¿Fin de época en América Latina?

26/02/2016 - 12:00 am
la derrota del Presidente boliviano se suman a la que sufrieron el kirchnerismo que perdió la presidencia argentina luego de doce años de tenerla en su poder y la del chavismo. Foto: AP
La derrota del Presidente boliviano se suman a la que sufrieron el kirchnerismo que perdió la presidencia argentina luego de doce años de tenerla en su poder y la del chavismo. Foto: AP

Luego de la reciente derrota que sufrió Evo Morales cuando intentaba, a través de un referéndum, modificar la Constitución, para postularse por cuarta ocasión como candidato presidencial de su partido, se han multiplicado la voces de periodistas, políticos y académicos que afirman contundentemente que en la región se está viviendo un fin de época y es incierto su futuro político.

Argumentan estos observadores que la derrota del Presidente boliviano se suman a la que sufrieron el kirchnerismo que perdió la presidencia argentina luego de doce años de tenerla en su poder y la del chavismo, que se quedó sin la mayoría legislativa sostenida durante dieciséis años, o en otro sentido, se agrega el debilitamiento de la fuerza política del PT que ha gobernado Brasil a lo largo de los últimos dieciséis años, incluso los gobiernos de la Concertación de partidos por la Democracia, ahora Nueva Mayoría, que han gobernado Chile veinticuatro de los últimos veintiocho años o de Alianza País, que con Rafael Correa lleva diez años dirigiendo los destinos de Ecuador.

Sudamérica, como es conocido, luego del largo periodo de las dictaduras militares fueron llegando partidos de orientación de izquierda y lograron consolidar clientelas políticas sólidas gracias a los excedentes económicos que producían las materias primas en el mercado internacional.

Se impulsaron además políticas asistencialistas que significaron que millones de latinoamericanos recibieran beneficios redistributivos, y eso explica en parte, que sus promotores se hayan mantenido en el poder.

Sin embargo, en los últimos años este modelo económico frecuentemente personalizado se ha vuelto insostenible producto de la caída de los precios de las materias primas, especialmente el gas y el petróleo. Este modelo primario exportador drenaba grandes cantidades de dinero fresco a los gobiernos de Brasil, Venezuela y Ecuador, y cuando disminuyeron generaron problemas de liquidez y sus gobernantes se vieron en la necesidad de hacer recortes en el gasto público provocando malestar social y esta molestia se organizó y cuestionó el rendimiento del gobierno a través de movimientos más o menos articulados.

Por si esto fuera poco, en varios de los países sudamericanos estallaron escándalos de corrupción que pusieron en entredicho a las familias de los mismos presidentes y presidentas. El mayor escándalo fue en Brasil con el llamado “mensalao”, es decir, compra de lealtades mediante un pagó de mensualidades a legisladores de la oposición para que votaran las políticas de los gobiernos del PT y esto tiene en la cárcel a altos dirigentes petistas. No terminó ahí, el desfalco de Petrobras por miles de millones de dólares fue el acabose y hoy existe una petición de renuncia o juicio político para Dilma Rousseff, lo que de prosperar reduciría las posibilidades del ex Presidente Lula da Silva de volver a postularse y ganar las elecciones presidenciales en 2018.

Justo en estos momentos organizaciones civiles y partidos están preparando una gran manifestación nacional para el 13 de marzo buscando sacar a Dilma Rousseff del Palacio de Planalto y sus promotores esperan la participación de millones de brasileños en todos los municipios del país.

Pero, no menos importante, es el supuesto trueque que realizaba la familia Kirschner con un empresario al que se le asignaba obra pública a cambio de rentar habitaciones que no se ocupaban en un hotel exclusivo en el balneario de Bariloche propiedad de los Kirchner o el uso de información privilegiada por el hijo y la nuera de Michelle Bachelet, que les significó dos millones dólares y por ello hoy están sujetos a proceso judicial mientras la presidenta chilena cae en sus niveles de popularidad.

Se dice en Brasil que paradójicamente los críticos más duros de la trama corrupta gobierno-empresarios de Petrobras, aquellos que llenan las calles y plazas de las principales ciudades cariocas, no es la clase media tradicional sino aquella que salió de las favelas y mejoró su vida durante los gobiernos petistas, y que temen volver a la pobreza ante la crisis de liquidez gubernamental.

Cualquiera pensaría que la transición hacia un modelo económico de mercado habría de llevar necesariamente a un cambio en el modelo político. Suena lógico pues con gobiernos carentes de recursos resulta imposible sostener las políticas redistributivas y exige otra distribución del poder. Una nueva reforma política en varios de estos países para reducir la presión de los gobiernos.

Sin embargo, el modelo presidencialista hasta ahora no está a discusión y tiene para rato lo que significa que independientemente del modelo económico, que algunos académicos reconocen como postneoliberal, la matriz centralista o personalista podría reforzarse.

En México, por ejemplo, el Presidente Peña Nieto ya lo está haciendo pues es quien palomea a los candidatos a gobernadores de su partido con un claro sesgo empresarial.

El triunfo de Mauricio Macri en Argentina ya da algunos indicios hacia donde se podrían orientar los gobiernos si los medimos en clave de políticas sociales y de empleo. En estos días la nueva administración está por despedir a miles de funcionarios públicos buscando mediante estas medidas sanear y dar un respiro a las finanzas públicas. Pero esa solución draconiana sirve poco en el largo plazo incluso es negativa en términos electorales. Es una forma poco inteligente que llevara a perder apoyos en los siguientes comicios.

Quizá, por eso se dice, que las elecciones presidenciales en Brasil, Colombia y México, de 2018 serán claves para saber si lo iniciado por Macri será la pauta para el resto de países con los subsecuentes efectos sociales, es decir, gobiernos proclives más a la administración de recursos escasos que a mantener políticas fiscales que generen dinero y sostener políticas distributivas.

Mientras esto ocurre el malestar se extiende en América latina y en sus frágiles democracias, cada día es mayor el deseo de cambio, pero la solución no radica cambiar un partido sino como administrar eficiente y honestamente los recursos del gobierno.

Finalmente, los ciudadanos de todos los países de la región están molestos con los excesos y la impunidad de sus políticos: Las coimas argentinas, los moches mexicanos, los mensalaos brasileños o el manejo de información privilegiada, para realizar negocios privados, entonces la lucha contra la corrupción será quizá el primer desafío para los nuevos gobiernos con este o con otro modelo político. Sin medidas de este tipo el panorama se torna más incierto que el destino político del Presidente Evo Morales.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.
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