LECTURAS | La información falsa puede afectar en las Elecciones 2018: Esteban Illades

24/02/2018 - 12:04 am

El mayor peligro del acceso ilimitado a la información es que siempre hay alguien que la acepta sin cuestionar. Desde el fenómeno Donald Trump, las noticias de las que antes se tenía certeza, hoy son dudosas y crece la información equivocada. Un libro imprescindible para entender nuestros tiempos y sobre todo, cuidarse mucho, durante el próximo proceso electoral.

Ciudad de México, 24 de febrero (SinEmbargo).- En la prensa escrita y en la digital, en las redes sociales y en los medios tradicionales, un torrente de mentiras, propaganda e inexactitudes -motivadas por el afán de dinero, notoriedad o poder- se mezcla y confunde con el reporte de hechos reales.

Jamás ha sido tan fácil ser engañado: a la censura y el espionaje se han sumado la sobreinformación y las fake news. En este escenario, que parece sacado de una distopía orwelliana, la ética periodística, la confirmación y el rigor parecen reliquias olvidadas.

El fenómeno es poderosísimo y ya define el rumbo del mundo: en buena parte gracias a la difusión de «noticias» falsas, Donald Trump ganó la Presidencia de Estados Unidos. Y no es un fenómeno ajeno. En México, las fake news son pan de todos los días, como lo demostró el «caso Frida Sofía». Ya jugaron un papel clave en la elección de 2012 y sin duda serán protagonistas este 2018.

En este libro, el periodista Esteban Illades examina decenas de casos en los que la confusión y la falsedad han llevado a resultados catastróficos, y explora las razones de que -en plena Era del Conocimiento- sigamos creyendo datos imposibles y, por el contrario, negando evidencias irrefutables.

–Tenemos que vivir con las noticias equivocadas todo el tiempo, ¿verdad?

­­–Sí, las noticias falsas no son nada nuevo en la historia, en México y en el mundo, pero ahora esta época en que la información es inmediata, tenemos que aprender a vivir con esta cantidad masiva de desinformación.

–Antes la información era escasa, porque la verdadera no se contaba. Ahora las informaciones son falsas, es distinto

–Sí, es distinto. En los Estados Unidos y en otros países donde sí ha habido una empresa independiente de información, alejada del poder, sí se daban otros puntos de vista y se contaba la verdad. Eran distintos a los del Estado y a los del Gobierno. En México, bajo el sistema priísta de los últimos 71 años, la información independiente era muy escasa y sólo unos cuantos periódicos como El Excelsior, de Julio Scherer, el Unomásuno, revistas como Proceso en sus buenos tiempos, podían publicar información distinta a la oficial, pero con riesgos. Ahora hay más libertad, pero justo con esta apertura de accesos también están las personas y los medios que quieren manipular la información, compartir información falsa, para incidir en la elección de este año en el 2018.

–Hablas también de las opiniones y de las opiniones que se lanzan a través de un robot, como los trolls, que de pronto pueden hacer subir a un presidente

–Es verdad. La información que está puedes comprobar que no es cierta y toma el lugar de información verdadera, como si fuera información, ahora ya no podemos discutir en términos de verdadero o falso, en términos de datos duros, porque además hay mucha gente que lo cree y viene una época preocupante tanto en México como el mundo.

–¿Te refieres a las elecciones de 2018 en México?

–Así es, porque ya vimos en los Estados Unidos lo que puede suceder con las noticias falsas, donde hubo información falsa de los rusos y lograron transformar la elección falsa de los rusos. Aquí en México, vemos sitios con noticias falsas, pero no de los rusos, sino de los propios mexicanos. Estamos viendo nuevos medios falsos de México, que se difunden con el afán de influir en el voto del 1 de julio y traer consecuencias distintas para el país. Se han hecho varias copias de El Universal, son sitios que buscan replicar los originales como para hacerse pasar por ellos y dar información falsa. No van a incidir notablemente en las elecciones, el INE acaba de llegar a un acuerdo con Facebook para detectar la información falsa, porque lo que puede pasar es que le digan a la persona que no pueden ir a votar porque su documento no funciona o le digan que se tiene que votar de determinada manera cuando es al revés, esas cosas más prácticas pueden afectar. Mover la intención de voto no creo que eso suceda, la gente que está con un candidato va a seguir así, sí creo que como sociedad nos va a afectar, porque nos va a polarizar más, la gente puede usar información falsa para defender su proyecto frente a otro y entonces lo único que va a ser va a distanciarnos más como sociedad.

–¿Tú estás en contra de las redes sociales?

–No, no estoy en contra de las redes sociales. Las redes sociales e Internet sirven para dar información que por otros medios no se conocería, sirven para conectar a la sociedad, pero hay personas y medios que las pueden utilizar para su propia causa y para crear confusión. Eso es lo que vemos con las noticias falsas.

–Tú hablaste de los rusos y hay gente que dice que los rusos ayudan a Andrés Manuel López Obrador

–Los rusos ni se interesan por México, hay una cadena rusa que se habla de propaganda de ese país, pero de ninguna manera influirá en las elecciones mexicanas. México no es Estados Unidos, no tiene importancia para Rusia y por otro lado somos un país menos digital que los Estados Unidos, aquí se siguen contando los votos a mano, es mucho más difícil incidir en una elección. La nuestra será una elección sucia en términos de propaganda, pero hay que agregar que en esta elección la mitad de los mexicanos tiene acceso a Internet, habrá campaña sucia por las redes sociales. Los usuarios tendrán que ver lo bueno y lo malo y decidir con consciencia.

 

Un libro imprescindible de Esteban Illades. Foto: Especial

2 LOS NUEVOS MEDIOS DE “INFORMACIÓN”

En 2001 el director estadounidense Richard Linklater escribió una película llamada Waking Life (en México se tradujo como Despertando la vida). La trama de la película es casi inexistente: un personaje sin nombre participa en distintas discusiones filosóficas que no necesariamente están conectadas entre sí.

Sin embargo, la manera en que fue filmada hizo que varios críticos la incluyeran en sus listas de lo mejor del año. De inicio, todas las conversaciones se grabaron en video digital, y ya que se tenía el material, un grupo de ilustradores utilizó la técnica de rotoscopio para dibujar sobre la cinta. El resultado fue que las conversaciones, reales pero con una capa sobreimpuesta de animación, adquirieron una especie de efecto de sueño lúcido.

Las viñetas variaban en tono y contenido. Linklater entrevistó desde actores de cine (Ethan Hawke y Julie Delpy) hasta químicos orgánicos y profesores de filosofía. De repente, en medio de la película, aparece un tipo en un coche. El hombre, de pelo negro y talante enojado, porta un micrófono conectado a una bocina en el techo de su automóvil. El hombre vocifera lo siguiente:

No sé ustedes, pero a mí me preocupa lo que está sucediendo en el mundo. Me preocupa la estructura. Me preocupan los sistemas de control. Ésos que controlan mi vida y ésos que buscan controlarla ¡todavía más! […] El siglo XXI va a ser un nuevo siglo. No va a ser el siglo de la esclavitud. No va a ser el siglo de las mentiras ni de los temas irrelevantes […] La verdad está ahí frente a ustedes, pero ellos [los políticos] les presentan un bufet de mentiras. Estoy harto y no voy a comer de ahí, ¿me entienden?

Conforme avanza el discurso, y gracias al rotoscopio, el hombre pasa de blanco a rojo en dos minutos. Al final ya es color morado. En los créditos no queda claro si se trata de un personaje o alguien de carne y hueso. Su nombre oficial es “hombre con altavoz”, y quien lo interpreta es Alex Jones.

Jones, un texano radicado en Austin desde hace décadas, se hizo famoso a nivel local a mediados de los noventa. Después de graduarse de una escuela técnica local, y sin mayor preparación en medios, aprovechó que la ciudad de Austin contaba con un canal de Public Access Television, o “televisión de acceso público”. Este tipo de canales, sin mayor presupuesto y con equipo mínimo, están abiertos para que cualquier persona interesada en el medio pueda utilizarlo. Jones produjo sus primeras transmisiones ahí, hasta que su padre, un dentista que conocía a alguien en una televisora local, consiguió que le dieran un espacio a cambio de patrocinar la estación.

Desde un inicio, Jones presentó teorías de conspiración como hechos. Su favorita era la del “nuevo orden mundial”, ese supuesto gobierno totalitario y clandestino que controla a las grandes organizaciones del mundo. Por más raro e imposible que sonara, el tono que ocupaba —enojo, llanto, vehemencia— daba poder a sus palabras. De pronto se convirtió en una estrella local con un programa de radio de buena audiencia. Con la llegada del internet su alcance se multiplicó.

Pasó a la radio en línea y a la producción y distribución de seudodocumentales de bajo presupuesto que se compartían en la red por personas que creían lo mismo que él: todo era una gran cortina de humo. Según Jones, el gobierno estadounidense era responsable del atentado terrorista de Oklahoma, en el que 168 personas perdieron la vida el 19 de abril de 1995. A raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001, utilizó su programa de radio para decir que las Torres Gemelas fueron destruidas por el gobierno de Estados Unidos, ya que era “imposible” que la turbosina de los aviones generara suficiente calor para tirar los rascacielos.

Entre 2006 y 2007 ayudó a producir un “documental” web llamado Loose Change (Cambio suelto), en el que se daba juego a ésta y otras teorías sobre los atentados —aquellas que dicen que las explosiones fueron hechas con bombas dentro del edificio—. La película tuvo un costo de 6 000 dólares y llegó a los 10 millones de visitas en una época en la que Youtube apenas se acercaba a lo que es hoy.

Su público se hacía llamar Truther Movement (algo así como “movimiento de quienes buscan la verdad”), y fue el que catapultó a Jones al estrellato de la conspirología estadounidense. El éxito de Jones lo radicalizó todavía más: como la gente respondía a sus teorías más extremas e infundadas, mudó en el espectro político hacia la extrema derecha.

Entre tantas otras cosas, Jones sostiene que el gobierno estadounidense tiene armas que son capaces de crear tornados. Sin duda alguna, su teoría de conspiración más grande —y por mucho la más cruel— es que la masacre de Sandy Hook, en la que una persona asesinó a 20 niños de entre seis y siete años el 14 de diciembre de 2012, fue “una farsa”. Según Jones, los niños eran actores que contrató el gobierno de Estados Unidos para crear un atentado falso con el fin de prohibir el uso de armas.

Hasta ese entonces, Jones era limitado a ese espectro de audiencia. A nivel nacional poca gente lo tomaba en serio y jamás le daban espacio para compartir sus puntos de vista. Su sitio de internet Infowars (“guerra de información”) tenía un tráfico aceptable sin competir con los números de los medios de comunicación tradicionales. Su trabajo era parte un nicho.

Luego vino el fenómeno Donald Trump.

La comentocracia estadounidense no se divide como tal en el eje derecha-izquierda, sino en una versión parecida mas no igual: conservador-liberal. A pesar de ello, este eje no es del todo estricto. En el caso de Andrew Breitbart, por ejemplo, había conservadurismo en muchos aspectos, pero liberalismo en otros. Breitbart, en un inicio socio de Arianna Huffington, con quien creó The Huffington Post, uno de los primeros sitios de noticias exclusivamente en línea, transitó por varios medios de internet —entre ellos The Drudge Report, la antítesis de The Huffington Post— hasta que decidió crear su propia página, a la que nombró como su apellido: Breitbart.

Desde su fundación en 2007 hasta la muerte de Breitbart en 2012, por un infarto a los 43 años, el sitio era algo distinto al resto de los agregadores —sitios que replican contenido sin añadir nada nuevo— y blogs de la época. No se trataba simplemente de reunir noticias publicadas ni escribir opiniones controvertidas para generar tráfico: Breitbart publicaba cosas que no se podían leer o encontrar en otros lados, en parte por ser noticias sobre temas que ocurrían dentro del propio internet, y en parte porque lo que un periodista llamaría “interés noticioso” no estaba del todo ahí.

El éxito más importante de Breitbart durante la vida de su fundador fue la viralización de una foto que se tomó a sí mismo —lo que hoy se conoce como selfie— Anthony Weiner, legislador casado que representaba a Nueva York en el Congreso federal, en 2011.

Weiner tenía la intención de mandar un mensaje privado a través de Twitter a una seguidora, y por accidente hizo pública una foto de sus genitales. Breitbart se encargó de difundirla durante los días siguientes, así como de encontrar a otras mujeres que también recibieron fotografías de Weiner o mensajes sugerentes a través de sus redes sociales.

Weiner terminó por renunciar a su escaño y de paso se disculpó con Andrew Breitbart, a quien, desesperado por la publicación de la nota, acusó de hackear su cuenta de Twitter para hacerlo caer en desgracia.

(Weiner, un personaje tóxico, resurgió años más tarde, y por un momento se pensó que podría ser gobernador de Nueva York. Sin embargo, un nuevo escándalo lo derribó. Por tercera ocasión generó un escándalo nacional que, algunos argumentan, le costó la presidencia a Hillary Clinton).

Después de la muerte de Breitbart, el sitio aceleró su transición hacia la derecha radical. En su lugar quedó Steve Bannon, un exbanquero de Goldman Sachs y exproductor de películas en Hollywood cuya mayor obsesión eran los daños que la globalización y los grandes bancos causaban a su país y gente: los estadounidenses blancos de clase baja.

Bajo el liderazgo de Bannon, Breitbart dejó atrás las notas tipo Weiner —sensacionalistas pero comprobables—y las sustituyó por otras que se basaban en estudios desacreditados, rumores sin confirmar o fuentes anónimas, todas envueltas en un estilo narrativo que despotricaba contra lo que se percibiera como antiestadounidense: la religión musulmana, los mexicanos, la cultura afroamericana y cualquier influencia extranjera en general. Como bien recuerda Juan Pablo García Moreno, Andrew Breitbart llegó a referirse a Bannon como “el Leni Riefenstahl del movimiento del Tea Party”.

Al igual que Infowars, Breitbart tenía un público muy peculiar. En Infowars estaba la conspiración desatada. Los que creían que el gobierno le pone flúor al agua para volver a la población gay, por ejemplo. En Breitbart había un público similar mas no igual: ahí la gente pensaba en otro tipo de conspiraciones y tenía otro tipo de quejas. En 2016, por ejemplo, el encabezado de un artículo decía: “¿Preferirías que tu hijo tuviera feminismo o cáncer?”

Ambos universos se entrelazaron a partir de 2015, cuando Donald Trump decidió ser candidato a la presidencia de Estados Unidos.

“Tienes una reputación asombrosa. No te defraudaré.” Esto le dijo Donald Trump, de manera textual, a Alex Jones el 2 de diciembre de 2015, cuando éste lo entrevistó para su programa en Infowars. 1 Entre sus invitados, Jones nunca tuvo un personaje conocido más allá de su círculo de conspirólogos. El 2 de diciembre se enlazó vía videollamada con el precandidato que lideraba las encuestas de uno de los dos partidos nacionales. Quien no conociera a Jones o Infowars a partir de ese momento lo haría.

Trump se mantuvo en contacto con Jones durante la campaña, y el locutor llegó a repetir en varios programas que hablaba por teléfono con Trump candidato y más tarde con Trump presidente. Según Jones, Trump era quien lo buscaba a él para asesorarlo sobre cómo manejar el país.

Por el otro lado de la conspiración, después de echar a sus dos primeros jefes de campaña, Corey Lewandowski y Paul Manafort, Donald Trump se acercó a Steve Bannon para pedirle que estuviera al frente en el trecho final rumbo a la elección. Aunque Trump prometió construir un muro fronterizo con México y que haría lo posible para evitar el ingreso de musulmanes a Estados Unidos, hasta la llegada de Bannon sólo eran dichos. Bannon fue el encargado de poner en marcha las acciones y se le considera el responsable del famoso muslim ban, o la prohibición impuesta por el gobierno de Estados Unidos a la entrada de personas que visitaran cualquiera de siete países en Medio Oriente.

Bannon dejó la Casa Blanca menos de un año después de iniciar su trabajo, y el mismo día de su salida —que Breitbart reportó como renuncia, mientras que The New York Times la reportó como despido— estaba de regreso en la redacción del medio. Para sorpresa de muchos, contrario a atacar a Trump con todo, Breitbart y Bannon mantuvieron su apoyo al presidente de Estados Unidos.

Vale la pena resaltar un punto: desde que a estos medios se les relaciona con Trump, Breitbart e Infowars tienen un nivel de influencia jamás visto —según ciertas estimaciones, Breitbart llegó a ser uno de los 30 sitios más visitados en Estados Unidos durante los primeros días de la administración actual. Al día de hoy es el 60, y el 300 en todo el mundo— y esta influencia ocurre en dos niveles.

El primero se encuentra, tal cual, en la cabeza de Donald Trump, el responsable de tomar decisiones como líder de Estados Unidos. El segundo está, como consecuencia del primero, en la sociedad en general. No se trata de gente que desea conocer qué lee su presidente —o el de otro país; es muy factible que en distintos gobiernos lean Breitbart o Infowars para entender el razonamiento de la Casa Blanca— sino gente que ahora reconoce que no es mal visto creer en teorías de conspiración. Al contrario, el propio gobierno apoya abiertamente la información de estos sitios.

Un par de ejemplos son notables. Por una parte, Breitbart e Infowars cuentan con acreditaciones de prensa a las conferencias del vocero de la Casa Blanca. Infowars sólo ha recibido acreditaciones temporales y no permanentes, pero gracias al apoyo de la administración Trump, Jerome Corsi, corresponsal del sitio en Washington, pudo asistir a una conferencia de prensa hace unos meses.

Por otra, el presidente mismo se encarga de difundir lo que publican estos sitios. En cuanto a la gente que trabaja dentro de su administración, varios son vulnerables a propagar datos incorrectos e incluso mentiras, como Scott Pruitt, quien es el jefe de la Environmental Protection Agency (EPA, Agencia de Protección Ambiental). Pruitt, en una de sus primeras apariciones públicas, afirmó que no hay una conclusión definitiva de que la actividad humana tenga consecuencias sobre el cambio climático, algo que contradice a casi todos los expertos en el tema y la propia investigación de la agencia que dirige.

Meses más tarde, durante el azote del huracán Harvey a la ciudad de Houston, la EPA incluso tuvo un percance con la Associated Press (AP), la agencia de noticias decana de Estados Unidos. En un comunicado sobre su cobertura, la tachó de ser “engañosa” por resaltar con pruebas, que la EPA no estaba haciendo su trabajo correctamente. El comunicado, sin firma, declaraba que el texto de la AP estaba escrito desde la “comodidad” de Washington y no reporteado en Houston —cosa que era falsa— y, más importante aún, citaba una nota de Breitbart para desmentir a la agencia.

Es indudable que todos los gobiernos mienten en mayor o menor medida, pero en Estados Unidos los ciudadanos estaban acostumbrados a que las agencias especializadas, por ejemplo la EPA, o el Bureau of Labor Statistics (BLS, Oficina de Estadísticas Laborales) emitieran datos confiables. Con la llegada de Trump los números y datos perdieron la certeza que los caracterizaba, y cada vez más se cuestionan incluso los datos que antes eran tomados como certeza.

Para ello, Kellyanne Conway, quien entró a dirigir la campaña de Trump en su último trecho junto con Steve Bannon, utilizó al principio de la presidencia una frase que definió la nueva postura. Alternative facts, o datos alternativos, fue su respuesta cuando el vocero de la presidencia fue sorprendido al declarar una mentira.

El ejercicio se ha vuelto sencillo. No sólo el gobierno apoya la difusión de mentiras y datos falsos, sino que el internet y las redes sociales han sido muy bien utilizados por gente cuyo negocio es la desinformación: la idea es “crear contenido” —la distinción lingüística es interesante: contenido implica la descripción de un producto, no una noticia— y conseguir que éste se disperse lo más que se pueda.

Mientras más gente lo lea, mientras más se comparta, más dinero generará quien lo creó. Lo de menos es que rebaje el discurso y contribuya a una sociedad más confundida.

Esteban Illades. Foto: SinEmbargo

Esteban Illades es editor en la revista Nexos y columnista en el periódico Milenio, donde cada viernes publica “Contexto”, un espacio en el que presenta información para que el lector pueda entender mejor las noticias semanales. Su interés por las fake news lleva muchos años, pero se intensificó cuando cubrió la Convención Nacional Republicana de 2016, en la que ese partido nominó a Donald Trump como candidato a la Presidencia de Estados Unidos. Desde entonces se ha dedicado a investigar el fenómeno e intentar desmentir las falsedades que día a día circulan por internet. Su libro anterior, La noche más triste, sobre la desaparición de 43 estudiantes normalistas en Iguala, Guerrero, fue publicado por Grijalbo en 2015.

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