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Jorge Alberto Gudiño Hernández

29/06/2019 - 12:05 am

Estropear para reparar

Se revirtió el asunto del IMER. Al menos, en apariencia, pues aún no sabemos en qué condiciones quedarán los hacedores de la radio.

Se revirtió el asunto del IMER.  oto: Cuartoscuro.

Esta semana vimos cómo estuvo a punto de desaparecer la radio pública. No en sus frecuencias sino en sus contenidos. De poco valían los años acumulados de las transmisiones, bajo el argumento muy manoseado de la austeridad, se recortaron los ya precarios recursos del IMER. Tras el anuncio de que varias de las frecuencias llenarían sus horas de transmisión sólo con música, llegó un nuevo anuncio del estado: harían un esfuerzo para asignar más recursos presupuestales.

A diferencia de los medios comerciales, la radio pública (y la televisión) son importantes porque no dependen de los ratings. Sus contenidos no tienen que padecer de las tiranías que impone el interés de los anunciantes. Así, se puede atender a audiencias diferentes, mucho más variadas. Además, es una vía directa de comunicación entre el estado y sus gobernados (aunque, de eso, ahora padecemos el exceso). Desaparecer los medios públicos es, entonces, un atentado contra las audiencias mientras que, quitarles autonomía es, incluso, grosero. Y no hay forma más sencilla de coartar sus libertades que castigando el presupuesto.

Llevo quince años conduciendo un programa de radio. Sé, como la mayoría de quienes hemos trabajado en los medios, de la precariedad laboral que existe en ellos. No sólo los programas pueden terminar de golpe, sin previo aviso, sino que los locutores y los conductores cobramos por honorarios. No hay nómina ni prestaciones para quienes estamos ahí. Si la austeridad republicana apunta a desaparecer las plazas de los freelances, era lógico que quisieran terminar con todos estos conductores. Sin embargo, es un argumento endeble. Para el caso, lo lógico habría sido contratarlos a todos. Lo mismo que a quienes trabajaban en educación o salud sin ser asalariados. Ser austero no implica atentar contra quienes no tienen seguridad social sino ver cómo se les provee.

Se revirtió el asunto del IMER. Al menos, en apariencia, pues aún no sabemos en qué condiciones quedarán los hacedores de la radio. Los entusiastas de este Gobierno aplauden la rectificación. Aducen que éste es un Gobierno que escucha y actúa en consecuencia. En realidad, más se ocupa de quitarse los escándalos de encima. Si, en verdad atendiera el clamor popular o los señalamientos de los especialistas, ya habrían echado para atrás asuntos como el del Tren Maya, la refinería e, incluso, el aeropuerto.

Aplaudo las rectificaciones, sin duda. Pese a ello, me da la impresión de que éstas siguen siendo producto de una primera decisión equivocada. Aquélla que sólo se basa en los impulsos y las ocurrencias. Celebro que la radio pública continúe. No lanzo vítores a esta rectificación. Es como si, para ser el héroe que salva a la princesa del dragón, primero se hubiera sido responsable de atarla y llevarla hasta su guarida.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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