Redacción/SinEmbargo
27/01/2015 - 12:00 am
Mover a México: Y el Gabinete, ¿cuándo?
El 21 de agosto de 2008, dolido por el secuestro y el artero asesinato de su hijo Fernando, de apenas 14 años, el empresario Alejandro Martí García, exigió ante el Consejo de Seguridad, y en presencia del Presidente Felipe Calderón Hinojosa, un reclamo social que hoy sigue más vivo que nunca, tanto en materia de […]
El 21 de agosto de 2008, dolido por el secuestro y el artero asesinato de su hijo Fernando, de apenas 14 años, el empresario Alejandro Martí García, exigió ante el Consejo de Seguridad, y en presencia del Presidente Felipe Calderón Hinojosa, un reclamo social que hoy sigue más vivo que nunca, tanto en materia de seguridad como en el ámbito económico y de desarrollo social: “Si no pueden renuncien, pero no sigamos usando las oficinas de gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada porque eso también es corrupción”.
Desde aquel agosto, han pasado ya más de seis años. El gobierno del panista Calderón Hinojosa no pudo responder en su momento a esa exigencia. Vino el cambio de sexenio y con él, incontables y reiterativas listas de promesas porque con el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a Los Pinos sí se movería a México, sí se alcanzaría el sueño de la justicia social y el país comenzaría su ascenso para consolidarse en la cima del desarrollo entre los países emergentes.
Otra vez, a unos días de cumplirse 26 meses de la administración de Enrique Peña Nieto, nada de eso ha sucedido. Por el contrario, México está peor en todos los renglones que preocupan a la sociedad: inseguridad, bienestar de las familias, corrupción y abusos contra los derechos humanos.
Pero este gobierno en particular mostro muy pronto, en su primer año, que los elementos que lo conforman no iban a dar los resultados que Peña Nieto ofreció en su primer discurso como Presidente de la República, el 1 de diciembre de 2012 en Palacio Nacional.
Al paso de los meses, entrados ya en el tercer año de su sexenio, los problemas tradicionales del país se han recrudecido, y encima se le ha adicionado una crisis de desconfianza e incredulidad que incluso rebasa las fronteras de México. El Presidente y su Gabinete están desacreditado por la falta de avances y, ahora, por ser ellos mismos protagonista en la práctica del peor cáncer del país: la corrupción.
Aun así, el Jefe del Ejecutivo federal no se decide a mover las piezas, aun cuando desde fuera se advierte que el Gabinete está partido, que no hay cohesión para la creación y el desarrollo de políticas públicas efectivas y que, cada vez más, ese equipo ha propiciado un retroceso.
En inseguridad, lo saben y lo padecen los mexicanos en todos los estratos sociales, el avance es nulo. Además, a diario, los medios de comunicación reproducen noticias donde quienes ordenan y ejecutan asesinatos son funcionarios, políticos y miembros de las fuerzas armadas, ya sean del Ejército, la Marina, la Policía Federal o las policías de los estados y de los municipios.
La economía, a su vez, no marcha. Por más discursos optimistas, por más presunción de que las reformas estructurales, en especial la Reforma Energética, será la panacea que cure la enfermedad crónica de un sistema económico incapacitado para generar bienestar entre la población, lo cierto es que en México el empleo se da a cuentagotas y son más los que están en la calle ávidos de un trabajo para llevar pan a las mesas de sus familias.
El 1 de diciembre de 2012, Enrique Peña Nieto prometió “Mover a México” e invitó a toda la sociedad a ser parte “de esta gran transformación”.
También afirmó: “Transformar a México significa vencer los rezagos. Transformar a México implica mover todo lo que se tenga que mover: la gente, la mentalidad, las instituciones”.
Pero ya en los hechos, y a la luz del fracaso de sus primero dos años en el gobierno, el Presidente no ha movido ni a la gente, a su gente, ni a las instituciones. Lo que sí ha evolucionado es la mentalidad de la ciudadanía, cada vez más consciente de que en sus manos está el cambio, y que para lograrlos es necesario protestar, evidenciar los abusos y a los corruptos, señalarlos todo el tiempo con el dedo para que se les investigue y se les detenga.
México no puede seguir como hasta ahora. La urgencia de cambiar a los hombres y mujeres que no han dado resultados positivos al país en el Gabinete legal y en el ampliado, es un reclamo que no puede ser desoído por el Jefe del Ejecutivo federal, cada vez rodeado de menos personas que aporten ideas a favor del bien común, y más de aquellos que babean por más y más poder.
“Si no pueden renuncien, pero no sigamos usando las oficinas de gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada porque eso también es corrupción”, les dijo Alejandro Martí a los hombres del poder político hace más de ocho años. Con el mismo dolor, con el mismo punzón partiendo el alma, hoy decenas de miles claman esa exigencia. Es la hora de que Peña Nieto recomponga de una vez por todas su administración o, en su defecto, el país continuará un deterioro cuyas consecuencias, seguramente, serán aún más dolorosas y dramáticas que las que hoy presenciamos.
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