el grupo.

“Yo creo que esclarecían sus inquietudes, a pesar de que se vive una relación muy intensa con Dios a través de los formadores, por ejemplo, cuando terminé el bachillerato mis formadores vieron las dudas que expresaba y me pidieron salirme y regresar en un año, pero ya no regresé”.

Rubén indicó que Dios tenía otros planes para él y que de eso se trata, de “discernir tus inquietudes ya que muchos son llamados pero pocos los escogidos”, además de afirmar que durante su estancia no supo de ningún abuso entre los compañeros o por parte de los superiores.

“Los escándalos afectan la imagen de la iglesia, pero la formación no falla, las personas fallan, el mundo está inundado de tentaciones y de egoísmo”, finalizó.

Este medio trató de contactar con el rector del Seminario Mayor Miguel Cardoso durante varios días, pero no fue posible obtener entrevista, además, los subalternos, por medio de la secretaria del recinto, indicaron que no darían entrevistas.

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