No hay plazo que no se cumpla, y hoy 21 de octubre de 2015, Marty McFly, Doc Brown y Jennifer Parker aterrizan con su DeLorean en un futuro no tan distinto al que Robert Zemeckis visualizó en el filme Back to the Future, ¿fue la tecnología más poderosa que la imaginación o el futuro nos rebasó?
Por John Tones/Dabid Sarabia
Ciudad de México, 21 de octubres (SinEmbargo/ElDiario.es).- Marty McFly ha llegado. Los últimos testigos, que datan del año 1985, hablan de que en el coche iban tres personas. Dos jóvenes y un hombre de edad adulta, pelo blanco, impermeable amarillo y camisa roja.
En Hill Valley, California, la gente está nerviosa. “Yo estaba en mi jardín, lavando mi coche y disfrutando de mi american-way-of-life cuando un loco apareció con un coche y obligo a los chavales a subirse con él. La señorita Parker y McFly han sido de lo mejor que ha dado este barrio”, cuenta un hombre que no se ha movido del porche de su chalet unifamiliar desde que “el loco” se apareciese y desvaneciera, más tarde, con el DeLorean.
Ese “loco” del que habla nuestro testigo protegido no es otro que Doc, un científico un tanto peculiar y extravagante. Con él han venido Marty McFly y Jennifer Parker. Aunque nadie saben donde están, tenemos constancia de que han llegado sanos y salvos. “He salido a las cinco de la mañana a dar mi carrera diaria y el aire estaba enrarecido”, dice el testigo. En el suelo -cuenta- había dos marcas de neumático y algunos cubos de basura de los chalets colindantes estaban desparramados por la acera.
El 21 de octubre de 2015 es la fecha en la que estos tres personajes llegan al ansiado futuro, lleno de patinetas voladoras, hologramas reales y tenis autoajustables.
En el mundo real, la ciencia y la tecnología han avanzado a paso tal que algunas de las predicciones de la cinta estrenada en 1989 (la primera parte es de 1985) están aquí: tenemos gafas para comunicarnos, podemos hacer videollamadas, los Cubs están cerca de la Serie Mundial y las empresas se han unido para hacernos parecer que ese 2015 imaginado en los ’80 está aquí.
VOLVER AL PASADO
Como con los grandes títulos del cine comercial de aquella época pre-internáutica donde los estrenos veraniegos eran sagrados y permeaban en las modas y taquilla del resto del año ( Star Wars, los Indiana Jones, ET, Terminator, Aliens), el respeto que se tiene por Volver al Futuro y su legado permanece impoluto. Es, quizás, la película comercial de los 80 más redonda: comercial pero inteligente, con subtexto pero abiertamente divertida y trepidante, localista al estilo Hollywood pero capaz de epatar a un público internacional sin problemas.
Y como otro gran clásico de la época, Gremlins, llena de aristas, matices y capas que nos permiten volver una y otra vez sobre ella, porque siempre hay un diálogo inteligente o un giro de guión que despierta nueva admiración. Y eso sucede aún 30 años después de su estreno (por cierto: en una pirueta metalingüística afín a esa complejidad, hoy se celebra el aniversario de Volver al futuro, pero la película se estrenó un 3 de julio; el miércoles 21 de octubre de 2015 es la fecha en la que Marty McFly y Doc Brown llegan al futuro en Back To The Future II… que se estrenó en 1989).
Por supuesto, Back to the Future con su atmósfera colorista y sus idílicos años 50 (temática incestuosa aparte), no tiene ese mencionado tono siniestro, pero sí forma parte de una transformación del blockbuster veraniego de productos para niños en algo más orientado a adolescentes, con sus dosis suaves de violencia y palabrotas. Estamos en el germen del blockbuster maduro, algo en lo que sin duda, el productor Steven Spielberg y el director Robert Zemeckis, tienen mucho que decir.
Hay otro aspecto, íntimamente ligado a esa nueva configuración del blockbuster a mediados de los ochenta, que enlaza a Volver al Futuro con Gremlins: su mezcla de géneros. Gremlins es una película de vampiros de peluche y a la vez una comedia juvenil y cine navideño canónico. La protagonizada por McFly es una comedia generacional, pero también ciencia-ficción en estado más o menos puro: nunca antes el concepto (hasta entonces muy literario) del viaje en el tiempo se había plasmado de esta forma en una película mainstream.
NO SE NECESITAN CARRETERAS
Cuando Robert Zemeckis y Bob Gale, guionistas de la película, empezaron a pasear su guión por todos los estudios de Hollywood a los que tenían acceso, se encontraban siempre con la misma respuesta antecediendo a un portazo en las narices: “Es una película de viajes en el tiempo, nunca dan dinero”. También se encontraron en una buena cantidad de ocasiones con la queja de que era una película demasiado blanca y familiar, y los estudios por entonces buscaban un humor más basto, estilo Porky’s. Cuenta el propio Gale que cuando la enésima productora les dijo “¿Por qué no lo llevas a Disney?” así lo hicieron, y allí les dijeron que si estaban locos: la película sugería que la madre del protagonista se quería acostar con su propio hijo. Era demasiado para Disney.
Finalmente, la suerte se tornó en favor de los dos guionistas: Steven Spielberg, amigo personal de ambos, se ofreció a producirla y dirigirla (en lo que Zemeckis y Gale temieron que podía ser el primer fracaso comercial de la meteórica carrera de su amigo). La situación cambió cuando Zemeckis consiguió su primer gran éxito: Tras el corazón verde, paradójicamente una explotación de las aventuras de Indiana Jones. Spielberg pudo limitarse a producir y Zemeckis contó con el apoyo de Universal para financiar la película.
A partir de ahí, un rodaje no especialmente atribulado, pero con el suficiente suministro de anécdotas como para seguir generando contenido extra de DVDs y carnaza para fans tres décadas después. Quizás la más conocida sea la sustitución del primer Marty McFly, Eric Stolz ( Máscara, Pulp Fiction) por Michael J. Fox. Llegaron a rodarse escenas en el famoso parking donde Doc y Marty prueban por primera vez el Delorean, y hay imágenes que atestiguan la presencia de Stolz. Al parecer, sin embargo, le estaba imprimiendo al personaje una gravedad completamente carente de humor que no iba con el tono de la película. Cuando fue sustituido por Michael J. Fox, entonces famoso por la sitcom Enredos de familia, éste tuvo que adaptar su horario de rodaje: de 9 a 6 interpretaba a su personaje en la serie de televisión, y desde entonces a las dos de la madrugada, rodaba Volver al futuro.
No fue el único cambio que experimentó la producción sobre la marcha: la máquina del tiempo era en los primeros borradores de guión una cámara estática que Doc transportaba de un lado a otro en su furgoneta. Para ponerla en funcionamiento había que desencadenar una explosión nuclear, y solo la cámara resistía la explosión (lo que nos lleva a un curioso paralelismo con la maravillosa e incomprendida secuencia del hongo atómico de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal).
Finalmente, se optó por la sensacional idea (y que ha acabado convirtiéndose en uno de los iconos indisociables a la película) del DeLorean: una máquina del tiempo con ruedas. El DeLorean DMC-12, por cierto, nunca fue un vehículo especialmente popular: el único modelo que produjo la DeLorean Motor Company. Pero con el paso del tiempo se ha convertido en todo un caramelo para tuneadores y coleccionistas. Gale llegó a financiar mediante crowdfunding la restauración de uno de los DeLorean originales de la película.
VIAJA CON ESTILO
La principal influencia que hoy día queda de Volver al futuro es, sin duda, de estilo: no sólo fundó un tipo de película veraniega y familiar que se podía permitir ser inteligente, sino que facilitó la introducción en el imaginario pop de una ciencia-ficción juvenil y alejada de las fanfarrias space-operísticas de George Lucas.
Pero su legado se advierte también en detalles diabólicos, como que Internet lleve obsesionada desde hace años con celebrar (erróneamente) el día de la llegada de Marty McFly al futuro, o en la misma estructura de trilogía de las tres películas originales. Hoy día es ridículo pensar en un blockbuster descomunal que no esté estructurado en formato de trilogía, pero en su día este formato hizo que más de un espectador se rascara la cabeza ante la continuidad rampante de la segunda y tercera entrega. Por mucho que funcionara como un homenaje a los seriales de aventuras de antaño del mismo modo que lo hacen las películas de Indiana Jones, esos recopilatorios de cliffhangers mayúsculos.
Consideraciones industriales aparte, muchos elementos de la trama de Volver al futuro impactaron en el subconsciente colectivo de la generación de los 80. Por ejemplo, el skateboard volvió a ponerse de moda: era una moda que se había apagado tras la explosión de los 70, y Volver al Futuro hizo que volviera a ser cool subirse a una tabla con ruedas. Por supuesto, ese elemento se maximizó en la segunda entrega, con la invención del hoverboard, la tabla flotante que, como los tenis Nike autorregulables y la chamarra que se ajusta y seca sola, forman parte de los muchos elementos del 2015 ficticio que los fans llevan años pidiendo que se fabriquen en el mundo real.
Más como maniobra publicitaria que como intento real de comercializarlas, Nike fabricó en 2011 una tirada limitadísima de las zapatillas de Marty y Pepsi ha lanzado una simpática edición de la bebida de la película, Pepsi Perfect, que podrá conseguirse a lo largo de 2015. Como dice el spot, “el futuro es ahora”. Literalmente: estamos en 2015.
Back to The Future, como tantos clásicos de la cultura pop, ha llegado a introducirse de forma muy sutil en algunas de nuestras percepciones. Por ejemplo, no somos capaces de concebir un viaje en el tiempo real sin hacernos preguntas (hipotéticas) sobre las paradojas que implicaría o sobre si vamos a encontrarnos con algún problema tipo “Yo mi abuelo soy”. Pero a un nivel más pedrestre, Volver al futuro es una de las primeras películas que reivindican al nerd como un personaje positivo: un puro hijo de los 80 en lo que a cultura popular se refiere, encontró una personificación icónica en la figura de Crispin Glover, que dio vida al padre de Marty.
En perpetuo estado de abuso por el bully de turno, el padre de Marty se convierte en el abusador cuando Marty consigue cambiar el pasado, en una de las moralejas más extrañas del cine comercial de la época. Esta figura del nerd triunfante tiene un precedente en La revancha de los nerds, sólo un año anterior, con lo que Glover predice (en una época pre-Internet) la actual glorificación del prototipo gracias a producciones como Big Bang Theory.
Tres décadas después de su estreno, Regreso al futuro sigue fresca y generando discusión, celebración y, por supuesto, teorías conspiratorias. Se han creado videojuegos, una olvidada serie de animación y, significativamente, ninguna amenaza más allá de algún rumor puntual de futuras secuelas (imposibles debido al delicado estado de salud de Michael J. Fox) o reboots. Posiblemente, la trilogía de Volver al Futuro permanezca siempre intacta y respetada: así es como se conservan los clásicos.
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