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Darío Ramírez

30/06/2016 - 12:00 am

El soez Miguel Barbosa

Me alegra que Miguel Barbosa no haya sido torturado. Ojalá nunca lo sea. Pero sus dichos colocan a toda las víctimas de tortura en el desamparo. Si Barbosa no le cree a Amnistía Internacional, entonces que él levante las 100 entrevistas y haga algo por ellas. ¡Ándele Senador, póngase a investigar!

Me alegra que Miguel Barbosa no haya sido torturado. Ojalá nunca lo sea. Pero sus dichos colocan a toda las víctimas de tortura en el desamparo. Foto: Cuartoscuro
Me alegra que Miguel Barbosa no haya sido torturado. Ojalá nunca lo sea. Pero sus dichos colocan a toda las víctimas de tortura en el desamparo. Foto: Cuartoscuro

“A ver, que alce la mano quién ha sido objeto de tortura aquí”… tan célebre frase no la dijo un reo en Topo Chico sino el ilustre Senador Miguel Barbosa del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Una vergüenza que un legislador se atreva a decir semejante barbaridad. El disparate senatorial fue como respuesta a un relevante estudio que presentó Amnistía Internacional “Sobrevivir a la muerte. Tortura de mujeres por policías y fuerzas armadas en México” presentado el pasado 27 de junio. El informe es contundente:

El informe concluye que prácticas como la aplicación de descargas eléctricas en los genitales, la semiasfixia, el manoseo de los pechos, golpes en la cabeza y abdomen, y la violación con objetivos, armas de fuego y el pene , son “una práctica habitual” durante el arresto e interrogatorio de mujeres acusadas de delitos federales, como el tráfico de drogas.

Continua afirmando el informe que por una decena de días la organización londinense entrevistó a más de 100 mujeres quienes en su totalidad afirmaron haber sido víctimas de violencia psicológicas y verbal por parte de elementos policiacos y soldados. Más alarmante aún –aunque para el pequeño senador poblano no sea así- el 97 por ciento afirma haber sido víctima de violencia física y el 72 por ciento (es decir 7 de cada 10 mujeres, senador) de las detenidas afirma haber sido víctima de violencia sexual (tocamientos, abusos, acoso, insultos sexuales). Igual de aterrador es la cifra que 3 de cada 10 de las detenidas (32 por ciento) dijeron que fueron violadas con objetos o pene por el agresor.

¿Sigue pensando, Senador Barbosa, que su verborrea no es lacerante para con las víctimas mujeres que se atrevieron a denunciar a sus agresores?

Tal vez Barbosa cree que la tortura es realizada por seres extraterrestres (como él no ha sido torturado se ve que conoce muy poco el fenómeno en México) o algo por el estilo. Lo que el perredista parece ignorar –y se nota que no ha leído el informe de Amnistía Internacional- es que los perpetradores de las mujeres que hablaron con la organización son agentes de seguridad del Estado mexicano: Policía Federal, policía estatal y municipal, Ejército y Marina. Nada más ni nada menos. El informe afirma que de las 100 detenciones de mujeres realizadas por la Policía Federal en el 19 por ciento de los casos de registró violencia sexual. Mientras que la Marina realizó únicamente 10 detenciones de 100. Sin embargo –y aquí el dato aterrador (excepto para Barbosa) es que en 8 de los diez casos se registró violencia sexual.

Miguel Barbosa (empleado público de todos nosotros) afirmó posterior al informe “no debemos ser tremendistas”– obvio, porque denunciar tortura es una exageración-. Si eso no fuera suficiente se lanzó contra la organización de derechos humanos (y otras) ya que “suelen hacer conclusiones que luego se separan de la realidad”. Sentenció el desubicado Senador. Es preocupante que organizaciones que hacen un trabajo fundamental de documentación de violaciones a derechos humanos, que arriesgan su vida haciéndolo –y ahí están los números de defensores de derechos humanos que han sido asesinados en México que el senador Barbosa parece ignorar- y que gracias a su información se conocen realidades aterradoras en nuestro país sean descalificadas por un senador del PRD (izquierda según su lema. Pero solo según su lema).

Mientras a Peña Nieto se le cuestiona en Canadá sobre la situación de los derechos humanos en México, cuyas respuestas a la prensa canadiense rayan en la retórica política, aquí el coordinador del grupo parlamentario del PRD en la Cámara Alta afirmó “de verdad que las experiencias son desgarradoras, la realidad, pero no podemos hablar de que en México hay una violación sistemática y que el uso de la tortura es casi generalizado”. Es decir, lo que Barbosa quiso decir es que se practica la tortura pero esta no es generalizada. Vaya que hay poca tortura. Y parece estar cómodo con dicha afirmación .

No olvidemos su frase célebre “…a ver, que alce la mano quien has sido objeto de tortura aquí (dentro del recinto senatorial)”

La conveniente amnesia del legislador poblano es preocupante. Apenas ha pasado un año de que el Juan Méndez, Relator contra la Tortura de las Naciones Unidas afirmó que en México la tortura y los malos tratos durante los momentos que siguen a la detención antes de la puesta a disposición de la justicia son “generalizados” y ocurren en un contexto de impunidad. El mismo Relator señaló que hay evidencia de “participación activa” de las fuerzas policiales y ministeriales de casi todas las jurisdicciones y de las fuerzas armadas (en otras palabras generalizada la práctica). Refresque su memoria, señor Senador.

No es la primera vez que un alto funcionario descalifica de manera inmediata un informe sobre violaciones a derechos humanos. Parecería que la descalificación es la reacción más oportuna para negar la realidad y perpetuar el ciclo de violencia. Lo mismo ha hecho la administración peñista con los últimos reportes internacionales que evidencian un contexto nacional sumamente preocupante.

Me alegra que Miguel Barbosa no haya sido torturado. Ojalá nunca lo sea. Pero sus dichos colocan a toda las víctimas de tortura en el desamparo. Si Barbosa no le cree a Amnistía Internacional, entonces que él levante las 100 entrevistas y haga algo por ellas. ¡Ándele Senador, póngase a investigar!

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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