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#AsíLoViví | El S19 le quitó su casa. Ahora los trámites del Gobierno le dejan una Navidad en la calle

24/12/2017 - 5:30 pm

#AsíLoViví | Angélica Barbosa fue sobrecargo en Mexicana de Aviación durante 23 años, cuando cumplió siete años de jubilación dejó de recibir su pensión: la empresa quebró y dejó a 8 mil 500 empleados directos, más de 15 mil indirectos y 450 sobrecargos jubilados en el limbo.

El pasado 19 de septiembre sufrió una nueva pérdida: el departamento en el que vivió durante 30 años tuvo daños irreparables por el sismo y lo dejaron inhabitable. Hoy, a más de tres meses del terremoto, no sabe a ciencia cierta qué rumbo tomará el tema de la reconstrucción.

Angélica pasará una Navidad sin su casa.

Ciudad de México, 24 de diciembre (SinEmbargo).- No deja de agradecer por su vida y la de su familia ni pierde la esperanza de que todo mejore a pesar de las pérdidas que ha vivido en los últimos años. Angélica Barbosa es una de las 450 personas jubiladas de sobrecargo de la extinta empresa Mexicana de Aviación. Recuerda que sin más, en septiembre de 2010 dejó de percibir los recursos por los que trabajó durante 23 años para asegurar su futuro. Siete años después, en el mismo mes, exactamente el 19 de septiembre a las 13:14, la tierra se sacudió con furor y estropeó su patrimonio, el hogar que por tres décadas habitó con sus seres amados.

Han sido dos golpes en su vida y ahora pasará una Navidad sin casa: primero la pérdida de su empleo y después la de su departamento. Pero se mantiene firme y continúa. Hoy, Angélica cuenta con un trabajo y afirma que luchará hasta ver su casa de pie nuevamente, aquella torre de 7 pisos que albergaba las historias de 28 familias que hoy por hoy son damnificadas.

“Fui sobrecargo de Mexicana de Aviación. Han pasado siete años desde que la empresa quebró y dejó sin empleo a miles de personas y a mí y otros 450, sin pensión. Fue una pérdida tremenda. Después de volar más de 23 años resulta que me quedé sin nada. Ahora, el terremoto dejó mi casa inhabitable, cuando lo vi se me apachurró el corazón”, contó a SinEmbargo.

El pasado martes 19 de septiembre, Angélica se encontraba laborando en el décimo piso del edificio en el que trabaja, en la colonia Del Valle.

Esta es la historia –durante y después del terremoto– contada en voz de Angélica:

Aunque viví el sismo de 1985 en la Ciudad de México, no temía a los temblores, pero esta vez entré en pánico, el corazón me decía que algo estaba mal. Pensé que no volvería a volver a ver a mis hijas. Perdí el control de mis nervios. Gritaba “nos vamos a morir”.

Cuando el protocolo lo permitió, bajamos por las escaleras de emergencia. Después supe que aquí en la colonia Del Valle se habían derrumbado algunos edificios, aún más me preocupé por Angélica y Karen, mis hijas de 24 y 22 años.

Angélica no tiene certeza de lo que ocurrirá con el departamento en el que vivió por 30 años. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

Me tranquilicé un poco cuando supe que mis hijas y su papá estaban a salvo, sin embargo, seguía intranquila, algo me decía que no todo estaba bien.

Le escribí a Lulú, una vecina y amiga para saber cómo estaba porque siempre se asusta mucho con los temblores. Me dijo: “Nuestra casa, amiga”, acompañada de una fotografía del exterior del edificio. Caí de sentón en la banqueta. Estaba impresionada. Eso era lo que me estaba avisando el corazón.

Caminé para encontrarme con una de mis hijas. Fueron cuadras y cuadras, la avenida Insurgentes era un caos, como toda la ciudad. Después de varias horas por fin llegamos. Cuando vi mi casa así se me apachurró el corazón.

Los vecinos me contaron que afortunadamente no había personas fallecidas, aunque sí hubo gente lesionada porque cayeron tinacos de agua: un descalabrado, alguien más con fractura de peroné, un desmayado. Somos muy bendecidos en ese edificio porque no hubo muertos.

Para esa hora, alrededor de las 4 ó 5 de la tarde, Loky, nuestro perro, era el único que permanecía dentro del edificio, estaba encerrado en el departamento. Estábamos muy preocupadas porque él es parte de la familia.

Angélica, mi hija, entró para intentar sacarlo, pero la puerta estaba atascada. Cuando bajó sin él pensé que algo malo le había pasado, me asusté mucho. Un vecino nos ayudó y ahora está muy bien, aunque durante al menos 10 días casi no durmió y se mantuvo en alerta.

A pesar de todo, he sido muy afortunada: mis hijas y toda mi familia está bien, además una tía nos ofreció un departamento para vivir mientras pasamos el proceso de reconstrucción del que aún no sé con exactitud cuándo pasará. El edificio aún no es demolido y no tengo certeza de qué pasará.

Además, a diferencia de muchas otras personas damnificadas, nosotros –por fortuna– pudimos hacer la mudanza con precaución y logramos sacar todo. Cuando sacamos el último mueble me despedí del departamento y le di las gracias:

Fui tan feliz allí… le di las gracias por seguir de pie y por permitirnos sacar todo; le di las gracias porque no se le cayó nada a mi perro, que era el que estaba adentro; le di las gracias por haberme dado tantos momentos hermosos, por haber sido mi refugio. Adoraba a mi departamento. Le prometí que lo vamos a hacer más seguro y más bonito. Es mi casa para la vejez, el patrimonio de mis hijas. No es el costo, es lo que hemos vivido allí.

Es dolorosa esta situación. Yo soy católica, creo en Dios y estoy certera que él nos va a abrir el camino y vamos a volver a ver nuestro edificio, nuestro patrimonio levantado.

Ahora es el verdadero sismo porque el camino es bien largo y además lleno de tramitología tremenda.

Me gustaría sentirme más arropada por la autoridad. No digo que el Gobierno tenga que solucionarnos todo, pero sí me gustaría que fuera más ágil y más fácil el tema de los trámites. Vamos muy bien, no me quejo, aunque me pregunto, ¿tantas donaciones dónde están? Probablemente vamos a tener que pedir crédito y estoy segura que esos donativos alcanzaría para todos los damnificados. Encima del golpe emocional, viene un golpe económico tremendo y ahora qué hago.

Ha sido un camino lleno de piedritas. Por parte de la Delegación Coyoacán, nos dieron el dictamen después de que los representantes vecinales del edificio insistieron. También se llevaron el cascajo, ahora falta saber qué va a ocurrir con el tema de la demolición y después, de la reconstrucción.

Cuando fue el problema con Mexicana de Aviación, pensé: soy otra antes del quiebre de la empresa. Ahora, después del terremoto, pasó lo mismo. Soy otra.

 

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