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Un trabajador revisa jeringuillas con una vacuna contra la COVID-19 producida por Sinovac en su fábrica de Beijing, el jueves 24 de septiembre de 2020.

Países ricos acaparan vacunas de occidente y dejarán a los pobres las chinas. La duda es: ¿servirán?

25/12/2020 - 10:30 am

La posibilidad de que millones de personas en otros países utilicen sus vacunas le da a China la oportunidad de reparar el daño que supuso para su reputación que el brote escapara de sus fronteras, y de mostrarle al mundo que puede ser un importante referente científico. Sin embargo, escándalos pasados han reducido la confianza de sus propios ciudadanos en sus vacunas, y los problemas de manufactura y en la cadena de suministro ponen en duda si de verdad podrá hacer de salvador.

Por Huizhong Wu

TAIPÉI, Taiwán (AP) — Los países ricos están acaparando los suministros de vacunas de COVID-19 y algunas regiones del mundo podrían tener que depender de fármacos desarrollados en China para derrotar a la pandemia. La cuestión es, ¿funcionarán?

No hay ningún motivo evidente para pensar que no, pero China ha tenido escándalos en cuestión de vacunas y sus farmacéuticas apenas han dado información, ya sea sobre sus ensayos finales en humanos o sobre las más de un millón de inyecciones que dicen haber puesto ya dentro de un plan de vacunación de urgencia.

Los países ricos han reservado unos nueve mil millones de las 12 mil millones de dosis, en su mayoría occidentales, que se espera producir el año que viene, mientras que COVAX, una iniciativa global para garantizar un acceso equitativo a las vacunas contra la COVID-19, no ha alcanzado su capacidad prometida de dos mil millones de dosis.

Para los países que aún no se han asegurado una vacuna, China podría ser la única solución.

Un trabajador sanitario escanea muestras de ácido nucleico reunidas para una campaña masiva de pruebas diagnósticas de coronavirus, en un laboratorio en el municipio de Tianjin, en el norte de China, el lunes 23 de noviembre de 2020.
Un trabajador sanitario escanea muestras de ácido nucleico reunidas para una campaña masiva de pruebas diagnósticas de coronavirus, en un laboratorio en el municipio de Tianjin, en el norte de China, el lunes 23 de noviembre de 2020. Foto: Chinatopix vía AP

China tiene seis candidatas en la última fase de ensayos y es uno de los pocos países que puede fabricar una vacuna a gran escala. Miembros del Gobierno han anunciado una capacidad de mil millones de dosis el año que viene, y el Presidente, Xi Jinping, prometió que las vacunas chinas serían una bendición para el mundo.

La posibilidad de que millones de personas en otros países utilicen sus vacunas le da a China la oportunidad de reparar el daño que supuso para su reputación que el brote escapara de sus fronteras, y de mostrarle al mundo que puede ser un importante referente científico.

Sin embargo, escándalos pasados han reducido la confianza de sus propios ciudadanos en sus vacunas, y los problemas de manufactura y en la cadena de suministro ponen en duda si de verdad podrá hacer de salvador.

“Sigue habiendo un signo de interrogación sobre cómo puede China asegurar la entrega de vacunas fiables”, dijo Joy Zhang, profesora de ética y ciencia emergente en la universidad de Kent, en Gran Bretaña, señalando la “falta de transparencia de China en datos científicos y un accidentado historial en la distribución de vacunas”.

Bahréin se convirtió la semana pasada en el segundo país del mundo que autoriza una vacuna china contra la COVID-19, después de Emiratos Árabes Unidos. Marruecos tiene previsto utilizar las vacunas chinas en una campaña masiva de inmunización que debería comenzar este mes. Las autoridades chinas también estaban a la espera de recibir luz verde en Turquía, Indonesia y Brasil, mientras que los ensayos continuaban en más de una docena de países, como Rusia, Egipto y México.

En algunos países, las vacunas chinas se recibían con suspicacia. El Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha sembrado dudas de forma reiterada sobre la efectividad de la candidata a vacuna de la firma china Sinovac, sin citar ninguna prueba, y dijo que los brasileños no harían de “conejillos de indias”.

Muchos expertos elogian la capacidad china para producir vacunas.

“Los estudios parecen estar bien hechos”, dijo Jamie Triccas, responsable de inmunología y enfermedades infecciosas en la facultad de medicina de Sydney, en alusión a los ensayos clínicos publicados en revistas científicas. “Yo no me preocuparía demasiado por eso”.

China lleva más de una década reforzando sus programas de inmunización. Ha producido vacunas exitosas a gran escala para su población, como las del sarampión y la hepatitis, dijo Jin Dong-yan, profesor de medicina en la Universidad de Hong Kong.

“No hay grandes brotes en China de ninguna de estas enfermedades”, dijo. “Eso significa que las vacunas son seguras y efectivas”.

En la última década, China ha trabajado con la Fundación Gates y otros organismos para mejorar la calidad de su fabricación. La Organización Mundial de la Salud ha dado certificación preliminar a cinco vacunas chinas para enfermedades distintas a la COVID-19, lo que permite a las agencias de Naciones Unidas comprarlas para otros países.

Entre las empresas que obtuvieron esa certificación previa están Sinovac y la estatal Sinpharm, ambas desarrolladoras destacadas de vacunas para la COVID-19.

Sin embargo, el Instituto de Productos Biológicos de Wuhan, una filial de Sinopharm que desarrolla una de sus candidatas a vacuna para la COVID-19, se vio envuelta en un escándalo en 2018.

Inspectores del Gobierno descubrieron que la empresa, basada en la ciudad donde se detectó por primera vez el nuevo coronavirus el año que viene, había producido cientos de miles de dosis ineficaces de una vacuna combinada contra la difteria, el tétanos y la tos ferina por un fallo en el equipo.

Ese mismo año se reportó que Changsheng Biotechnology Co. había falsificado datos sobre una vacuna contra la rabia.

En 2016, medios chinos revelaron que dos millones de dosis de varias vacunas para niños habían sido almacenadas de forma inadecuada y vendidas por todo el país durante años.

Una enfermera presenta la vacuna contra la COVID-19 desarrollada por el laboratorio chino Sinovac Biotech en los ensayos de la segunda dosis, el 14 de agosto de 2020, en el hospital Emilio Ribas en Sao Paulo (Brasil).
Una enfermera presenta la vacuna contra la COVID-19 desarrollada por el laboratorio chino Sinovac Biotech en los ensayos de la segunda dosis, el 14 de agosto de 2020, en el hospital Emilio Ribas en Sao Paulo (Brasil). Foto: Sebastiao Moreira/Archivo/EFE

Las tasas de vacunación cayeron después de esos escándalos.

“Todos mis amigos chinos son trabajadores cualificados, acomodados, y ninguno de ellos comprará medicinas fabricadas en China. Es lo que hay”, dijo Ray Yip, exdirector nacional de la Fundación Gates en China. Dijo ser uno de los pocos a los que no le importaba comprar productos farmacéuticos fabricados allí.

China reformó sus leyes en 2017 y 2019 para endurecer el protocolo de almacenaje de vacunas y aumentar las inspecciones y multas por infracciones.

Los principales desarrolladores en el país de vacunas contra la COVID-19 han publicado algunos hallazgos científicos en revistas científicas con revisión de pares. Pero los expertos internacionales han cuestionado la forma en la que China reclutó voluntarios, el sistema de rastreo para identificar posibles efectos secundarios. Las empresas y autoridades chinas no han publicado detalles.

Ahora, tras la publicación de datos sobre la efectividad de las vacunas desarrolladas por las occidentales Pfizer-BioNTech y Moderna, los expertos esperan a ver los resultados chinos. La agencia reguladora emiratí, donde se hicieron ensayos de Sinopharm, ha dicho que parecía tener una efectividad del 86 por ciento, según datos preliminares de los ensayos clínicos. El Gobierno turco anunció el jueves que el fármaco de Sinovac tiene una efectividad del 91.25 por ciento, según datos preliminares.

Sinopharm no respondió a una petición de comentarios sobre la efectividad de la vacuna. Sinovac y CanSino, otra empresa china de vacunas, no respondieron a peticiones de entrevistas.

Para algunas personas en países donde la pandemia no parece remitir, el país de origen de la vacuna no importa.

“Pienso ponérmela, la primera que venga, si sale bien”, dijo Daniel Alves Santos, cocinero en un restaurante de Río de Janeiro. “Y espero que Dios ayude”.

Varios empleados trabajan en las instalaciones de envasado de Sinovac Biotech en PekÌn, China. Sinovac es un fabricante de vacunas chino que est· desarrollando la vacuna COVID-19 llamada CoronaVac.
Varios empleados trabajan en las instalaciones de envasado de Sinovac Biotech en PekÌn, China. Sinovac es un fabricante de vacunas chino que est· desarrollando la vacuna COVID-19 llamada CoronaVac. Foto: EFE/EPA/WU HONG/Archivo

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