Lorena Amkie
30/07/2016 - 12:02 am
Los niños son tontos
Comprender que NO TODA LA LITERATURA INFANTIL ES DIDÁCTICA. Lo didáctico es el mundo.
… y eso es algo muy triste, pues lo hemos dicho un millón de veces: ellos son el futuro de la Humanidad, ¿no? Y por supuesto, ni nuestra manera de educarlos ni el medio en el que viven influye en su desarrollo en absoluto. Lo único que puede afectarles son los programas de televisión que ven y los libros que leen, porque son TAN TONTOS que tomarán de modo literal los mensajes que se les ofrezcan (al igual que se comen sin discriminar sus verduras) y no tendrán elementos para analizarlos o sentido del humor para integrarlos a su psique, que es una pantalla en blanco y negro que sólo entiende de El Bien y El Mal, sin grises.
Esta parece ser la postura oficial de las decenas de miles de padres indignados y trolls que han decidido hacer de Maria Frisa, una autora española de literatura infanil y juvenil, su nuevo blanco. Resulta que Frisa, especializada en Psicología Clínica y en Trabajo Social, publicó en 2012 un libro en el que su protagonista, una chica de 12 años llamada Sara, comparte sus 75 consejos para sobrevivir a la secundaria. Quien haya leído el libro sabrá que es el diario de una chica que se enfrenta a lo peor de la adolescencia y al final descubre que la tolerancia y la amistad son lo único que puede ayudarle a sobrevivir. Nadie lo ha confirmado, pero si nos basamos en las reacciones que hoy incendian internet, pareciera ser que hoy, cuatro años después, hay muchísimos más casos de bullying y machismo en España por culpa de que este “infame” libro salió a la venta… claro, porque los chicos y chicas de 12 años que leen suelen ser los más violentos y porque los niños, en general, suelen seguir instrucciones ciegamente. ¿O son esos los adultos, que en el anonimato se pegan a cualquier “causa” como lapas, buscando a quién culpar de su propia incapacidad de educar a sus hijos, de explicarles el mundo, de discutir con ellos y reírse a su lado de la ironía, del sarcasmo? No: mejor retiren lo que pueda causar confusión. Pintemos el mundo de blanco y negro para poder explicarles en absolutos y no tener que complicarnos con, no sé, La Realidad.
En 2002, Marilyn Manson, conocido como el Reverendo o como el Anticristo, dependiendo el círculo, exponía su postura con una elocuencia que sorprendió a muchos en el documental de Michael Moore Bowling for Columbine, ante las acusaciones de los más pensantes representantes de la sociedad americana (es ironía, eh. Más vale aclarar, digo yo) de que su música era directamente culpable de que un par de chicos tomaran un par de escopetas y masacraran a sus compañeros del colegio. Los juegos de video, la música y ahora los libros son más fáciles de culpar que las leyes de posesión de armas, la posible tradición de violencia doméstica, en el caso del bullying, o la violencia inherente a la naturaleza humana, potencializada por el mundo que nosotros, sí, nosotros los adultos hemos creado o hemos, también, heredado de los que ahora son abuelos y se quejan de que las cosas eran mejores “antes”.
La queja contra el libro de Frisa es que “incita al machismo y a la violencia”, y de eso no me cabe duda: el nivel de misoginia y violencia presente en los ataques hacia la autora, es de llamar la atención. Algo debe tener el libro. Treinta mil trolls no pueden estar equivocados, ¿o sí? Ahora, decir que las palabras no tienen ningún poder sería denostar el trabajo de todos los que nos dedicamos a ellas. Por supuesto que lo tienen: el poder de abrir el debate, de explicar, de ampliar los círculos del pensamiento. Esta es una de las funciones básicas no sólo de la literatura, sino de cualquier forma de arte, pero al parecer estos inquisidores creen que el pensamiento crítico debe estar reservado para “los adultos”, ya que los niños son tan tontos, que no disciernen ficción de realidad, o El Bien de El Mal así, con mayúsculas.
Estamos, afortunadamente, ante un boom de literatura infantil y juvenil subversiva, que los niños disfrutan al igual que nosotros podemos disfrutar de una obra disruptiva o ultra violenta (en mi caso, puedo citar la serie de Netflix Hannibal, que explora los horrores del canibalismo y maneja una violencia altamente estética. Para los interesados: sigo siendo vegetariana y no me considero un peligro, ni siquiera para mi novio, incluso siendo él tan apetitoso), ya que algunos autores comienzan a ver a los niños como seres pensantes, como interlocutores inteligentes, y a comprender que NO TODA LA LITERATURA INFANTIL ES DIDÁCTICA. Lo didáctico es el mundo.
Como autora de literatura juvenil, y teniendo en mi haber tanto una trilogía de vampiros con escenas de evisceramientos, como una novela que versa sobre el acoso escolar, me enfrento en cada Feria del Libro al padre o madre que se pone de pie tras la presentación y me pregunta cuál es mi responsabilidad hacia los jóvenes que me leen y porqué insisto en plagar de violencia mis textos, siendo que mis lectores ya se enfrentan a tanta violencia de manera cotidiana. Mi responsabilidad hacia mis lectores es contarles una buena historia. Mi responsabilidad hacia el mundo es ser un buen ser humano, o intentar serlo. Educar no es la responsabilidad del artista, que lo que hace es presentar situaciones que después pueden discutirse, contradecirse, desecharse.
Los niños aprenden del ejemplo, y me apena pensar en los hijos de los 30 mil trolls que buscan censurar una novela pícara e inocente haciendo uso de la violencia y de la intimidación que ha incluido hasta amenazas de muerte. ¿Qué han aprendido estos niños de sus padres, principales responsables de su educación? Que se pregunten eso y, mientras tanto, se compren un sentido del humor, que buena falta les hace.
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