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Alejandro Páez Varela

29/06/2020 - 12:09 am

Así es la plaza

Cierro Sim City, cierro mi “Ciudad Modelo”. Me distraigo con facilidad. Muchas cosas en la cabeza. Perdí.

Así es la plaza. Foto: Gobierno de México.

Como un aguacate abierto, distintas zonas se han ennegrecido. Hay problemas estructurales, por supuesto, que se arrastran. Pero hay además decisiones que aceleran la descomposición de la economía. Y esto que se descompone está empezando. Todavía hay dinero. Se puede repartir porque todavía hay recaudación y un guardado. Pero si el sector privado no se activa; si no aplico algunos estímulos (aliviar los impuestos para que los medianos empresarios respiren y empiecen a generar empleos) entonces pronto no habrá qué recaudar. Y si no hay qué recaudar, entonces no habrá qué repartir. Así de simple. La ortodoxia dice que más que intentar generar empleos con obra pública, hay que conservar los que quedan e impulsar los que se pueden, facilitando la inversión. Y ahorita mismo es cuando se puede; más adelante la única alternativa es con deuda. Si no hay actividad privada, es con deuda. Y ya sabemos qué es la deuda: gastar con dinero caro. Como la hipoteca de mi departamento, que pago y pago y pago y nada más no baja.

Le llamo “Ciudad Modelo”. Así le puse en Sim City, ese viejo pero siempre renovado juego de mesa en la computadora. Estoy en ese momento en el que, o genero empleos, o se me marchita. O activo la ciudad, o se aguada todo mi proyecto. Había contemplado un gran parque central, vialidades hermosas. Semillas para crecer. Tenía grandes ideas. Pero se impone responder a la emergencia. Estoy poniendo en espera los grandes proyectos que implicaban mi propia inversión para meter hospitales, bomberos, seguridad, que es lo que agradecen las zonas destinadas a vivienda (que se vacían cuando hay sequedad económica). Sim City me cambió la jugada. Ahora me enfrento a otra cosa. Cambio de planes. Ajusto. Es necesario responder antes de que me salga GAME OVER.

Y cualquier parecido con la realidad lo considero una provocación.

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No quiere paz, no quiere abrazos. Quiere un pedazo de país. Y tiene un pedazo de país, pero lo quiere más grande. Y está dispuesto a armar una revolución para arrebatarlo; una revolución simplemente por dinero. Una Barret, diez Barret, cien Barret: por Barret no para; dinero tiene. Y un vecino que las provee. Y líneas de abastecimiento. Un fusil de asalto, cien fusiles de asalto: no importa. Hay dinero. Cosa, piensa, de querer y arrebatarlo. Cree que tiene el derecho. Las instituciones corruptas y débiles le hicieron creer que puede quedarse con todo; seis años de Enrique Peña Nieto le bastaron para convertirse en una fuerza de destrucción tan poderosa que puede poner a un país a temblar. Un hombre, diez hombres, mil hombres: todos los hombres que se requieran. Que unos mueran (o que los detengan) en un atentado a medio kilómetro de las oficinas del Secretario de la Defensa, en la avenida más importante de la capital del país, son poca cosa. Para eso es el poder y el dinero, piensa. Si hubiera tanques, pues tanques; si hubiera misiles, pues misiles. Por el financiamiento nadie se preocupe.

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El Fondo Monetario Internacional dice que la deuda pública crecerá más con Andrés Manuel López Obrador que con Enrique Peña Nieto. Culpa al COVID-19. Calcula que representará 65.9 por ciento de la economía mexicana: unos 16 billones de pesos, con un Producto Interno Bruto de 24.3 billones al primer trimestre de este año. Si el pronóstico del Fondo es así, será el mayor nivel de deuda en los últimos 30 años, 12.2 puntos porcentuales más, 3.1 billones de pesos contra lo que se gastó en 2019, cuando representaba 53.7 por ciento del valor de la economía.

Eso dice el Fondo. Y como es el que presta, difícilmente alguien tenga otros datos.

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Me contó que lo tenían localizado. Trabajo de inteligencia. Se puso el dato en la mesa: está ubicado. Por alguna razón, quizás la topografía o quizás porque estaba rodeado por –imagino– su cuerpo de élite y civiles, sólo podrían “neutralizarlo”, no detenerlo. Disponer de su vida, pues.
Me dijo que el Presidente les dijo que no. Ese tipo de órdenes, me dijo, no vendrían de él; nunca.
Nemesio Oseguera Cervantes, “El Mencho”, el mayor generador de violencia en México, se ganó un año más de vida. Un año, o varios años más de muerte. Lo dejaron ir.

Me lo contó en junio de 2019. Semanas después, el Secretario de Seguridad Pública de Michoacán, Martín Godoy Castro, murió en un atentado. Iba en un helicóptero a Huetamo. Señalaron a “El Mencho” como el culpable.

Jueces, jefes policiacos, militares: para todos es plata o plomo. A veces plomo, directo, sin pasar por la plata.

Así fue como “El Mencho”, el demoledor del Estado de derecho en México, se ganó años más de muerte.

Me contó que lo tenían localizado pero no me dijo –no me atreví a preguntar– si seguía localizable.

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Cierro Sim City, cierro mi “Ciudad Modelo”. Me distraigo con facilidad. Muchas cosas en la cabeza. Perdí.

Me concentro en la fecha que viene: este miércoles, dos años de la elección de 2018. Cuántas cosas han pasado. Hace dos años había serpentinas, fiesta; y los retos eran muy distintos. No había pandemia, no había un desplome global de la economía. No había decisiones qué tomar frente a la violencia. Ni modo: tocó lo que tocó.

Quizás Andrés Manuel no tendrá que ser recordado por grandes obras; quizás su destino era enfrentarse a estos retos y domarlos. Quizás su destino, la razón de su llegada al poder, era que enfrentara y sacara adelante estas adversidades. La inseguridad la heredó; la crisis económica global no la provocó él. Pero sí puede ser el líder que saque esto adelante. La casta se saca en la adversidad. Economía e inseguridad. Hay decisiones que duelen pero que se tienen que tomar.

La gran duda es si se atreverá a modificar su agenda para enfrentarse al toro, para tomarlo por los cuernos. Porque de que el toro viene con vuelo, viene. Como una locomotora. Con forma de sicario y/o con rostro de pobreza. Son varios toros, de hecho. La cosa es cómo los recibirá, qué hará. La plaza de pie observa con el aliento contenido. Cada mañana con el aliento contenido a ver qué dice, a ver qué se saca. Es su turno. Los toros no van a cambiar de rumbo: vienen con todo. Ovación o rechifla: así es la plaza.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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