Úrsula Camba Ludlow

Ecos de Nueva España, un viaje a través de los 3 siglos “perdidos” de México

Úrsula Camba Ludlow

Ecos de Nueva España, un viaje a través de los 3 siglos “perdidos” de México

Úrsula Camba Ludlow

Ecos de Nueva España, un viaje a través de los 3 siglos “perdidos” de México

23/07/2022 - 12:05 am

La historiadora y escritora Úrsula Camba Ludlow habló con SinEmbargo sobre su libro Ecos de Nueva España (Grijalbo), un recorrido que hace a través de trescientos años de un periodo pocas veces contado, que es elemental para comprender la actualidad de México.

Ciudad de México, 23 de julio (SinEmbargo).– La Historia de México que se enseña en las aulas de primarias y secundarias suele dar un salto de 300 años sin dar mayores explicaciones. Así, los estudiantes pasan en un abrir y cerrar de ojos de la Conquista de los españoles al Imperio mexica, en 1521, al inicio de la insurrección encabezada por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, en 1810.

Lo que sucede en el interludio de esos 300 años raras veces es explicado con detenimiento y mucho menos se habla sobre las miles de familias y personas que vivieron en ese periodo de tiempo que es clave para entender muchos aspectos de nuestra actualidad. Frente a este muro que suele colocarse en este periodo es que se erigen trabajos como el de la historiadora y escritora Úrsula Camba Ludlow titulado Ecos de Nueva España (Grijlabo).

El libro describe con amenidad y pasión los pormenores de la vida de la Nueva España, un territorio gigantesco que comprendía lo que ahora es el sur de Estados Unidos hasta Nicaragua. “Una vastísima región en la que convivían, no siempre armoniosamente, indígenas, negros, mulatos, mestizos, asiáticos, españoles y uno que otro flamenco, portugués e inglés. Eran piratas, monjas, caciques, virreinas, esclavos y burócratas los que andaban por calles, plazas, y sorteaban los peligros de trasladarse entre pueblos, ciudades y océanos”, señala la reseña.

“La gente tiende a pensar que México es lo que nos enseñaron como la nación que se forjó en el siglo XIX y que tiene 200 años de existencia. No, la identidad, lo que somos, lo que creemos, en realidad es un proceso que se gesta a partir de la Conquista, que es un suceso que tendemos a ver como una ruptura y no como el comienzo de algo. Es el comienzo de una cosa larguísima que nos trajo hasta donde estamos actualmente y donde se fueron bordando, tejiendo, construyendo, muchas de las maneras de ser de lo que somos ahora, de lo que comemos, de lo que vestimos, de lo que pensamos, de cómo caminamos, de cómo nos sentamos o de todo lo que lo que pensamos o lo que festejamos incluso. Es un viaje en un globo aerostático, panorámico, no es un viaje a detalle sino es un viaje que intenta que veas las cosas desde arriba para que después puedas entrar a detalle en algún aspecto que a ti te resulte interesante; por eso es un libro que no es para público especializado”, comentó la autora en entrevista con SinEmbargo.

Ecos de Nueva España, un libro de Úrsula Camba Ludlow.

Úrsula Camba Ludlow explicó que uno de los motivos por los cuales no se conoce como se debiera la vida en la Nueva España se debe, en parte, a que los historiadores no han sabido “tender un puente para que la gente pueda cruzarlo y acercarse a fuentes”, que muchas veces son especializadas.

“La gente no tiene por qué saber que hay esas lecturas especializadas o no tiene cómo acceder a ellas. ¿Cómo se reconstruye este mundo? A través de las crónicas, estos primeros franciscanos, estos primeros hombres que llegaron a evangelizar, pero que en esta mentalidad de ‘para evangelizarlos tengo que saber todo: qué comen, qué piensan, cómo lavan, cómo se visten, cómo se pelean, cómo se insultan, las cosas más sutiles para poderlos convertir’ dejan un registro muy rico de detalles que nos permiten reconstruir justamente esos mundos, esos mundos perdidos, entonces te puedes basar en las crónicas pero también en muchos archivos. Es una lectura muy fina, tienes que saber cómo entresacarla. La gente cree que los historiadores somos ratones de biblioteca, pero en realidad somos más como un Sherlock Holmes que busca donde a simple vista no se ve el rastro”, ahondó.

La autora explicó que otro elemento que impide conocer a detalle la vida en la Nueva España es el centralismo que siempre ha existido, ya que era un territorio gigantesco y con fronteras no tan claras; “las fronteras es una cosa muy del siglo XIX”, precisó la historiadora.

“No queda muy claro dónde empieza la Nueva Galicia, dónde termina la Nueva España, dónde empieza el Nuevo Reino de León, dónde empezaría Nicaragua, Guatemala; es un territorio como dicen profuso y difuso y confuso. Entonces qué pasa, pues se centran en las grandes instituciones que hay en el centro, que es la Casa de Moneda, la primera imprenta de América, la primera Universidad –que siempre se pelean con Perú cuál es la primera–, pero efectivamente hay todo un mundo que siempre se está tratando de conquistar hasta bien entrado el siglo XIX hacia el norte o hacia el septentrión novohispano”, detalló.

Úrsula Camba Ludlow abundó que muchas de las narrativas actuales sobre esta época suelen partir del discurso victimista que se construyó desde el nacionalismo revolucionario del siglo XX, en el que se habla de los derrotados y los conquistadores.

Indicó que si bien no se puede soslayar que la Conquista trastocó las estructuras existentes y subyugó a miles de personas, “muchos pudieron no sólo conservar sus estructuras de privilegios, sino que hubo quienes pudieron medrar en este nuevo sistema”.

“A mí me gusta el caso de Tecuichpo, pero no porque sea la resistencia indígena sino porque es una mujer —la hija favorita de Moctezuma— que rápido entiende cuál es este nuevo sistema y se adapta y entiende que ahora es pelear sus derechos por carta y tener un procurador y tiene miles de esclavos indígenas. Es una encomendera riquísima”.

Además refirió que una muestra de estos intercambios entre indígenas y españoles es el hecho de que el Palacio de Cortés está en Cuernavaca y el Palacio de Moctezuma está en Cáceres, en España.

En ese sentido, puntualizó que juzgar el pasado con cánones del presente “es muy tramposo porque es colocar tus propios valores y tú rasero sobre las preocupaciones o contextos del pasado que son distintos”.