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Melvin Cantarell Gamboa

29/11/2022 - 12:05 am

Genealogía del imperio americano III

“Todo lo anterior exhibe el cinismo americano al mostrar la no coincidencia de lo que dice ser y lo que es, entre lo que dice hacer y lo que hace, entre sus actos y lo que pregona, que de ninguna son   actos de generosidad, misericordia y amor al prójimo inspirados por la Divinidad”.

“(…) la esencia de Norteamérica la definen sus montajes (…)”. Foto: Europa Press

Cuando un país como Norteamérica ambiciona el dominio sobre el resto del mundo no es su seguridad la que decide sus acciones, son los negocios, intereses financieros, económicos y hegemónicos los que lo guían.

Estados Unidos durante su proceso de configuración como potencia mundial manejó el concepto de seguridad para salvaguardar sus intereses geoestratégicos en Latinoamérica y el Caribe, su llamada área de influencia. De 1900 a 1926, por ejemplo, intervinieron en Cuba cuatro veces, Honduras siete, Nicaragua dos veces y República Dominicana una. Mención aparte merecen las 105 veces que los Estados Unidos invadió a nuestro país agraviándolo y despojándolo de más de la mitad de su territorio; las dos últimas: la expedición de John Pershing en persecución de Francisco Villa por atacar El Álamo, 1916-17 y la expedición Punitiva contra Tampico y Veracruz, 1916-17. Fundamentó su derecho a intervenir con su Doctrina Monroe expuesta por el presidente James Monroe al Congreso el 2 de diciembre de 1823, que declara como máximo interés para los Estados Unidos mantener bajo control de su Gobierno el continente bajo el principio de “América para los americanos”. Al terminar la Segunda Guerra Mundial y consolidada su fuerza militar, económica y política pone en marcha un ambicioso plan de expansión y control sobre Europa, Asia (principalmente Japón y China), Medio Oriente y África.

Ahora bien, no hay que perder de vista que desde su formación los americanos estaban convencidos de que su país era diferente de todos los demás y que Dios los señaló como la “nación escogida”; idea que se hizo convicción cuando se vinculó al universalismo que sostiene que la Divina Providencia forma parte del pueblo americano e ilumina los senderos que le permitirán cumplir la misión de llevar estos beneficios de Dios al mundo entero.

Este mesianismo “podemos encontrarlo de Truman a Bush o Obama, pasando por Kennedy y no hay ninguna duda de que la Providencia ha formado parte de la nación y puede encontrarse en Lincoln o en Roosvelt”, escribe Seymar Martin Lipset, catadrático de Harvard (citado por Perry Anderson en su libro La Política americana y sus pensadores. Madrid. Edit. Akal). Anderson hace a este respecto, un interesante comentario: “la mayoría de las cosas que lo políticos norteamericanos dicen son representaciones decadentes de una tradición que alguna vez tuvo razón de ser, pero que hoy carece de sustento”, pero no es así, como vamos a ver.

El reposicionamiento de los Estados Unidos al término del conflicto con la Alemania nazi modifica su estrategia y, a partir de ese momento, inicia una confrontación ideológica con la Unión Soviética declarando su lucha mortal contra el comunismo y, de este modo, contener toda posible expansión de la URSS.

El nuevo objetivo lo lleva a intervenir con sus acciones bélicas en numerosos países, principalmente en aquellos que buscan liberarse del colonialismo; desafortunadamente lo hace sin respetar el derecho de gente, la vida y la libertad de los pueblos a elegir sus propios regímenes y forma de Gobierno; frustrando, de esta forma, su autonomía para decidir su futuro.

Hagamos la historia de este proceso: En 1945, Japón estaba listo para rendirse; sin embargo, Harry Truman, Presidente de USA ordenó lanzar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki ¿Tenían los norteamericanos que haberlo hecho? ¿Qué trataban de demostrar? ¿Dieron ese paso para salvar vidas? O los japoneses carecían, según ellos, de cualidades humanas por lo cual no debía   tenérseles consideración (En días previos a los bombardeos, la revista Times había publicado en sus páginas estas líneas: “El japonés medio es irracional e ignorante, quizás sea humano, pero nada lo indica”) (Zinn). Algunos especialistas opinan que lo hicieron para que los japoneses no se rindieran a los rusos que les habían declarado la guerra y avanzaban rápidamente hacia el   archipiélago o ¿fueron los japoneses conejillos de indias para un experimento científico? ¿Por qué en Hiroshima explotó una bomba de Uranio y en Nagasaki una de plutonio? Cuando se preguntó a Truman sobre esta posibilidad, nunca contestó, sólo dijo: “deseábamos evitar la muerte de civiles”. Falso, porque en el intento asesinaron a doscientos mil civiles; es más, el U.S. Strategic Bombing Survey escribió en su informe oficial: “se eligió como objetivo a Hiroshima y Nagasaki debido a la concentración de actividades y población (Zinn. La otra historia, página 265).

El 25 de junio de 1950, Corea del Norte, que formaba parte de la influencia soviética, invade Corea del Sur, una dictadura de derecha dentro de la esfera de influencia americana; cuando los ejércitos del norte atraviesan el paralelo 38, el Presidente Truman pide apoyo a las Naciones Unidas para invadir la península bajo la consigna de “oposición al dominio de la fuerza”; su ataque   arrasa tanto el norte como el sur de Corea, con un saldo de dos millones de muertos. La incorporación del ejército chino a la guerra en favor de Corea del Norte fuerza el armisticio, pone fin al conflicto y restaura la frontera entre los contendientes cerca del paralelo 38, creándose la zona desmilitarizada de Corea (Zinn).

Entre 1945 y 1946, Ho Chi Min escribió ocho cartas a Harry Truman en las que le pedía que por razones estrictamente humanitarias detuviera la guerra civil vietnamita entre el norte y el sur. La lucha de Vietnam para independizarse de Francia había provocado dos millones de muertes entre el invierno de 1944 y la primavera de 1945, como consecuencia de la política de hambre desarrollada por los franceses. Truman nunca contestó.

Años después, la nación más poderosa y rica del mundo, con John F. Kennedy como Presidente, inició operaciones militares contra el norte de Vietnam y Laos el 8 de marzo de 1965, con el pretexto de detener el comunismo, promover la libertad y derrotar el movimiento revolucionario en ese diminuto país de campesinos, que durante ocho años no sólo resistieron las ofensivas estadounidenses, sino que derrotaron a las tropas invasoras al grado de que en septiembre de 1968, en su desesperación el Gobierno del “tío Sam” ordenó bombardear indiscriminadamente grandes zonas del sur declarándolas de “fuego libre”, es decir, hacerlo sin distinguir entre blancos militares y civiles.

La operación Fénix, por ejemplo, ejecutó a veinte mil civiles, por ser sospechosos de ser miembros de un movimiento comunista clandestino. La guerra terminó en 1973, durante doce años se lanzaron siete millones de bombas sobre Vietnam, Laos y Camboya, más del doble de las que fueron lanzadas sobre Europa en la Segunda Guerra Mundial. Sobre Laos, un país vecino de Vietnam, se realizaron 25 mil ataques durante cinco años con decenas de miles de muertos y heridos. Estados Unidos nunca aceptó dichos bombardeos; según The New York Times el transcurso de esos años, sólo se habían enviado vuelos de reconocimiento.

En 1999, los Estados Unidos, utilizando a la OTAN como instrumento, intervienen en la guerra de Yugoslavia, con el pretexto de que el Presidente serbio Slobodan Milosevic se negaba a firmar los acuerdos de Rambouillet que ponía fin a la limpieza étnica de los albanokosovares en territorios de Serbia y Kosovo; el 24 de marzo, bombardea, en un acto criminal, durante 78 días, el territorio de la antigua Yugoeslavia. Esta guerra no declarada constituía una violación a la carta de las Naciones Unidas. Se arrojaron 9160 toneladas de bombas (entre diez y 45 bombas contenían uranio empobrecido). Las acciones descritas respondían, en ese entonces, al plan de marginar a Rusia de la competición mundial y enviar a China una señal de advertencia; sus efectos políticos se dejan notar hoy con la guerra de Ucrania; sus consecuencias en Yugoslavia fue la partición del país en seis repúblicas, dos provincias autónomas y la muerte de 200 mil civiles.

El 31 de septiembre de 2021 las últimas tropas de soldados norteamericanos abandonaron Kabul; Estados Unidos cerró así su guerra más larga (veinte años) y la derrota más dolorosa que ha padecido, dejó atrás: muerte, devastación y miseria en uno de los países más pobres del mundo. Invadió Afganistán con el pretexto de combatir el terrorismo de Al Qaeda por su responsabilidad en los ataques al Pentágono y las torres gemelas del 11 de setiembre de 2001; en su retirada dejó un país destruido: 46 mil civiles asesinados, un tercio de la población en estado de desnutrición y 2.2 millones de desplazados; invirtió en la campaña 2.3 billones de dólares en operaciones militares y ayudas.

El 2 de agosto de 1990, por órdenes de Sadam Hussein, presidente de Irak, tropas de este país invaden el territorio del emirato de Kuwait: el 8 del mismo mes, tropas extranjeras, principalmente norteamericanas (500 mil soldados), bajo los auspicios de la ONU, invaden Irak y Kuwait con 540 mil soldados de tierra, mar y aire atacando “objetivos militares”, en los hechos provocó la destrucción de infraestructura civil para obligar a la rendición del Gobierno iraquí; se bombardean hospitales, refugios, plantas de tratamiento de agua, infraestructura, carreteras, centrales eléctricas, pueblos y ciudades a lo largo de dos meses. En febrero de 1991, por ejemplo, los norteamericanos lanzan un ataque por sorpresa con bombas de 900 kilos sobre el barrio Al-amiriya en la ciudad de Bagdad asesinando a 400 niños que se habían protegido en un refugio. Irak decide retirarse del emirato, el 27 de febrero lo abandona y el 6 de abril consigue el alto al fuego.

En 2003 se da una segunda invasión con el falso pretexto de que Irak poseía “armas de destrucción masiva” y por su complicidad con Al Qaeda. En 2004 tropas norteamericanas bombardean, en una más de sus brutalidades, la ciudad de Faluya, a 60 kilómetros de Bagdad con bombas de fósforo blanco, una substancia altamente incendiaria que arde a temperaturas altas en contacto con el aire y puede causar heridas terribles y dolorosas, pues penetra los músculos hasta llegar a los huesos, razón, por lo que está prohibido su uso militar. La guerra finalizó el 18 de diciembre de 2011 con la retirada de las tropas extranjeras; no se encontraron “armas de destrucción masiva” ni pruebas de colaboración con Al Qaeda pero se dejó un país sumido en una crisis humanitaria, la desnutrición se disparó un 25 por ciento, a millones de iraquíes en situación de pobreza extrema, sin servicios ni hospitales, pues la mitad de los médicos abandonaron Irak y, para colmo, una sociedad sumida en la violencia y en la inestabilidad política.

En marzo de 2011, Estados Unidos en una operación militar al amparo de la ONU invade Libia con el pretexto de proteger a la población civil de la represión de su Gobierno. En una sola acción fueron destruidas las fuerzas leales al Presidente Maumar el Gadafi. Esa noche las fuerzas navales estadounidenses, el Ejército del Aire Francés y la Fuerza Aérea Real de Gran Bretaña bloquearon los puertos libios, asesinaron al Presidente, destruyeron aeropuertos, centros oficiales, cuarteles, carreteras y los bancos occidentales intervinieron las reservas monetarias; todo sin que existiera, a la hora del ataque, autorización de las Naciones Unidas para la agresión. Lo peor es que el mundo entero ha sido indiferente ante la destrucción de Libia.

Todo lo anterior exhibe el cinismo americano al mostrar la no coincidencia de lo que dice ser y lo que es, entre lo que dice hacer y lo que hace, entre sus actos y lo que pregona, que de ninguna son   actos de generosidad, misericordia y amor al prójimo inspirados por la Divinidad.

La pretensión de la OTAN de extender sus bases militares hacia el este de Europa en territorio de Ucrania afectaba los intereses de Rusia, pues se cruzaba la línea roja de seguridad establecida por este país. Rafael Poch, en un artículo publicado en la revista El Viejo Topo (31 de mayo de 2022)  afirma que Estados Unidos es el causante de que tropas rusas penetraran territorios ucranianos, pues  desde el golpe de estado al Presidente pro ruso Víctor Yanukovich en 2010, inició la preparación de Ucrania para esta guerra porque durante seis años le suministró armas, le proporcionó información militar, entrenó tropas de combate, consintió que batallones neonazis se prepararan militarmente y le ofreció ayuda económica. Además, al inicio de las hostilidades, el Congreso norteamericano aprobó un crédito al Gobierno ucraniano de cincuenta mil millones de dólares (la deuda de Ucrania a 2022 asciende a 36 mil millones de dólares). Entre 2015 y 2019, el presupuesto militar de Ucrania pasó de mil 700 a ocho mil 900 millones de dólares, en 2022 fue de nueve mil 791 millones y el de 2023 ascenderá a 12 mil 317 (en septiembre Zelensky anunció que el presupuesto militar del 2023 sería de un billón de grivnas, moneda ucraniana, es decir, una  esperpéntica suma mayor a 27 mil millones de dólares);  cerca de cuatro veces el de las fuerzas armadas de los países más desarrollados de Occidente, excepto el de Estados Unidos que es de 760 mil millones de dólares y la quinta parte del de Rusia que es de 61 mil millones de dólares. Como consecuencia de lo anterior los países desarrollados están aumentando sus gastos militares más allá del cuatro por ciento, lo que hace prever una escalada armamentista que no anuncia un futuro de paz.

Para concluir este tema volvamos a la propuesta de Nietzsche: la genealogía. Si a una persona o nación la definen sus creencias, pensamientos, sentimientos determinados por su modo de ser, su estilo de vida, manera de actuar, de juzgar y sus valores; entonces, la esencia de Norteamérica la definen sus montajes, meros pretextos grandilocuentes inventados como instrumentos y estrategias para mantener y consolidar los intereses de élites perversas.

Melvin Cantarell Gamboa
Nació en Campeche, Campeche, en 1940. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es excatedrático universitario (Universidad Iberoamericana y Universidad Autónoma de Sinaloa). También es autor de dos textos sobre Ética. Es exdirector de Programas de Radio y TV. Actualmente radica en Mazatlán, Sinaloa.

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