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Susan Crowley

31/07/2020 - 12:03 am

La víctima cincuenta mil uno

No hay duda, ella será la víctima cincuenta mil uno de la COVID-19. Su último pensamiento es para Ana: seguramente su eterna rival morirá de un vulgar cáncer de pecho, en cambio ella entrará al círculo de oro de la pandemia de moda.

No hay duda, ella será la víctima cincuenta mil uno de la COVID-19. Foto: Especial.

Labios voluptuosos. Ni una sola marca del tiempo en el rostro; la piel tersa y brillante. Los enormes ojos de muñeca poblados de grandes pestañas de armiño enmarcados por cejas perfectamente delineadas. El cuello lozano, los pechos turgentes, como dice el poeta. Estómago de lavadero. Las piernas atléticas apenas bronceadas para lucir la musculatura. Las uñas de pies y manos con la impecable laca de moda nude. Todo debe ser perfecto. Prohibido mostrar clemencia consigo misma, jamás la ha tenido con los demás, un buen juez por su casa empieza. Su físico hace honor a su nombre. Bella ha logrado a punta de altos presupuestos y constancia ser lo que cualquier mujer, a cualquier edad sueña. Está por cumplir sesenta. Todos los sacrificios han valido la pena, especialmente en un momento tan duro como el que estamos viviendo.

Cuatro meses de encierro. Lo único que Bella ha permitido es que Moi, su entrenador, vaya a la terraza de su casa. Cada mañana los gritos, insultos y golpes contra el costal la llenan de vitalidad. “¡Guerrera, no te dejes vencer!”, “¡el Olimpo es de los dioses y tú eres una diosa!”. A Bella la hacen reír las burradas de Moi. Cuando se queja, él se atreve a un “Bitch, no te dejes vencer”. Exhaustos se tiran al suelo. Moi lleva tres días sin reportarse; méndigo, es el mejor trainer pero qué informal. No hay remedio hoy tendrá que tomar la clase virtual con Pantry, no es tan buena ni tan motivadora pero Bella necesita vascular su cuerpo para verse radiante esta noche.

La reunión con sus amigas es el primer lujo después del encierro. Como siempre va a despertar todo tipo de halagos, sabe que en el fondo sus mejores amigas, de toda la vida, la envidian. Soltera, feliz y hermosa, es un ejemplo para todas. Y cómo no, Bella sabe que hay que ser bella por dentro igual que por fuera. Por eso invierte en su App de meditación, todos los días despierta y se somete a las frases más dulces y positivas. En flor de loto, que le sale retebien, embellece su alma. La meditación va de la mano del yoga que permite que el cuerpo se mantenga elástico y joven. Tras la rutina tan demandante, Bella corre a su cita con Mike, el peluquero de moda.

El código postal completo se dejó venir al salón. Lo bueno es que observan las reglas. Su sana distancia para evitar riesgos. Las mechas para aniquilar las canas llevan mucho tiempo y de pronto el espacio reducido se ha convertido en una romería. Claro, nunca falta que las clientas de toda la vida lleguen sin cita y pues cómo no atenderlas. Mike se ve más estresado que de costumbre; va y viene de una cabeza a otra sudando la gota gorda. Sí, Mike es obeso y con asma, pero valiente. Después de tener el salón cerrado cuatro meses no se puede dar el lujo de rechazar clientas. Martita la del facial está preocupada por él. Para poder secretearse con Bella se quita el tapabocas. Sus chismes son de lo más hot; se sabe la vida y milagros de todo el mundo.

El tono de llamada en el ultramoderno Iphone purple de Bella las interrumpe. Aparece la foto de Gonzo. El muy cabrón con todo y sus músculos la dejó botada desde hace cuatro meses; no quiere responderle, castigo con castigo se paga. La sangre le hierve, se tiene que quitar el tapabocas. Instintivamente le pasa el cel a Vanesita, su adorada pedicurista. “A ver chula, contéstale y dile que estoy ocupada”. Vanesita ni duda, se quita el tapabocas y pega su carita al teléfono. Viniendo de Azcapotzalco, donde la COVID-19 está a tope, ella sabe que es su única alternativa para no contagiarse. Bella recibe el cel y hace varias llamadas.

El corte Bobby tan de moda y las mechas doradas le otorgan a Bella un toque juvenil asombroso. “Divine”, le grita Mike abrazándola. “Pásate por la boutique de Aitana”, agrega muy cerquita para que se mantenga el secreto, “recibe por cita, pero seguro que te hace un huequito”. Tal cual. Entre el amontonadero de mejores clientas, Aitana le hace un huequito a Bella. “Esta chaqueta Yves se la arranqué literalmente a la Pandal; lo sabía, era para ti”. Bella se ve en el espejo. Le sobra el tapabocas, se lo quita. Nadie lo trae, nadie está en riesgo. Todas se han cuidado, lo juran sobre la biblia. La chaqueta va a ir divino con la falda Zara. Eso es buen gusto, saber que una prenda de más de mil dólares puede ir con una falda de “tres pesos”. ¿Regalan la ropa? Zara está hasta el gorro, ¡uf!, hacer esta fila por un trapo. No hay remedio, el look lo exige. La chica de los probadores está rebasada, los tapabocas quedan en la frente o sujetos al cuello.

Si el espejo de la sala la calificara, Bella rebasaría el diez como Nadia Comaneci. En su cuerpo tiene invertidos todos los ahorros de su vejez. No olvida que ya está un poco más próxima, pero espanta esa idea. The power of now de Ekhart Tolle es su guía. O sea, vale madres el mañana, esta noche es la más guapa. Está lista para salir cuando suena el timbre. Bella tiembla de arriba a abajo, es Gonzo. ¿Por qué lo dejó pasar el portero?, claro era habitué antes de la pandemia. Su galán de ocasión está más guapo que nunca, ¿quién tuviera veintisiete? Sin más lo arroja en el sillón, después de esta abstinencia es lo menos que se merece. Mientras se acomoda el pelo y la ropa Bella escucha lo que jamás hubiera querido. “Mi reina no pareces de sesenta”. ¡Puf! La burbuja en la que aisló su cerebro se revienta.

La reunión con las diez mejores amigas no le sirve para restituir su ego. Ana, su eterna competencia, es un copy paste suyo. Las mismas cirugías y rutinas similares. Bella se saca de onda: cuando eran niñas, ella era la bonita. Parece que las produjo el mismo fabricante de muñecas inflables, piensa Nancy, la gordita del grupo. Bella recuerda que Ana es seis meses mayor, la invade una mezcla deliciosa de satisfacción y embriagués que se potencia con el tequila. Dependiendo del presupuesto, todas tienen algo en común; no es la amistad, es la cantidad de botox que estira sus frentes.

Todas a distancia, todas alegres, en el fondo todas frustradas. Al calor de los tequilas, salen las verdades. Ale por fin se quita el tapabocas que casi le cubría el ojo. El moretón que dejó la última golpiza de su marido la hace llorar. “Hashtag Metoo” dicen todas a coro haciendo el signo conocido con las manos. Luego vienen las quejas; las que no conseguían segunda vuelta menos con esto de la COVID-19. La que nunca enflacó y vivió a dieta se comió el City Market completo. A Lety no le importa que su marido le vea la cara, ella es dueña de todo. Bella las observa y suspira, no le ha ido mal, le da un trago al tequila. Gonzo viene a su mente y se quiebra. Al calor del dolor vuelan los tapabocas Armani y las caretas Chanel. Bad Bunny a todo volumen “diablo qué safaera”, da paso a Juanga “dile a esa que hoy te ama…” y la de cajón “Hoy voy a cambiar”. Los meseros, que no están de mal ver, terminan improvisando una escena de “Solo para mujeres”. Sin dejar de bailar, Ana se acerca a Bella, “Ah, por cierto, me llamó Moi, el muy güey se contagió”. A Bella la paraliza un pensamiento, ¿por qué no me avisó a mí? Los cuerpos se contorsionan y el tequila se desparrama, toman de la misma botella y se juran amistad eterna en contra de los machos.

Días después, Bella se desmaya mientras hace su rutina virtual. No puede respirar, está sola. Ha gastado una fortuna en aparatos de belleza y no tiene un pinche oxímetro. Hace tres días empezó con diarrea. La temperatura rebasa 40 grados, está ardiendo. El Iphone vibra, es Aitana con malas noticias, Mike murió, ella está grave, pero en casa. No habrá funeral para el peluquero porque sus familiares ni siquiera pueden recuperar el cuerpo. Bella repasa minuto a minuto la última semana, no siente que haya cometido error alguno. No puede evitarlo, si ella se siente mal su clon Ana, estará grave. Orgullo y afán de justicia gobiernan su alma; con dificultad, le llama. Feliz, Ana está mejor que nunca, mañana mismo se va a Veil. Lo último que sale de Bella es “por favor, ten cuidado”. Ana suelta una carcajada, “¡te volviste buena!”. Bella ya no escucha, delira. La cifra cincuenta mil muertos parpadea en su teléfono. No hay duda, ella será la víctima cincuenta mil uno de la COVID-19. Su último pensamiento es para Ana: seguramente su eterna rival morirá de un vulgar cáncer de pecho, en cambio ella entrará al círculo de oro de la pandemia de moda.

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@Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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