VÍCTOR CAMPOS: TENOR DE GRANDES POSIBILIDADES

17/06/2012 - 12:00 am

La ópera, en especial en países como México, por no existir una gran tradición de la misma suele ser considerada por muchos como un espectáculo de élite, complejo y muchas veces aburrido. Su incomprensión cultural, ha hecho que su supervivencia en el país se vuelva todavía más difícil.

Pero la situación resulta aún más complicada para los cantantes mexicanos de ópera quienes han logrado fama mundial por mérito propio. Ante esta desventaja, las oportunidades son pocas para generar un currículum que los respalde en las principales casas operísticas del mundo. Por lo tanto, el talento mexicano tienen que emigrar al extranjero para obtener reconocimiento internacional y así recibir la atención profesional que tanto desearían en su propio país.

Sin duda, México ha dado al mundo voces de primer nivel para el arte operístico: Francisco Araiza, Ramón Vargas, Fernando de la Mora, Rolando Villazón. Sin dejar de mencionar al español Plácido Domingo, quien se formó prácticamente en el Conservatorio Nacional de Música de la Ciudad de México y en la actualidad es un fuerte promotor de talento a través del Concurso Internacional de Ópera, Operalia.

No obstante, esto no es suficiente. La realidad es que no hay esfuerzos ni interés institucional para coordinar recursos y conseguir una producción de ópera que atienda a más mexicanos y ofrezca a los artistas líricos un medio para desarrollar carreras destacadas.

“En un país de poco más de 100 millones de habitantes, la producción de ópera realizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes, a través de la dependencia encargada del área, atendió 0.2% de la población en 2010.

“Incluso la producción de ópera en México es superada por el Teatro Colón de Argentina, que en el último semestre también de 2010 produjo el mismo número que la Compañía Nacional de Ópera de Bellas Artes en todo el año. Pero la cifra es abismal comparada con el Metropolitan Opera House de Nueva York, que tan sólo en una semana ofrece cuatro producciones”, señala una nota de El Universal.

En el semillero

Víctor Campos es un claro ejemplo de talento y perseverancia. A sus 31 años este tenor mexicano, quien a pesar de haber descubierto que lo que le apasionaba era cantar ópera casi a los 20 años de edad, ha logrado mucho en tan poco tiempo.

Su debut fue en el Teatro de la Cuidad de México con la Compañía de Ópera del país en Rigoletto (Borsa) 2005, con la Orquesta Carlos Chávez bajo la dirección de Juan Carlos Lomonaco.

Tres años después cantaría Madama Butterfly (G. Puccini) con la Orquesta Sinfónica de la Cuidad de Juárez bajo la dirección de Carlos García Ruiz, y otra de entre sus destacadas participaciones fue en Rigoletto con el maestro Enrique Patrón de Rueda en el Teatro Pablo de Villavicencio en 2009.

Víctor está enamorado de lo que hace, se le nota. Hay arias que suelen ser tan significativas para él que cuando las interpreta lucha por contener la emoción.
“Es algo que te mueve, viene desde adentro, del estómago, es un sentimiento que no puedes reprimir, y eso mismo le sucede a la gente que asiste a la ópera, te conecta con ella”, explica.

Pese a su buena estrella, el camino para Víctor, al igual que muchos de sus colegas, no ha estado libre de obstáculos.

“En este medio muchas veces tú tienes que ser tu propio agente: posicionarte, buscar contactos, organizar presentaciones, en fin. No hay infraestructura. En México, prepararte para hacer una ópera bien montada se requiere el trabajo mínimo de seis meses y eso no se paga” (sic). Y sumado a esto la espera para un protagónico puede ser muy larga, lo que trunca la carrera de muchos.

“Esta carrera es como todo. Es una carrera cara, de élite, pero creo que también es cuestión de enfocarse. Veo que este país es riquísimo musicalmente. Hay muchas voces. Por ello, hay que concentrarse, querer ser el top requiere de mucho trabajo. Efectivamente hay mucha gente que se frustra, pero hay que vivir y disfrutar y dar gracias por lo que tienes”, asegura Víctor.

Víctor es un hombre con una excelente actitud porque dice que ha visto casos en los que hay muchas personas con voces espectaculares, pero simplemente no desean continuar. “Tal vez las condiciones no sean tan favorables, pero no hay que desistir”.

Por otra parte, esta carrera exige mucha preparación como el estudio diario para el aprendizaje de las obras, el cuidado de la técnica de canto, estudiar idiomas, tomar masters, cuidar la voz, la alimentación (muchos sufren de gastritis por el esfuerzo que hacen para cantar) para que en el escenario todo salga perfecto y con un gran desenvolvimiento escénico.

La historia de Víctor es muy peculiar, fue todo un descubrimiento. Curiosamente nunca mostró interés por la música pese a que su abuelo paterno era compositor y su abuelo materno tocaba el acordeón, la guitarra, y el piano. Él naturalmente decía que tenía oído pero nada más, nunca se imaginó que la vida lo llevaría por este camino.
Víctor estudiaba la preparatoria en el Colegio la Salle en Toluca, Estado de México, y un buen día llegó a la escuela cantando como Pavarotti cuando el maestro del coro lo escuchó y prácticamente lo obligó a inscribirse en la clase, de lo contrario lo reprobaría. Así fue como Víctor, a los 18 años, descubrió poco a poco lo que realmente quería hacer en su vida: cantar.

“Era bueno para imitar voces. Si escuchaba a algún cantante, actor u otro personaje inmediatamente me daba por hablar o cantar como ellos”.

Víctor dejó la carrera de ingeniería química para dedicarse a la Ópera. Un género que en un principio, le parecía que sólo se trataba de gritos - seguramente a mucha gente nos pasa o nos pasó esto-, pero al escuchar atentamente a Andrea Bocelli y leer las traducciones de lo que cantaba se dio cuenta que había algo más profundo que una simple interpretación vocal.

“Conocí a un maestro del Conservatorio Nacional de Música, Enrique Jaso, quien me metió el gusto por la ópera”. Con este interés ingresó a la Escuela Nacional de Música de la UNAM, al Taller de Ópera del maestro Jaso y participó en las orquestas de la Escuela Nacional Preparatoria dirigida por el maestro Luis Samuel Saloma y la de Cámara del Ejercito y Fuerza Aérea dirigida por Raúl García”.

Entró al Coro de la Marina a los 20 años. Aplicó en otros tantos profesionales de Bellas Artes y no se quedó, participó en varias obras sinfónicas, y finalmente decidió que su verdadera inquietud era la de ser solista. Ahora, Víctor está por comenzar una nueva etapa en su vida: Europa es el siguiente paso como tenor.

Campos Leal, originario de la ciudad de México participó en orquestas de la Escuela Nacional Preparatoria dirigida por el maestro Luis Samuel Saloma y la de Cámara del Ejercito y Fuerza Aérea dirigida por Raúl García cantó operas como: Rigoletto (Duca), G.Verdi; Pagliacci, (Arlecchino) R. Leoncavallo; La Vida Breve, (Paco) M. Falla; Die Entführung Aus Dem Serail, (Belmonte) W.A.Mozart y Lucia di Lamermoor, (Edgardo) G.Donizetti.

Entre sus últimas participaciones: Tosca (G. Puccini) dirigida por el maestro Niksa Bareza en el Palacio de Bellas Artes en el 2011, y este año con la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes en Carmen y el Stabat Mater de Rossini dirigida por Román Revueltas. Recientemente interpretó Werther de Massenet en el marco del Festival Francés con la Orquesta Filarmónica de Acapulco.

En Oratorio ha cantado el Requiem, Misa de Coronación con la Orquesta de Cámara de la Marina dirigida por Ricardo Córdoba y la Misa en Do menor de Mozart, Misa en Tiempos de Guerra de Haydn, Misa de Gloria de Puccini y Misa Criolla de Ramírez esta ultima realizada con la Orquesta Sinaloa de las Artes dirigida por el maestro Gordon Campbell.

México, exportador de talento operístico
La aportación de estos mexicanos al mundo tiene inicio desde finales del siglo XIX, cuando Angela Peralta fue la primera mexicana en pisar el escenario del Teatro de la Scala de Milán, con Lucia di Lammermoor, a los 17 años de edad, en 1862.
Otra mexicana que en ese escenario fue Fanny Anitúa originaria de Durango quien interpretó, a los 23 años, a Erda en la ópera Siegfried, de Wagner el 17 de diciembre de 1910. Convertida en una de las mezzosopranos más reconocidas en aquel tiempo, hizo carrera internacional para regresar a México e impulsar la fundación de la Ópera Nacional.

Otra importante mezzosoprano fue Oralia Domínguez, oriunda de San Luis Potosí, quien tuvo varias temporadas en ese mismo teatro en los años 50; Pina Carrillo, Gilda-Cruz Romo y el barítono Guillermo Sarabia.

Para más información:

Compañía Nacional de Ópera del INBA

http://www.inba.gob.mx/index.php/musica-y-opera.html

www.operamania.com/websites.htm

 

12 cosas que no sabías de Víctor Campos

Redacción/SinEmbargo

Redacción/SinEmbargo

Lo dice el reportero