CRÓNICA | Vicentico, cual Buki del rock, canta al amor en el Auditorio

24/04/2015 - 12:00 am
El líder de Los Fabulosos Cadillacs enfrentó algunos problemas de sonido al principio de su show en el Auditorio Nacional. Foto:Notimex
El líder de Los Fabulosos Cadillacs enfrentó algunos problemas de sonido al principio de su show en el Auditorio Nacional. Foto:Notimex

Ciudad de México, 24 de abril (SinEmbargo).- “No me gusta para nada el pop, pero cuando Vicentico hace pop, me encanta”, dice alguien como al pasar. La opinión grafica cabalmente la sustancia que anima el fuego de Gabriel Fernández Capello (Buenos Aires, 1964), quien con seis discos en solitario y un instinto prodigioso para las canciones románticas y sentidas, llega al borde del precipicio sin paracaídas y reina allí en la línea peligrosa donde todo puede volverse cursi y poco elegante, evitando, precisamente, tornarse cursi y poco elegante.

Puede que no hayas escuchado nunca un bolero, pero si el líder de Los Fabulosos Cadillacs entona “Algo contigo”, el himno meloso de Chico Novarro, sentirás disolverte en la butaca.

A lo mejor no sabes que “Tiburón”, el ritmo salsero de protesta que el argentino interpreta moviendo la cadera y haciendo pasos de baile diminutos y un tanto graciosos, es obra del panameño Rubén Blades y ha sido “versionada” por muchos artistas antes de que Vicentico decidiera reinventarla.

Que “El cantante” no es de Andrés Calamaro (que la grabó en el disco homónimo de 2004), sino del trágico y talentoso puertorriqueño Héctor Lavoe (1946-1993).

Que las referencias sirven a la hora de describirlo: componiendo accede a la virtud de la melodía pegadiza como lo hace ya desde hace muchos años y de forma virtuosa su amigo personal Andrés Calamaro.

Que cuando canta temas de amor o de ese género un tanto híbrido conocido como balada pop, saca al Cristian Castro –al que ha dicho admirar con fervor en muchas oportunidades- que lleva dentro y honra –queriéndolo o no- al Sandro de América, ese “gitano” falso que inventó un estilo inimitable y se hizo grande a fuerza de sensualidad extrema y una voz de terciopelo difícil de olvidar.

Canciones de su disco Ultimo acto y de trabajos anteriores como solista, así como varias de LFB, diseñaron su repertorio en El Coloso de Reforma. Foto: Cuartoscuro
Canciones de su disco Ultimo acto y de trabajos anteriores como solista, así como varias de LFB, diseñaron su repertorio en El Coloso de Reforma. Foto: Cuartoscuro

Pero Vicentico se define mejor sin paralelismos ni comparaciones. Si hay genialidad en su música en solitario –y la hay- es porque su música funciona como una condensación de muchos paradigmas: Un Roberto Carlos aquí, un LFB allá, siempre con voluntad de crooner y una garganta cascada que agrega hondura a la canción alegre e ironía a la tonada melancólica.

Como reinventor de estilos y fundador de una corriente propia, es el Buki del rock, el que le canta al amor en un contexto extraño y saca magia allí donde artistas más convencionales y fieles al mercado respetan la ortodoxia sin entregar sorpresa alguna.

SU PRIMER AUDITORIO

Salir a enfrentar al toro del Auditorio Nacional colmado en su mayoría por jovencitas que se saben de memoria sus canciones de amor, mostró al sudamericano muy nervioso al principio, enfrentando graves problemas de sonido y la falta de sincronización –a veces incluso estuvo inactiva- de la pantalla a la derecha del escenario.

Los 25 años de tablas como frontman de Los Fabulosos Cadillacs y los 13 que lleva en su carrera en solitario increíblemente no parecen en este momento extenderle una garantía que certifique un andar cómodo y relajado por la tarima y en ese desafío autoimpuesto radica precisamente su valor, su máxima y admirable osadía.

Por el contrario, pequeño y frágil sale a entonar “Ya no te quiero”, envuelto en una atmósfera endeble y un tanto caótica que consigue disimular la banda potente que lo acompaña.

Su hijo mayor, Florián, lo acompañó en dos rolas. Foto: Notimex
Su hijo mayor, Florián, lo acompañó en dos rolas. Foto: Notimex

“Viento”, “Si me dejan”, “El diamante”, “El rey del rock’n roll” marcaron la ruta por la que el argentino, vestido con un jean gastado, una camisa a cuadros y un saco azul que se ponía y sacaba continuamente, fue relajándose para ofrecer un show a veces con la guitarra como única compañía, dejándose llevar por los potentes bronces de su orquesta y ejerciendo un dulce nepotismo con su hijo Florián, que lo acompañó en “La carta” y en “Vasos vacíos” con la que se despidió del público mexicano.

Lo que no gusta de Vicentico no gusta nada: su mano en el bolsillo, su estampa demasiado desprolija, su antipatía cuando dice al público: – Dejen de gritar, carajo.

Al Auditorio, colmado en su capacidad, poco parece importarle la displicencia de un artista que no recurre en ningún momento a discurso o concepto alguno para fortalecer su narrativa musical.

Es el hombre que canta: “No te apartes de mí” (acompañado por la voz en el video de su esposa, la actriz Valeria Bertuccelli, en un intento loable que impidió la fallida dotación técnica con la que contó en el también llamado Coloso de Reforma), la legendaria “Siguiendo la luna” (interpretada a secas, con la guitarra, desgarradoramente), “Algo contigo” (con el único acompañamiento del piano) y ya con su banda las muy celebradas “Culpable”, “El árbol de la plaza” (fuera de programa y que hizo “porque tengo ganas”), la mencionada “El cantante”, a la que siguieron la balada del italiano Franco Simone “Paisaje” y la pegadiza “Esclavo de tu amor”.

Las canciones de Último acto, el álbum reciente producido por Cachorro López, se hicieron espacio entre un repertorio caracterizado por lo ecléctico y variado, tal vez el rasgo más débil en la propuesta que Vicentico llevó al Auditorio Nacional, donde faltó por momentos el hilo que uniera en un entramado más sólido canciones tan diversas entre sí.

“Morir a tu lado”, “Solo un momento”, “Las estrellas”, “Solo otra vez”, “Creo que me enamoré”, “Basta de llamarme así” y “Los caminos de la vida” lo fueron mostrando cada vez más a tono consigo mismo y con el público que se rindió a sus pies.

Pasó la prueba. Lo hizo de menor a mayor, aun cuando no esté de más decir que en escenarios tan exigentes como el Auditorio Nacional este jueves 23 de abril, lo mejor de Vicentico sin duda está por venir.

No quedó a deber. Pero hay más, hay mucho más de Vicentico en Vicentico. Hasta la próxima.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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