Ciudad de México, 21 de julio (SinEmbargo).- Un grupo de astrónomos logró obtener por primera vez una imagen de una línea de nieve en un remoto sistema planetario sumamente joven, la cual promete revelar más datos sobre la formación de planetas y cometas, así como los factores que influyen en su composición y la historia de nuestro Sistema Solar.
Utilizando el Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), los astrónomos obstuvieron la primera imagen de una línea de nieve en un sistema planetario bebé, situada en el disco que rodea a la estrella de tipo solar TW Hydrae, publicó la revista Science Express.
La línea de nieve detectada por ALMA es la primera detección de una línea de nieve de monóxido de carbono en torno a esta joven estrella que se encuentra a 175 años luz de la Tierra. Los astrónomos, por su parte creen que este incipiente sistema planetario comparte muchas características con nuestro propio Sistema Solar cuando tenía tan solo unos pocos millones de años.
“ALMA nos ha proporcionado la primera imagen real de una línea de nieve en torno a una estrella joven, los cual es extremadamente emocionante, ya que esto nos habla de un periodo muy temprano en la historia de nuestro Sistema Solar” afirma Chunhua Qi del Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics.
“Ahora podemos ver detalles antes ocultos sobre las lejanas regiones heladas de otro sistema planetario similar al nuestro”, agrega el astrofísico que además es uno de los dos autores principales del artículo.
Hasta ahora, nunca se habían obtenido imágenes directas de las líneas de nieve ya que siempre se forman en el plano central del disco protoplanetario, una zona relativamente estrecha, de manera que no podían precisarse su ubicación ni su tamaño.
Sin embargo, el equipo de astrónomos logró penetrar en el disco y mirar muy de cerca dónde se formaba la nieve buscando una molécula conocida como diazinio (diazenylium), que brilla intensamente en la parte milimétrica del espectro y es, por tanto, un objetivo perfecto para un telescopio como ALMA.
En pocas palabras, la clave para encontrar nieve de monóxido de carbono está en encontrar diazinio.
En la Tierra, las líneas de nieve se forman a grandes altitudes en las que las temperaturas, al bajar, transforman la humedad del aire en nieve. Esta línea puede verse claramente en una montaña, en la que vemos bien delimitada la cumbre nevada y la zona en la que comenzamos a distinguir la superficie rocosa, libre de nieve.
De acuerdo con especialistas, las líneas de nieve en torno a estrellas jóvenes se forman en las regiones más alejadas y frías de los discos a partir de los cuales se forman los sistemas planetarios, de un modo similar a como ocurre en las montañas de la Tierra, en donde las líneas se forman a grandes altitudes en las que las temperaturas descendentes transforman la humedad del aire en nieve.
En este caso, el fenómeno comienza en la estrella y se mueve hacia fuera, dando como resultado que sea el agua (H2O) la primera en congelarse, formando la primera línea de nieve. Después de esto, más allá de la estrella, a medida que la temperatura cae, otras moléculas más exóticas pueden llegar a congelarse y convertirse en nieve, como es el caso del dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4), y el monóxido de carbono (CO).
Estos diferentes tipos de nieve le otorgan a los granos de polvo una cobertura externa que ejerce como pegamento y juega un papel esencial a la hora de ayudar a estos granos a superar su habitual tendencia a romperse tras una colisión.
Por el contrario, esta variedad les permite convertirse en piezas fundamentales para la formación de planetas y cometas. Además de todo, la nieve aumenta la cantidad de materia sólida disponible y puede acelerar de forma sorprendente el proceso de formación planetaria.
Por su parte, cada una de estas diferentes líneas de nieve —para el agua, el dióxido de carbono, el metano y el monóxido de carbono— puede estar relacionada con la formación de diferentes tipos de planetas.
El tamaño de esta línea es tan grande que alrededor de una estrella parecida a nuestro Sol la franja de nieve del agua correspondería a la distancia que hay entre las órbitas de Marte y Júpiter, y la línea de nieve del monóxido de carbono equivaldría a la órbita de Neptuno.
Sin embargo, más allá de la simple formación de planetas, la presencia de monóxido de carbono podría tener otro tipo de consecuencias, ya que también es necesario para la formación del metanol, pieza fundamental de las moléculas orgánicas, más complejas y esenciales para la vida.
Si los cometas transportasen estas moléculas a planetas en formación similares a la Tierra, entonces esos planetas estarían equipados con los ingredientes necesarios para la vida.
Finalmente, Michiel Hogerheijde, del Observatorio de Leiden agrega: “En otras observaciones de ALMA ya hay indicios de líneas de nieve alrededor de otras estrellas, y estamos convencidos de que futuras observaciones (…) revelarán mucho más y proporcionarán mucha más información reveladora sobre la formación y evolución de los planetas. Espere y verá”.