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El Menú, una sátira sobre los excesos inspirada en el cine de Luis Buñuel

27/11/2022 - 12:00 am

El director Mark Mylod, productor ejecutivo y galardonado director de la serie Succession o algunos de los episodios de serie Game of Thrones, está de vuelta en el pantalla grande para presentar su nuevo thriller protagonizado por la actriz Anya Taylor-Joy.

Ciudad de México, 27 de noviembre (SinEmbargo).- La alta cocina vuelve a estar en el centro de la atención con El Menú, un nuevo thriller dirigido por Mark Mylod, y lleno de sátira, que ya está disponible en salas de cines.

Protagonizado por la actriz Anya Taylor-Joy y Nicholas Hoult, la cinta cuenta la historia de una pareja que decide viajar a una isla costera para comer en un exclusivo restaurante donde el famoso chef Julian Slowik (Ralph Fiennes) les ha preparado un lujoso menú. Sin embargo, la privilegiosa experiencia les tiene preparada impactantes sorpresas.

La esperada y majestuosa sucesión de platos se convierte para los comensales en una experiencia que los pondrá a prueba, los llenará de tensión y hará que algunos secretos salgan a la luz.

La cita gourmet, sin embargo, toma rumbos imprevistos cuando la majestuosa sucesión de platos se transforma poco a poco en una experiencia cargada de tensión y de secretos que salen a la luz.

El director Mark Mylod, productor ejecutivo y galardonado director de la serie Succession o algunos de los episodios de serie Game of Thrones, está de vuelta en el mundo de cine para contar esta singular historia.

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—¿Cuál le parece que es la premisa de la película? Para usted, ¿de qué trata?

—La premisa de la película y de qué trata la película son cosas ligeramente diferentes. La premisa de la película es que un chef de primera línea, que vive aislado, invita a doce comensales a su restaurante isleño para deleitarlos con un menú muy especial, a partir de lo cual se produce una situación caótica.

Pero de qué trata la película es una pregunta más linda y más compleja. Por un lado es una sátira de los excesos, y del matrimonio poco feliz entre el arte y el comercio. Por otra parte, es nuestra necesidad, como seres humanos, de pertenecer y de cómo el ego puede contaminar eso. Pero también es sobre esta joven que está en una encrucijada en su vida, y que se traba en una lucha de poder con este chef extraordinario y psicótico. Así que trata sobre muchas cosas y son cosas diferentes para diferentes públicos, pero lo que yo espero –y eso parece desprenderse de los comentarios de los públicos iniciales– es que sea una experiencia muy divertida.

—El chef Slowik elige a Margot, el personaje de Anya Taylor-Joy, para dirigir su atención. ¿Por qué cree que se siente atraído por ella?

—El chef Slowik detecta una conexión entre ellos. Creo que en parte es químico: la presa que reconoce a otra presa. También creo que se da cuenta de que Margot es un alma con problemas. Pero ella está en una encrucijada en su vida, con dudas sobre su trabajo, mientras que el chef Slowik está atormentado. Creo que también reconoce su empatía. En algún nivel, él necesita esa empatía. Los otros comensales lo ven como un emblema, como alguien de quien jactarse, como alguien de quien alardear, como un trofeo. Margot ve al chef Slowik como alguien que sufre e intuye que él se siente visto, y que esto es casi una novedad para él. No está acostumbrado a que lo vean. Es una calidez inesperada para él. Le hace sentir algo que había olvidado. De modo que, aunque son adversarios, porque ella es una mosca en la sopa de su plan magistral y él es para ella un peligro mortal, entre ellos existe esta conexión.

—Dijo que el chef Slowik era un psicótico. ¿Piensa que igual él tiene sus razones?

—Dije psicótico con una cierta ligereza. Si uno lo mira desde su punto de vista, él no es una persona irracional. Cuando comenzamos a hablar sobre el personaje con Ralph Fiennes, estuvimos muy de acuerdo en que ninguno de los dos quería un villano que se retuerce el bigote. Lo que vimos fue alguien que sufre y que está consumido por el odio hacia sí mismo, luego de haber hecho un pacto faustiano con sus financistas en varios momentos de su carrera. Se dejó seducir y pervertir por el comercio y la exclusividad de la cocina de lujo hasta el punto en el que todo su arte se ha desnaturalizado. Se perdió a sí mismo y no puede encontrar el camino de regreso. Hay mucho patetismo en eso, tanto en el guion como en lo que creo que específicamente le aportó Ralph al personaje. Pero por supuesto, el milagro de Ralph es que es capaz de hacer eso y al mismo tiempo ser muy gracioso. Ese fue, para nosotros, el ingrediente secreto.

Protagonizada por la actriz Anya Taylor-Joy y Nicholas Hoult, la cinta cuenta la historia de una pareja que decide viajar a una isla costera para comer en un exclusivo restaurante liderado por el famoso chef Julian Slowik interpretado por Ralph Fiennes. Foto: 20th Century Studios

—¿Cómo desarrollaron el personaje? ¿Ralph se va, lo piensa y regresa con un personaje o lo van encontrando en los ensayos?

—Fue más una conversación continua y orgánica, en realidad. Hablamos mucho. Ralph es un actor a quien le gusta conversar y que hace su propia, y profundísima, investigación. Él se libera investigando el mundo de su personaje, de modo que cuando viene al set, es capaz de hacer cualquier cosa. Cualquier cosa que uno le dice, él lo puede hacer, porque conoce muy bien el personaje y su mundo. Se lo ve increíblemente libre, aunque es increíblemente disciplinado. Es como que no puede hacer algo errado porque lo conoce a la perfección.

A mí me encanta jugar, y esa es una de las razones por las cuales nos llevamos tan bien. Nunca voy a pedir lo mismo dos veces, porque me parece aburridísimo y constrictivo en lo creativo. Siempre filmo de manera tal que sé que puedo usar o encontrar la manera de usar lo que sea que se está ofreciendo, de modo que nunca hace falta hacer algo porque se hizo en la toma anterior. Y esa libertad de probar diferentes maneras, ese continuo diálogo entre tomas y esa libertad de explorar a donde sea que nos lleve la toma a él le gustó y fue una manera de trabajar maravillosamente creativa. Me encantaban todos los sabores que él me ofrecía.

Y debo decir que eso fue igual con todo el elenco. Fueron intrépidos. Fui muy específico en relación a la manera en la que quería trabajar, como un “homenaje a Robert Altman”, en donde todos están en el set prácticamente todo el tiempo. Todos tienen puestos sus micrófonos todo el tiempo y yo raras veces decía “corten” para terminar una escena, dejaba que siguieran improvisando a ver hacia dónde nos llevaba la creatividad. Eso hizo que los actores se sintieran incentivados y liberados.

—Anya Taylor-Joy tiene que mantenerse fuerte en una lucha de poder con Ralph Fiennes. ¿Podría contarnos algo de por qué la eligió?

—Antes que nada, miré todo su trabajo desde La bruja y me quedé impresionado con lo increíblemente convincente que es. Necesitaba una actriz que, en el primer acto, no tiene mucho diálogo pero tiene que hacer avanzar la historia, tiene que ver el mundo como espero que gran parte del público lo vea. Eso requería alguien a quien yo pudiera filmar muy de cerca y que pudiera decir mucho sin necesariamente decir nada. Anya lo puede hacer muy bien. Tiene una intensidad y una especificidad en todo lo que hace que es brillante y muy elocuente.

Foto: 20th Century Studios
Foto: 20th Century Studios

Además, Margot se encuentra de pronto en este lugar, enfrentada a un adversario increíblemente poderoso que está en su propio terreno, y ella tiene que estar a su altura. Así que necesitaba una personalidad fuerte. Y no es solamente Margot contra el chef Slowik, es también Anya en un plano doble con Ralph Fiennes, uno de los actores más extraordinarios de nuestra época. Anya es una actriz joven pero tiene mucha presencia, y esa es la razón por la que todos los directores están desesperados por trabajar con ella, así que sabía que iba a ser una buena batalla. También tiene una empatía extraordinaria, tanto en su trabajo como como ser humano, y uno siente esa conexión.

—¿Qué tipo de investigación realizó? ¿Tuvo que ir a restaurantes de lujo? ¿Pasar tiempo en las cocinas?

—No tanto como hubiese querido, ¡debido a una desafortunada pandemia mundial! De modo que gran parte de la investigación tuvo que hacerse leyendo y devorando todos los documentales habidos y por haber, comenzando por [la serie documental estadounidense] Chef’s Table, que fue una manera muy esclarecedora de entrar en la mente de un chef. Además de eso, documentales sobre Rene Redzepi y El Bulli, y prácticamente todo chef bajo el sol que pudiera ayudarnos a darle sustancia a los personajes.

—Usted encuentra un equilibrio, o tal vez un sube y baja, entre lo cruento y el humor. ¿Cómo lo encaró? Antes dijo que los públicos obtienen cosas diferentes de la película y me imagino que algunos se ríen más que otros, dependiendo del humor de la sala.

—Sí. Muy cierto. Cuando leí el guion por primera vez, tenía una idea muy clara de cómo debía ser el equilibrio entre los elementos de comedia, de thriller y de sátira. Lo vi como algo muy específico y también muy difícil de lograr, lo que me interesó muchísimo: hacer ese trabajo fino fue un interesantísimo desafío creativo. Y la manera en la que espero haberlo logrado fue hablando mucho, sentándome con el elenco y conversando. Tuvimos el gran beneficio de poder filmar la película casi completamente en orden cronológico, lo que nos permitió calibrarla a medida que avanzábamos. Todos los personajes tenían su propio arco, pero tenían que actuar en cualquier momento.

Una gran influencia para mí fue El ángel exterminador, de Luis Buñuel, una película de 1962 en la que un grupo de adinerados invitados a una cena se encuentran imposibilitados de irse de la casa de su anfitrión luego de una fastuosa comida. Lo que tomé de eso fue la sensación de culpabilidad de los comensales. Nuestros comensales se encuentran casi seducidos por el chef Slowik hasta una especie de liberación al final de la historia.

—Obviamente, lo que se está criticando es el valor que se le adjudica a estas experiencias gastronómicas de lujo y la riqueza grotesca de los clientes de este célebre chef. Pero también es cierto que el chef Slowik es un artista, y esta búsqueda de la excelencia, que persigue la gente que está preparada a sacrificar la felicidad común y corriente para lograr esa excelencia, es algo que es válido en relación a los artistas de cualquier disciplina, incluyendo la suya. ¿Reconoce usted esta obsesión?

—Creo que se aplica a cualquier forma de arte y probablemente a cualquier tipo de vocación. Aunque nos estamos burlando de ella, después de profundizar en este tipo de arte en particular –la gastronomía molecular y la gastronomía de lujo en general– yo terminé con un profundo respeto por los sacrificios que hacen estos artistas de la cocina. Cuando uno hace una película, uno quiere sumergirse profundamente y dejarse consumir por la tarea, pero tiene un fin. Después, uno puede quizás descansar un poco antes de sumergirse en otro proyecto. Pero para los chefs, es incesante. Cincuenta semanas al año, noche tras noche, hay que cumplir y tu cocina tiene que estar en el máximo de la excelencia. No hay respiro en las presiones comerciales y en las presiones autoimpuestas para seguir evolucionando, para seguir estando en la vanguardia. Es agotador. Puedo entender por qué se paga un precio humano en esta industria, porque nunca afloja.

Foto: 20th Century Studios

—¿Pero usted siente cierta afinidad?

—¡Totalmente! Y pagué mi precio. ¡Cuatro meses de filmación nocturna para Game of Thrones!

—Y, por supuesto, usted dirigió 12 episodios de Succession, una serie maravillosa sobre un despiadado magnate de los medios y sus hijos que compiten por heredar la corona. Es como El Menú en el sentido de que requiere hacer que personajes muy desagradables resulten interesantes. ¿Cómo se hace para crear personajes que a la gente le interese mirar a pesar de que sean odiosos?

—Me encanta la pregunta, porque es un elemento clave de proyectos que estuve persiguiendo en los últimos años. Hay correlaciones entre Succession y El Menú, en el sentido en que muchos de los personajes en las dos son, a primera vista, sujetos con enormes privilegios, arrogantes y desagradables. Pero destruirlos de entrada es demasiado fácil, ¿no? No es lo mejor, es como cosechar la fruta que está al alcance de la mano. Lo que yo creo que es mucho más interesante es tratar de entenderlos, de dar contexto a sus acciones y de esa manera desnudarlos, porque así encuentras sus vulnerabilidades, cuáles son las debilidades que están tratando de apuntalar, qué están tratando de ocultar. Y a mí me fascina cuando entras en ese tipo de exploración de los personajes, que fue una exploración de tres temporadas con los personajes de Succession y una exploración condensada en dos horas en El Menú.

Una motivación primaria para mí en El Menú es antropológica. El restaurant –sí, lo veo como un microcosmos de la sociedad, con los privilegiados y los trabajadores. Eso es inherente a la historia. Pero también veo a los personajes de los dos lados de la barrera que es la cocina como personas que quieren pertenecer a algo. Todos buscan tener un lugar en el mundo. Los cocineros empleados del restaurant se unen alrededor de su líder, el chef Slowik, como en un culto, para ser parte de una familia porque estaban buscando pertenecer, ser parte de algo, este movimiento artístico que crea estos increíbles platos de calidad internacional. Buscaban tener un propósito en la vida.

Del otro lado de la barrera, en el comedor, en donde las cuentas de banco son muchísimo más abultadas, tienes a estos personajes que quieren pertenecer convirtiéndose en miembros de un club exclusivo. Que están buscando alimentar sus egos, reforzar sus defensas y su armadura en la vida a través de sentirse parte de una elite. Creo que el chef Slowik, con su percepción y su empatía, es capaz de ver todo eso. Él se da cuenta de que todos están a un paso de ser niños, la verdad. Yo no les perdono ninguno de sus defectos, pero trato de ponerlos en contexto, y al hacerlo, siento que los conozco mejor. Quiero averiguar: ¿Por qué te comportas así? ¿Por qué te comportas como un cretino?

Foto: 20th Century Studios
Foto: 20th Century Studios

—Bueno, una de las razones es el dinero. ¿Qué nos puede decir esta película sobre la opulencia, el poder y la corrupción?

—Y sobre la sensación de creerse con derecho a todo que el dinero trae consigo. Y el ego que conlleva, que creo que no hace falta explicarlo. Lo que está un poco más separado de eso pero para mí es más interesante es el poder corrosivo del comercio sobre el arte. Lo que es esencialmente una relación simbiótica por necesidad –los grandes maestros siempre tuvieron sus benefactores, ¿no es cierto?– puede ser muy destructivo para el arte, por la propia naturaleza del comercio, y hacer que los artistas pierdan el rumbo. Se ve todo el tiempo: una banda tiene mucho éxito y se muestra que vendieron todas las entradas. En todos los aspectos del arte, el dinero puede ser el enemigo.

—Inevitablemente, la alta cocina va a depender del patronazgo de los ricos. ¿Quién más la puede pagar?

—Bueno, exactamente. Algo que debería ser tan hermoso, algo básico para compartir los humanos, la comida. Cuando eso se desnaturaliza, es algo muy triste, pero por eso uno hace la crítica.

—¿Cuál es su comida preferida?

— Yo soy como Margot, sin lugar a dudas. Soy un hombre de hamburguesas. No tengo un paladar muy sofisticado. Como dije antes, tengo un gran respeto por esa forma de arte, luego de haberla estudiado tan de cerca y de haber comido muy buena comida en estos últimos dos años, pero eso no quiere decir que tenga que seguir comiendo ese tipo de comida. Me encanta el fish and chips.

—La ambientación es muy importante, en parte porque están en una isla, un lugar pintoresco y aislado del resto del mundo, lo que crea una tensión particular, y en parte porque sucede prácticamente todo en una sola habitación, en donde hay que saber mantener el dinamismo. ¿Puede comentarnos algo sobre esas dos cosas?

—Por necesidad, teníamos que aislar a nuestros comensales para poder divertirnos con ellos. Nosotros lo construimos, básicamente. Ethan Tobman diseñó nuestro restaurant e hizo un trabajo maravilloso. Es una especie de Frankenstein con muchas influencias de los restaurantes de los grandes chefs modernos, especialmente del gran restaurant español El Bulli, de Derran Adriá; de Noma, de René Redzepi; del restaurant de Grant Achatz en Chicago; y de Fäviken Magasinet, en Suecia, que ahora cerró. Ethan los combinó en un hermoso conjunto armónico pero también creó una hermosa prisión para los personajes. Casi puedes sentir la corriente de aire que se produce cuando se abre y se cierra la puerta sobre los personajes, como una especia de cámara de descompresión gigante que los aísla en este mundo.

En cuanto a generar tensión en ese espacio, la idea de que todo ocurra en una sola habitación funciona muy bien. Lo vimos maravillosamente logrado en Parásitos, Miseria, o también, volviendo a El ángel exterminador, en donde todos los personajes están atrapados en el interior y al mismo tiempo tiene algo hermosamente cinematográfico. Diseñamos el restaurant con uno de sus lados con vista al mar, entonces vemos la puesta el sol, pasando del atardecer a la noche, lo que hace que el lugar se sienta más pequeño, lo que a su vez aumenta la presión sobre nuestros personajes. También teníamos ese dinamismo y esa especie de metrónomo del trabajo en la cocina, lo que nos aportó energía cinética y que también te recuerda de la presencia amenazante de todos esos cocineros… con una enorme cantidad de cuchillos.

Ralph Fiennes ay Anya Taylor-Joy. Foto: 20th Century Studios

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