¿Cómo impacta en los mexicanos el reverendo fracaso de su Selección Nacional? Hablan escritores

21/10/2013 - 12:00 am
En el ánimo nacional. Foto: Cuartoscuro
En el ánimo nacional. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 21 octubre (SinEmbargo).- Cuando las selecciones nacionales ganan, los pueblos viven una euforia mayor que una fiesta democrática. Cuando pierden, el ánimo se va en picada.

¿Cuál es el impacto para México que su selección sea un reverendo fracaso? ¿Nos despeñaremos todos por la ladera encendida del Popocatépetl o nos cortaremos las venas con una copia de la Reforma Hacendaria? ¿Por qué en un país tan aficionado al futbol, con una historia de cracks, con sumas ingentes de dinero invertidas en el balompié, el lucimiento internacional es cuanto menos desastroso?

En el mundo de la patada vernácula, las preguntas se apilan en busca de respuestas que nunca llegan y estamos en el borde del abismo, con el riesgo claro de no poder estar en Brasil defendiendo los tricolores, viendo con la mirada llorosa como los incalificables dirigentes nacionales dan manotazos de ahogado, cambiando de entrenadores como de ropa interior, buscando el milagro.

JUGAMOS COMO NUNCA, PERDIMOS COMO SIEMPRE

El escritor y periodista argentino Juan José Panno, uno de los animadores del encuentro de Literatura y Futbol que hace algunos años organizó la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, cuenta que en el país de Maradona suele citarse la frase “jugamos como nunca, perdimos como siempre” y que cada vez que ello ocurre, es atribuida a los mexicanos.

“Tiene que ver con eso de que los equipos mexicanos, que suelen jugar bien fútbol, por más acelerados que vengan, se frenan cuando llegan a  las instancias decisivas de las Copas del Mundo. Creo que en esto pesa mucho la historia. Y también un periodismo que-como el argentino- exalta exageradamente los triunfos y es despiadado en las derrotas”, dice.

“Algo parecido les ocurrió a los españoles hasta que encontraron una generación de grandes futbolistas que revirtieron esa sensación de que no se podía ir más allá de un punto determinado. El día que México quiebre los traumas  trepará varios escalones y ya no bajará tan fácilmente de ahi. Gracias a Dios o gracias a Estados Unidos ( por aquello de “pobrecito México tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios) hay una chance más y ojalá que la sepa aprovechar.

No me imagino un Mundial sin el colorido que le dan los hinchas mexicanos que se hacen notar con su alegría, sus ropas, típicas, sus cantos y su fervor. Ojalá, de corazón, México llegue al Mundial, encuentre un equipo. Ojalá -parafraseando a Silvio Rodríguez- pase algo que les borre de pronto la idea de que jugarán como nunca y perderán como siempre”, concluye.

A JULIO CORTÁZAR EL BOX, A JUAN VILLORO EL FUTBOL

Si al autor argentino de Rayuela, Julio Cortázar, le gustaban el boxeo y el jazz, a Juan Villoro, el cronista exquisito del balompié que escribió aquello de “Dios es redondo”, lo persigue su simpatía doliente por Los Rayos del Necaxa, un equipo fundado en 1923 y que no obtiene un título en el campeonato local desde 1998.

Para el entrañable autor mexicano la esencia de nuestro futbol consiste en tener “un público maravilloso, profundamente entregado, que no deja de querer a un equipo bastante malo. Es un enigma, creo que de dimensiones mundiales, determinar por qué México una afición tan leal, tan entregada, cuando la selección permanentemente la defrauda.

Alguna vez dije que si hubiera un campeonato mundial de públicos México podría llegar a la final, porque hacemos mucho más esfuerzo en las tribunas que en la cancha”.

En el libro infantil La cancha de los deseos (SM), Villoro cuenta una historia que “se ubica en un país muy semejante a México, donde la selección es tan mala que le dicen Los putrefactos, pero la gente no deja de quererlos. Compran todos los productos que anuncia la selección, les piden autógrafos a los jugadores, ellos tienen novias guapísimas, usan coches deportivos enormes, se la pasan muy bien.

Entonces un científico se pregunta cómo es posible que exista esta asimetría, esta afición tan desbordada por un deporte que se cumple de manera tan pobre, y decide a través de un sistema magnético crear imanes para transformar la buena vibra del público en energía positiva para los jugadores.

Y eso tiene que ver con un niño que lo ayuda, aportando lo que pueden aportar los niños que son la intuición y la pasión. Al mismo tiempo, el niño está muy interesado en esto porque quiere conquistar a una chica. Todos sabemos que las cuestiones amorosas también tienen que ver con el magnetismo. Entonces, La cancha de los deseos es una exploración de en qué medida podemos cumplir nuestros sueños a través de fuerzas magnéticas”, cuenta.

“Los mexicanos nos hemos graduado en frustraciones. Martín Caparrós, el biógrafo de Boca Juniors, decía en una crónica estar sorprendido por esos países que no tienen ninguna posibilidad de arribar a los primeros puestos van con tanto entusiasmo al Mundial. Para los argentinos –decía Caparrós- siempre es un anhelo viable pensar en qué tan lejos vamos a llegar hasta el título incluso. En cambio, para los mexicanos el Mundial es interesantísimo aunque sabemos que no vamos a hacer muchas cosas”, afirma.

“El  fútbol es la recuperación semanal de la infancia, juega tu equipo y vuelves a ser ese niño que crees que los héroes son posibles, que hay una balanza del mundo que te va a dar un premio y que al fin se impondrá el bien”, concluye.

EL RELATO DE CHRISTIAN MARTINOLI

El relato de Christian Martinoli por Televisión Azteca está haciendo furor en Argentina y se ha pasado por todas las radios. Es para los argentinos la demostración del desconcierto en que vive México con respecto a su selección.

Se trata de “un desconcierto que lo hace cambiar técnicos cada dos partidos. El menosprecio de los jugadores y el agradecimiento a Estados Unidos en ese relato, es terrible. Ese “a ustedes no, porque no se merecen nada” que le dedica a los jugadores, demuestra el drama que es para los medios y uno piensa que para el mexicano común que su selección no vaya al Mundial.

Creo que finalmente México le ganará a Nueva Zelandia y estará como siempre en los Mundiales, pero esta generación de jugadores (los “Chicharito” Hernández, los hermanos Dos Santos, Ochoa y hasta Carlos Vella que se negó a jugar) van a quedar marcados por toda la historia del fútbol mexicano. Salvo que en Brasil hagan un gran torneo”, opina el periodista especializado Juan Roberto Presta.

“En Argentina parece inexplicable que México eliminándose con Estados Unidos, Costa Rica, Honduras, Panamá y Jamaica, no consiga un boleto directo. No solo por historia, sino por presente porque la calidad de los jugadores mexicanos es superior a los de los otros cinco países juntos. Pero, por suerte, el fútbol no es matemática, dos más dos no suele ser cuatro y el más débil le gana al más fuerte. Es como la fábula bíblica de David y Goliat, pero con mucho más frecuencia”, agrega.

¡LA DERROTOTOTOTA!

Para el escritor y periodista mexicano Jorge Zepeda Patterson la situación de la selección mexicana de futbol se resume en el vocablo poco imaginativo de los relatos vernáculos: derrototototototota.

“Eso que les costaba describir es en efecto una tragedia inconcebible para muchos; para otros representa un dato normal y la confirmación de que el sistema está roto, que el regreso del PRI es un fracaso y la raza de bronce es todavía víctima de la explotación y la miseria secular”, escribió en su columna de opinión en SinEmbargo.

“Desde luego, no es ni una cosa ni la otra. Los resultados de un equipo nacional de futbol no guardan relación con el estado de la Nación ni transparentan la calidad moral o productiva de sus habitantes. Ejemplos abundan: los años de oro recientes del futbol español coinciden con su peor crisis en décadas; por el contrario, el breve auge del futbol colombiano tuvo lugar cuando el país se despedazaba en guerras civiles. Brasil ha sido bueno antes, durante y después de su auge económico, y a Perú, quien padece su peor momento futbolístico, no le ha servido de mucho la impresionante expansión económica que disfruta desde hace un lustro”, analiza.

“Solía decirse que el futbol mexicano no crecía porque carecíamos de roce internacional externo a la modesta Concacaf. Hoy que nuestros jugadores han comenzado a alinear en clubes internacionales las cosas no parecen mejorar. La mitad del equipo que jugó este martes participa –o ha participado– en ligas extranjeras”, afirma.

“El hexagonal revela una mala campaña; pero el nivel de nuestro futbol no es tan malo como lo pintan los lamentos de ayer, ni tan bueno como lo venden los pregoneros televisivos al menor triunfo del Tri. Lo que si no veo es como podamos superar es el nivel profesional de las transmisiones. ¿Usted sí?”, pregunta provocadoramente.

Para el periodista y escritor Julio Patán, el desastre de nuestro futbol es total.

“Desastre sin paliativos, además. Es uno de los resultados más patéticos de un futbol que de suyo es de medio pelo y se produce cuando más jugadores tenemos en el extranjero y más triunfos han alcanzado las selecciones de categorías menores (el último, en los Olímpicos)”, dice.

“Para un país que, paradójicamente, es tan futbolero, el resultado anímico tiene que ser contundente porque se le suman la decepción y, sobre todo, un contexto particularmente amargo. Pasa que la economía se cae a pedazos por culpa, sobre todo, de la nueva administración federal, que parece igual de perdida que el Chicharito o igual de incompetente que la pierna derecha de Giovanni, y que la capital, último reducto de paz hasta hace poco, empieza a ser golpeada por la delincuencia. Lo menos que esperábamos era el consuelo del fut: circo en vez de pan y es que el circo también puede ser medicinal”, afirma.

LA HERIDA FUTBOLERA CICATRIZARÁ

Como analista del desastre sin paliativos, Patán cree no obstante que hay en nuestro ADN suficiente materia para sanar las heridas.

A su juicio, esto es posible, porque el deporte “produce siempre estados de ánimo fugaces a la par que intensos. Segundo, porque estamos hechos al fracaso o al menos a la medianía en lo que toca al soccer. Lo que no va a abandonarnos tan rápido es la sensación de naufragio económico y vulnerabilidad ante el crimen”, concluye.

Regresando a la pregunta que dio origen a este reportaje, ¿cuál será el impacto social del fracaso reverendo de nuestra selección?

Para el periodista Iván Pirrón, jefe de la sección Deportes en el periódico El Universal, el impacto es mayúsculo.

“En México -como en la mayoría de los países de América Latina- el futbol es la válvula de escape a los problemas cotidianos para la mayoría de la gente. La simple idea de no tener al Tri en el Mundial representa desánimo y obliga al pueblo a regresar a su poco alentadora realidad: reforma hacendaria, paros y marchas de maestros, los desastres que dejaron las lluvias y (tristemente) un largo etcétera”, dice a SinEmbargo.

“Por si fuera poco, el hecho de que México no vaya a Brasil representa para la industria del futbol no ganar cerca de mil millones de dólares. Las grandes perdedoras son Televisa y TV Azteca, pero pierden todos: miles de restaurantes y hasta la economía informal. El edema sería profundo, y no sólo en lo económico, pero sobre todo en lo social”, precisa.

LA RUINA DE LA SELECCIÓN ES LA DE LA NACIÓN

Para el escritor y profesor en la Universidad Autónoma de Baja California, Alejandro Espinoza, el fracaso de la selección es el del país.

“En términos generales, creo que México se siente desposeído de su propia capacidad para el cambio, su “agencia” como dirían algunos teóricos, en el sentido de que ni las instituciones ni los elementos simbólicos que conforman el sentido de “patria” o “nación” y que de alguna manera nos une, son ya de nuestro control. No los controlamos y es en medio de un ejercicio cínico y maligno del poder, donde sentimos más a flor de piel esa sensación de que ya no podemos hacer nada”, dice el autor de Mexicali.

“Creo que la ruina de selección que tenemos es parte de la ruina de nación en la que vivimos. Y creo que esto va más allá del desánimo. A su vez, esa obsesión carnavalesca del mexicano ha sometido a la selección a un constante escrutinio, en voz de un pueblo que ya ni siquiera puede creer en los héroes que él mismo engendra”, concluye.

LA DERROTA NOS ESTÁ GUSTANDO

“De algún modo, los mexicanos estamos anestesiados para el fracaso. Nos ha acompañado siempre: la historia patria es más una farsa tragicómica. A diferencia de los estadounidenses, no decretamos un destino manifiesto; ni borrachos se nos hubiera ocurrido decir “América para los mexicanos”, opina el escritor Felipe Soto Viterbo.

“Guerras intestinas, pérdida del territorio. Dictadura y dictablanda. Corte directo a José Alfredo Jiménez: “No hay que llegar primero, pero hay que saber llegar”, y seguir creyéndonos el rey. De ahí, salto sin transiciones a José José: “Hoy quiero saborear mi dolor…” Nos sabe mejor la derrota. Y mejor mientras más absurda. Salvo ir a dar vueltas al Ángel, en realidad no sabíamos qué más hacer cuando ganamos el oro en los Olímpicos, ¡y contra Brasil!”, agrega.

Para el autor y periodista, la esperanza está en los jóvenes, pues todavía no han mamado esa condición derrotista.

“Por eso son anómalos y ganan los niños triquis en basquetbol; por eso gana la sub-17. Pero en algún punto se saborea la derrota y acabamos en Garibaldi. El sabor de la derrota es más complejo que el de la victoria. El héroe victorioso puede morirse: ya lo logró; el perdedor en cambio vive porque un día lo va a lograr. En esta ocasión hay un ingrediente interesante: providencialmente nos salvaron los gringos. La derrota, además de amarga, tiene sabor a violación, y nos está gustando”, concluye Soto.

FRANCAMENTE LAMENTABLE

En la voz de la escritora Claudia Guillén, el impacto de que nuestra selección de futbol se vaya al hoyo es “sumamente fuerte”.

“Esa frase, con la que no estoy de acuerdo: “sí se puede” habla de las expectativas de nuestra población en la cual me incluyo. Es decir, más allá de los intereses económicos que se muevan para la gente de nuestro país el futbol es una fiesta y que pierdan de esa manera es, francamente, lamentable”, dice la cuentista.

“Es decir, el impacto es mucho más grave porque es un deporte nacional con el que cualquiera está familiarizado a diferencia de la democracias. Y al perder la selección se pierde un cacho de felicidad. Sé que suena muy cursi pero de veras el estado de ánimo baja sustancialmente.

Por último, si piensas que el futbol es un deporte tan noble que se puede jugar en cualquier parte y que lo practican todos, más allá de la pobreza extrema, pienso que sería semejante a unas democracias en donde todos los ciudadanos entran y no hay diferencias sociales, se unen a partir del placer por el futbol”.

LA ALEGRÍA, RESPONSABILIDAD DEL FUTBOL

¿Tiene el futbol la obligación moral de darnos la alegría que no nos proporciona el estado general de una sociedad castigada?

Para la escritora argenmex Sandra Lorenzano, el asunto merece una reflexión especial.

“Sin entrar en la discusión sobre qué significa que el orgullo y la identidad nacional se jueguen, para muchos, en una cancha, pienso que en el caso concreto de nuestra experiencia reciente con la selección mexicana las cosas se complejizan. ¿En qué sentido? Estamos pasando un momento álgido, difícil y doloroso, en general, en el país (la violencia, el narco, la imposición de políticas impopulares, las desigualdades cada vez más pronunciadas, los enfrentamientos en la izquierda, los movimientos sociales desorientados, etc. etc.).

Frente a este panorama pareciera que lo único que nos queda – piensan muchos – es la posible “alegría” que nos tendría que dar el futbol. Es limitado pensarlo o sentirlo así, pero válido, ¿no?”, dice.

“Sin embargo, cuando pensamos en el negocio multimillonario que significa el futbol, en las empresas que se están enriqueciendo con esa necesidad de la gente de encontrar un referente mejor que el cotidiano, en quienes defienden el “pan y circo”, ¿qué quieres que te diga? Me da asco! Y pienso que qué suerte que no ganamos, así a ésos infelices se les cae el tingladito.

Pero luego veo las caras de tristeza y derrota de la gente, y me duele, y pienso que los mexicanos no merecen esto. Merecen (merecemos) una selección que nos haga sentir orgullosos. En fin…

¿Una idea? Olvidémonos del futbol de Televisa y anexas, y dediquemos toda nuestra pasión a los niños triquis basquetbolistas. Y ahí sí pongamos toda nuestra identidad y nuestro orgullo y no permitamos NUNCA que las manos de los transas de siempre nos arrebaten ese pedacito de esperanza”, clama.

NO HAY UNA FIESTA DEMOCRÁTICA

En el panorama de la derrota futbolística, comparado con el estado general de la democracia, el escritor Javier García-Galiano no advierte en principio “una fiesta democrática”.

“Lo que me parecería atroz como todo lo que huele a eso que llaman “democracia”-, cuando las selecciones nacionales con sus victorias producen una siniestra euforia popular que en Inglaterra suele embriagar a los resentidos del National Friont, en Alemania congrega a los que desconocen su historia y en Italia incita a recordar a Mussolini como una fatídica broma postrera”, dice.

Es obvio que el campeonato del mundo de futbol se alimenta del nacionalismo y alimenta el nacionalismo. No creo que a muchos mexicanos nos interesara el equipo que representa al futbol mexicano, si no fuera porque es la selección mexicana. Me conmueve la inmensa capacidad para entusiasmarnos e ilusionarnos con equipos que han sido el ya merito en el Mundial y resultan el apenitas calificamos en CONCACAF.

Ante la derrota inexorable, advierto una mezcla de enojo inmediato, de desencanto insidioso, de bromas elementales, de escarnio y de displicencia, que terminan indolentemente en el olvido que propiciará la ilusión reiterada que crea la selección mexicana de futbol”, concluye.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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