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Jorge Alberto Gudiño Hernández

27/08/2016 - 12:18 am

Plagiar

No importa que la titulación por tesis sea obsoleta, que un precandidato sea un fósil, que una periodista no esté titulada o que mucha gente haga lo mismo. El caso es que el Presidente engañó y lo cacharon.

No importa que la titulación por tesis sea obsoleta, que un precandidato sea un fósil, que una periodista no esté titulada o que mucha gente haga lo mismo. El caso es que el Presidente engañó y lo cacharon. Foto: Especial
No importa que la titulación por tesis sea obsoleta, que un precandidato sea un fósil, que una periodista no esté titulada o que mucha gente haga lo mismo. El caso es que el Presidente engañó y lo cacharon. Foto: Especial

Llevo casi dos décadas dando clases en diferentes universidades. Lo he hecho desde la ingeniería y desde la literatura. Por fortuna, he tenido grupos diversos en más de una veintena de materias diferentes. Me ha tocado asesorar tesis y asistir como sinodal a cerca de cincuenta exámenes profesionales.

Si bien es cierto que con los alumnos de ingeniería no ha habido mucha ocasión de probar plagios, con los de humanidades me ha pasado justo lo contrario. Me recuerdo, incipiente e ingenuo, leyendo con mucha sorpresa un trabajo en el que algo me sonaba mal. Era plagiado pero no lo pude demostrar entonces. Fue, creo, la primera y única ocasión en que me sucedió. A partir del siguiente semestre se lo dejé en claro a mis alumnos: cualquier plagio se castiga con la no acreditación de la materia. Sin discusiones. Así de simple.

El asunto de las discusiones viene a cuento porque, al evaluar materias subjetivas donde se pondera la calidad de los textos al margen del cumplimiento de ciertos requisitos, suele haber espacio para éstas. Es algo que no me molesta. Puedo discutir algunas cosas con mis alumnos respecto a sus trabajos. Sobre todo, porque asumo que yo también me equivoco y pudo haber existido algún error de lectura o de interpretación de mi parte. Esto no quiere decir, por supuesto, que me la pase cambiando de calificaciones. Con los plagios soy inflexible. He aprendido a detectarlos con relativa facilidad. De ahí que me extrañe una añeja discusión sobre si los sinodales o los asesores de tesis son responsables de detectarlos: en la mayoría de los casos son evidentes. Más, cuando quien presenta el texto plagió diferentes documentos: el cambio de estilo es algo que salta a la vista.

A lo largo de esta semana he leído argumentos que tienden a ridiculizar el trabajo periodístico del equipo de Carmen Aristegui. Si ya me parecía grave el plagio cometido por Peña Nieto (si es que lo hubo: soy de los que cree que la tesis fue mandada a hacer pero esto no es una acusación sino una creencia), la respuesta de algunos medios y muchas personas me parece aún peor. Yo se los he dicho a mis alumnos con cierta claridad: el plagio es un delito fuera de la universidad y es un delito dentro; estar aquí no los vuelve impunes.

Los ataques al portal de Aristegui han sido en muchos sentidos. Enlisto algunos. Ella no se tituló nunca: tal vez sea cierto (no lo sé), pero, hasta donde entiendo, no se necesita ser licenciado para ser periodista. Personas más famosas también han plagiado: seguramente, y también han asesinado, robado o cometido crímenes por los que no fueron castigados. La titulación por tesis es obsoleta y ridícula: es muy probable (por eso muchas universidades ya ofrecen alternativas), pero el asunto es que el Presidente optó por este método para titularse. López Obrador tardó 15 años en cubrir los créditos de su carrera y su promedio fue malo: ¿y?, ¿cuál es la relación? Personas cercanas a Aristegui han cometido plagios y ella debería investigarlos: ¿por qué?, como periodista es libre de investigar lo que más le interese y, también, convenga. Si alguien quiere, que investigue a los investigadores…

Y los ejemplos se multiplican. A ellos, que provienen de las voces de los no afectados, es necesario sumar las de las partes. La respuesta de Presidencia es, cuando menos, insólita: más les habría valido quedarse callados. La del asesor de tesis linda en lo ridículo. La del Secretario de Educación en lo grave.

Yo soy de quienes cree, desde que doy clases, que el plagio es grave. Además de por las partes perjudicadas y por el asunto de la honorabilidad, como profesor me siento violentado: mi alumno plagiador ha intentado engañarme. Si lo logró sin que nadie se haya dado cuenta, bien por él. Si, al cabo de los años, se da cuenta el asesor, el sínodo, la universidad y el país entero, lo menos que se puede hacer es retirar el título. No importa que la titulación por tesis sea obsoleta, que un precandidato sea un fósil, que una periodista no esté titulada o que mucha gente haga lo mismo. El caso es que el Presidente engañó y lo cacharon. Y ahora están descubriendo, también, al asesor, al sínodo y a la universidad. Espero que su prestigio valga más que una investidura devaluada. A mi modo de ver, lo procedente es retirarle el título pero dudo que esto suceda.

***

El sábado de la semana pasada murió Nacho Padilla. En público y en privado siempre aseguré que era de los mejores escritores mexicanos. La voz de sus amigos se ha vuelto unánime y me sumo a ella: era aún mejor persona. Un abrazo para todos sus deudos.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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