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Sandra Lorenzano

23/08/2020 - 12:02 am

Allá lejos y hace tiempo

Lo comunitario aparece como una de las pocas alternativas posibles –quizás la única- a la destrucción que estamos viviendo.

Para Ana González y Raquel Franco.
Por la memoria tilcareña.
Por los abrazos que nos daremos.

Hace muchos años -¡más de treinta!- me detuve un momento en un enorme puente frente a los cerros de colores más bellos que existen, respiré hondo sintiendo la inmensidad cósmica del paisaje, y pensé: “Éste será siempre uno de mis lugares en el mundo”. Nunca antes había estado allí, pero eso no importó; la fuerza de la certeza que sentía no aceptaba réplicas racionales, era pura emoción. Todavía hoy puedo sentirla en el cuerpo cuando pienso en ese sitio. Fueron poco más de tres años de vida feliz en ese rincón de una de mis patrias. Allí Mariana celebró su primer cumpleaños, y el segundo, y el tercero, cultivó una milpa con su papá, y amó a su gato Tobías. Allí tuvimos amigas y amigos que se volvieron hermanos, noches de guitarra, un horno de pan y una nostalgia anticipada por lo que intuimos que se terminaría. ¿Les ha pasado sentir al mismo tiempo una plenitud total y una punzada de dolor por lo pasajero de esa plenitud?

Tilcara. Foto: Jujuy, Turismo, Argentina.

Esta nota toma prestado el título de una obra clásica de la literatura argentina escrita originalmente en inglés, en 1918, por Guillermo Enrique Hudson, a partir de los recuerdos de su infancia y juventud en la pampa. Pero no voy a hablar de este enamorado de esa tierra en la que nació y vivió los primeros 33 años de su vida antes de irse a Inglaterra, donde permanecería hasta su muerte. No voy a hablar de él, sino de mi paso por la Quebrada de Humahuaca –ese lugar en el mundo-, en la provincia de Jujuy, a casi 1,600 kilómetros de la capital del país, y a casi nada –sólo 200 kilómetros- de la frontera con Bolivia. Un territorio donde, como Hudson, aprendí a conocer y a amar aquello que hasta ese momento me era ajeno: un rincón de la patria / matria en que los pueblos originarios andinos han padecido la pobreza y el abandono de los poderes centrales, pero donde siguen vivas su cultura, su lengua, su visión de mundo. Podría contarles de lo conmovedor que fue escuchar a las bandas de sikuris que se juntan frente a la iglesia de Tilcara, cada una tocando su melodía, para subir todas juntas a saludar a la Virgen de Copacabana del Abra de Punta Corral, o del delicioso español que se habla, mechado con palabras del quechua y el aymara, o de los cachetitos de los niños enrojecidos por el sol de altura, o del orgullo por esas raíces que la conquista volvió sangre. Es curioso que en las grandes ciudades argentinas del sur muchos digan que tienen que salir del país para “conocer la verdadera América Latina”, o que a los jujeños les pregunten si son bolivianos.

Todo eso lo aprendí en los tres maravillosos años de vida quebradeña; en los cuentos de mis alumnos de la secundaria del pueblo, en las coplas, en los carnavales, en los murmullos que trae el viento, en las risas de los chicos, en los cielos profundos. Y como estamos en agosto, el mes de la Pachamama, cumplo con uno de los rituales que me enseñaron: darle de comer a la tierra. Nuestra Madre Tierra tan vapuleada y maltratada necesita nuestro cuidado más que nunca. Sahumerio, hojas de coca, comida, bebida, y sobre todo ofrecerle un poquito de todo aquello que bebamos y comamos, así se le agradece lo que nos ha dado durante el año y se pide su protección.

Los hombres, pero sobre todo las mujeres de los Andes que con su cuerpo defienden el cuerpo de esa Madre amenazada por el extractivismo y la violencia ecocida, como lo hacen muchas otras mujeres pertenecientes a las culturas ancestrales de Abya Yala, saben que sólo a través de la construcción de una ética colectiva del cuidado lograremos salvarla. Lo comunitario aparece como una de las pocas alternativas posibles –quizás la única- a la destrucción que estamos viviendo y que no es ajena, entre otras cosas, a la pandemia que ha causado ya miles y miles de muertes en el mundo.

Pensar en la tierra, en el equilibrio imprescindible entre los seres humanos y la naturaleza, en los cuidados, en la responsabilidad de cada una, de cada uno, frente a los demás, muestra la cercanía entre distintas propuestas éticas que arman una red para construir quizás un futuro diferente. Y en esa red coinciden el pensamiento de los pueblos originarios, los feminismos decoloniales, el ecologismo, con la crítica al Antropoceno y al Capitaloceno, con los movimientos de mujeres jóvenes, con quienes bordan por la paz en esta otra tierra mía, con quienes buscan a sus seres queridos. Y si me empujan un poquito, hasta con Kropotkin y su obra El apoyo mutuo, quien frente al darwinismo social defendía la idea de que la cooperación y la ayuda son más importantes que la competencia en la evolución de las especies.

Por cierto, y como el azar no es más que un modo de mirar, me entusiasmo con un dato curioso: tanto Guillermo Enrique Hudson como Piotr Kropotkin, estudiaron con pasión la naturaleza –la humana y la no humana-, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el momento de su muerte; en 1922 la del primero, el 1921 la del segundo.

Estamos en el mes de la Pachamama. Cada día le hago una ofrenda amorosa a la tierra, recordando siempre que hace quince años le ofrendamos las tibias cenizas de mi madre. Hoy ellas alimentan la más bella azalea que hayan podido ver nunca, y me recuerdan que no existimos sino para hacer de nuestra vida sólo parte de una trama generosa y solidaria formada por todas y todos, por árboles y pájaros, por el agua y por el viento, por el maíz y el trigo, por ustedes y nosotras.

Miro el horizonte, respiro hondo y digo: “Ése, el que mi madre me heredó, será siempre mi lugar en el mundo”.

Los invito a que se asomen a ver este cortometraje:

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, su novela más reciente es "El día que no fue" (Alfaguara). Investigadora de la UNAM, se desempeña allí como Directora de Cultura y Comunicación de la Coordinación para la Igualdad de Género. Presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación).

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