COLOSIO, 20 AÑOS: LOS HOMBRES Y MUJERES CLAVE

21/03/2014 - 12:00 am

El asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta es una página que aparenta haberse quedado atrás. O más bien, que fue arrancada de tajo y eliminada. Aunque la investigación oficial haya concluido y se mantenga bajo resguardo en la bóveda del Archivo General de la Nación, la sospecha –jamás la claridad o la satisfacción– ha sido la marca de esta oscura trama. Tres fiscales y un subprocurador, además de una inversión de millones de pesos, arrojaron una irrefutable verdad jurídica: no hubo conspiración y esta muerte se debió al impulso de un solo hombre, Mario Aburto Martínez. Si se desempolvan los cuatro tomos del Informe de la Investigación del homicidio del licenciado Colosio Murrieta, elaborado por la Subprocuraduría Especial, hay rostros que emergen con la misma inercia de aquellos días. Si se pregunta qué dice la simple mención de los apellidos Colosio Murrieta, es difícil desvincular ciertos nombres de un trauma social que cumple dos décadas.

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Al Presidente de la República se le adjudica una actitud de perversidad. Desde columnas, reportajes y notas de la prensa se indica “una campaña” contra la campaña”. Con ese tono pausado que usa para dar declaraciones memorables, Salinas de Gortari le ha dicho a los reporteros: “No se hagan bolas. El candidato es Luis Donaldo Colosio”. Quiere, Salinas, aminorar el brillo de Manuel Camacho Solís como comisionado para la paz en Chiapas. Al candidato Colosio, el desempeño de Camacho frente a los grupos guerrilleros lo ha opacado al grado de la confusión. ¿Quién es el verdadero candidato?  Lo único cierto es que el Presidente está en la antesala del declive. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se ha despertado en ese estado en contra de la miseria milenaria de los pueblos indígenas y tiene nueve municipios declarados como autónomos. Tal panorama no coincide con el discurso oficial de que México iba a inaugurar su entrada al primer mundo este año. Con todo, después de arduas negociaciones, batallas políticas y constantes disputas, el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) –uno de los principales esfuerzos del primer mandatario– ha entrado en vigor.

Son las 19:12 de la tarde del 23 de marzo y Carlos Salinas de Gortari está en su despacho de la residencia oficial de Los Pinos. En la colonia Lomas Taurinas de Tijuana, Baja California, acaban de acribillar a Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia de la República con una Taurus .38 que tiene las cachas de madera. Un disparo a la cabeza. Otro dirigido al estómago. La tarde empieza a despuntar en caos que se prolongará durante las horas, los días, los meses y los años. Surge un chiste macabro: Salinas habría recibido la noticia así: “Señor Presidente, el candidato ha sido herido de bala”. Él contestaría, con la fría sonrisa que lo caracteriza: ¿Ya son las siete?”

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Carlos Salinas de Gortari está a punto de cumplir 66 años en abril y se ha convertido en el ex Presidente más controvertido de México. Está completamente calvo y por el bigote ya se asoman canas. Realiza trabajo de consejería en el Grupo Dow Jones y a juzgar por su producción editorial, ha empleado los años en escribir. En 2000 publicó el libro México: Un paso difícil a la modernidad donde brinda su versión de 1994, ese convulso año cuando mataron a Luis Donaldo Colosio Murrieta. En 2008, publicó La Década Perdida 1995-2006 Neoliberalismo y Populismo en México, en el que desmenuza las administraciones de los ex presidentes Ernesto Zedillo Ponce de León del PRI y Vicente Fox Quesada, el primer Presidente de la alternancia política, por el Partido Acción Nacional. En 2010, publicó Democracia Republicana. Ni Estado ni mercado: una alternativa ciudadanana, en el que reflexiona sobre la necesidad de llegar a una etapa nueva en el liberalismo social.

Veinte años después del asesinato de Colosio, Carlos Salinas de Gortari ha reaparecido en la prensa. En los días recientes recibió a un reportero de un diario nacional en su casa junto al Bosque de Tlalpan, en el sur de la Ciudad de México. Sonríe, como antes. La tragedia parece haber quedado atrás. La de Colosio, la de su cuñado Francisco Ruiz Massieu (a quien acribillaron seis meses después que Colosio, en la calle Lafragua de la Ciudad de México), la de su hermano, Enrique, quien tras horas de desaparecido fue encontrado asfixiado con una bolsa de plástico en la cabeza en Huixquilucan. Parece haber quedado muy atrás la despedida de su padre, Raúl Salinas Lozano, a cuyo velorio en 2004 no pudo asistir su hermano Raúl, pues aún se encontraba preso en el penal de Santiaguito, acusado del asesinato de Francisco Ruiz Massieu, cuñado de ambos. En abril de 2013, asistió a la boda de su hijo, Emiliano, con la actriz Ludwika Paleta. Emiliano inició una asociación denominada Movimiento Inlakech, el cual trabaja por la paz social en México.

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Se dice que en las catacumbas de Los Pinos hay un operador sombra. No aparece jamás en la televisión o la radio, pero nadie puede ver al Presidente sin antes, verlo a él. El hombre existe. Se llama José Córdova Montoya y en la nómina de la Presidencia de la República está como Jefe de la Oficina. Nació en la población francesa de La Ciotat, en la Costa Azul, del matrimonio de exiliados españoles de José Córdova Caparrós y Dolores Montoya. Al momento de integrarse al equipo de gobierno, su currículum indica que es ingeniero por la École polytechnique de París y tiene una maestría en Filosofía en La Sorbona, así como estudios de doctorado en Economía en la Universidad de Stanford. En 1994, lo llaman “Doctor Córdova”, pero en realidad el grado jamás lo obtuvo al dejar inconclusa la tesis “Precios y cantidades en el Sistema de Planificación”. Fue Stanford lo que lo trajo a México porque compartió habitación en esa universidad con Guillermo Ortiz Martínez, quien es Secretario de Hacienda. De Luis Donaldo Colosio Murrieta se dice amigo personal, pero jamás ha disimulado su simpatía por Ernesto Zedillo Ponce de León. Es 23 de marzo y el día es normal. En Los Pinos hay, para esta tarde, un acto agrario en el salón Vicente Guerrero. Estará ahí el Presidente. La campaña transcurre con normalidad en Tijuana. Es él quien le da la noticia a Salinas de Gortari: “Atentaron en contra del candidato” (Interrogatorio en el Informe de la Investigación del homicidio del licenciado Luis Donaldo Colosio Murrieta). Han pasado unas horas y sobre su persona hay una anécdota tétrica: cuando la Taurus .38 con cachas de madera llega a la sien de Colosio en las bocinas sonaba la pieza conocida como “La Culebra” en la interpretación de la Banda Machos: “La gente salió huyendo, mirando yo enojao, toditos asustados comenzaron a gritar: ¡Huye José! ¡Huye José!”

Y ese José, para quienes cuentan el chiste, no es otro más que José Córdova Montoya.

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Un día después de la designación de Ernesto Zedillo Ponce de León como el candidato sustituto, José Córdova Montoya se fue de México. Asumió el nombramiento que le dio el entonces Presidente Carlos Salinas de Gortari como representante ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), con sede en Washington. Fue el último cargo que desempeñó para el gobierno mexicano. Después, se fue a las sombras. Córdova Montoya fue el personajes que quedó tras bambalinas, con el mismo bajo perfil que le gustó usar desde siempre. Y Córdova, ¿dónde se encuentra? – fue una cuestión que con frecuencia relucía en los aniversarios del asesinato de Colosio. Empezó a asomarse a la escena pública en 2012 cuando un mediodía llegó al corporativo del Grupo Financiero Banorte, ubicado en Santa Fe, donde se inauguraba el centro de operaciones de la Casa de Bolsa Banorte-Ixe. En 2013, su nombre resurgió cuando Luis Téllez Kuenzler, en su función como presidente de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), aceptó ante Israel Rodríguez, reportero del periódico La Jornada que Córdova Montoya era su asesor. “Sí es mi asesor y a mucha honra”, contestó con tono de molestia al participar en la séptima Conferencia anual sobre Competencia y Regulación, titulada “Apertura en el debate sobre el futuro energético de México”. Durante la campaña de Enrique Peña Nieto, se supo que desde una casa de la colonia Roma, en la Ciudad de México, trabajaba como ideólogo y que algunos de los compromisos de campaña, firmados por el candidato ante notario y en público,  eran suyas. La eliminación de cien diputados plurinominales es un ejemplo.

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Se ha distinguido por su precisión en las entrevistas y una manera de vestir sobria que no escapa a la moda. Algunas revistas ya hablan del estilo Diana Laura que implica, sobre todo, elegancia. Tiene una oferta del PRI para ser Senadora de la República, pero por ahora se mantiene al lado de su esposo en la campaña. Ha dicho al respecto: “Yo no soy Eva Perón”.

A Luis Donaldo Colosio lo conoció cuando fue su alumna en la Universidad Anáhuac. Se casaron en 1984. Tiene 34 años de edad y es madre de Luis Donaldo, de ocho años y Mariana, de ocho meses. El 22 de marzo sostiene –revelaría el finado periodista Fidel Samaniego en los apuntes para un libro sobre el asesinato– una charla con su marido en la que le anuncia que tiene en sus manos el resultado de sus últimos estudios médicos. Está muy bien, cada vez mejor. También le informa que se han robado el coche de la familia. Tras esas dos noticias le da una sorpresa: iría a Tijuana para reunirse con mujeres que apoyan la campaña y al final de la jornada, lo encontraría. Este triste día 23, Diana Laura se hace acompañar por Talina Fernández quien está a cargo del proyecto de ventas por televisión CVC de Televisa-Tijuana. Diana Laura recibe la noticia de que su marido ha sido golpeado en la cabeza con un palo mientras realizaba el mitin de Lomas Taurinas. El periodista Federico Arreola, amigo cercano de Luis Donaldo, le informa en la sala del hospital: “No fue un palo, Diana Laura, fue un balazo y le atravesó la cabeza”. A los dos días, brinda un discurso para despedir a su compañero de vida, en Magadalena de Quino, Sonora,  donde él es sepultado.

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Diana Laura Riojas falleció el 18 de noviembre en el mismo año aciago en que mataron a su esposo, debido a cáncer de páncreas, un cuadro que se acentuó por el duelo. De acuerdo con las declaraciones ministeriales de Nikita Kyriakis y Norma Meraz, amigos personales de la familia, quiso permanecer alejada tanto de Carlos Salinas de Gortari como de Manuel Camacho Solís en los meses posteriores al asesinato. El primero le dijo al cuarto y último fiscal del caso que Diana Laura le indicó que ambos políticos estaban de acuerdo “en algo”. La segunda declaró que cuando Manuel Camacho Solís se presentó al funeral en Gayosso Félix Cuevas, ella pidió: “Que no entre. No lo quiero ver”. En ese sitio, Camacho Solís tuvo que oír de la multitud: “¡Asesino!” Y con el grito en los hombros, se retiró. Luego, buscaría a Salinas, según la declaración del entonces Presidente, asentada en actas. Diana Laura declaró, a su vez, que el Presidente le pidió su firma en una carta para liberar a Camacho Solís de toda responsabilidad. Ella se negó. “Después de la muerte del licenciado Colosio, el licenciado Salinas estuvo siempre presente con la señora Colosio, más en actitud de asedio que de atención y apoyo”, expresó Alfonso Durazo, secretario particular de Luis Donaldo Colosio, en su propia declaración ministerial. En el informe de la Subprocuraduría Especial para el Caso Colosio se concluyó que Diana Laura jamás señaló como culpables a Carlos salinas de Gortari, José Córodva  o Manuel Camacho. Por los tres, sólo manifestó molestia. En los meses posteriores al asesinato creó la Fundación Colosio, abocada a otorgar becas para mexicanos sin recursos. En junio, viajó a visitar al Papa Juan Pablo II, acompañada por su primogénito. Su último viaje al extranjero fue a Austria donde dispuso una beca para el sitio donde había estudiado Colosio. Al volver a México, los días los vivió en el hospital. Cuando se presentó a su velorio, Carlos Salinas se hizo de otra frase memorable: “Me da gusto que por fin, Diana Laura y Luis Donaldo ya estén juntos”.

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Es comisionado para la Paz en Chiapas. Acaba de renunciar como canciller, posición que obtuvo después de que Luis Donaldo Colosio fue elegido candidato del PRI a la Presidencia de la República. Su trabajo en las comunidades chiapanecas es interpretado como otra campaña. Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal de las Casas, lo recibe en misa, los feligreses tzotziles y chamulas lo llaman “Presidente”.  Así transcurren los meses y cada vez, el protagonismo de Camacho Solís sube de tono. El miércoles 16 de marzo, los reporteros creen que ocurrirá lo que hasta ahora se ha presentido: Luis Donaldo Colosio declinará su candidatura a favor de Manuel Camacho Solís. Esa es la especulación pero ahora mismo Camacho ha entrado a las instalaciones del Instituto Federal Electoral (IFE), hoy que es el último día para registrar candidaturas presidenciales. Lo esperan dos horas. Al salir, dice que fue a ver al Secretario de Gobernación, Jorge Carpizo Mc Gregor, para darle un informe sobre Chiapas. La misma tarde, Colosio responde ante dos mil 500 alumnos del ITESM sobre la historia que escribe Manuel Camacho de manera paralela a su campaña: “Es un mexicano que está cumpliendo con una responsabilidad que le ha encomendado el señor Presidente”. El 23 de marzo este trajín de dudas sobre quién es el candidato concluye. De popular, Camacho Solís pasa a sospechoso del abatimiento de Luis Donaldo Colosio. Las sonrisas de antes se desdibujan. Ya no es Chiapas el principal problema del país, sino la resolución del asesinato. Él queda, junto a Salinas de Gortari, en el centro de las sospechas, las acusaciones, el vaivén de la conspiración que aquí se ubica. Carlos Salinas declaró durante 12 horas y respondió 397 preguntas. Manuel Camacho Solís dio respuesta a 111. Su interrogatorio, contenido en el informe de la Subprocuraduría Especial para el caso Colosio, arranca así:

—¿Estuvo de acuerdo con la nominación del PRI en relación con la candidatura del licenciado Colosio a la Presidencia?

—Yo dije: no estoy en contra de la candidatura de Luis Donaldo, pero sí en contra del grupo de interés que está detrás de él. Y dos, le llamé para desearle éxito.

—¿Puede precisar cuál es el grupo de interés al que se refiere?

—Personajes políticos con muchísimas alianzas: Raúl Salinas, José Córdova, Emilio Gamboa y otros.

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Después del asesinato, tuvo que levantar los pedazos de su currícula para rehacerla. De modo que hoy adueña una historia de reconstrucción. Jamás dejó de trabajar y jamás se fue del país. Con Salinas de Gortari tomó distancia. Cada uno tiene su propio relato de los hechos de 1994. “Amnésico” se llamaron el uno a otro en reciente intercambio epistolar en el periódico El Universal. Lo cierto es que a veinte años no se han puesto de acuerdo. Aquel sueño de ser Presidente –el mismo que en 1994 unos calificaban  como “legítimo” y otros como “la obsesión que lo perdió”– a Camacho le resurgió en 1999 cuando anunció la fundación del Partido del Centro Democrático. En 2000, ese mismo organismo político lo postuló a la Presidencia. Pero ese 0.6 por ciento de la votación hizo que su organismo político perdiera el registro y él, volviera al anonimato. En 2003, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) lo postuló a Diputado federal y resultó electo. El mismo partido lo postuló en 2012 al Senado de la República y también ganó. Ahí se encuentra ahora. Es detractor del PRI, el partido al que perteneció al iniciar su carrera. Se opone a la Reforma Energética, propuesta por el Presidente Enrique Peña Nieto. Camacho Solís ha relatado a últimas fechas el papel que tuvo en Chiapas. Al crimen de Colosio casi no lo menciona. “Cuando fue lo de Chiapas, nunca se estableció formalmente. Fue un anuncio que se hizo y no tuvo ni siquiera el respaldo de un decreto y eso fue a solicitud de su servidor, porque yo precisamente no quería quedar encuadrado dentro de las reglas de la administración pública, porque mi papel era estar entre el gobierno y la guerrilla… Y lo segundo es que en el 94 hubo dos cosas: no sólo hubo el nombramiento del Comisionado, sino que también hubo un golpe de timón en el gobierno”, defendió en una entrevista con Tania Rosas, de El Economista cuando fue cuestionado sobre el papel del comisionado de Seguridad en Michoacán. En agosto de 2010, recibió el grado Doctor Honoris Causa por la Universidad Ciencias y Artes de Chiapas por ayudar en el proceso de paz en ese estado.ortiz_arana

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Está en su oficina del PRI el 23 de marzo. Un reportero lo llama desde Tijuana y le da la noticia. Su primera acción es publicar un desplegado para que aparezca al día siguiente. En el texto se expresa como si Colosio aún estuviera vivo: “Hoy más que nunca, Luis Donaldo Colosio es nuestro candidato a la Presidencia de la República”. En el funeral en la agencia Gayosso, el Diputado Augusto Gómez Villanueva busca firmas para la candidatura de Ortiz Arana. Él le le pide a su secretario particular que le consigan un micrófono, pero no hay ningún aparato de sonido disponible ahí. No pierde tiempo y se trepa al toldo de una combi. Con la mano empuñada simula el micrófono y así da un discurso. El queretano, miembro del PRI desde 1963, abogado de profesión, ha entrado a la carrera por la nueva nominación en la candidatura del PRI. Ya está claro que quiere ser el sustituto de Luis Donaldo Colosio Murrieta. Días antes, la posibilidad se le había ido como globo de gas. A las 7:00 a.m del 28 de noviembre de 1993 hubo que acudir al edificio del PRI porque ya era inminente: él, Fernando Ortiz Arana, presidente nacional, daría a conocer que “las fuerzas vivas” habían acordado quién sería el candidato a la Presidencia para las elecciones de agosto de 1994. Pero, ¿no estaba Ortiz Arana en la baraja de tapados? Así es. Por eso la expectativa creció conforme avanzó la mañana. “Los tres sectores del PRI nos hemos pronunciado”, dijo el líder priista. “Nos hemos pronunciado en el nombre de Luis Donaldo Colosio como nuestro candidato a la Presidencia”. Si se sigue la historia tradicional de “tapados” del PRI, la técnica en la que el Presidente intervenía en la candidatura, Colosio fue el último en ocupar esa condición en los entremeses de la política mexicana.

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Meses después del crimen, se convirtió en Senador por la República y presidente de la fracción priista en esa cámara. La curul la dejó en 1997 para ser candidato al gobierno de Querétaro por el PRI. Fue derrotado por el candidato del Partido Acción Nacional, Ignacio Loyola Vera. En 2003 fue otra vez candidato y esta vez, lo venció Francisco Garrido Patrón, del mismo partido. En 1998, Fernando Ortiz Arana se convirtió en el primer presidente en la historia de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), órgano que se erigió en forma legal después de la reforma política que conformó al Distrito Federal como entidad autónoma. En ese órgano formó un grupo de representación ciudadana al lado de Martí Batres, del PRD, así como Manuel Altamirano, del PAN. El Pacto por México emuló a ese convenio político en algunas de sus partes. En 2004, apoyó la dupla Roberto Madrazo-Elba Esther Gordillo. Ambos deseaban “reformar de fondo” al PRI, un cambio que impulsaría la candidatura de Madrazo en las elecciones presidenciales de 2006. Rompieron debido a diferencias a la reforma fiscal de 2003; sobre todo en el tema de gravar con una tasa de 10 por ciento el consumo a través del impuesto a la producción y el intermediarismo (IPI). Madrazo había revelado a los medios que la Secretaría de Hacienda le entregó a ella la propuesta. La maestra montó en cólera: “Yo no rompí con él, no lo agredí, él fue el que declaró y ahora con una actitud mezquina trata de eludir la responsabilidad adquirida”. En 2003, Fernando Ortiz Arana se reunió con otros ex dirigentes nacionales del PRI para intentar unir los pedazos de la rota relación. El cónclave se anunció después de conocerse la intención por parte de algunos diputados de expulsar de las filas del PRI a Elba Esther Gordillo, lo cual, al final, ocurrió.

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El 23 de marzo hay una reunión de gobernadores en la ciudad de México, convocada por el presidente del consejo general del Instituto Federal Electoral. Están todos. Menos uno. Manlio Fabio Beltrones, Gobernador de Sonora, se encuentra en Hermosillo. Ocurre el asesinato y es el mandatario estatal que está más cerca de los hechos porque Ernesto Ruffo Appel, Gobernador de Baja California, no se encuentra en su demarcación. El Presidente Carlos Salinas de Gortari le pide ayuda a él. Una de las preguntas que el ex Presidente tuvo que contestar a la Fiscalía Especializada fue por qué le solicitó ayuda al gobernador de Sonora y no al de Baja California, lugar del asesinato. “Busqué al Gobernador de Baja California y se me informó que no estaba en su estado. Por ese motivo, y estando presente en mi despacho el coordinador de la campaña de Colosio, el doctor Zedillo, me comuniqué con el Gobernador de Sonora para pedirle que siendo el más cercano al lugar de los hechos se trasladara a la ciudad de Tijuana, cosa que hizo”, respondió Salinas.

La primera declaración ministerial de Mario Aburto ocurre a las 19:30. En ella están José Luis Pérez Canchola, entonces procurador estatal de los Derechos Humanos, así como Xavier Alfonso Carbajal, presidente del Colegio de Abogados, y Emilio Rabasa. Después del interrogatorio, entre las personas que hablan con Aburto está Manlio Fabio Beltrones quien se presenta en los separos de la Procuraduría General de la Repúbclica (PGR) en Tijuana como “enviado presidencial” y saca al detenido para hablar con él “en la playa”. A partir de este episodio, el fantasma de la suspicacia cae sobre su ser. Surge la hipótesis de que hay dos Aburtos, uno el capturado en el mitin; otro, el que ha sido presentado a los medios. El cambio se habría hecho después del interrogatorio de Manlio Fabio Beltrones.

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“Un implacable operador que florece y prospera en la política a puertas cerradas”, se dijo de él en un cable difundido por Wikileaks, elaborado en la Embajada de Estados Unidos. Tras el asesinato, su hermano Alcides compareció ante la PGR porque como administrador del Aeropuerto Internacional de Tijuana otorgó una credencial al sospechoso de haber sido el segundo tirador en el asesinato: Othón Cortés. Pasaron los años y la estirpe Beltrones dejó de ser mencionada en torno al caso Colosio hasta que su nombre salió a relucir en 1997 en una lista de la DEA ,entre protectores de Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”. La información apareció publicada por el diario The New York Times bajo la firma de los reporteros Sam Dillon y Craig Pyes. Beltrones negó los señalamientos. La PGR los calificó como calumnias y difamaciones. Manlio Fabio Beltrones siguió su vida de político, sin ninguna sombra del aciago 1994. Consiguió presidir la Cámara de Diputados (2004-2005) y el Senado en dos ocasiones (2006-2007 y 2010-2011). Desde el Senado, impulsó la reforma del sistema político tras el conflicto post electoral de 2006. En 2011 manifestó sus aspiraciones a ser el candidato del PRI en las elecciones presidenciales de 2012, pero declinó a través de un desplegado el 22 de noviembre. En 2012, en las salas mexicanas de cine se exhibió la película Colosio: el asesinato, de Carlos Bolado. Una de las secuencias del filme es la controversia sobre la existencia de dos Aburtos. La que Manlio Fabio Beltrones tuvo con Aburto en la playa fue omitida por completo. Hoy es coordinador de la fracción del PRI en la Cámara de Diputados.

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El 23 de marzo no se encuentra con el candidato. La razón es que había un acuerdo para que ni sus asesores ni él, lo acompañaran en las giras, según dirá Zedillo después ante la fiscalía. Cuando la bala sale de la Taurus y atraviesa la cabeza del candidato, Zedillo está en la oficina presidencial, en Los Pinos. Ahí escucha cómo Salinas de Gortari le pide a Manlio Fabio Beltrones, Gobernador de Sonora que se traslade a Tijuana. Pasan los días y nada puede estar bien. No hay candidato y los tiempos legales de la campaña continúan. En el PRI se teme una insurrección. Fernando Ortiz Arana busca firmas para su candidatura. Salinas lo para de inmediato y nombra a Ernesto Zedillo Ponce de León como el candidato del PRI a la Presidencia de la República, el 29 de marzo. La campaña la inicia tibia, sin apuro, con el lema “Bienestar para tu familia”. El 29 de noviembre de 1993, el economista de 42 años, miembro del partido desde 1971, se había convertido en jefe de la campaña de Luis Donaldo Colosio Murrieta. Habían pasado apenas 24 horas del destape. Colosio lo había llamado y sin mayor preámbulo le había tal encomienda. Una foto de él, corriendo por una escalinatas, escapando de los reporteros y a la vez, en franco coqueteo, era popular. Zedillo también había estado en la disputa por la candidatura del PRI. Pero su perfil lo mantiene bajo en 1994, durante la campaña. Poco interviene en la confusión sobre quién es el candidato, si Camacho o Colosio. Con Salinas, había sido secretario de Programación y Presupuesto en momentos en que las negociaciones del Tratado de Libre Comercio se gestaban y luego, había ocupado la cartera de Educación Pública.

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Ganó las elecciones de 1994 con una campaña en la que visitó a los grupos más vulnerables del país como los chavos banda, los pepenadores de basura y los voceadores. Tenía 19 días en el cargo cuando empezó la peor crisis económica y financiera que México haya vivido. Dormía en la residencia oficial de Los Pinos mientras en el edificio de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social se reunían los representantes del Pacto de Bienestar y Estabilidad Económicas (Pabec). El recién nombrado secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche, se guardaba un anuncio de gravedad: capitales en dólares, cuantificados en no menos de cuatro mil millones de dólares se habían marchado en México en menos de un mes. Había que hacer algo por el peso mexicano. La mañana del 20 en los noticiarios de Pedro Ferriz de Con y José Gutiérrez Vivó, Serra Puche anunció un movimiento en la banda por decisión del gobierno y el Banco de México. Jamás usó la palabra devaluación, pero en los hechos, el país se vio sacudido por la peor crisis de su historia. Miles de empresarios vieron e fin de sus negocios, millones de familias fueron arruinadas en su vida, y miles de jóvenes vieron truncadas sus esperanzas. El ex Presidente Carlos Salinas llamó a este episodio “error de diciembre”. Ernesto Zedillo ha defendido que la economía, Salinas la había dejado “prendida con alfileres”. Como Presidente, Ernesto Zedillo encaró la matanza de Acteal, en Chiapas, el 22 de diciembre de 1997. En 2011 enfrentó una demanda por su presunta responsabilidad por omisión en esos acontecimientos. Fue el último Presidente emanado del PRI antes de los gobiernos de la alternancia. En estos días se desempeña como director del Centro para el Estudio de la Globalización de la Universidad de Yale. Acudió al último Foro Económico Mundial, de Davos, Suiza en donde dijo que el avance de un país depende de tres cosas: “Estado de Derecho, Estado de Derecho y Estado de Derecho”. 

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La noche del 23 de marzo, quien fuera Presidente de México de 1970 a 1976 se dirige a Los Pinos. Salinas lo recibe. Él le da el pésame por la muerte de Luis Donaldo Colosio en una conversación de menos de un minuto. La mañana siguiente, en el Auditorio Plutarco Elías Calles del PRI, Echeverría Álvarez monta una guardia. Parado frente al féretro del candidato de su partido, levanta el puño y grita: “Lo dije antes como Presidente de México. Y lo digo ahora: ¡Arriba y Adelante! Siempre con la Revolución Mexicana y con el PRI”. Con Colosio se había reunido a principios de febrero. Según declaró ante la Fiscalía especial para el caso, fue una plática amable en la que le deseó éxito. Los meses pasan y llega 1995. El ex Presidente Salinas publica un comunicado en todos los medios informativos en los que indica que el ex Presidente coordinaba a algunos funcionarios para que lo criticaran: Augusto Gómez Villanueva, Porfirio Muñoz Ledo, Ignacio Ovalle y Adolfo Aguilar Zínser. Por su parte, el periodista Pedro Ferriz de Con declara en 1997 ante un Ministerio Público sobre una llamada que recibió de alguien que se identifica como Amado Carrillo. Le dice en el teléfono: “Hubo un ingrediente de narcotráfico, pero también debes estar consciente y no perder de vista el nombre del político al que en México le debes tener más miedo. Se llama Luis Echeverría y su grupo sigue teniendo mucha injerencia en lo que pasa en este país. No lo mataron (a Colosio) porque quisieran evitar con esto que él llegara a la Presidencia de la República. Más bien, lo hicieron por un ajuste de cuentas. Él afectó muchos intereses de Echeverría, que desvió a su favor, y se la cobraron. Más que un crimen político, fue una venganza política”. (Informe de la Subprocuraduría Especial para el Caso Colosio, tomo I)

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Luis Echeverría Álvarez vive en su casa de la Ciudad de México. El pasado enero cumplió 92 años. Aparece poco y en estos años ha sido difícil conocer el grado de su salud. Lo cierto es que se trata de un ex Presidente llamado a cuentas varias veces. En 1997 respondió 15 preguntas del fiscal para el caso Colosio. No le pudieron demostrar ser artífice en el supuesto complot en contra de Salinas, ni con el narco. Los años pasaron y Echeverría fue requerido de nuevo, pero esta vez por eventos que ocurrieron durante su sexenio. En 2002 fue el primer funcionario político citado a declarar ante la justicia mexicana por dos de las heridas más acentuadas en la memoria política de México: la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco en 1968 y la de San Cosme del 10 de junio de 1971. 2006 fue un año maldito para Echeverría. Los 14 terrenos que poseía en la isla de Cozumel le fueron embargados por deudas fiscales municipales acumuladas en 30 años, casi dos millones de pesos. Además, un juez federal ordenó su arresto bajo arraigo por la matanza de 1968. En julio de ese año fue absuelto bajo la consideración que el delito había prescrito en noviembre de 2005. El 30 de noviembre, el magistrado Ricardo Paredes, del Segundo Tribunal Unitario de Primer Circuito de Procesos Penales Federales le fincó el delito de genocidio por la matanza de Tlatelolco y logró dictarle auto de formal prisión, pero el 20 de marzo de 2007 un tribunal federal le concedió la suspensión definitiva del auto. En 2009, de acuerdo con un tribunal federal, el ex Presidente Luis Echeverría Álvarez quedó libre de toda culpa por los hechos de Tlatelolco.

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