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Susan Crowley

29/10/2021 - 12:03 am

Los pesos pesados de la ópera

Tenemos que aceptar que, a pesar del boom de cantantes que se han vuelto casi rockstars, la ópera es un género que pelea por no caer en desuso.

Cantantes de ópera.
“Lo cierto es que en la actualidad cuando hablamos de calidad en la voz, no es una imposición que las carnes desborden el vestuario”. Fotos: Shefalitayal

Se abre el telón, la escena comienza con un coro enorme. La gente del pueblo espera al héroe vencedor. No son pocas las loas y adjetivos para quien ha vencido en la guerra a sus enemigos. El valiente, osado e incorruptible Otelo aparece en el escenario. Primer absurdo: si el tenor es el famoso Luciano Pavarotti, de más de 140 kilos, sin casi poder moverse en el escenario, pero con un portento de voz, no queda más remedio, cerrar los ojos y entregarse. Si por el contrario, se trata del tenor del momento, Jonas Kaufmann, tendremos la oportunidad de ver a uno de los más atractivos y espléndidos actores y escucharemos una de las mejores voces de la ópera. ¿Con quién nos quedamos?

Tenemos que aceptar que, a pesar del boom de cantantes que se han vuelto casi rockstars, la ópera es un género que pelea por no caer en desuso. Y es que para quien va por primera vez hay muchísimas cosas que salen de la lógica, sobretodo si estamos acostumbrados a películas hollywoodenses. Una mujer de más de sesenta personifica a una virgen de 15, un padre amoroso que podría ser más joven que su hija, una tuberculosa de más de cien kilos. Sin duda se necesita gran imaginación para abstraerse y entrar en el drama.

La diferencia de pesos en los cantantes es un tema tan grave, como los kilos de más que algunos cargan. No sólo para el público, que cada vez exige más credibilidad en los personajes, sino también para la salud de los cantantes. ¿La gordura es directamente proporcional a la intensidad de una voz?, un tema por demás polémico. Lo cierto es que en la actualidad cuando hablamos de calidad en la voz, no es una imposición que las carnes desborden el vestuario.

Las heroínas de Wagner, por ejemplo, deben cantar cuatro horas seguidas en el escenario compitiendo con más de cien músicos, tocando a marchas forzadas en su contra. Se entiende la demanda física que esto implica. Son mujeres corpulentas y con una condición física de acero, esto se relaciona con la vasta alimentación. Pero más allá de que el peso se permita como una concesión al talento, habrá que preguntarse a qué mujer le gusta ser gorda. Y no sólo eso, a qué público le emociona que Violeta Valéry muera de tuberculosis, si la cantante, aunque sea la mejor del mundo, pesa más de ochenta.

Es irremediable caer en el gran lugar común: la leyenda de María Callas. La colosal diva de la ópera era gorda, con un sobrepeso de más de cincuenta kilos. Su talento era incomparable. A pesar de estar rodeada de grandes voces, como la de su eterna rival, Renata Tebaldi, Callas era una profesional obsesiva y un personaje que desde joven hizo todo para consagrar su propio mito. Su talento y carisma eran muy superiores a los de su rival, su peso también. A medida que su carrera ascendía, Callas tejía a un personaje lleno de glamur y cuya ambición era vestir a los mejores diseñadores: Givenchy o Christian Dior. Para poder ser la mejor cantante del mundo y además la musa de la moda, debía al menos reducirse a la mitad. De aquí la leyenda de que se comió los huevos de una solitaria. Conforme bajaba de peso, el cambio de imagen y el éxito la acompañaron. Pero como si fuera un maleficio, sólo por un tiempo. No parecía posible que una mujer tan atractiva, elegante y talentosa pudiera soportar tanta presión. Poco después de incursionar en el mundo del glamur y la moda y con teatros a reventar, conoció al magnate griego Aristóteles Onassis. Se enamoró de él perdidamente, como si de uno de sus roles se hubiera apoderado de ella; entregó su vida y su talento a la tragedia. La voz se fue con una historia de amor llena de amargura y abandono. ¿La pérdida de peso contribuyó?

Mi madre, una experta en ópera que ha sabido transmitir los ideales de este género a sus alumnas durante muchos años, parte de un principio fundamental; cuando entres a una función de ópera debes dejar en el guardarropa dos cosas, tu abrigo y tu sentido común. Efectivamente, ver a Turandot de Puccini, una delicada y joven princesa interpretada por las divas de grandes kilos, cantar su amor a Calaf un príncipe galán y joven, que en realidad es un peso pesado, requiere que hagamos concesiones tan gigantes como sus humanidades.

Ver a una artista como Anna Netrebko, ganar kilos por semana, aumentar la potencia de su voz y cantar como nadie, es asombroso, también es doloroso. Sin duda es una de las más bellas sopranos de la historia. Tiene una voz de amplitud única, de graves y agudos perfectos, pianissimos, legatos que conquistan y con una capacidad actoral que rebasa cualquier expectativa; nadie lleva a los personajes por el camino de Netrebko. Sus heroínas tienen todo, dulzura, pasión, simpatía, ternura, emoción, intensidad. Son perfectas y a cada una la reinventa borrando a las demás intérpretes.

La historia de Anna es interesante. Empezó en el departamento de limpieza de la Ópera Marinsky, en Rusia, al mismo tiempo que hacía audiciones. Muy pronto, gracias a sus dotes ganó un concurso para jóvenes. El gran director de orquesta Valery Gergiev la escuchó y le vio todas las posibilidades. Su empeño y disciplina, además de su belleza excepcional, le permitieron un ascenso relativamente rápido. Son conocidos sus apasionados y prohibidos romances atrás del escenario que han hecho llorar a más de una esposa cornuda. Nada fuera de lo común, tratándose de la ópera. Hace tiempo se casó con el tenor Yusif Eivazov de potente, aunque discutible voz y presencia. Juntos se han consagrado como la pareja más popular para las galas, que, dicho sea de paso, son la oportunidad de ganar mucho dinero sin complicarse la vida con extenuantes ensayos y estudio. Se sabe de buena fuente que las tarifas de Netrebko llegan a los 450 mil euros por noche. Después de la pandemia abarrotó los teatros de Europa. Anna Netrebko sabe que en su fortuna está incluida la belleza que le permite ser modelo de grandes diseñadores y joyeros. En su cuenta de Instagram, a la que sube fotos todos los días, se atestiguó su paso por los mejores teatros de Europa, su pasión por la comida, sobretodo los postres, y su escalada de kilos corporales. Este verano la carrera de la diva rusa llegó hasta la cumbre, igual que su peso.

Hace una semana Netrebko tuvo que cancelar funciones; entre ellas una gala en la ópera de Viena, uno de los teatros más exigentes del viejo continente. Las cuerdas bucales se agotaron, no sólo eso, parece que se dislocó un hombro y con tantos kilos de más no será fácil la recuperación. La frustración de quienes compraron los boletos es directamente proporcional a la emoción con la que viven la experiencia de escuchar a una de las voces más portentosas de la historia de la ópera. Vuelve a poner en duda el eterno tema de, si los kilos ganados son determinantes o no para los cantantes de ópera.

La voz humana es uno de los instrumentos más poderosos y frágiles que existen. Los cantantes deben vivir para cuidarse la garganta, no pueden exponerse a nada que atente contra ella, lo suyo es un arte que implica un sacrificio total. Por eso su salud es fundamental. Si bien se requiere de una robustez y fuerza físicas, el sobrepeso termina por ser una contradicción.

En una era en la que hemos llevado la idea de perfección física al más alto rango, en que no nos permitimos envejecer o engordar, los cantantes de ópera no han sido la excepción. Los avances tecnológicos que permiten las transmisiones en video en los cines de todo el mundo han obligado a profesionalizarlo todo. Las escenografías deben ser perfectas, la dirección de escena impecable, las actuaciones convincentes; hasta los rostros deben resistir el close up de las cámaras 4k. Si las producciones cada vez son más costosas, el público debe pagar fortunas para verlas en vivo, es lógico que ya no deje pasar errores, o que se tenga que resignar al peso de los cantantes. A pesar de todo, la ópera sigue siendo el espectáculo de arte total, como la definiera Wagner. Dependerá de las nuevas generaciones de cantantes poner de su parte para dar a sus personajes toda la belleza, credibilidad y profesionalismo que los nuevos tiempos exigen.

@Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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