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Susan Crowley

27/07/2018 - 12:00 am

Bomarzo, y la tragedia de la belleza

Llamamos belleza a esa cualidad que provoca a los sentidos y a la contemplación y exalta el espíritu. Así la definimos, eso es lo que creemos que es. Pero existe otro tipo de estímulo, uno que sin deleitar y complacer remueve y cuestiona lo que somos.

Bomarzo es un parque, es una historia, es ópera y es un legado del pensamiento de uno de los personajes más complejos, terribles y perturbadores que existen. Foto: Especial

Llamamos belleza a esa cualidad que provoca a los sentidos y a la contemplación y exalta el espíritu. Así la definimos, eso es lo que creemos que es. Pero existe otro tipo de estímulo, uno que sin deleitar y complacer remueve y cuestiona lo que somos. Podríamos decir que es un poder que habita en el lado oscuro, en ese sitio en el que las formas son temibles, perturbadoras. Es una belleza que incluye múltiples, sinuosos caminos. Se encuentra desde los primeros rastros de culturas ancestrales, como parte de los rituales antiguos, en el caos; su principio es la indefinición de las formas y la fuerza incontrolable de la naturaleza. Deambula en los mitos, en la poesía, en la magia y en la invocación de los dioses que silenciosos esperan a ser llamados. Esa belleza habita en el Bosque Sacro también conocido como Parque de los Monstruos, construido por Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo.

Torturado con el peso de su joroba y desesperado por la muerte de su esposa Giula Farnese, Orsini se interna en una noche eterna, entre grutas que se abren para mostrar fauces, gigantes, sirenas, titanes, gorgonas, criaturas fantásticas que conviven y que con el tiempo se convertirán en el espejo de su propia deformidad. Su historia es una suma de tristezas y desencuentros: resentimiento en contra de su familia que siempre lo despreció; frustración por el amor que la bella Giula jamás correspondió, aunque se casó con él como había sido convenido; humillación por la infidelidad cometida entre ella y Maerbale su propio hermano; ansia de sangre vengadora; desesperanza por un dolor inexplicable, sordo, ese que solo se siente en el alma, que es producto de esos humores llamados melancolía, que se dice habitan en las viseras. Orsini quería el absoluto, aprendió a desearlo, jamás lo tocó. Sin embargo, Bomarzo, el sepulcro de sus demonios, cementerio de ilusiones, se ha convertido en el libro abierto de un personaje con el que queremos recorrer la historia, cruzar a través de los siglos. Apasionado de los horóscopos, Orsini pacta con un astrólogo, Silvio Narni, quien le da un brebaje que le permitirá viajar a través del tiempo. O por lo menos eso es lo que imagina Manuel Mújica Lainez.

Conocido como el Proust de Latinoamérica, el escritor argentino viajó alguna vez a Bomarzo y en su recorrido entre los grotescos personajes y sus grutas fabulosas, descubrió los enigmas sin solución que Orsini dejó ante la promesa de que viviría eternamente. Con su novela Mújica Lainez abrió una puerta que daba acceso al imaginario de Orsini. Nutrido por el alucinante espacio, nos regala una de las piezas de mayor valor de la literatura universal, Bomarzo. A lo largo de su páginas nos adentramos en los pasillos del palacio de los Orsini en el que se gestaban herencias, guerras, incluso asistimos de la mano del deforme personaje a la famosa batalla de Lepanto y a la coronación de Carlos I. Entre oscuras habitaciones donde la intriga renacentista se gesta, nos volvemos alienados “Orsinis” y presenciamos el dolor del rechazo y la ridiculización de la que fue tantas veces víctima, para después desatar sus más más bajas pasiones.

Cómplices del asesino, celebramos la belleza de la sangre y la muerte, vengamos con él su saña contra los canallas que mataron sus sueños.

Orsini soñaba, creía tener ese derecho pero también le fue arruinado. La novela también nos hace padecer la relación humillante con Pantasilea cortesana florentina que lo explota y utiliza. De la mano del contrahecho recorremos uno de los momentos más fascinantes de la historia, el Renacimiento; un periodo, que como falsamente nos han enseñado, supone el rescate de la belleza perdida en la “oscura” Edad Media. Nada más lejano a la verdad. El Siglo XVI fue consecuencia de todos los esfuerzos por imponer un modelo que satisficiera a todos. Los artistas dejaron de ser libres y se convirtieron en esclavos de sus mecenas: dime cuánto pagas y te haré la obra que desees. Curiosamente algo semejante ocurrió a Mújica Lainez, que tuvo que vivir la casi desaparición de su novela por la censura del represivo estado militar argentino.

Hay algo más. Alberto Ginastera un músico (también argentino) y contemporáneo a Mújica Lainez, atrapado por la fascinante historia de Orsini y por la novela compuso una impresionante ópera. Se escucha poco en el mundo, su estreno fue en Washington en 1967, en Buenos Aires se canceló ya que retaba “los más elementales principios morales en materia de pudor sexual”. Otra vez, Orsini, Mújica Lainez y ahora Ginastera eran víctimas de la incomprensión de los sistemas mediocres que definen qué es el arte, algo que ocurre con bastante frecuencia en la historia.

Bomarzo es un parque, es una historia, es ópera y es un legado del pensamiento de uno de los personajes más complejos, terribles y perturbadores que existen. Conocerlos nos muestra esa otra belleza, un velo con el que el artista intenta ocultar su condición mortal, la condición mediocre en la que muchos se empeñan en vivir con el simple placer inmediato. Pulsión por la que podríamos ser capaces de dejarlo todo, de dar la vida incluso, ilusoria, frágil, efímera, inalcanzable, obliga a quien la desea a renunciar a todo, a buscarla eternamente. Exactamente la misma maldición que vivió Orsini. No es fácil visitar el Bosque Sacro, pero leer Bomarzo y escuchar la ópera nos invita a explorar la ruta iniciática en la que la belleza es gozo, cualidad pura.

@suscrowley

www.susancrowley.com.mx

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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