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Sandra Lorenzano

28/06/2020 - 12:04 am

Esta cartografía de tiempos

Mapas antiguos y rasgados, mapas que creí haber perdido.

Dibujar otro mapa posible con el bisturí del insomnio. Foto: Especial.

Con un mapa holográfico se podría mapear el tiempo.
Alberto Blanco

(Tal vez sea por el encierro, o por las ganas de caminar sin rumbo un amanecer cualquiera, o porque las distancias me atraviesan desde siempre como un tatuaje de historias y ausencias, lo cierto es que en estas tantísimas semanas de fragilidades renovadas y caricias suspendidas, al escribir me nacen mapas. Mapas antiguos y rasgados, mapas que creí haber perdido, mapas pintados con los lápices de mis siete años, mapas que sólo imagino como Calvino imaginó sus ciudades invisibles, mapas para recuperar pieles quizás amadas. Me sumerjo en ellos con un cierto desasosiego: quién puede saber si realmente se regresa de un viaje.)

Mapa1. Ese norte que es mi sur

Camino como si fuera al encuentro de una voz.
No. Menos que eso:
al tenue respirar de un eco.
Grabado tal vez en mis huesos,
me hace sobreviviente de otras batallas,
de amores ni siquiera intuidos,
de abrazos divididos entre puertos distantes.
Hay de pronto un perfume,
un sonido
y aparece el paisaje que no sabía que añoraba.
¿Les ha pasado querer contar una historia que aún no conocen?
¿O que ya han olvidado?
Empiezo por lo único de lo que tengo certeza: desde hace días sueño con un puente y un río que creo que amé. Entre montañas, un enorme puente de hierro sobre un cauce casi seco. Piedras. Cantos rodados pulidos por los siglos.
Pienso que el agua ha de ser el deseo de la gente del lugar, y la construcción un modo de convocarla. Un ritual de la modernidad para un elemento esencial. Pregunto.
¿Nunca has vivido entre cerros, verdad?, la respuesta algo irónica.
La paz de esa imagen se transforma en furia desatada cuando llegan las lluvias. Toda la fuerza de la naturaleza en apenas unas horas. Arrasa.
Me quedo sin aliento.
Vértigo.
Impulso de saltar y ser parte del torrente.
Pasó hace mil años.
En otro mundo.
En otra vida:
la vida de ésa que acaso también fui.

Mapa 2. Domingo

Dicen que 1128 obras compuso Bach.
Johann Sebastian.
Mil ciento veintiocho.
Miro el mapa siguiendo los caminos de su vida.
De Eisenach a Leipzig.
De Weimar a Mülhausen.
¿Cuántos kilómetros?
No hay medida posible.
El infinito en cada sonido.
Estoy con los Conciertos de Brandenburgo.
A veces me acompañan los domingos.
Me he resignado: nunca aprenderé a reconocer todo lo que creó.
No soy digna nieta de mi abuelo. Aquel del cello del que he hablado tanto.
El que le compraba a mi madre niña los zapatos que más amó
y la llevaba a escuchar los ensayos de la orquesta.
Puro placer de la piel la música para mí.
Un atlas que me eriza los sentidos.
Más de ciento cincuenta años estuvo enterrado Bach sin que se supiera dónde.
Luego lo llevaron a la Johanniskirche
que una bomba destruyó en la segunda guerra.
(Leche negra del alba te bebemos en la tarde
te bebemos al mediodía y en la mañana te bebemos de noche
bebemos y bebemos… siempre Celan)
No he visto nunca su tumba.
Tampoco la de mi abuelo.
Murió a diez mil kilómetros de aquí.
A diez mil kilómetros de mi madre con sus zapatos de niña
y sus conciertos de la tarde.
¿Dónde están sus sonidos?
Sílabas las estrellas compongan, escribió la jerónima.
Mapas inmensos que esconden los cuerpos amados,
¿a qué suenan?, ¿qué voces guardan?
El abuelo dejó de tocar porque le temblaban las manos. Aún era joven.
También a mi madre empezaron a temblarle.
Ahora le tiemblan a mi hermana.
¿Será la herencia de un miedo que no logro descifrar?
De Minsk a Buenos Aires titilan las pieles de mi familia
junto a las mil ciento veintiocho obras del señor Juan Sebastián.

Mapa 3. Paso de arena

Tristes los que no cuentan historias de amor.
Será que no han visto aún
el rastro de tu paso por la arena
ni el pliegue que dibuja tu sonrisa más callada
será que no han sentido tu abrazo en plena noche
ni conocen tu sabor al despertar
será que no saben de la alquimia de la sangre
que en las madrugadas transformas en luz
será que no se han hundido en el fondo de tus ojos
en busca de mares y corsarios
ni han besado el dulce mapa de tus cicatrices.
¿Cómo podrían entonces reconocerte?

Nota
(Dibujar otro mapa posible con el bisturí del insomnio.)

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, su novela más reciente es "El día que no fue" (Alfaguara). Investigadora de la UNAM, se desempeña allí como Directora de Cultura y Comunicación de la Coordinación para la Igualdad de Género. Presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación).

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