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Alejandro Páez Varela

28/06/2021 - 12:08 am

Dos retos

Siempre me ha llamado la atención cómo las mujeres y hombres más cercanos al Presidente suelen mantener una relación firme y directa con la prensa llamada “tradicional”.

Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México. Foto: Cuartoscuro.

Siempre me ha llamado la atención cómo las mujeres y hombres más cercanos al Presidente suelen mantener una relación firme y directa con la prensa llamada “tradicional”. En la mañana, Andrés Manuel López Obrador ataca medios y periodistas que por la tarde son usados por secretarios de Estado, dirigentes de los partidos aliados y el oficial o por sus líderes en el Congreso. Como si las acusaciones del Jefe del Ejecutivo no representaran a todos en el movimiento. Algo histérico, digamos, la relación.

En realidad nadie debería culparlos. La llamada “4T” tiene canales incondicionales o militantes, alguno que otro donde pueden difundir sus ideas y la gran mayoría es prensa contraria a López Obrador. Los ataques matutinos durante estos tres años consecutivos se parecen a alguien parado con un lanzallamas al pie de un volcán, tratando de apagarlo. El volcán apenas sentirá el lanzallamas o en todo caso, de eso se alimenta: de llamas. La estrategia ha tenido, de hecho, un efecto contrario: deja casi intactos a los medios, o quizás más fortalecidos, porque el Presidente les ha dado un nuevo lugar nada incómodo en donde pararse: el de prensa opositora. Y el papel de la prensa es el de confrontar al poder. Entonces, de la noche a la mañana, esos medios que se arrodillaron ante cada Presidente no tuvieron que hacer absolutamente nada para moverse a un lugar en apariencia más decoroso.

Lo mismo le pasa a los llamados “intelectuales”. Durante las últimas décadas fueron apéndices de los poderes y ahora se les ha confinado a la resistencia. No es un mal lugar, la resistencia. De hecho, el pensamiento siempre debe estar en resistencia, no aliado del poder. Y sin tener que meter la mano, no todos, pero muchos sí han vindicado su papel en una sociedad. Si el mentado marciano que siempre llega a nuestro mundo a hacer un corte de caja se apareciera ahora, diría: qué país más democrático, con prensa opositora e intelectuales dignos, y un Presidente revisado día y noche para ver por dónde lo agarran en el resbalón.

Periodistas, medios e “intelectuales” jugaban ese rol durante los meses finales de cada sexenio: golpeaban duro para encarecerse ante el que viniera y para darle algo de dignidad a su papel. Ya era imposible que la Presidencia o las dependencias les cancelaran la publicidad o los presionaran. Aprovechaban la debilidad del jefe político del país a finales de su administración para darle algo de lo que no le daban en los primeros cinco años. Chequen el maltrato que recibieron Salinas, Zedillo, Fox, Calderón o Peña en el último tramo. Era un juego conveniente que incluso aplaudían a escondidas los que aspiraban a sucederlo, del partido que fueran. Y ese ritual de defenestración en los agónicos meses finales era muy conveniente para todos, menos para el que ya no importaba: el que se iba.

Desde hace tiempo que se habla de la pérdida de confianza de la población general en los medios tradicionales. Todas las mediciones que se hicieron antes de la pandemia alertaron, en el mundo, que los logos tradicionales perdían terreno (radio, televisión, impresos y digitales) y que la gente era capaz de aportar su apoyo a comunicadores o nuevos canales que les ofrecieran confianza y honestidad y no olieran a corrupción y manipulación. Así, algunos periodistas serios decidieron brincarse a plataformas como YouTube y sobrevivir-resistir desde allí, donde la gente claramente los abraza y les entrega su confianza. Esto lo cito porque la desconfianza en la prensa tradicional no es, necesariamente, una tarea que se logró en este sexenio aunque sin duda el hecho de que muchos son desenmascarados por el Presidente ha acelerado la pérdida de confianza en ellos.

Sin embargo, como en México no ha nacido una nueva prensa, la realidad es que la población sigue dependiendo de los medios tradicionales para informarse. Y, claro, las mujeres y hombres más cercanos al Presidente suelen mantener una relación firme y directa con ellos porque no hay de otra para comunicar. Latinus, que se alimenta de recursos de los opositores de AMLO –es un ejemplo–, se llenó de dirigentes y candidatos de Morena en el proceso electoral pasado y a algunos hasta les dirían que no. ¿Es una contradicción? Lo es. Pero es también pragmatismo de los políticos de la 4T, y una manera de todos de dejar el pleito del Presidente con los medios en eso: en un pleito focalizado, aislado, de un hombre y contra la prensa y no de un movimiento contra una prensa corrupta que debe desaparecer o por lo menos ir menguando.

¿Este es el efecto que quería López Obrador con la prensa tradicional? Lo dudo. Quizás quería restarles poder, no sé, supongo. ¿Le dará tiempo para generar un cambio de fondo en los medios mexicanos? Es complicado decirlo. El 1 de octubre de 2024 deja de ser Presidente; es decir, le queda apenas poco más de tres años, donde debe concentrarse en entregar lo que ha prometido. Los medios son estructuras que llevan un siglo así, ¿en tres años podrá provocar un cambio? Como digo, es difícil calcularlo.

Lo cierto es que vienen dos momentos importantes donde la prensa tradicional, que es la gran mayoría, le dará la espalda a López Obrador y hará campaña en contra. Uno es la consulta sobre el juicio a los expresidentes; será un fracaso si la gente no sale a votar (porque se necesitan millones para hacerla vinculante) y vea usted las portadas y los noticieros: nadie menciona nada. Le están generando vacío. Y el otro momento es la revocación de mandato: allí no funciona el vacío, sino todo lo contrario: harán una gran campaña, casi todos los medios, para que se vote un NO a que AMLO siga como Presidente.

Si López Obrador les gana esos dos momentos a la prensa (y a los empresarios, los “intelectuales”, los sindicatos patronales) entonces habrá logrado lo que nadie. Pero si pierde en ambos, será un golpe duro para él y para su movimiento. Por lo pronto, el día de hoy, nada es claro para nadie. Todos los actores están parados en la cuerda y abajo corre el río con cocodrilos. ¿Quiénes irán cayendo? La cuerda se mueve de manera cada vez más violenta porque son todos contra el Presidente: ¿quiénes sobrevivirán arriba? Bien hará la gente cercana a AMLO en ayudarle en el tramo que viene porque, a diferencia del pasado, cuando se abandonaba al Presidente saliente en un ritual, ahora sí deben apuntalarlo hasta el final. O todos se van al carajo. O casi todos, ya saben ustedes: nunca faltan los que brincan del barco desde la primera tormenta.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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