LECTURAS | El asesino dentro de mí, una historia de Texas, de Jim Thompson

22/12/2018 - 12:04 am

Jim Thompson nos proporciona una visión oscura, densa, de la mentalidad de un asesino en serie estadounidense muy anterior a Charles Manson, a John Wayne Gacy y al American Psycho, de Brett Easton Ellis. Lou Ford es ayudante del sheriff en una pequeña ciudad de Texas. Lo peor que la gente puede decir de él es que lo hace todo con una cadencia un tanto lenta y que es un poco aburrido. La cuestión es que casi nadie sabe lo de la enfermedad que casi acaba con él cuando era joven; una enfermedad… que pretende resurgir.

Ciudad de México, 22 de diciembre (SinEmbargo).-Esta historia se desarrolla en Central City, una tranquila comunidad ubicada en Texas. El personaje principal Lou Ford, es quien narra la historia. Ford es sheriff, es apuesto, joven, atento y la gente confía en él porque su padre fue el único médico del lugar durante mucho tiempo. Mantiene una relación de noviazgo con Amy Stanton pero no desea comprometerse con ella. Ford tiene un pasado oscuro que mantiene oculto así como su instinto asesino que le resulta imposible controlar, nadie sospecha de él, sin embargo, cuando conoce a Joyce Lakeland surge una fuerte atracción entre ellos. Ford engaña a Amy y sus vidas comienzan a experimentar engaños, celos y desconfianza. Lo peor de todo es que el instinto de matar de Ford renace y ya no puede mantenerlo escondido. Comienzan entonces las escenas violentas y pasionales del asesino Lou Ford.

Aunque Jim Thompson ha fallecido, sus relatos cobran más prestigio día a día. Foto: Especial

Fragmento de El asesino dentro de mí, de Jim Thompson, con autorización de RBA/Océano

Había terminado el pastel y estaba tomando la segunda taza de café cuando lo vi. Pocos minutos antes había llegado el mercancías de medianoche; el sujeto andaba fisgando por una esquina de la ventana del restaurante, la más cercana a la estación, con una mano a guisa de visera y con los ojos entornados para que la luz no le cegase. Se dio cuenta de que le observaba y desapareció en la oscuridad. Pero yo sabía que continuaba allí, al acecho. Los vagos siempre me toman por un tipo fácil de despistar.

Encendí un puro y me levanté. La camarera, una chica nueva de Dallas, me miró mientras me abrochaba despacio el abrigo.

–¡Vaya! Pero si ni siquiera lleva revólver –dijo como si me diese una gran noticia.

–No –sonreí–. Ni revólver, ni porra, ni nada que se le parezca. ¿Para qué?

–Pero usted es un poli… Bueno, sheriff adjunto. ¿Y si algún maleante dispara contra usted?

–Aquí, en Central City, no hay muchos maleantes, señorita –expliqué–. Y además, también son personas, aunque se alejen del camino recto. Si uno no les hace nada, ellos tampoco. Se avienen a razones.

Negó con la cabeza, mirándome con ojos temerosos, y me dirigí hacia la caja. El propietario no quiso aceptar mi dinero, y me lo devolvió con un par de cigarros. Me dio una vez más las gracias por haberme ocupado de su hijo.

–El chico ya no es el mismo de antes, Lou –dijo, pisando una palabra con la otra, como suelen hacer los extranjeros–. No sale por las noches, va muy bien en la escuela. Y siempre habla de usted, dice que Lou Ford es una gran persona.

–Yo no hice nada –respondí–. Sólo hablé con él. Mostré interés. Cualquier otro podría haber hecho lo mismo.

–No. Sólo usted –afirmó–. Usted es bueno y hace buenos a los demás. Lo dijo como despedida, pero yo quería seguir hablando. Apoyé el codo en el mostrador, crucé un pie por detrás del otro y di una larga calada al cigarro. El hombre me caía bien–a decir verdad, me cae bien casi todo el mundo–, demasiado como para dejarlo escapar. Educado, inteligente: un individuo como los que a mí me gustan.

–Bueno, le diré una cosa –anuncié con parsimonia–. Tal como yo lo veo, un hombre no le saca a la vida más que lo que pone en ella.

–¡Mmm! –asintió con impaciencia–. Creo que tiene usted razón, Lou.

–El otro día pensaba en ello, Max. Y de repente se me ocurrió una idea estupenda. Como si me hubiese caído del cielo. Un niño es un hombre en potencia. Así, sin más. Un niño es un hombre en potencia.

La sonrisa de mi interlocutor se hizo tensa. Oí cómo crujían los zapatos al removerse con impaciencia. Si hay algo peor que un pelmazo, es un pelmazo sentencioso. Pero ¿cómo librarse de un tipo educado y cordial que está dispuesto a darte hasta la camisa si se la pides?

–Creo que tendría que haber sido profesor, o algo parecido –afirmé–. Hasta cuando duermo intento resolver problemas. Como el de la ola de calor que tuvimos hace varias semanas. Mucha gente se cree que lo que provoca el bochorno es el calor. Pero no es cierto, Max, no es cierto. La culpa la tiene la humedad. ¿A que no lo sabía usted?

Carraspeó, para luego insinuar que le necesitaban en la cocina. Hice como si no le oyera.

–A propósito del tiempo, le diré otra cosa –seguí–. Todo el mundo habla del tiempo, pero nadie lo arregla. Aunque tal vez sea mejor así. Detrás de las nubes está el sol, vamos, tal como yo lo veo. Quiero decir, que si no lloviera, tampoco habría arco iris, ¿no le parece?

–Lou… –En fin –concluí–. Creo que ya es hora de irme. Tengo que dar aún muchas vueltas por ahí, y no quiero ir luego con prisas. Las prisas hacen perder el tiempo, digo yo. Me gusta medir las distancias antes de dar un salto.

Me estaba pasando, pero ya no podía contenerme. Castigar a la gente de ese modo era casi tan agradable como del otro, con la verdad. Ese otro modo que tanto había luchado yo por olvidar –y casi había olvidado– hasta que me topé con ella.

Y en ella estaba pensando cuando salí a la fría noche de Texas y vi al vagabundo que aún me aguardaba.

Jim Thompson. Foto: Especial

Jim Thompson falleció sin ser reconocido por su obra. Afortunadamente con el tiempo ha crecido en prestigio como escritor y no sólo es proclamado como uno de los grandes de la novela negra estadounidense junto a Raymond Chandler y Dashiel Hammett, sino que, es reconocido como un renovador del lenguaje y creador de un universo equiparable a William Faulkner. Thompson es autor de una prolífica obra con 29 novelas publicadas y miles de páginas aún inéditas. Hay en su obra un itinerario experimental, subversivo e irónico, que ha retratado con un gran componente autobiográfico los infiernos que vivió en Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX, incluido su alcoholismo. Entre sus obras más imprescindibles están El asesino dentro de mí1,280 almas y Noche Salvaje, entre otras.

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