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Alejandro Páez Varela

23/12/2013 - 12:05 am

2013: La tragedia de la izquierda en México

Qué año, para la izquierda en México. Bautizarlo sería complicado, pero diría que fue un periodo de mezquindad, desperdicio de capital político y derrotas sin sentido. Diría que la izquierda le hizo los honores a lo que siempre ha sido, por desgracia: un costal lleno de corrientes centrífugas o de gatos con rabia; una ensalada […]

Qué año, para la izquierda en México. Bautizarlo sería complicado, pero diría que fue un periodo de mezquindad, desperdicio de capital político y derrotas sin sentido. Diría que la izquierda le hizo los honores a lo que siempre ha sido, por desgracia: un costal lleno de corrientes centrífugas o de gatos con rabia; una ensalada de egos e intereses cortoplacistas. Ciegos metidos en una recámara y armados con bates de béisbol, que confunden la respiración del otro con el zumbido de la pelota.

Un amigo me decía, a propósito de otras cosas –y espero no pasarme con las metáforas–: “Los perros que van por todas las chuletas se topan, invariablemente, con la que tiene vidrios”. Cuánta razón.

Lo extraordinario es que las causas de la izquierda estuvieron, como pocas veces en los años recientes, en las calles. Hubo descontento social por temas que inspiran solidaridad: aumentos de precios, imposición, maltrato a la opinión del otro. Pero no hubo cohesión para defender muchas de estas causas justas. Todo lo contrario: la izquierda participó en el endurecimiento (y la penalización) de la protesta (por lo menos en la Ciudad de México), mientras jugó a hacer política palaciega y cortesana. Es posible que en un año se hayan acumulado más fotos de Enrique Peña Nieto con líderes de la izquierda que las que se pudieron tomar Vicente Fox y Felipe Calderón en 12 años.

El análisis de lo que le sucedió a la izquierda mexicana debe empezar en el Distrito Federal, y específicamente en Miguel Ángel Mancera. Tradicionalmente, era el Jefe de Gobierno el que participaba en la moderación y en el equilibrio de las fuerzas; ahora, sin embargo, el puesto más importante –por encima incluso de la presidencia del PRD– está en una facción, en un hombre que hizo una apuesta peligrosa: abrazar a unos cuantos y darle de palos a otros.

Pero las cosas no han funcionado como Mancera hubiera deseado. Su popularidad cae –según todas las encuestas–, y se ha construido una imagen de insolvencia moral frente a las causas civiles. Su supuesta “neutralidad” –no pertenecer a un partido político–, que antes fue virtud, ahora se ha vuelto un estorbo y una contradicción: posiblemente él sea el menos ciudadano de los Jefes de Gobierno, hasta ahora: se le acusa de aplastar la protesta social, de infiltrar movilizaciones y de hacer el trabajo sucio a Enrique Peña Nieto desde el 1 de diciembre de 2012.

En 2012, la izquierda tenía dos aspirantes reales a la Presidencia: Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard Casaubón. AMLO no puede retomar su lugar en Morena y en las causas que sigue sin poner en riesgo su propia vida; Ebrard recibió una ronda de patadas de sus ex amigos y ex socios y está en la congeladora. La izquierda perdió, en parte por su mezquindad, a dos candidatos presidenciales. ¡Dos! ¡En un año!

Para darle color a las protestas por la Reforma Energética (después de que le aprobó a Peña Nieto la Fiscal y Hacendaria), Jesús Zambrano desempolvó a Cuauhtémoc Cárdenas. Luego los dos se fueron de vacaciones de diciembre aunque amenazaron que después de tomarse unos días de descanso (¡ser oradores de tres mítines es mucho!) volverán a rescatar a la Patria. No jodan. Quién les compra vocación social. Les garantizo que Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray no tomaron vacaciones (Peña sí, seguro).

Este año no hizo sino confirmar que la izquierda está agarrada de las uñas, y aquí no uso metáforas y soy literal: De las uñas largas de gente como René Bejarano, que desplaza el voto corporativista, que reparte y se lleva la mejor parte.

No hay una izquierda armada de la razón, una que defiende principios y valores. Movido el cernidor durante todo el año, nos vamos quedando con esa izquierda que, como los gorgojos, no pasa por el cedazo.

Lástima. Los ciudadanos se quedan con pocas opciones: con el PRI, el mismo partido que explotó a sus padres y a sus abuelos; y con el PAN, cueva de ladrones disfrazados de vendedores de biblias.

Lo peor es que no veo que esta izquierda vaya a tocar fondo para refundarse y retomar sus principios: por desgracia, los mezquinos y lambiscones siempre tienen un lugar en las nóminas del mundo.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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