Henri Cartier-Bresson hablaba de un "instante decisivo" en el que el momento efímero capturado por la fotografía reunía forma contenido y expresión. Su capacidad para retratar estos momentos cotidianos por todo el mundo, permitieron que su trabajo fuera reconocido y así convertirse en el primer fotógrafo en exponer en el museo del Louvre, en París.
Cartier-Bresson nació en Chanteloup, Francia en el año de 1908. Desde pequeño desarrolló afición por la fotografía gracias a las imágenes de las revistas deportivas de los años 30, época en la que iniciaría su carrera, a pesar de que en la universidad estudiara literatura y pintura.
El fotógrafo francés es considerado, junto con Robert Capa, como uno de los iniciadores del fotorreportaje. Sus imágenes aparentemente realizadas al azar retrataban la cotidianidad de los distintos sitios del mundo que visitaba. Siempre fue partidario de atrapar "images à la sauvette", lo cual se traduce como imágenes a hurtadillas.
Henri viajo por Asia Europa y América capturando la vida diaria de las personas que habitaban en estos lugares. Son inconfundibles sus fotografías de prostitutas en México, los niños jugando en España, así como la transición comunista de China. El elemento unificador en todas estas imágenes es una melancolía oculta, una tristeza latente que aparece incluso en los rostros nerviosos de las multitudes retratadas y se agudiza en los paisajes aparentemente desolados.
Cartier Breson falleció un día como hoy, en 2004, cerca de Paris. Su legado incluye, además de la agencia Magnum, la fundación con su nombre, en donde se reúnen todas sus piezas. Hoy, a ocho años de distancia recordamos el gran trabajo de este fotógrafo que hizo de su profesión un arte; actuando siempre a escondidas, dispuesto a presionar el obturador a la menor provocación.