INVITADO | El editor que es pensamiento. Escribe: Enrique G.Gallegos

23/01/2016 - 12:00 am
Libros más o menos conocidos, pero que se encuentran descatalogados o agotados; libros que cuando mucho se pueden encontrar en librerías de viejo. Foto: Especial
Libros más o menos conocidos, pero que se encuentran descatalogados o agotados; libros que cuando mucho se pueden encontrar en librerías de viejo. Foto: Especial

Editar es otra forma de gestionar el pensamiento, dice nuestro columnista invitado, en una nota crítica hacia la edición independiente en México, donde encuentra un vacío de textos rigurosos

Ciudad de México, 23 de enero (Sin Embargo).- Los que nos dedicamos a la investigación en los ámbitos de las humanidades y las ciencias sociales sabemos que no pocos de los libros más importantes que se han editado en los últimos 15 años provienen, particularmente, de editoriales argentinas: Kats, Adriana, Hidalgo, Las Cuarenta, Ediciones Godot, Eterna Cadencia, Prometeo, Tinta Limón, Manantial, La Cebra, entre otras.

Y no me refiero a ediciones que tienen que ve con libros de poesía y literatura, sino con un tipo de texto que oscila entre la filosofía, la estética, la historia de las ideas, la teoría política, la sociología y el ensayo; quizá su principal atributo es que se mueven en un campo paradójico: son textos rigurosos como exigen los más altos estándares de la investigación, sin caer en el lenguaje pantanoso y esquizofrénico tipo tesis doctoral y “académico”, pero de una legibilidad razonable.

Esto permite —creo— que un lector, más o menos avisado, y no sólo el núcleo duro de los especialistas, los puedan leer y disfrutar.

Un segundo aspecto de estas editoriales es que proponen ciertos libros, ciertos temas, ciertos problemas. Digamos que son editores cazadores. Y su tipo de caza no pasa por las grandes ferias de libros, sino por los intersticios, los huecos, las omisiones y los subíndices. Pienso, por sólo poner ejemplos contrastantes, en la edición de dos libros: la de un autor pasado de moda y la de otro del mainstream. La pequeña editorial Godot, ha estado editando lo que llama “exhumaciones”: libros más o menos conocidos, pero que se encuentran descatalogados o agotados; libros que cuando mucho se pueden encontrar en librerías de viejo.

Pienso, por ejemplo, en Teoría de la novela del filósofo y esteta marxista Lukács, que lanzaron de nuevo al mercado en 2009. Un editor “erudito y culto”, como lo llama Alejandro Katz en una entrevista, sabe que esos libros llenan o, más bien, invocan un hueco. Saben que existen importantes nichos de pensamiento neomarxista y que El capital se está releyendo en diversas partes del mundo.

Esos editores están al tanto de más cosas, leen mucho más, saben que el libro se adscribe en una miríada de fenómenos de diverso alcance y nivel. Un editor ignorante dirá que el marxismo está demodé. Un editor de poesía o de novelas, levantará indolentemente los hombros.

Mi crítica va dirigida a destacar un vacío en la edición “independiente” mexicana y cierta proclividad a editar malos libros. Foto: Especial
Mi crítica va dirigida a destacar un vacío en la edición “independiente” mexicana y cierta proclividad a editar malos libros. Foto: Especial

WALTER BENJAMÍN, EL MARGINADO DE LA ACADEMIA

El otro ejemplo: Las cuarenta editó en 2014 un voluminoso libro de 1260 páginas: Conceptos de Walter Benjamin. Sin informaciones y sin el contexto, se antoja un trabajo desmesurado y, como se dice en la jerga de los contadores, con “números rojos”. Pero un “editor culto” sabe que desde hace 15 años Walter Benjamin no ha cesado de penetrar en círculos cada vez más amplios de intereses (literarios, filosóficos, estéticos, sociológicos) y se ha vuelto tema de conversación en los cafés.

Walter Benjamin, el marginado y reprobado por la academia, ahora es mainstream.

Estos dos aspectos son los que quiero sugerir con el título: editor que es pensamiento.

En México, basta darse una vuelta a las denominadas ferias del libro independiente para constatar dos cosas: el predominio de editoriales con libros de poesía, novela y cuento (lo cual, dicho sea de paso, son indispensables) y la precariedad de editoriales con el perfil de las argentinas. Quizá los ejemplos serían Sexto Piso; y, particularmente,  Ítaca.

Por supuesto, están las grandes editoriales como el Fondo de Cultura Económica, pero por sus características deben ser analizadas aparte.

También existen las editoriales como Miguel Ángel Porrúa, Juan Pablo Editor, Eón, etc. A estas no las considero en la misma línea que a las primeras porque, no pocas veces, lo que hacen es publicar tesis doctorales o investigaciones de profesores interesados en ganar espacios en el sistema puntocrático de la academia.

Digamos que en éstas, la edición está mutuamente sostenida en dos conveniencias: la del editor de ir a la segura con el financiamiento público y la del investigador, con la pretensión de mantenerse en el escalafón burocrático-académico (el caso de la editorial Siglo XXI es singular: ocupa un espacio intermedio, con un magnífico catálogo y también con políticas leoninas para sangrar el presupuesto de la universidades públicas).

Por supuesto, este efecto perverso igualmente los encontramos en las editoriales de poesía, de cuentos y novela, que dependen sobremanera de fondos públicos (de universidades, de CONACULTA, del Estado o municipio).

Hace un tiempo una profesora publicó en una editorial conocida, pero con fondos de las universidades públicas, un monstruoso libro de 600 páginas. El argumento central del libro resultaba interesante, ¿pero a qué atosigar a los lectores con una serie de rodeos, estados del arte, aparato crítico, métodos y cientos de notas a pie de página?

Es claro que no hubo trabajo de revisión, de crítica y de edición —en el sentido menos técnico de la palabra (posiblemente ni los editores lo revisaron, pues lo que les interesaba era echarse a la bolsa los miles de pesos que la universidad les dio por la impresión).

Walter Benjamin, el marginado de la academia. Foto: Especial
Walter Benjamin, el marginado de la academia. Foto: Especial

Sé que generalizo, pues las editoriales del perfil de las argentinas también han publicado mamotretos ilegibles, mientras que las del segundo tipo, estupendos libros; pero para mí argumento es fundamental tener clara la diferencia entre las editoriales del tipo de las argentinas y éstas últimas.

Esto es significativo porque —creo— es lo que ayuda a comprender la importancia de las editoriales argentinas. En este auge ¿tendrán algo que ver los presidentes de izquierda que gobernaron Argentina de 2003 al 2015 (Néstor y Cristina Kirchner)? Habría que investigarlo; lo cierto en que en Argentina, políticas editoriales y políticas estatales son fenómenos sincrónicos.

Y aclaro: no es que esté en contra del financiamiento público; mi crítica va dirigida a destacar un vacío en la edición “independiente” mexicana y cierta proclividad a editar malos libros. Frente a la edición argentina, su diversidad y complejidad, algunos editores independientes mexicanos parecen sumidos en una infancia intelectual.

Lo que quiero decir es que el trabajo editorial no sólo pasa por la tecnología, la claridad editorial, el apoyo del Estado y la edición de literatura, sino también por el doloroso camino que lleva al pensamiento. Editar es otra forma de gestionar el pensamiento.

Quién es Enrique G.Gallegos: Poeta y filósofo. Algunas de sus publicaciones: Épocas, 2014 (poesía); Poesía, razón e historia, 2010 (ensayo); entre otras publicaciones. Ha coeditado los volúmenes colectivos Ráfagas de dirección múltiple. Abordajes de Walter Benjamin; así como La revolución en tiempos democráticos. A propósito de On revolution de Hannah Arendt. Aparece en la antología Lapidario. Antología del aforismo mexicano (1869-2014). Es profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video