Author image

Ernesto Hernández Norzagaray

25/05/2019 - 12:05 am

Neoliberalismo de Hacienda

Los gobiernos de corte neoliberal admiten que la exclusión social es algo consustancial al modelo y, por tanto, la protesta social que provoca impone una cierta dosis de represión para que los factores reales de poder equilibren las fuerzas del mercado.

“El neoliberalismo, recordemos, es una corriente del pensamiento económico que pugna por un Estado mínimo y, además, que está al servicio de las fuerzas del mercado que son en última instancia las que imponen una dinámica a la economía”. Foto: Galo Cañas, Cuartoscuro

Tengámoslo claro.

La renuncia de Germán Martínez a la dirección general del IMSS deja una pega de inconsistencia, que algunos analistas han calificado, no sin cierto apresuramiento, como una crisis de lo que han denominado “neoliberalismo populista”.

El neoliberalismo, recordemos, es una corriente del pensamiento económico que pugna por un Estado mínimo y, además, que está al servicio de las fuerzas del mercado que son en última instancia las que imponen una dinámica a la economía.

Es decir, bajo el principio de que toda mercancía debe generar su propio mercado y si eso no sucede, el mercado se encargara de echarlo sin misericordia alguna.

Estamos hablando de la oferta de bienes y servicios, pero también de mano de obra, con mayor o menor calificación, luego entonces en un mercado que tiende hacia la automatización y especialización la mayoría queda excluida de obtener un espacio laboral.

Así, tenemos, muchos profesionistas incluso con posgrados, que el mercado laboral se encarga de decirle “no te necesito” y entonces ese profesionista tendrá que dedicarse a otra actividad, pero no a las habilidades que estudio, y que alguien le dijo que esa era la vía para alcanzar un empleo más o menos remunerado, que le garantizarían acceso a un trabajo y un salario digno.

Los gobiernos de corte neoliberal admiten que la exclusión social es algo consustancial al modelo y, por tanto, la protesta social que provoca impone una cierta dosis de represión para que los factores reales de poder equilibren las fuerzas del mercado.

Es un Estado sin mucho margen de maniobra y constantemente sometido a estos factores, lo que ha significado que gobiernos con sensibilidad social hayan buscado revertir la fórmula dándose un cierto protagonismo mediante el diseño de medidas redistributivas del ingreso a través del acceso a la salud, la educación, la vivienda o el empleo, como un mecanismo compensatorio de aquello de que cada “mercancía genera su propio mercado”.

Sin embargo, el recetario neoliberal indica que el Estado no debe gastar más de lo que tiene y eso en sociedades con una alta corrupción es nada, pero además debe tener control sobre la inflación, el tipo de cambio, el déficit presupuestal, etc. etc., y claro la independencia del Banco Central, para evitar arrebatos sentimentales, electorales o clientelares que busquen disminuir las desigualdades sociales mediante la producción de circulante, como se hacia en los tiempos de Luis Echeverría y José López Portillo, pero donde terminaba siendo más caro el remedio que la enfermedad.

López Obrador sabe, aunque su discurso sea antineoliberal, que no puede cambiar el marco de operación de su Gobierno, qué este está globalizado, y que hay instituciones neoliberales que se desprenden de los compromisos internacionales que tiene el país con los otros miembros del TLC del norte o la permanencia de México en grupos capitalistas como es el de la OECD.

Y, bueno, si su Gobierno no puede des institucionalizar el neoliberalismo, y tiene compromisos de campaña de poner en práctica políticas redistributivas, tiene alternativas acotadas y la fórmula por la que ha optado es la lucha contra la corrupción que según sus números y de otros, alcanza cantidades exorbitantes porque es sistémica, sin embargo, esa estrategia lleva su tiempo para obtener resultados porque enfrenta resistencias de los factores reales de poder que existen en el país y que directa o indirectamente se han beneficiado de las redes de corrupción.

Mucho de esto explica la virulencia de todos los días en los grandes medios de comunicación donde se trata de imponer la idea de que todo lo que esta haciendo el Gobierno federal está mal y qué no tiene futuro por lo que tarde que temprano volveremos a la realidad.

Pero la urgencia de hacer viable el proyecto de cambio se han tomado medidas de ajuste en el gasto público y Germán Martínez lo ha mostrado, ha denunciado el “neoliberalismo de Hacienda” que está asociado a los recortes en el gasto en salud que deriva en ahorros para llevar a cabo la política asistencial, es decir, becas, ayudas a madres y la tercera edad.

Y aquí cabe la pregunta, realmente qué es más redistributivo, ¿esas ayudas mensuales que se dice han servido para tener un extra, un respiro, o mejores servicios de salud colectivos?

Obviamente, para alguien que tiene un problema de salud grave, le valen los dos o tres mil pesos mensuales, porque sabe que un solo medicamento puede costar el doble o el triple y hay que comprarlo varias veces al mes.

Aquí es donde se separa la necesidad social de la necesidad política, donde se segmenta entre el mundo de los enfermos y el mundo sanos, que obviamente es mayor este último y es el que hay que atender porque es el que vota, el que genera triunfos y este poder acotado.

Están en puerta elecciones en varios estados y la intención de voto favorece a Morena, la comunicación gubernamental vive su mejor momento, la gente en general percibe que aun con problemas el Gobierno está haciendo la tarea y hay un acompañamiento del Poder legislativo, quizá menos en los estados y municipio donde hay cada personaje gobernando bajo el sello de Morena, y es probable que esa percepción traiga nuevos triunfos o sea se consolide la percepción de éxito.

Sin embargo, la apuesta del ajuste en el gasto puede llevar a lo que algunos analistas llaman “austericidio”, es decir, un menor gasto público que en el caso del sector salud traerá consigo menos instalaciones, equipamiento y medicamentos, lo que significa que mucha gente para decirlo suavemente estará desprotegida ante enfermedades que reclaman atención especializada durante periodos largos de tiempo.

Y eso, es lo que quizá vio venir Germán Martínez, la reducción del gasto en un sector estratégico que el mismo López Obrador le puso alto el listón cuándo se comprometió a que en tres años los mexicanos tendríamos “un sistema de salud equiparable al de los países de Europa del norte”.

No estoy seguro de que eso vaya a suceder, lo que si es claro es que Morena ante la debilidad de la oposición, seguirá cultivando triunfos y expandiendo su poder, pero en un contexto con un incremento de la demanda social y de recursos escasos que podría terminar en un desencanto cuándo la gente se dé cuenta que le dieron gato por liebre y decidió que vale más pájaro en mano que mil volando.

Entonces, quizá, entendamos lo que esta en juego con la renuncia de Germán Martínez.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas