La verdadera historia de “Los Nachos”, la botana que surgió al calor de las cervezas

30/09/2016 - 12:59 pm

Cuesta trabajo creer que un totopo, un sencillo y fácil triángulo hecho de tortilla de maíz, bañado en queso amarillo derretido y adornado con una rodaja de chile jalapeño, le iba a dar tanta fama, fama mundial, al nombre de este señor, “Nacho”. Si Ignacio Anaya, don “Nacho” hubiera sabido lo que hacía, y si ahorita viviera (don “Nacho” murió hace unos 40 años), sería un hombre rico. Pero no. Pensar que todo fue producto de un accidente, o incidente, para ponerlo en términos menos graves, porque esta historia trata de comida.

Ciudad de México, 30 de septiembre (SinEmbargo/Vanguardia).- La historia es sencilla, confusa, difusa y plagada de versiones, pero se cuenta que corría el año de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando unas doñas, esposas de militares, unos dicen que eran 12, otros que seis, entraron en el restaurante “Club Victoria” de Piedras Negras, Coahuila, y pidieron de comer, hay quien dice que pidieron explícitamente una botana y cerveza fía.

Como era muy temprano, la 1:00 de la tarde, y todavía no había nada listo, (otra versión dice que el restaurante estaba a punto de cerrar y ya no había comida), el jefe de meseros, algunos dicen que era jefe de comedor, Ignacio Anaya, fue a la cocina, cogió unas tortillas fritas cortadas en forma de triángulo que estaban en un tazón, queso tipo Wisconsin rayado, y se le ocurrió que estaría bien esparcir el queso encima de las tortillas, poner unas rajitas de chile jalapeño y meter todo al horno.

El resultado fue que las doñas quedaron impresionadas, entusiasmadas, con aquel platillo, con aquel invento de “Nacho” parido por la casualidad.

Que cómo se llamaba aquella botana, preguntaron las señoras al jefe de meseros, o cocineros, que era don “Nacho”.

Unos dicen que Ignacio, “Nacho”, sencillo e ingenuo como era, respondió simplemente “no sé”: y una de las mujeres de apellido Finan, sabiendo que “Nacho” se llamaba “Nacho”, o quizá no lo sabía y se lo preguntó, no sé, nadie lo sabe, tuvo la idea de bautizar aquella botana color naranja como “Nacho’s Special”: “ah entonces se llamará ‘Nacho’s Special’”, dijo la señora Finan.

Otros cuentan que fue el propio don Ignacio, quien haciendo alarde de su chispazo de creatividad, contestó, “se llama ‘Nacho’s Special’”, vaya a saber.

La cosa es que, hay quienes juran, sin dar cifras precisas, que desde entonces en los estadios de béisbol de Estados Unidos se venden más nachos que hotdogs.

Pronto todos los restaurantes de Piedras Negras imitaron aquella receta deliciosa sin patentar de don Ignacio y lo que es más, los “Nacho’s Special”, burlaron la frontera de Eagle Pass, Texas y después las fronteras de todo el mundo.

“¿Por qué se difundió? La explicación que nosotros tenemos es que ese grupo de militares regresan todos a sus casas ¿Y qué es lo que haces cuando regresas a tu casa?, preparas algo de lo que conociste en la tierra donde fuiste y así el nacho empieza a difundirse a difundirse… No hay lugar en el mundo civilizado donde no se vendan nachos. Me han enviado de Australia, de Nueva Zelanda. He estado en Canadá, donde me ha tocado ver variedades de nachos increíblemente diferentes y sabrosas”, dice Adalberto Peña de los Santos, uno de los promotores principales, fervientes promotores, de este antojito distintivo de Piedras Negras.

Ah, porque el nacho es de Piedras Negras.

“Es algo que caracteriza a Piedras Negras, nos relacionan con esa imagen del nacho, pero Piedras Negras siempre tiene más que ofrecer, no nada más los nachos”,

Dice Norma Treviño, presidenta de la Oficina de Convenciones y Visitantes de Piedras Negras y dice que ella sí sabe preparar nachos:

“Haces las tortillas, las cortas en cuatro, las metes a freír, rayas el queso Wisconsin, lo pones encima de las tortillas, pones unas rodajas de chile jalapeño y los metes al horno”.

-¿Le gustan a usted los nachos?

-Ah claro, son riquísimos. Nomás que, bueno, tienen un poquito de grasa, pero sí están muy ricos ¿Ya los probaron ustedes?

– ¿Se cuida de no comer grasa?

-De repente, de repente.

De don Ignacio Anaya “Nacho”, se sabe muy poco, casi nada, solo que era nativo de Chihuahua, que había vivido en Piedras Negras 18 años, algún tiempo en Texas, que trabajó en un restaurante de Acuña, después en al Café Apolo de Torreón y finalmente en el “Victory Club”, de Piedras Negras, donde fue jefe de cocina o de meseros, sabrá Dios.

Foto: Especial/Vanguardia
Foto: Especial/Vanguardia

Se sabe que después Ignacio tuvo su propio restaurante, donde preparaba y vendía sus nachos.

Y es todo.

En cambio hoy los nachos son muy populares en Alaska y han llegado tan lejos como a Arabia Saudita.
De Piedras Negras para el mundo, que si don “Nacho”, hubiera sabido lo que hizo, y estuviera vivo, sería tal vez un hombre millonario.

VICTORY CLUB

En ese tiempo, los años cuarenta, el restaurante “Victoria” estaba situado justo en la línea divisoria entre Piedras e Eagle Pass, Texas, donde actualmente se ubica el astabandera monumental de la Gran Plaza.

Entonces el “Victory” era reconocido por tener a los mejores meseros, los más honestos, y ser el lugar más limpio del área, lo que le valía buena reputación y fama.

A la sazón Piedras Negras era una ciudad en proceso de crecimiento, “un crecimiento semi lento, – dice el historiador nigropetense Otto Schober Gutiérrez -, en el 43 estaba como alcalde el mejor presidente municipal que hemos tenido en esa época: el licenciado César Augusto Valdés Hernández, No teníamos cuerpo de bomberos, él lo creó, por decir algo…”.

Después el “Victory Club” se transformaría en “El Moderno”, otro restaurante, extinto ya, que estuvo por la calle de Morelos y en el que, por supuesto, el platillo de los famosos nachos, inventado por “Nacho”, era la especialidad de la casa, un fenómeno, una bomba.

Un viejo recorte de un periódico gabacho revela que en ese tiempo se disparó el negocio del jalapeño, porque, por ejemplo, en el Restaurante “El Moderno”, el uso de este chile aumentó de un galón por semana, a cinco o seis paquetes de seis galones cada uno.

Otro recorte, también antiguo, dice que un día Jack Bowman, granjero de Carrizos Spring, que acostumbraba visitar el “Victory Club”, trató de convencer a don Ignacio Anaya de que patentara sus nachos, pero él, sencillo e ingenuo cómo era, le preguntó, “¿por qué Jack?, sólo es un aperitivo para mantener a mis clientes felices y bien alimentados. Es como cualquier otro platillo de la frontera”.
Bowman insistió, pero no logró persuadirlo.

Don Ignacio nunca recibiría ganancias por su receta, por su gran invento de los nachos.

Años más tarde, en 1961, Ignacio Anaya, junior, fallecido hace dos o tres años, trató de patentar los famosos nachos de su papá, pero fue imposible, porque ya había muchísimos restaurantes que los servían en muchas variedades y combinaciones.

Ignacio Anaya junior, que entonces era vicepresidente de un banco en Eagle Pass, declaraba para aquella publicación ignota:

“Yo he estado desde Piedras Negras hasta Chicago y en Texas y simplemente sonrío cuando veo que en un menú hay ‘Nacho’s Special’. Si supieran que se originó de mi papá y que nunca explotó su idea, pero nos ha dado mucho honor y orgullo a la familia Anaya y a la ciudad de Piedras Negras”.

“Nunca lo registró, – dice Francisco Zavala Moreno, un fanático del nacho, – don Ignacio nunca pensó que el nacho fuera a ser tan famoso. Realmente fue un golpe de suerte”.

La entrevista con Francisco y Adalberto, miembros del Comité Organizador del “Festival del Nacho” de Piedras Negras, es en el living de una productora de audio y video localizada en un sector residencial de esta frontera.

Al rato el nacho, que había nacido en la mesa de la cocina del restaurante “Club Victoria”, en 1943, ya no era el sencillo, pero suculento, triángulo de tortilla de maíz, bañado con queso tipo Wisconsin y adornado con una rodaja de chile jalapeño encima.

Lo habían aderezado con frijoles refritos, guacamole, tocino, chorizo, arrachera, carne asada y todos los ingredientes imaginables, ostión: avestruz, camarón y caviar.

Foto: Especial/Vanguardia
Foto: Especial/Vanguardia

“Puedes jugar mucho con él. Lo importante es que cruja y el sabor”, dice Peña de los Santos.
La gente de Piedras Negras, y más aún, los ciudadanos del mundo, se habían apropiado del nacho de “Nacho”.

El mundo asistía a la evolución de los nachos.

“La gente ve al nacho como suyo y lo promueven”, dice Adalberto Peña.

PASARON LOS AÑOS

La historia de los nachos de “Nacho” quedó para la posteridad.

Hasta que en 1995 un grupo de empresarios y funcionarios, entre los que figuraban Homero Niño Troncoso, Adalberto Peña de los Santos, Ramón Rosales Posada, Luis Alonso Robledo, Paco Zavala y Efrén Peña, entonces integrantes del Comité de Turismo de Piedras Negras, decidieron que era hora de revivir al nacho, de resucitar al nacho.

Sucedió un día que se hallaban en el restaurante “El Moderno”, comiendo, nachos, con el otrora secretario de Turismo de Coahuila, Fernando de las Fuentes, “El Diablo’, pensando cómo diablos era que podían hacer para que a Piedras Negras viniera más y más gente, más turistas.

“Dijo ‘El Diablo’, ‘oye pos es que de aquí son los nachos. Hay que hacer algo para que Piedras Negras se haga famoso a nivel mundial’”, cuenta Adalberto Peña de los Santos, uno de aquellos comensales, que en uno de los festivales del nacho tuvo la idea de pintar el Río Bravo de naranja, en honor al nacho, pero no lo dejaron.

Estamos en “El Charcoal Grill”, el restaurante que, a decir de Francisco y Adalberto, prepara los mejores nachos de Piedras Negras, con la receta original, tradicional de don Ignacio.

Fue así, que de una comida entre amigos, comida con nachos, claro, resurgió el nacho y empezó a cocinarse un plan.

Lo primero, pensaron los del Comité de Turismo, sería instituir un día para celebrar, en grande, al nacho, el ícono máximo de Piedras Negras.

Desde entonces el 21 de octubre de cada año, porque así se les antojó a los organizadores del festival, se conmemora en el mundo el “Día Internacional del Nacho”.

DÍA DE “EL NACHO”

“Está instituido oficialmente por nosotros y el licenciado Ernesto Vela del Campo, entonces presidente municipal de Piedras Negras, él dijo ‘a parir de ahora el 21 de octubre va a ser el Día Internacional del Nacho’”, cuenta Adalberto.

Lo segundo fue organizar una fiesta por todo lo alto, un “Festival del Nacho”, con música, payasos, juegos mecánicos, concurso de belleza y, obviamente, nachos, muchos nachos, hartos, crujientes y sabrosos nachos.

Un festejo que reuniera a gente de aquí y de allá, de todas partes, con un solo motivo: honrar a don Ignacio y sus nachos.

La receta funcionó.

Tanto que, de tres mil asistentes al evento el primer año, 1995, entre turistas locales y foráneos, subió a 15 mil, en 1997, 30 mil en 2013 y a 40 mil, en 2015, según datos de la Dirección de Turismo Municipal de Piedras Negras.

Al principio el festival se había realizado durante un solo día, luego se extendió a dos y luego a tres, el segundo o tercer fin de semana de octubre, la víspera de la celebración del “Día Internacional del Nacho”.
“Hubo mucha gente, más de la que imaginábamos”, dice Francisco “Paco” Zavala.

A la vuelta de los días “El Festival del Nacho”, o el “Nacho Fest”, como lo nombraron después sus impulsores, copiando la moda del “fest”, “Acapulco Fest”, esto “fest”, aquello “fest”, lo otro “fest”, corrió de boca en boca desde Piedras Negras, pasando por el sur de Texas, hasta Minnesota.

“Los primeros años invitábamos a la familia y hacíamos un pequeño homenaje a don Ignacio. Casi siempre empezábamos el primer día con un brindis, un coctel y se hacía la inauguración. Luego se fue dispersando la familia, pero quedó ese legado. Siempre nos acordamos de Nacho”, cuenta Paco Zavala.

Entonces hordas de gente llegaron a Piedras Negras, atraídas por un suceso insólito en la agenda de actividades del “Nacho Fest”:

La realización de “El nacho más grande del mundo”.

Un nacho gigantesco, 18 metros cuadraros de superficie, hecho con 60 kilos de masa, 70 kilos de queso Wisconsin, 30 kilos de jalapeño, tres o cuatro kilos de chicharrón molido, 30 personas, 10 amasando, 10 poniendo el queso, 10 preparándolo…

“Es sumamente complicado. Nomás imagínate, la parrilla pesa más de 900 kilos, para transportarla se usa una grúa, un camión con banderitas a los lados. El consumo de gas que se lleva es enorme… Pero es parte de la diversión. Claro que al lado del nacho está siempre un mariachi o una banda para animar a los cocineros y es un ambiente bastante familiar. Tardamos unas dos o tres horas en hacerlo y luego se regala a la gente”, dice Adalberto Peña de los Santos.

Algo que, hasta ahora, nadie en el mundo se ha atrevido a hacer y que por eso hoy está a punto de registrarse en los records mundiales del Libro de Guiness: “El nacho más grande del mundo”.

“Antes nos juntábamos toda la semana anterior al evento a hacer experimentos. De hecho usábamos la parrilla y la curábamos con carme asada…”, dice con picardía Francisco Zavala Moreno, otro de los apasionados artífices de este festival.

“Es para que le diera sabor”, lo secunda Adalberto riendo.

-¿Quién financia todo esto?

-Tenemos muchos aliados: compañías que venden gas, masa, tortillas, queso, jalapeño.

Y a alguien se le ocurrió algo todavía más sorprendente: crear el nacho más pequeño del mundo. 21 nachos cortados con bisturí, vistos desde un microscopio. La proeza fue de un Rogelio Aguirre.

“¿Te acuerdas la vez que hicimos el plato de nachos más grande del mundo?, – está preguntando Adalberto a Paco – . Para que tengas una idea, estuvimos trabajando ocho horas seguidas, cinco gentes friendo tortillas, cinco gentes colocando y no acabábamos de cubrir el plato. Era una cosa increíble. Créeme que no se volvió a hacer.

“Es un festival hecho para la comunidad, no se cobran entradas, la idea es ‘ven y diviértete, come nachos, oye música, trae a tus hijos al payaso, asómbrate con el nacho más grande del mundo”.

Y… entra a la competencia de a ver quién se come más chiles jalapeños enteros, en dos minutos.
“El récord – dice Paco Zavala -es 63 chiles jalapeños”, en 120 segundos, “no cualquiera le entra eh”.

La gente de Piedras Negras, amante de los nachos, se volcó entonces al festival y trajeron al concurso de “El nacho más exótico”, el “El nacho más original”, sus recetas más ingeniosas, rifadas, manchadas, vaciadas, locas, de nachos.

Nachos de mango con pulpo, de siete chiles, de sushi, camarón con tamarindo, de huitlacoche, de venado, de chorizo y hasta nachos de chocolate, hechos con tortilla de harina bañada en chocolate, queso filadelfia y un chile caramelizado que, si don Ignacio Anaya viviera…

“Vas a aumentar de peso si llegas ese día. Y no vas a querer ver nachos por dos semanas…”, dice Adalberto.
Y esta fue la historia de los nachos de Ignacio, un hombre que si hubiera sabido lo que hizo, y si ahorita viviera, tal vez, sería millonario.

-¿Ustedes sacan algo de esto?, le pregunto a Paco Zavala.

-No nos pagan por hacer esto, no ganamos nada, es algo que nos gusta y lo hacemos por amor al arte.

Orgullosamente hecho en piedras negras.

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