El desnudo Culiacán

30/12/2016 - 12:05 am
¿Acaso el desnudo de esta chica sólo es una infracción al Bando de Justicia y Buen Gobierno?
¿Acaso el desnudo de esta chica sólo es una infracción al Bando de Justicia y Buen Gobierno? ¿Un motivo para aplicar el retazo existente de la justicia administrativa y policial, o es el resorte que nos recuerda que existe autoridad y las buenas costumbres y que mi derecho termina donde empieza el del otro? Foto: Cuartoscuro

A la memoria de las víctimas de feminicidios

¿Qué significado estético tiene el desnudo de una joven blanca, esbelta, erguida y provocadora que recorrió lenta y silenciosa por el boulevardde una ciudad marcada por la violencia, la impunidad, la zozobra, el miedo? ¿Qué significado tiene esa exhibición pública cuando en ella acababa de ocurrir una emboscada y en ella perecieron cinco soldados más diez quedaron seriamente dañados? y, mejor todavía:

¿Qué significado tiene ese desnudo cuando la niña Victoria Scarlett de sólo 3 años de edad murió asesinada en un asalto a la casa de sus padres? y ¿Qué significado tiene en una ciudad-país dónde la muerte se ha vuelto una rutina siniestra y dónde el ritual del ciclo de la vida se invirtió y hoy cada día más padres velan a sus hijos? y ¿Qué significado tiene en una sociedad donde opera la ley del influyente, el más fuerte, el más armado, el más despiadado, el más cabrón y donde sus políticos en el gobierno se decantan cual más corruptos?

En definitiva, cuál es el significado dónde la palabra ley es el nombre una cadena de supermercados. ¿Acaso el desnudo de esta chica sólo es una infracción al Bando de Justicia y Buen Gobierno? ¿Un motivo para aplicar el retazo existente de la justicia administrativa y policial, o es el resorte que nos recuerda que existe autoridad y las buenas costumbres y que mi derecho termina donde empieza el del otro?

Un desnudo público en este tiempo, y con especial énfasis, en ciudades tatuadas por la violencia, es un acto de libertad, rebeldía, sacudida, esperanza, provocación. Una respuesta inteligente al horror, la mojigatería, el puritanismo.

El cuerpo desnudo en las tierras del Humaya, es en alguna forma, una representación actualizada del Triunfo de la Muerte del pintor renacentista Pieter Brueghel. No sólo es la muerte, sino la poderosa capacidad del artista o en este caso la capacidad y entereza de la actriz, para transformarse en espejo social, en catalizador de nuestros prejuicios, hipocresías, manías.

Es, por eso, que la autoridad municipal y las buenas conciencias erraron. Quisieron actuar sobre el acto libertario con la navaja mellada de la ley y la moral pueblerina. No entienden que no entienden. Son incapaces de sancionar la violencia de las calles pero van con todo contra este tipo de trasgresiones del bando municipal. Quizá, lo hacen, buscando justificar el cargo. Son incapaces de ver con otros ojos esta manifestación profundamente contestataria que rompe en forma fugaz con la espiral de nuestros diálogos infectados de violencia.

La metáfora de un desnudo femenino fértil es la reivindicación de la vida y la esperanza. La negación de la muerte. La afirmación de la libertad en donde se ha perdido por el miedo y la impunidad. Dónde el miedo se impone en todas sus manifestaciones. En las viviendas convertidas en bunkers contra cualquier extraño. Los vehículos blindados del empresario y el político. Son las caravanas de la muerte. Incertidumbre en la vida cotidiana en cada uno de los vecinos.

Entonces, este tipo de expresiones estremece y la gente se expresa con lo que tiene. Saca lo que trae dentro así sea lo más retorcido. La simpatía por la rebeldía. Leí en las redes sociales ese abanico de pronunciamientos reivindicatorios pero también la descalificación dura, durísima, del performance desnudo. ¿Qué hay detrás de esos señalamientos? ¿En esas emociones infestados de ignorancia, estupidez, intolerancia y sarcasmo muy propio de los sinaloenses?

Habría que recordar que no es la primera vez que el cuerpo se expone a los cuatro vientos. Lo hemos visto en los desnudos colectivos de Spencer Tunick, pero también en hombres y mujeres antorchistas cansados de no ser vistos y ni escuchados por la autoridad. Y es que, el desnudo se proyecta en el imaginario colectivo, no cómo carne, sino como provocación del orden establecido y como reclamo a la indiferencia.

La chica espejo ha dejado de llamarse cualquier nombre del calendario. Representa un aullido silencioso a lo Allen Ginsberg (“Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas…”) Exhibe nuestras miserias privadas, lo insuficiente de lo colectivo. Y, proyecta, anhelos de libertad a una ciudad con miedo y consumida por prejuicios ancestrales. Creo que fue el inteligente e informado intelectual sinaloense Carlos Calderón Viedas, quien concluyó que nuestra singular modernización, es un hibrido del mundo rural con el urbano, el de los cultivos y las altas tecnologías, las camionetas 4×4 y Rand Rover con el mundo de los tractores, y que tiene su degradada expresión en la buchonería. Ese remedo de campesino que accede al mundo de la ciudad con fanfarronería, prepotencia, frustración.

El tránsito de la mujer espejo, si vale el juego de imágenes, es igual a si un desnudo de Modigliani descendiera del lienzo y tomará libremente una calle cargada de hipocresía. La moral judeocristiana que siempre ve en el cuerpo un instrumento de pecado y excesos. Por, eso en su idea redentora, el cuerpo es un animal que hay domar o tener bien amarrado para que no se salga de lo socialmente correcto. De lo que dicta la moral y sus prejuicios.

Es más resulta paradójico que una sociedad tan echada para adelante en la subcultura del crimen, sea moralmente correcta o quizá por eso, reacciona para liberar las culpas de la doble moral. Ahí está, la capilla de Malverde, con sus ruegos, sus lamentos, sus velas y dólares untados sobre los muros como una singular manera de tener juntos a dios y el diablo.

Finalmente, las reacciones de rechazo social, me recuerda el caso de Don Raymond Aprile, ese mafioso italiano que Mario Puzo describe en Omertá, su obra póstuma, hombre despiadado con sus enemigos, pero a sus tres hijos los alejó de su vida para que no fueran igual a él y por lo tanto no los alcanzara su violencia, pero lo sustantivo permanece para la desgracia colectiva. Esa moralina es la que se encuentra detrás de la crítica soez al desnudo.

Quizá, eso explica el segundo performance, la segunda metáfora radiante, en dónde la actriz aparece en un escenario silenciosa cubierta del lodo, si literalmente lodo y otras mujeres, una por una, se dan a la tarea paciente y liberadora de limpiar con kleenex su cuerpo mancillado por las voces de la hipocresía que brota de las comisuras de esa violencia que recorre las calles impregnadas de coca y heroína; metanfetaminas y crack. De vida loca.

En definitiva, si Culiacán para el economista Guillermo Ibarra es la ciudad del miedo, para los autores del performance en la exposición “Ni de Venus, ni de Marte”, es la ciudad de la violencia de género.

Gracias, por ese arte silencioso, en estas calles que hoy añoran tantos sinaloenses desde la siempre maestra que representa la distancia.

Versión actualizada de la publicada en Noroeste, 23 de Octubre de 2016.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.
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