Mario Campa
29/08/2024 - 12:05 am
Kamala está a la izquierda de Bidenomics
“Las políticas ofertadas prometen un rebase a Biden por la izquierda, sin ser disruptivo”.
Kamala Harris logró la candidatura a las malas, pero sin culpa. El colapso de Biden tras un debate fulminante provocó un relevo forzado por las prisas y la sequía de fondos. Para fortuna de quienes resignados temían una inexorable transición, la nueva candidata fue acogida con mayor entusiasmo del que inspiró Biden en su ocaso. Sin proceso interno democrático pero sí con legitimidad demoscópica, la oriunda de California roza ser la segunda presidenta en Norteamérica. El momento es suyo.
Harris carga menor desgaste que el acumulado por Biden, débil en política exterior y cuestionado en su programa moderado autodenominado “Bidenomics”, marco ya en desuso por ineficaz. El voto económico discurre siempre mucha tinta, y en esta elección tendrá particular poder explicativo en estados columpio. Los demócratas serán vulnerables pero competitivos donde logren distanciarse de un legado de cuatro años que poco inspira, pero tampoco asusta: desempleo modesto pero alcista, desigualdad persistente e inflación acumulada en lo alto. Con la patada al presidente, la crítica republicana pierde potencia y la contienda resurge del agujero.
En hombros de Harris descansa la ruda misión de vencer a Trump. Una aduana ineludible es el debate en septiembre, escaparate que medirá la recepción a una improbada oferta programática. Entretanto, la atención vira. Al constatar que los ataques personales fueron infructuosos y hasta contraproducentes, el expresidente jugó el habitual comodín ultra: denostar una supuesta agenda comunista. En reacción a las políticas develadas días antes, Trump tuiteó el 18 de agosto una imagen creada por inteligencia artificial de una mujer frente a una multitud flanqueada por banderas rojas con la hoz y el martillo. Sin dolo aparente, medios como CNN y Washington Post adjetivaron el programa como “populista”, palabra de carga menor en Estados Unidos pero que refuerza la narrativa trumpista. Allende los encuadres, una revisión preliminar arroja claroscuros.
Las políticas ofertadas prometen un rebase a Biden por la izquierda, sin ser disruptivo. El historial programático de Harris como contendiente del 2020 presagiaba una agenda ambiciosa para la media demócrata con dos propuestas diferenciadoras: (1) un impuesto sobre la renta del 35 por ciento superior al 28 por ciento de Biden y (2) la proscripción de las aseguradoras médicas privadas. Aunque terminó desinflándose por cierta incapacidad de articular y defender con firmeza su programa, Kamala fue puente entre los liberales moderados y la izquierda progresista. Si bien suavizó posturas en el camino, sus nuevos compromisos descansan hoy en cuatro ejes sin ambivalencia redistributiva.
El control de precios despierta la mayor controversia. La inflación es prioridad vigente y Harris respondería con topes federales en la producción y venta de alimentos. Redondearía la iniciativa con penas más elevadas para infractores y el endurecimiento regulatorio en fusiones agroindustriales. Promete, pero carga riesgos de ejecución.
La política de vivienda también buscaría desmontar inercias legadas. La iniciativa Biden-Harris propuso sin éxito construir 2 millones de unidades, otorgar créditos fiscales por hasta 10 mil dólares, reconvertir terrenos federales, montar un fondo de 20 mil mdd para innovación habitacional y topar la inflación anual de alquileres en 5 por ciento a cambio de preservar incentivos fiscales. Kamala en cambio elevaría a 3 millones de unidades la meta de mandato, prohibiría usar algoritmos para fijar precios y erigiría barreras a la especulación inmobiliaria. También duplicaría los subsidios propuestos por Biden y crearía una opción de compra subvencionada por hasta 25 mil dólares tras dos años de renta. La filosofía articuladora sería intervención con redistribución.
El eje fiscal es más cauteloso. La vicepresidenta haría permanente un crédito fiscal de 3600 dólares por hijo y sumaría un estímulo tributario de 6 mil dólares para recién nacidos. Además, reduciría los impuestos para trabajadores de primera línea por hasta 1500 dólares y podaría los impuestos en atención médica. El gran diferenciador frente al programa republicano sería un alza al impuesto corporativo del 21 por ciento vigente al 28 por ciento, réplica de la denegada iniciativa de Biden alejada de la tasa pre-Trump y de la propuesta por Harris en 2020 del 35 por ciento.
El cuadro decae en política sanitaria. Uno de los contados logros de Biden fue bajar precios de medicamentos como la insulina, y los demócratas pretenden expandir la canasta sin mayor claridad. Harris también cancelaría 7 mil mdd en deuda médica de hasta 3 millones de pacientes… y hasta ahí. Los planes para un sistema universal de salud descansan ahora mismo en la congeladora.
Los cuatro ejes en conjunto tendrían dos implicaciones para México frente a la oferta de Trump. De forma directa, la atención prioritaria a la demanda interna estimularía las exportaciones mexicanas y restaría riesgo arancelario. De manera indirecta, un demócrata tirado unos grados a la izquierda de Biden tendría modestas derramas ideológicas globales por el tamaño e influencia de Estados Unidos. A reserva de mayor detalle en política industrial, la propuesta luce inocua.
Para triunfar, Harris moderó su programa del 2020, pero preserva competitividad como promesa de cambio. Con todo y las buenas intenciones, cualquier giro programático solo trascendería montado en una barrida demócrata: un supuesto heroico, aún.
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