La Medalla a Belisario Domínguez será entregada a Rosario Ibarra de Piedra ante su incasable lucha por los desaparecidos políticos de la Guerra Sucia.
“Una medalla no vale la vida de un ser humano, y no es la justicia para ese ser humano. De parte nuestra no se cerrará un ciclo hasta encontrar la justicia. Lo que dice mi madre y nosotros avalamos, es que no hay nada a cambio. ¿Con que se puede resarcir el daño?, nada más que con la justicia y, esa demanda la mantenemos firme”, señaló Rosario Piedra Ibarra.
Ciudad de México, 22 de octubre (SinEmbargo).- A Rosario Ibarra de Piedra no se le podría describir con una sola escena, momento, acción o anécdota, ni se le podría reducir a una frase icónica. De Doña Rosario se tendría que decir que “toda su vida es emblemática”.
Así lo recalcan, y coinciden, quienes la conocen, quienes saben de su lucha, trayectoria, activismo social y político que realizó junto con Las Doñas, madres de los desaparecidos de la Guerra Sucia.
El Senado de la República entregará este miércoles la Medalla Belisario Domínguez a Rosario Ibarra de Piedra, activista reconocida por la indomable búsqueda de su hijo Jesús de Piedra, desaparecido después de ser detenido por policías estatales en Monterrey, Nuevo León, en 1975.
La defensora de derechos humanos fue elegida entre 450 candidatos y candidatas nominadas a este máximo galardón que entrega el Poder Legislativo Federal, entre las que figuraron destacadas personalidades de la vida pública mexicana como la Senadora, catedrática y diplomática Ifigenia Martínez y la periodista y escritora Elena Poniatowska.
“Doña Rosario se lanzó por los caminos de la patria, por las brechas más pedregosas, por las antesalas de funcionarios más que indiferentes, por las cárceles clandestinas sin más apoyo que su fuerza de voluntad y la generosidad que la caracteriza, y con su Comité Eureka, conformado por otras doñas con hijos desaparecidos, logró encontrar a 150 víctimas de las 500 denunciadas, pero no a su hijo Jesús. Delgada, ágil, de movimientos rápidos y llenos de destreza, en su rostro se delineó muy pronto su determinación, ya que se enfrentó durante años a torturadores, a policías, a políticos, a simuladores”, escribió Poniatowska sobre Rosario Ibarra, en una columna publicada el pasado 13 de octubre en La Jornada .
En su búsqueda por la verdad y la presentación con vida de su hijo, Doña Rosario hizo historia en el país: fue la primera mujer candidata a la Presidencia de la República; madre de un desaparecido político, como ella, había muchas más en la nación.
“Ella tenía claro que no iba a ganar, pero la candidatura le permitía presentar la denuncia ante el mundo. Sabía que todo lo que ella hablara, al momento de ser candidata, se iba a publicar. Y la denuncia de ella es que su hijo había sido desaparecido”, recuerda Shula Erenberg, creadora del documental Rosario, un trabajo que se adentró a la vida de la activista.
Rosario Piedra Ibarra, hija mayor, destaca en entrevista con SinEmbargo que frente a la adversidad que ha enfrentado su madre –del sistema represivo del Estado mexicano–, siempre ha mantenido la entereza y ha tratado de preservar la unidad familiar .
“A pesar de ese dolor tan grande que ella sintió al momento en que secuestraron a mi hermano; eso en lugar de arrinconarla o mandarla a algún lugar donde ella se pusiera a llorar, todo eso lo transformó en fortalezas para seguir luchando no sólo por la libertad y presentación con vida de su hijo Jesús, sino por la presentación de los desaparecidos de la Guerra Sucia”, comentó.
La vieja casona de Xicoténcatl será la sede del evento, al que se espera la asistencia del Presidente, Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, Doña Rosario, por motivos de salud y recomendaciones médicas, no asistirá. Serán sus hijas Claudia y Rosario, quienes acudirán en su representación para recibir el reconocimiento.
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Doña Rosario Ibarra de Piedra se encuentra tranquila en su casa; ese inmueble con paredes llenas de fotografías y recuerdos, ubicado en Monterrey, Nuevo León.
La música clásica acompaña gran parte de sus jornadas. Piezas de Beethoven, Mozart, Verdi y Rossini integran su repertorio lírico.
Los días de Doña Rosario, ahora, a sus 92 años de edad, son serenos. Su familia trata que sean así: “Es justo y necesario que ella esté descansando […] que ella pueda hacer las cosas que le gustan y que tanto se limitó de ellas, precisamente por esta larga lucha de más de 44 años”, narra Rosario Piedra, su hija mayor, en entrevista con esta redacción.
Doña Rosario es una mujer con esperanza y optimismo. Su carácter alegre, fuerte y amable, su voz firme y franca sonrisa, son aspectos característicos de ella.
Hoy en día, la vida cotidiana consiste es descansar bien, comer sanamente, para mantener su salud estable, y en momentos de esparcimiento; pero, en tantos ratos, ilustra a quienes están cerca de ella. “En la medida de sus posibilidades, que nos oriente en esta lucha que continuamos todas las familias que integramos el Comité Eureka”, añade su hija.
Su vista cansada no le permite devorar los libros con la misma intensidad que hacía tiempo atrás, pero no ha dejado de leer, aunque lo haga con menor frecuencia. Su familia “también le lee y le comenta detalles”, comenta su hija. Rosario Ibarra gusta de ver películas “ya sea actuales y que sabemos que el género le será de interés o películas que ya hace mucho conoce y le gusta recordar”.
Hay un factor que en los últimos años no ha cambiado para Doña Rosario: el fantasma de la incertidumbre. Clavada en sus pensamientos, persiste la tormentosa pregunta que no ha podido ser respondida: ¿Dónde está su hijo Jesús?, ¿qué pasó con él?, ¿dónde están los desaparecidos políticos?
“Lo que más extraña es a Jesús. Una parte muy importante de la familia, en el caso de mi madre, es su hijo. Es mi hermano, lo que ella más añora”, comparte Rosario Piedra.
La familia Piedra Ibarra se prepara para el galardón. Durante el fin de semana, Doña Rosario redactó el discurso que será leído por alguna de sus dos hijas. Integrantes del Comité Eureka acudirán también a la ceremonia.
Al ser el máximo galardón que entrega el Senado de la República, significa el reconocimiento del estado Estado a la lucha de una mujer indómita, que empezó a hacer activismo en una época sin redes sociales, con medios masivos bajo control de Gobierno y con una fuerte represión. Ahí es donde –para muchos– radica mucho de su mérito.
“La historia reivindica a Rosario Ibarra después de su lucha y la búsqueda que hizo durante años y años de su hijo”, expresó en días pasados la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, entrevistada sobre el galardón.
Shula Erenberg reitera: “es una mujer muy valiente para su época, donde era muy difícil para cualquiera poder tener acceso a oficinas del Estado, a personajes como fue Gutiérrez Barrio, Secretario de Gobernación. Fue una mujer muy valiente como se enfrentó y todos los artilugios que utilizó para hacerse escuchar”.
NO VALEN LOS RECONOCIMIENTOS SIN JUSTICIA
Doña Rosario entiende esta medalla como el reconocimiento del Estado mexicano, un reconocimiento que no hicieron los gobiernos anteriores, platica su hija, sin embargo, “ella no quiere el reconocimiento, sin justicia”.
Su clamor es el mismo que hace más de cuatro décadas: verdad y presentación de los desaparecidos.
“No es nada más con reconocimientos como se va a lograr establecer la justicia. La justicia se tiene que llevar a través de la investigación, de saber qué pasó con nuestros familiares; saber dónde están; ¿continúan con vida?, ¿quiénes son los que pudieran estar con vida? todas esas interrogantes que nos hemos planteado durante más de 40 años y sobre todo ella, junto con las familiares del Comité Eureka”, dice Piedra Ibarra.
Rosario comparte la pesada e inevitable preocupación que abraza a cientos madres de personas desaparecidas: no quiere cerrar por última vez sus ojos, sin antes saber que pasó con su hijo. Es por ello, que la demanda y exigencia búsqueda de los desaparecidos, siempre es imperativa.
¿QUIÉN ES ROSARIO IBARRA?
María del Rosario Ibarra de la Garza nació en Saltillo. Fue la única mujer de tres hermanos, hija de ingeniero agrónomo de origen vasco, egresado de la Escuela Hermanos Escobar de Ciudad Juárez, Chihuahua.
El activismo de Doña Rosario inició tras la desaparición forzada de su hijo Jesús Piedra Ibarra el 18 de abril de 1975 en Monterrey, Nuevo León. Sin embargo, Rosario no creció alejada de la política, ni de la lucha social. Era hija de un militar en la Revolución mexicana.
“Su padre había tenido participación política con Lázaro Cárdenas. Y la formación que ella tuvo de pequeña, por parte de su madre, aunque fue para casarse; pero, entre las cosas que su madre le enseñó, fue oratoria y, la verdad, es que ella es una excelente oradora”, relata Shula Erenberg.
Para la realización del documental, Shula convivió y siguió de cerca los pasos de la activista por dos años. “Me sorprendía a cada rato. Todo de ella es una enseñanza”, recuerda la documentalista.
Rosario Ibarra de la Garza se casó con el doctor Jesús Piedra Rosales, integrante del Partido Comunista Mexicano. Desde entonces, uso como nombre Rosario Ibarra de Piedra. La pareja tuvo cuatro hijos: Rosario, Jesús, Claudia y Carlos.
La familia siempre estuvo comprometida con la causa social, incluso antes de 1968: “Éramos estudiantes que estamos muy comprometidos y muy inmersos en la problemática de este país […] Luego, el “68” nos sacude a todos, y después viene la represión de 1972”, recordó Rosario Piedra en un conversario realizado en la Casa de la Memoria Indómita, uno de los logros de su madre.
Jesús, estudiante de medicina, de entonces 21 años de edad, fue detenido y desaparecido por policías estatales el 18 de abril de 1975. Lo acusaban de pertenecer a un grupo armado comunista y de presuntamente participar en el asalto y asesinato del reconocido empresario regiomontano, hijo del fundador de la Cervecería Cuauhtémoc, Don Eugenio Garza Sada, en septiembre de 1973.
La hermana de Jesús Piedra comentó –en aquella rueda de prensa previa– que al enterarse de su arresto, la familia jamás se imaginó lo que vendría después.
“La noticia de su detención trascendió hasta el 30 de abril y nosotros ilusos, ilusos, porque creíamos que lo acababan de detener, inmediatamente nos movilizamos y tocamos todas las puertas de todo aquello que nos pudiera decir donde estaba mi hermano, pero no nos daban noticia”, dijo.
Y añadió: “un abogado dijo ‘no se preocupen, al rato lo van a presenta’, él tenía la plena confianza que así iba hacer. Pasó un día, pasa otro, los días se convirtieron en semanas en semanas, y las semanas en años”.
En su búsqueda, ella estableció contacto con las abuelas de Plaza de Mayo, y fue así como empezó a visibilizar la represión, los presos políticos del país.
Erenberg lo detalla: “Ella tuvo la capacidad de darse cuenta que había una denuncia que estaba sucediendo en todo el continente, entonces va teniendo contacto con familiares de desaparecidos de muchas partes de México, y a partir del contacto con ellas, ella empieza a liderar, hacer labor gestión, se empieza a dar cuenta de la importancia que tenía poder juntarse con otras madres y empezar hacer denuncia y tomar protesta juntas, porque sola no la iban a lograr. Va tomando contacto con madres de Plaza de mayo en Argentina, va juntándose con familiares de desaparecidos de todo el continente”,
En abril de 1977, Rosario Ibarra fundó el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos, mejor conocido como Comité Eureka.
Junto con Las Doñas, encabezó diversas huelgas de hambre para pedir amnistía los presos políticos, víctimas de la represión que encabezaron los presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. La primera huelga de hambre en el país, la realizó en la acera de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, en 1978. Su movimiento logró la liberación de 2 mil presos políticos.
La labor social de María del Rosario Ibarra fue encaminada hasta la política: fue dos veces candidata a la Presidencia de República, en 1982 y 1988, por el extinto Partido Revolucionario de los Trabajadores, lo que la convirtió en la primera mujer aspirante a ocupar ese cargo.
Aunque su hija ha aclarado y asegurado que Rosario jamás militó para un partido político.
“Ante el triunfo del ex Presidente Carlos Salinas de Gortari, en 1988, participó activamente en la protesta por el fraude electoral de ese año, calificado así por la oposición”, dice su biografía.
La activista de izquierda ocupó una curul en el Senado de la República en el año 2006, desde donde se unió a la lucha para exigir el esclarecimiento de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y de las matanzas de indígenas en Chiapas y Guerrero, durante el sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León.
Además, en cuatro ocasiones ha sido candidata al Premio Nobel de la Paz: 1986, 1987, 1989 y 2006.
El Comité Eureka ha sido pionero en la lucha por los derechos humanos, destaca en entrevista Rosario Piedra. Este colectivo fue el que acuñó la reconocida frase “Vivos se los llevaron, vivos lo queremos”, la cual, desafortunadamente ahora también se ha dado a conocer en todo el mundo a raíz de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Se trata de un grito esperanzador, explica la hija, porque en palabras de Doña Rosario Ibarra a los desaparecidos “no los podemos matar ni con el pensamiento, porque eso sería volverlos a traicionar”.
“Fue hace más de 40 años que se acuñó ese grito y, lamentablemente, creímos que iba a parar ahí, pero con toda la represión brutal que se ejerció en los sexenios anteriores, vino a traer a este país a miles y miles de desaparecidos, y esto es algo muy terrible, porque se ha retomado este grito. Nosotros hubiésemos querido que se hubiera quedado en la memoria y no que estuviera vigente”, añade Rosario Piedra.
La desaparición forzada no era solo llevarse a la víctima, sino era desaparecer todo rastro indicio de esa persona o el activista.
Cuando Doña Rosario buscaba a su hijo, justo con varias madres, el Gobierno les decía ya estaban muertos, que los habían aventado de una avioneta al mar o estaban enterrados.
“Eso lo aprendimos conforme a la lucha, esa era la intensión, borrar la memoria de estas personas, y entonces, el Comité Eureka hizo lo contrario, o sea, traerlos a la luz”, remora.
Por ese motivo, insiste la defensora, no aceptan que sus desaparecidos estén muertos porque eso significaría facilitarle al estado poder deslindarse de su responsabilidad de buscarlos. “La desaparición forzada no prescribe es un delito de lesa humanidad, hasta que la víctima aparece viva o muerta”, comentó.