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RELATO | “¿Para esto vine?, ¿para ver a Pumas? En las luchas hasta sillas se avientan. Odio el futbol”

27/07/2019 - 12:02 am

“La porra de la rebel, en un sonido filarmónico construido por percusiones y trompetas que anunciaban la llegada de la batalla, invadía los espacios”, escribe Vasti Ramírez López en ¿Para esto vine?, un relato deportivo. 

Por Vasti Ramírez López

Ciudad de México, 27 de julio (SinEmbargo).– “Yo no quería venir. Odio el fútbol. Sólo van corriendo como tontos detrás del balón. No fuera Lima Lama, Handball u otro deporte porque, ahí sí, nada de nada. Sólo vine porque la maestra nos lo pidió. Pero ya para el otro domingo me lanzo a ver mis luchitas libres.”

En medio de aquel tumulto de gente, de banderas bailando al ritmo de las porras de los equipos que disputaron aquella tarde, de gritos apasionados que vislumbraban el triunfante final a favor del equipo azul y oro, y de sueños que en el aire se dibujaban formando nubes color azul turquesa que llegaban hasta el cielo para fundirse como uno solo con los rayos candentes del sol, un muchachito flacuchento, con el color del sol violento en su piel, los cabellos bailando al son del aire y un rostro como el de Voldemort al ver, despreciable, a Potter, gemía por el malvado destino que lo llevó ese domingo, 2 de octubre, al Estadio Olímpico Universitario para ver el partido Pumas contra Chiapas.

Tras la revisión de pertenencias, después de decomisar cualquier objeto que pudo haber sido protagonista de un atentado terrorista contra los asistentes como, por ejemplo, una botella de plástico, y haber sido víctima en una escena romántica sexualona con la mujer policía, quien ferozmente pasaba sus manos por todo el cuerpo para buscar artefactos peligrosos y, a la par, medir el tamaño de los senos de las mujeres o los bíceps de los hombres, el interior del estadio aparecía gigantesco y, con calma, esperaba la llegada de las y los aficionados de los dos equipos.

            “Para qué vine. Nos tocaron los asientos más ojetes, pega todo el sol y no hay techito. Ve, puro naco viene. Esos son los de la porra ¿no?… No, hay que quedarnos aquí, yo no quiero ir con ellos. Pensarán que venimos con ellos… Bueno, pero que conste que me están obligando”.

La tribuna entonaba los cantos de apoyo hacia los Pumas de la UNAM. Parecía que los aficionados de Chiapas no habían podido llegar, porque sólo uno de cien no se unía los Goyas espartanos que hacían retumbar el estadio Olímpico. La porra de la rebel, en un sonido filarmónico construido por percusiones y trompetas que anunciaban la llegada de la batalla, invadía los espacios. En el aire, formada ya una melodía, se miraba como corcheas, silencios, blancas y negras emprendían su viaje hacia el exterior para ser vehículo de la alabanza que a continuación entonaron:

Ole, ole, ole , ole, ole, ole, ole,

ole, ole, ole, cada día te quiero más,

yo soy de Pumas, es un sentimiento

que no puedo parar.

Dale, dale, dale Pumas vamos a ganar,

que esta barra no te deja de apoyar,

yo te sigo a todas partes donde vas,

cada día te quiero más.

Con sus ojos marrones, agigantados bajo la inclemencia del sol, pero con las pupilas achicadas, su voz chillona, como la de una flauta mal tocada por un niño que apenas aprende a utilizar el instrumento y su cuerpo flacuchento, tal como un palillo, Ulises, enfurecido, se prometió a sí mismo que nunca más volvería a un partido de fútbol.

El silbato, marcó el fin del primer tiempo. No más que unas cuantas pasadas del balón, una inocente caída que no prometía ningún tipo de sanción, y ni un fallido, casi, medio chueco, gol.  Los jugadores desaparecieron de la cancha. La rebel decidió tomar un descanso. El sol, incrementó su potencia y las banderas, alrededor del estadio, continuaron su baile al son del viento.

            El segundo tiempo. Los ánimos recobrados en la porra se manifestaron en los cuerpos que bailaban al ritmo de la música. El primer minuto después del descanso. Las miradas fijas en los jugadores. Un silencio abrumador en el campo del Olímpico. Una portería. Once jugadores. Veintidós en total. Dos equipos. Un solo ganador. El gol naciente.

De momento, la tribuna comenzó a inquietarse aún más. Los jugadores de los Pumas corrían en dirección a la portería de Chiapas. El balón inició su baile de un lugar a otro, a pasar de un pie a otro, a alocarse de un equipo a otro. Los nervios entorpecieron las porras. En el aire ya no habían más cantos dibujados. Un gol se estaba formando y la victoria de los Pumas, anunciada desde antes, se veía más cercana.

La cabellera, estilo Cristo, de Matías Britos bailaba de un lado a otro. El balón se iba, el balón regresaba. Hacia adelante, después hacia atrás. Cerca de la portería. Brito le lanzó al jugador derecho el balón, él se lo regresó. Corría, como un puma corría. Burló a uno, dos, tres jugadores del Chiapas.

            Brito se acercó; corrió; Brito se pasó hacia atrás, no, hacia adelante; Brito y el gol cercano; ¡Brito!, ¡Brito!, ¡Brito!… ¡los Pumas han ganado siete copas de la Liga MX!; Brito pasa el balón; ¡Erim Rodríguez denunció actos de corrupción dentro del arbitraje del futbol mexicano!; Brito recupera el balón y corre más rápido; ¡La Volpe fue acusado de acoso sexual en 2014!; los chinos de Brito se mueven más que él; ¡en 2012 Omar “El Gato” Ortiz estuvo implicado en secuestros!; ¡Brito llega a la portería!; ¡Helena Costa se convierte en la primer mujer en dirigir una selección masculina de fútbol en Europa!; ¡Brito!, ¡Brito!, ¡Brito!, tiro… ¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL, de los Pumas! ¡La victoria en un tiro!

“¿Para esto vine?,¿para ver jugar a los Pumas hoy?, no más pudieron meter un gol, qué chiste, qué torpes, en las luchas libres hasta sillas se avientan y no andan chillando. Qué aburrido, por eso odio el futbol”, “mejor ya cállate Ulises, que a ti no te gusta el fucho porque nunca aprendiste a jugarlo”.

en Sinembargo al Aire

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