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Gustavo De la Rosa

21/07/2020 - 12:03 am

La guerra del cubrebocas

Por otro lado, también he visto que trabajadores que laboran al aire libre no han sido contagiados, porque las circunstancias de su labor no permiten la concentración de virus en su entorno inmediato, y usar o no el cubrebocas no ha significado alguna diferencia.

El Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell.
“Este fin de semana Lopez-Gatell usó un cubrebocas y explicó que era recomendable usarlo en interiores con poca circulación de aire y sin poder guardar la sana distancia, lo que aprovecharon los adversarios del actual Gobierno como su victoria en la guerra por la protección de la salud”. Foto: Andrea Murcia, Cuartoscuro

La defensa de la salud en tiempos de epidemia es un problema privado, además de público.

La historia de los contagios se narra sobre descuidos individuales o malas prácticas colectivas que provocan la transmisión del virus en cuestión, pues es difícil contagiarse si se siguen todas las instrucciones de cuidado, sencillas por cierto, que han compartido los expertos en materia de epidemia; aun así es increíble como los adversarios del régimen han concentrado su lucha política, publicitaria y propagandística en demostrar que “lo que dice el Gobierno es falso”.

Una de las batallas más intensas la han centrado en el uso del cubrebocas, convirtiéndolo en causa belli e intensificándola de tal manera que ya hay personas que consideran que el cubrebocas protege de toda suerte de contagio; el tema lo usan a sabiendas de que es un tema secundario, que sólo funciona o es indispensable en ciertas circunstancias, y no es garantía de salud.

Este fin de semana Lopez-Gatell usó un cubrebocas y explicó que era recomendable usarlo en interiores con poca circulación de aire y sin poder guardar la sana distancia, lo que aprovecharon los adversarios del actual Gobierno como su victoria en la guerra por la protección de la salud.

Un editorialista de un afamado periódico escribió en su Twitter lo fácil que hubiese sido reconocer, hace tres meses, que el cubrebocas era indispensable y en respuesta cientos de comentarios se unieron a su canto de victoria, como si la selección mexicana hubiese ganado la Copa Mundial, además de exigir que López-Gatell fuera enjuiciado por la muerte de todas las víctimas de la COVID-19 hasta la fecha.

No se requiere ser un experto epidemiólogo para entender que este accesorio puede ser útil en ciertos momentos y que no necesariamente representa la diferencia entre la vida y la muerte; como Diputado por un distrito obrero en Ciudad Juárez, sé por testimonio directo de los familiares de algunas víctimas del virus que éstas lo contrajeron aunque siempre portaran sus cubrebocas, debido a que trabajan más de nueve horas en una línea de producción, codo a codo con trabajadores ya contagiados.

Por otro lado, también he visto que trabajadores que laboran al aire libre no han sido contagiados, porque las circunstancias de su labor no permiten la concentración de virus en su entorno inmediato, y usar o no el cubrebocas no ha significado alguna diferencia.

La guerra por el cubrebocas, responsabilizar a las autoridades por el aumento de los contagios, la exigencia permanente por la reapertura de negocios e industrias con la excusa de fortalecer la economía y el uso de la muerte dolorosa en las familias como argumento político ha desnudado la calidad moral de quienes ansían la renuncia de Andrés Manuel.

Es cierto que las condiciones económicas y sociales actuales hacen imposible mantener por más tiempo la emergencia sanitaria y la disminución de la movilidad de la población; tenemos que salir a buscar trabajo, comida y los recursos necesarios para la supervivencia, y aquí en Ciudad Juárez sabemos que salir a la calle representa muchos riesgos, como una balacera en vía pública que termine con nuestras vidas por una bala perdida, como le ha pasado a muchas personas, pero no nos queda de otra.

Yo salgo a la calle a sabiendas de que tengo un riesgo de contagiarme o de traer el virus a mi casa, pero también representa un riesgo no salir a buscar los recursos económicos necesarios para mantener mi hogar; es entonces responsabilidad del Estado asegurar la posibilidad de atención médica a aquellos que finalmente la necesiten, pero si puedo evitar salir o acudir a cualquier lugar donde haya muchas personas, debo hacerlo, porque la única manera de evitar el contagio y, en última instancia, la muerte es quedándome en casa.

Esa es la manera de evitar el contagio, ni la policía, periodistas, médicos, el Gobierno, la oposición o los partidos políticos van a poder evitar que yo me contagie si me encuentro en circunstancias de riesgo y el responsable de encontrarme en tales circunstancias de riesgo soy yo, pero muchas veces encontrarme en estas circunstancias es inevitable porque tengo que hacerlo para conservar mi trabajo e ingresos que me permiten sobrevivir y apoyar a mis familiares dependientes.

Estoy seguro que es bueno usar el cubrebocas pero este accesorio es secundario y no garantiza mi salvación.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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