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Roberto Saviano

26/03/2019 - 12:05 am

Mis palabras van a juicio, el Ministro escapa

Estoy listo para ser juzgado por un crimen de opinión, así podré reiterar lo grave que puede ser la estrategia que está liderando esta política que pretende hacer coincidir al Estado con el Gobierno.

“Este proceso por el que seré juzgado, sin más, obligará a Matteo Salvini a decir la verdad, o por lo menos, lo hará pronunciarse bajo juramento, ante un espacio de verificabilidad, lo que hasta ahora no ha sucedido”. Foto: Twiter, @matteosalvinimi

Llamé al Ministro del Interior “Ministro de la Mala Vida”. Reitero por completo mi definición, la defiendo de manera legítima. Salvani, en cambio, decidió retirarse del proceso.

El año pasado definí (en la redes sociales y en el periódico La República) al Ministro del Interior, Matteo Salvini, “Ministro de la Mala Vida” (lo que podría traducirse como “Ministro del Inframundo”), citando un reconocido ensayo (publicado en 1910 bajo el mismo título) que Gaeteano Salvemini escribió para criticar a Giovanni Giolitti (presidente del consejo de ministros del Reino de Italia) quién, como Matteo Salvini, utilizó al sur de Italia únicamente para ganar votos sin una comprensión real y sin conocimiento de sus problemas y, por lo tanto, sin trabajar para resolver las plagas que afligen al sur (y que todavía lo afligen) y que detienen su desarrollo económico y democrático. Durante un discurso público celebrado en Rosarno, un pequeño pueblo en Calabria, Salvini le dedicó a la banda criminal “ndrangheta” únicamente 40 segundos de un discurso de 27 minutos, mostrando así su completa ignorancia acerca de los problemas reales de una región donde opera una de las mafias más poderosas y brutales del mundo. Además de esto, debemos señalar que al presentar la demanda, el Ministro Salvini, utilizó el membrete de Viminale (la oficina del Ministerio Interior) algo que jamás había ocurrido. Ahora los magistrados competentes, han decidido enviarme a juicio. Los enfrentaré con orgullo, y lucharé con la única arma que tengo en contra de la terrible conducta del Ministerio: las palabras.

Sí, confirmó la noticia. Seré procesado. Seré procesado por llamar al Ministro del Interior “Ministro de la Mala Vida”. Reitero mi definición, la defiendo de manera legítima y voy con serenidad y con cierta altivez al proceso. Yo, ciudadano como muchos otros, como todos, seré procesado; el Ministro en cambio, decidió retirarse del juicio, seriamente y justamente espantado por el hecho de que su conducta en el caso Dicioti puede provocarle una condena. El funcionario usó la pantalla y el chantaje político para obtener el apoyo de su aliado en el Gobierno, aquel M5S que estableció una barrera al movimiento xenófobo y que terminó siendo su muleta al Gobierno.

Este proceso por el que seré juzgado, sin más, obligará a Matteo Salvini a decir la verdad, o por lo menos, lo hará pronunciarse bajo juramento, ante un espacio de verificabilidad, lo que hasta ahora no ha sucedido. Él se encuentra en el espacio más simple de la propaganda, donde cada mentira se manipula, y es construida y sembrada sobre el terreno de la bilis, de la frustración de un país desorientado del cuál, ahora, y sólo ahora busca su consentimiento.

Estoy listo para ser juzgado por un crimen de opinión, así podré reiterar lo grave que puede ser la estrategia que está liderando esta política que pretende hacer coincidir al Estado con el Gobierno. La postura que continuamente tiene el Ministro, la queja que presentó con membrete –de tal modo que fue la institución, la del ministerio la que presentó los cargos y no la de la persona privada– es la que sostiene en Twitter, en la política de 280 caracteres, en donde continuamente pierde los límites. La estrategia es la usual: permitir cualquier manifestación de libertad de expresión a quién no hace ruido, a quién se pierde entre las voces poco influyentes o genéricas y elige castigar y perseguir a quién, por el contrario, tiene una voz, que por cualquier razón se distingue y se difunde como un eco. Es ahora, que se prefiere castigar para aislar, esta es una evolución inteligente de aquello que Italia conoció en el texto único de las leyes de seguridad pública de 1931, con las cuáles se introdujo el relato de ofensa al líder (por el que fueron condenados cinco mil en Italia). Muchos, tantos.

Ahora, esto no resulta un acercamiento forzado porque no es un aproximación. Es simplemente una historia de cómo burlonamente, desde siempre, tendemos pasar la crítica, también la fuerte, al poder como difamación. Es claro, el delito de difamación sirve para proteger a cualquiera que se sienta víctima de calumnias, yo mismo lo hice cuando me sentí solo contra el poder de los Tg Berlusconi Nani, contra políticos como Maurizio Gasparri, que utilizó su carisma para evitar el proceso.

Salvini, usted es un ministro, pero estoy orgulloso de poder testimoniar, como mis ideas, el desprecio político y humano que tengo hacia usted y hacia todo el partido (históricamente comprometido con una lucha racista dirigida al sur de Italia), hacia su bajo populismo, término que indica y debe ser reiterado, engañar al pueblo mostrando que se está actuando a su favor. Soy feliz de poder expresar todo mi desprecio hacia esta pantomima que le alquiló a usted como representante del pueblo en el Gobierno, que se opone a la élite, de la cual, en cambio, es usted la versión más decadente. Usted llama élite a todo lo que lo critica, a todo lo que lo sorprende en sus errores, que lo descubre en sus contradicciones y llama a todo el pueblo que está sobre su espalda, un aliado fiel. ¿Cuál es el automatismo que lo convierte en el intérprete del sentir del pueblo? ¿Qué lo convierte exclusivamente en representante de esta parte política?

Es aquí donde llega la necesidad de la queja y la obligación que me llevó a los tribunales: la búsqueda de aislamiento de las voces que desentonan, porque el pueblo no debe tener una cara, debe sólo dar aplausos. No debe dar siquiera un consenso razonado, pero debe dar like, a cualquier cosa insultante.

Y aquí yace el odio contra los intelectuales y hacia aquel que piensa, a quién escribe, a quién cuenta, llamados élite, o al servicio de la élite, cosa para nada nueva e insólita. Es también en esto donde se siente una continuidad. Es de uno de mis maestros, Gaetano Salvemini, que tomé la expresión de la “Mala Vita”, que él mismo usó para Gionvanni Giolitti. Imagine, ministro, que muchos piensan que debería sentirme halagado por este acercamiento, absolutamente impropio para la falta de expresiones, de capacidad, de visiones. Nada de lo que tenía Giolitti se asemeja a los nuestro ministro del Interino. Este proceso, a diferencia de ella, no me lo quitaría si pudiera. Lo confrontaré no solo en defensa de mí mismo si no también por lo mujeres y hombres libres que reaccionan, que actúan, que pelean y toman parte.

Soy mostrado como un objetivo claro para golpear, represento a todos los que criticaron con decisión y severidad la política de este Gobierno y la actividad de este ministro.

Siento que está ya es una batalla solitaria, como muchos otros acontecimientos que ocurrieron este año. Hemos estado (hablo por la parte democrática) disgregados, solitarios, creyendo que la fragilidad de los más cercanos  podría aumentar nuestra solidez. Nada es más estúpido. Solamente hemos fortalecido a aquellos que han estado comprometidos sistemáticamente, durante mucho tiempo, con la conquista democrática para una vida civilizada y todo esto está permitido porque aquellos que estaban antes no han reformaron el país. Pero me detengo.

Me detengo, es seguro que este proceso será un punto de no retorno para el tendré la certeza de  que preferí luchar diariamente en contra de las mentiras y manipulaciones Ministro Salvini. En esa sala donde obviamente seré juzgado en los tiempos infinitos que siempre tuvo la justicia italiana, sin que ningún gobernante sea capaz de remediarlos, estoy seguro de que sea cuál sea el resultado, en lo que a mí respecta, de este Ministro, que en cambio buscó, de manera sucia, su favor y su indiferencia, continuar con una vida tranquila y una carrera sin tropiezos. Matteo Salvini, mientras huyes del caso Diciotti, te veré en el juicio en el que seré el acusado, pero te aseguro que no me intimida y te prometo que con la palabra -el único medio a mi disposición- no daré tregua a tus continuas mentiras, Ministro, que muchos piensan que debería sentirme halagado por este acercamiento, absolutamente impropio para la falta de expresiones, de capacidad, de visiones. Nada de lo que tenía Giolitti se asemeja a los nuestro Ministro del Interino. Este proceso, a diferencia de ella, no me lo quitaría si pudiera. Lo confrontaré no sólo en defensa de mí mismo, sino también por las mujeres y hombres libres que reaccionan, que actúan, que pelean y toman parte.

El odio hacia los intelectuales siempre se justificó del mismo modo, Ministro.  Los intelectuales te hacen pensar, te dan elementos, pueden existir más allá del consentimiento, mientras que un político sin consenso, si no tiene votos y cae. Los intelectuales no deben renunciar y, aunque se enfrenten a un campaña de deslegitimación y de represión infinita, al único tribunal al que deben responder es al de su conciencia y al de la cualidad de su trabajo.  En fin. Temen por esto, desde siempre y en muchas partes del mundo, sobre todo cuando se alejan del del territorio académico, cuando se convierten en incontrolables, cuando sucede que su reflexiones se vuelven difusas. Es aquí donde el intelectual debe ser detenido, deslegitimizando, acusado y procesado. “Haciendo la vida difícil para Gobetti”, fue aquello que Mussolini telegrafió al perfecto de Torino. Uno de los más grandes intelectuales que China tuvo jamás, Lui Xiaobo, premio Nobel de la Paz, fue condenado al trabajo forzado en un “laogai”. Por lo tanto soy afortunado, porque aún puedo escribir, ganar dinero por mi trabajo y pagar mis abogados.

Se cree que el progreso es nuevo porque es violento, porque en el gesto de invertir la mesa hay una belleza definitiva, sin embargo, es fácil poder resumir en una frase la propia rabia. Siempre ha sido la suerte del totalitarismo, de la demagogia, poder interpretar un mundo tan complejo en pocas palabras. Y, entonces, piensas que eres nuevo cuando defines a los escritores de élite, cuando estigmatizas el sistema bancario o cuando le das a Soros todo tipo de responsabilidades porque es judío, porque es un financiero. Todo es muy simple, es todo muy viejo, ya sucedió, ya se vio en los años de 1920. No hay nada nuevo. El migrante considerado como el malvado, el invasor, el violador, el que quita el trabajo es una historia que los italianos ya han padecido, como los polacos, los irlandeses, los chinos. Los judíos que “aceleran” la vida de los Estados porque son el alma oscura oculta en los bancos, el espíritu financiero de los masones. Frases que se repiten, conceptos que llevan más de un siglo rebotando. Viejas historias que sirven para hacer el mundo simple, descontado y, por lo tanto, también permiten que una figura mediocre, como la del Ministro del Interior, Matteo Salvini, parezca un revelador de verdad.

Soy mostrado como un objetivo claro para golpear, represento a todos los que criticaron con decisión y severidad la política de este Gobierno y la actividad de este Ministro.

Siento que está ya es una batalla solitaria, como muchos otros acontecimientos que ocurrieron este año. Hemos estado (hablo por la parte democrática) disgregados, solitarios, creyendo que la fragilidad de los más cercanos  podría aumentar nuestra solidez. Nada es más estúpido. Solamente hemos fortalecido a aquellos que han estado comprometidos sistemáticamente, durante mucho tiempo, con la conquista democrática para una vida civilizada y todo esto está permitido porque aquellos que estaban antes no reformaron el país. Pero me detengo.

Me detengo, es seguro que este proceso será un punto de no retorno para el que tendré certeza de que preferí luchar diariamente en contra de las mentiras y manipulaciones del Ministro Salvini. En esa sala donde obviamente seré juzgado en los tiempos infinitos que siempre tuvo la justicia italiana, sin que ningún gobernante sea capaz de remediarlos, estoy seguro de que sea cuál sea el resultado, en lo que a mí respecta, este Ministro buscó, de manera sucia, su favor y su indiferencia, continuar con una vida tranquila y una carrera sin tropiezos. Matteo Salvini, mientras huyes del caso Diciotti, te veré en el juicio en el que seré el acusado, pero te aseguro que no me intimida y te prometo que con la palabra – el único medio a mi disposición- no daré tregua a tus continuas mentiras.

Roberto Saviano
Roberto Saviano es un periodista y escritor italiano, autor de Gomorra y CeroCeroCero, Premio Olof Palme y uno de los más reconocidos estudiosos del crimen organizado internacional. Desde 2006 vive con escolta, debido a las amenazas recibidas por los clanes de la Camorra a los que denunció.

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