Por primera vez el dino priista está fuera y el PAN en vilo. Son los grandes perdedores de 2018

30/12/2018 - 12:05 am

En 2018, AMLO y Morena fueron los únicos ganadores. El resto de los partidos –PRI, PAN, PRD, PVEM, PES y PANAL, por ejemplo– tropezaron y muchos de sus candidatos a nivel federal (Presidente, senadores y diputados) y local (gobernadores, alcaldes y congresistas) fracasaron. Hoy, el sistema mexicano de partidos vive una transformación, en la que los dinosaurios no están incluidos.

Ciudad de México, 30 de diciembre (SinEmbargo).- Este 2018 será recordado como el año de un terremoto político, en que las viejas estructuras de México (PRI, PAN, PRD) se derrumbaron, y en que una nueva fuerza (Morena) cambió las relaciones tradicionales de poder.

El día en que más de 56.6 millones de electores acudieron a las urnas para decidir el rumbo de la Nación, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) logró algo que no se veía desde 1988, cuando Carlos Salinas de Gortari ganó la Presidencia de la República con el 50.5 por ciento de los votos.

En julio pasado –sin la caída del sistema de cómputos electorales– AMLO se convirtió en Presidente con el 53.2 por ciento del apoyo electoral; y su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) barrió con la presencia de los partidos de siempre, en los diferentes congresos y gobiernos (locales y federales).

De nueve gubernaturas que estuvieron en juego este año, Morena –que en enero próximo cumplirá cinco años de existencia– se quedó con cuatro (Chiapas, Ciudad de México, Tabasco y Veracruz).

Asimismo, su aliado político, el Partido Encuentro Social (PES), salió victorioso en Morelos. De ese modo, la Coalición “Juntos haremos historia” (Morena-PT-PES) obtuvo cinco gubernaturas.

Por el contrario, los grandes fracasos electorales correspondieron a los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD).

La vieja estructura priista –a 89 años de su creación y después de 71 años (1929-2000) ininterrumpidos en el Poder Ejecutivo federal– perdió la oportunidad de ganar terreno a nivel nacional y de mantener el control de Yucatán.

Asimismo, el partido fue incapaz de recobrar el gobierno de Veracruz, donde el priista Javier Duarte de Ochoa (2010-2016) encabezó una de las más corruptas administraciones de la historia reciente de México.

El PRI tampoco pudo aprovechar su influencia en el estado de Chiapas, que hasta este año, fue gobernado por integrantes del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que al menos desde el año 2000, hace alianzas político-electorales con el PRI.

El 1 de julio en la noche, el candidato presidencial José Antonio Meade Kuribreña (PRI-PVEM-PANAL) reconoció que los resultados no le favorecían en el proceso electoral y felicitó a AMLO por su victoria. Así reconoció su derrota, pero anunció el fracaso del PRI. Foto: Diego Simón Sánchez, Agencia Cuartoscuro.

El PRD, por su parte, no sólo fue incapaz de competir por una de las nueve gubernaturas que estuvieron en juego en 2018 sino que, además, perdió el control de tres estados (Ciudad de México, Morelos y Tabasco).

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De las cuatro entidades restantes en que hubo elección de Gobernador y en los que no ganó Morena, tres quedaron en manos del Partido Acción Nacional (PAN) –que conservó Guanajuato y Puebla, además de recobrar Yucatán luego de 12 años de priismo– y una más (Jalisco) quedó en manos de Movimiento Ciudadano.

Aparte de las elecciones de gobernadores y Presidente, 30 estados –con la excepción de Baja California– celebraron elecciones locales para los cargos de diputado, alcalde y/o delegado.

Los resultados regionales de este año, en comparación con los de 2012, fueron un ejemplo del descontento del electorado con los partidos más tradicionales (PRI, PAN, y PRD).

Durante las elecciones más complicadas de la historia de México, por la cantidad de puestos (más de 3 mil) en juego, 1 mil 957 alcaldías, ayuntamientos y diputaciones locales fueron renovados.

El partido tricolor se hizo del 22.6 por ciento de los puestos (seis años antes, se llevó el 45.1 por ciento). Por su parte, PAN y PRD, que en 2012 se llevaron el 26.2 y el 15 por ciento de las plazas disputadas, este año consiguieron el 19.2 y el ocho por ciento, cada uno.

En cambio, Morena fue el partido con mayor proporción de puestos ganados. En julio, se hizo de 570 alcaldías y diputaciones (29.1 por ciento del total).

La misma tendencia que llevó a AMLO a la silla Presidencial y que impulsó a su movimiento a imponerse en la mayoría de las localidades, también se hizo visible en el Congreso de la Unión, donde Morena obtuvo 315 escaños de 628 disputados.

En cambio, el PRI se quedó con 62 curules. Esta cantidad es 76.5 por ciento menor a la que obtuvo en 2012, cuando amarró 264 curules en el Congreso de la Unión.

Los malos resultados del partido tricolor provocaron que el PAN lo desplazara como segunda fuerza en el Poder Legislativo federal, toda vez que el blanquiazul se quedó con 102 senadores y diputados (33 por ciento menos que en 2012, cuando tenía 152).

En el caso del PRD, se observó el peor descalabro de todos, con un déficit –entre 2012 y 2018– de 80.2 puntos porcentuales (pasó de 126 a 25 escaños).

LAS CARAS DE LA DERROTA

El año que está por concluir fue un año más de fracaso para el ex Presidente Enrique Peña Nieto.

En 2012, cuando llegó a la residencia oficial de Los Pinos, el priista de Atlacomulco tenía el apoyo del 54 por ciento de los mexicanos, según datos de Consulta Mitofsky. Para noviembre de 2018, la popularidad de EPN se desplomó y cerró su sexenio con apenas 24 por ciento de aprobación ciudadana.

Menos de un mes después del descalabro, el 1 de diciembre, AMLO tomó protesta como el sexagésimo quinto Presidente de México.

Por un lado, reconoció que Peña Nieto no metió las manos en los comicios presidenciales del 1 de julio. Por el otro, criticó su sexenio.

La violencia, el “fracaso” de la reforma energética, la terrible deshonestidad que dañó a México en beneficio de unos cuantos y en contra de la mayoría, fueron los principales reproches de AMLO en contra de Peña y de la “horrible historia” que “hemos vivido” con los gobiernos del PRI y del PAN.

Después de la toma de protesta, nada quedó del Presidente que salía en spots publicitarios, o del halo de gloria cuando el PRI retornó a Los Pinos luego de dos sexenios panistas.

Entonces, en 2012, Enrique Peña Nieto venció a AMLO por 3.3 millones de votos.

El otrora Golden Boy del Estado de México fue el candidato más votado en 20 entidades federativas, exceptuando a aquellas que prefirieron al tabasqueño (Ciudad de México, Cuernavaca, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco y Tlaxcala) y a las que se decidieron por la panista Josefina Vázquez Mota (Guanajuato, Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz).

Seis años después del segundo aire del PRI, el partido fundado por Plutarco Elías Calles (en 1929) tocó un nuevo fondo. Los resultados del peñanietismo fueron reprobados por los electores y su descontento lo llevaron a las urnas.

El día en que más de 56.6 millones de mexicanos salieron a emitir su voto, hubo un apoyo uniforme en 31 de 32 entidades federativas a favor de López Obrador. La única entidad (Guanajuato) en que el político tabasqueño no tuvo la mayoría de votos, no obstante, se volcó a favor del PAN.

Inclusive, los 20 estados que favorecieron al PRI hace seis años, esta vez no alzaron el pulgar por el tricolor, cuyo candidato Jose Antonio Meade Kuribreña quedó en tercera posición (algo sólo visto hasta entonces en 2006, cuando Roberto Madrazo fue superado por Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador).

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Hoy, el PRI no es el mismo dinosaurio hegemónico de siempre.

Hace 23 años, el partido tricolor mantenía su racha ganadora: el Congreso de la Unión era suyo con una mayoría aplastante de 300 diputados (el PAN le seguía con 119 legisladores) y 64 senadores (el blanquiazul apenas tenía 24). Además, gobernaba en 28 de 31 estados (hasta la reforma constitucional de 1996, la Ciudad de México permaneció como un departamento administrativo, o bien, carecía de un gobierno propio).

Llegado el año 2000, su presencia en las cámaras había caído (aunque mantuvo su mayoría con 211 diputados y 60 senadores) y la cantidad de gubernaturas priistas fue en retroceso al pasar de 28 a 21 en un sexenio.

En la actualidad, el PRI va en picada. Tiene 15 senadores (39 menos que en 2017), 47 diputados (56 menos que el año pasado) y 12 gubernaturas (dos menos que el año pasado), de las cuales, ocho (Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas) tendrán elecciones en 2021, dos (Hidalgo y Oaxaca) un año después y dos más (Coahuila y Estado de México) en 2023.

EL FRENTE DE ANAYA

En los procesos electorales ordinarios y extraordinarios que ha disputado el PAN en los últimos 18 años, el partido no sólo se ha llevado dos comicios presidenciales (2000 y 2006) sino que, en 2017, bajo el mando de Ricardo Anaya Cortes (2015-2018) como presidente nacional del blanquiazul, amasó más gubernaturas que en toda su historia (12 en total).

Ese mismo año, el PAN contaba con 38 senadores (hasta entonces, su nivel más bajo desde 2000, cuanto tuvo 46) y 109 diputados (en 2014 tenía 114, por ejemplo).

Los buenos resultados del PAN –atribuidos a Anaya– le sonrieron al político queretano. Previo a las elecciones de 2018, el llamado niño maravilla contaba con el apoyo de más de dos terceras partes de los consejeros nacionales de su partido (200 de 270 integrantes), hecho evidenciado durante la elección de los mismos, ocurrida en enero de 2017.

El único estado en que Ricardo Anaya Cortés pudo imponerse, fue en Guanajuato. En los comicios presidenciales de 2018, el Frente que lo apoyó se quedó corto por 17.5 millones de votos, que fue el margen de victoria obtenido por López Obrador. Foto: César Gómez, Agencia Claroscuro.

Sin embargo, el fracaso en la contienda presidencial de julio pasado –y la escisión blanquiazul que generó por su disputa con el ala calderonista del PAN– le pasó la factura a Ricardo Anaya.

No sólo no ganó “la grande”, sino que tampoco pudo mantener la presidencia de su partido. Inclusive, la fuerza y el apoyo con el que contaba hasta hace unos meses pareció esfumarse, y hoy, Anaya se ha distanciado de la vida pública.

Los logros que tuvo en 2017 fueron, en cierto sentido, inversamente proporcionales a los de este año.

Su partido, coligado con el PRD, no tuvo los resultados esperados. Es más, los partidos de la coalición “Por México al frente” –salvo quizá por Movimiento Ciudadano (MC)– dieron un retroceso electoral considerable.

El PAN, por un lado, regresó a tener el mismo número de gubernaturas que en 2016. Hoy gobierna en 11 entidades federativas, de las cuales, una (Baja California) deberá defenderla en los comicios intermedios de 2019. Y aunque este año logró mantener Guanajuato y Puebla, además de vencer en Yucatán, “perdió” Jalisco a manos de MC.

En el caso del Congreso de la Unión, el PAN se quedó con 24 senadores y 78 diputados, su niveles más bajos desde el año 2000.

A ello sumaría la derrota de Anaya, quien perdió por casi 31 puntos porcentuales de diferencia con AMLO. En 2012, por ejemplo, la derrota de Josefina Vázquez Mota, en comparación con Peña Nieto, implicó una diferencia de votos equiparable a 16 puntos porcentuales de los votos totales.

El PRD, por otro lado, además de perder el control de los gobiernos de la Ciudad de México, Morelos y Tabasco, para 2019 sólo gobernará en dos entidades federativas (Michoacán y Quintana Roo), lo que será su nivel más bajo desde el 2000 (cuando gobernó en Baja California Sur, Ciudad de México, Tlaxcala y Zacatecas).

Sus resultados en el Congreso de la Unión, asimismo, fueron escuetos. Hoy, tiene tres veces menos senadores (cinco en lugar de 16) y menos de la mitad de los diputados (20 y no 50) que los que tenía hace 18 años.

La falta de fuerza del PRD inclusive se notó en la elección presidencial.

Hace no mucho, Miguel Ángel Mancera Espinosa luchó por ser el candidato presidencial del Frente por México. El 9 de diciembre del año pasado, con cierto humor de tristeza, reconoció la derrota en la batalla. De manera interna, la coalición acordó que el abanderado presidencial sería Anaya, a cambio de que el candidato a la Jefatura de la Ciudad de México fuera perredista (como lo fue Alejandra Barrales Magdaleno, quien también perdió las elecciones).

LOS QUE MANTIENEN SU REGISTRO

De acuerdo con el Artículo 94 de la Ley General de Partidos Políticos, una de las causas de pérdida de registro de los partidos con presencia a nivel nacional, es no haber obtenido “por lo menos el tres por ciento de la votación válida emitida en alguna de las elecciones federales ordinarias para Diputados, Senadores o Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”.

Aunque el PRD no alcanzó el tres por ciento de las votaciones en la elección presidencial, pudo mantener su registro por sus resultados en las otras dos votaciones (referidas en la Ley anteriormente citada).

Sin embargo, a mediados de este año, el partido anunció “una profunda transformación” tras la debacle electoral del 1 de julio. Aunque pudo mantener su registro nacional, no obstante, perdió su registro en nueves estados (Aguascalientes, Chihuahua, Coahuila, Colima, Jalisco, Nuevo León, Querétaro, Sinaloa y Sonora).

En ese mismo tren estuvieron el PVEM, que también mantuvo su registro nacional, aunque perdió el de seis estados (Campeche, Coahuila, Querétaro, Quintana Roo, Sinaloa y Tamaulipas); y MC, que perdió el registro en nueve entidades federativas (Aguascalientes, Campeche, Chiapas, Oaxaca, Querétaro, Quintana Roo, Sinaloa, Tabasco, Veracruz y Zacatecas).

Pese a que el PAN no estuvo en la lista de los “panzazos”, empero perdió su registro en Tabasco. No obstante, también hubieron partidos (PES y PANAL) que perdieron su registro nacional por no alcanzar el tres por ciento obligado.

El PES, aunque fue en coalición con Morena, no obtuvo los votos necesarios en la elección presidencial (2.7 por ciento), ni en la de senadores (2.4) o la de diputados (2.3). Lo mismo le sucedió al PANAL, que no apoyó a AMLO y tuvo resultados inferiores al tres por ciento (0.99, 2.4 y 2.3 por ciento en los comicios para Presidente, senadores y diputados, respectivamente).

Efrén Flores
Es politólogo por la UNAM. En SinEmbargo se ha especializado en el análisis de datos. Su investigación periodística es multitemática, pero sobre todo enfocada en temas políticos y económicos.
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