Por Antje Passenheim
Washington (dpa) - Barbas largas, sombreros oscuros y carretas. Así viven los amish, entre campos de cereales y maíz en el este de Ohio, como si alguien hubiese detenido el tiempo hace siglos. Sin luz eléctrica. Sin violencia.
Pero la paz de la comunidad amish en Estados Unidos se ha visto alterada por unos violentos "afeitadores de barbas", que han propagado el miedo y el temor. A partir de hoy lunes, 16 miembros de esta comunidad leal a los preceptos bíblicos comparecerá ante un tribunal en Clevaland por presunta "incitación al odio religioso". Y la condena podría ser la cadena perpetua.
El "ángel vengador" despertó a Myron Miller y su esposa Arlene en mitad de la noche. Unos cinco o seis hombres con barbas largas y sombrero estaban delante de su puerta. Sus rostros se veían apenas con las lámparas de aceite. Así al menos lo describe la pareja en declaraciones al "New York Times".
Armados con tijeras y una máquina de afeitar a pilas, sacaron a Miller de casa en la oscuridad de la noche y le cortaron su larga barba. "Normalmente mi marido pone la otra mejilla cuando alguien le hace algo", relató la esposa al diario. "Pero yo intuitivamente me rebelé", dijo Miller. La barba, explicó es casi lo más sagrado que un amish tiene y ser obligado a afeitarse, una humillación. Miller y otra persona que también sufrió esta afrenta han sido los que han puesto en marcha el proceso judicial contra sus correligionarios.
Se sientan en el banquillo 16 miembros de uno de los clanes amish, liderado con puño de hierro por el obispo Sam Mullet, de 67 años, quien el año pasado ordenó a sus seguidores, entre ellos sus hijos, que castigaran a cinco fieles (varones y mujeres) con el afeitado de la barba y el cabello por su falta de obediencia.
De acuerdo con la policía, el obispo controla la comunidad de Bergholz, de 120 habitantes. Mullet tuvo además relaciones sexuales con mujeres casadas para "limpiarlas del diablo", según el "New York Times", que se remite a su declaración jurada. A los que no obedecían, agrega la información, les castigaba pegándoles u obligándoles a dormir en un gallinero. Y el que le contradecía era excomulgado.
Las "víctimas" son amish que se han rebelado contra esta excomunión, pero también fieles que ayudan a las familias a salir del yugo de Mullet.
"La barba es el símbolo clave de la identidad masculina amish", señala el sociólogo Donald B. Kraybill, del college Elizabethtown en Pennsylvania. En este movimiento religioso cristiano, cuyas raíces están en el movimiento bautismal del siglo XVI, el pelo simboliza la unión familiar. Con el matrimonio, los hombres no pueden cortarse la barba, a excepción del bigote, y las mujeres no se cortan el pelo.
Los amish se escindieron de los menonitas en 1693 bajo la dirección del obispo suizo Jakob Ammann. En Europa siempre estuvieron perseguidos por motivos religiosos. Sus miembros, principalmente del sur de Alemania o Suiza, emigraron a comienzos del siglo XVIII a Estados Unidos. En la actualidad viven unos 250.000 amish en Estados Unidos y gran parte de ellos en Ohio y Pennsylvania.
Procuran permanecer siempre alejados de los focos. Y las disputas las suelen arreglar entre ellos. Pero en esta ocasión los amish han pedido ayuda: "Queremos ver a los autores (de los delitos) entre rejas", dijo Miller al "New York Times". Los 16 imputados aseguran ser "inocentes". Y se encuentan en libertad condicional tras haber pagado una fianza.