Un artículo publicado en la revista The Economist destaca que el acuerdo comercial entre Estados Unidos y México, en el marco de las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, es peor que el anterior, pero es mejor que no tener nada. En el caso de Canadá, asegura que no tiene más remedio que "morderse la lengua porque ellos tienen más que perder". Esta semana Estados Unidos y Canadá analizan temas clave en el tratado.
Para México, dice la revista británica, la incertidumbre está llegando a su fin, para alivio de los inversores y el Gobierno por igual: "El Presidente Enrique Peña Nieto estaba desesperado por un último logro en su mandato infeliz. Su sucesor, Andrés Manuel López Obrador, un izquierdista, está igualmente interesado en tomar posesión de su cargo, el 1 de diciembre, con un borrón y cuenta nueva, para que pueda implementar una ambiciosa agenda nacional”.
Según el medio, las concesiones que otorgó México provocaron el aislamiento de Canadá en las renegociaciones: "La prisa de México por llegar a un acuerdo prácticamente debilitó su posición en la mesa de negociaciones y contribuyó al aislamiento de Canadá. México prometió evitar temas que le importaban profundamente a Canadá. No lo hizo, y cedió más terreno del que Canadá había planeado”.
Ciudad de México, 6 de septiembre (SinEmbargo).– El acuerdo comercial entre Estados Unidos y México, en el marco de las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), es peor que el anterior, pero es mejor que no tener nada. Los canadienses no tienen más remedio que morderse la lengua. Ellos tienen más que perder, dice hoy la revista The Economist.
Para México, dice la revista británica, la incertidumbre está llegando a su fin, para alivio de los inversores y el Gobierno por igual. "Tampoco las concesiones otorgadas por sus negociadores se ven tan mal en comparación con las extravagantes demandas con las que comenzó (Donald) Trump. Fue esta lógica la que rige la etapa final de las conversaciones entre los Estados Unidos y México”, señala el artículo “Limitar el daño de Donald".
El medio especializado en negocios destaca que “el Presidente Enrique Peña Nieto estaba desesperado por un último logro en su mandato infeliz. Su sucesor, Andrés Manuel López Obrador, un izquierdista, está igualmente interesado en tomar posesión de su cargo, el 1 de diciembre, con un borrón y cuenta nueva, para que pueda implementar una ambiciosa agenda nacional”.
Sin embargo, añade la revista, “la prisa de México por llegar a un acuerdo prácticamente debilitó su posición en la mesa de negociaciones y contribuyó al aislamiento de Canadá. A principios de este verano, México abandonó su aversión previa a las conversaciones bilaterales con Estados Unidos y se sentó a discutir las normas sobre automóviles y otros asuntos. Prometió evitar temas que le importaban profundamente a Canadá. No lo hizo, y cedió más terreno del que Canadá había planeado”.
Para The Economist, las concesiones que el Gobierno de mexicano otorgó en su negociación con Estados Unidos puede haber perjudicado las relaciones entre México y Canadá, aunque ambos dicen públicamente que se mantuvieron en contacto todo el tiempo. Otro punto que afectó la situación entre ambos países fue que la relación de México con el Presidente Trump mejoró desde que López Obrador ganó con una victoria electoral aplastante en julio, a la par que las relaciones de Canadá con él han empeorado.
México, que envía las cuatro quintas partes de sus exportaciones a los Estados Unidos, puede haber llegado a la conclusión de que no quería que su relación comercial más importante fuera un rehén de los sentimientos de Trump hacia Canadá, asegura el medio.
Sobre las concesiones que México aceptó destaca que “la mayor parte de lo que se agrega a un TLCAN revisado será peor para México que la versión original. Sus negociadores aceptaron muchas demandas estadounidenses sin obtener claras concesiones a cambio. Estas incluyen nuevas reglas de origen, que decretan que la proporción de los componentes de un automóvil fabricados en América del Norte debe aumentar de 62.5 a 75 por ciento. Y el 40-45 por ciento del ensamblaje final deberá ser realizado por trabajadores que ganen un promedio de 16 dólares por hora o más (lo cual puede haber sido sugerido por los canadienses). Eso desalentará más empleos en México, donde muchos trabajadores ganan poco más de 2 dólares por hora. Tampoco México (o, de hecho, Canadá) obtienen algo de un nuevo mecanismo para revisar y revisar el pacto cada seis años (y matarlo diez años más tarde si no se puede encontrar un acuerdo) -aunque no es tan desastroso como el quinto- fecha de vencimiento del año solicitada por los estadounidenses”.
Según declaraciones del Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo Villarreal, el sector automotriz mexicano quedó blindado de posibles aranceles impuestos por Estados Unidos a través de una carta adjunta al TLCAN.
"La negociación del TLCAN garantiza el libre comercio; no hay ningún tipo de restricción cuantitativa, comercio administrativo ni cuotas. Hay cambios en las reglas de origen" que fortalecerán la integración regional del sector automotriz, indicó el titular de la Secretaría de Economía en un foro organizado por The Economist.
Informó que, para proteger la importante industria automotriz mexicana, se logró una "carta adjunta" que garantiza que no se apliquen aranceles de hasta 30 por ciento en vehículos vendidos a Estados Unidos, una amenaza reiterada del jefe de la Casa Blanca, Donald Trump.
The Economist señala que Canadá puede vivir con mucho de lo que los Estados Unidos y México acordaron, incluida la revisión de seis años y la sección sobre vehículos automotores. Pero gran parte del trato sigue en el aire. Aún no existe el texto completo. “Los mexicanos han dejado en manos de Canadá negociaciones sobre mecanismos de solución de controversias y contratación pública. Y el debilitamiento de las protecciones legales para los inversionistas acordados por México podría funcionar bien en Canadá, donde tales disposiciones son controvertidas”.
CANADÁ LLEVA LAS DE PERDER
La disputa entre Canadá y Estados Unidos involucra a los productos lácteos canadienses, que representaron menos del 1 por ciento de los 582 mil millones de dólares en el comercio bilateral de bienes del año pasado, señala la revista.
“Los políticos canadienses están dispuestos a tocarlo porque poco más de la mitad de las granjas que envían leche se encuentran en la provincia francófona de Quebec. Sin embargo, este no es un obstáculo insuperable. Canadá mantuvo ligeramente abierto su mercado de quesos para garantizar un acuerdo comercial con la UE en 2016, y nuevamente para llegar a un acuerdo comercial con otros diez países del Pacífico el año pasado. (Justin) Trudeau ya ha dicho que Canadá es flexible con los productos lácteos, una señal de que está dispuesto a hacer algo similar para asegurar el TLCAN. Incluso Philippe Couillard, el Primer Ministro de Quebec, no ha cerrado la puerta a los cambios, diciendo que los productores deberían estar de acuerdo”, dice.
De acuerdo con el medio, el problema más grande es el deseo de Canadá de conservar algo así como el mecanismo existente de solución de disputas, llamado Capítulo 19, que permite a los países impugnar la imposición de deberes ante un panel binacional, cuyas decisiones son vinculantes.
Otro punto en conflicto, según la revista, es la protección de Canadá de sus industrias culturales. “Canadá siempre ha intentado contener la avalancha de películas estadounidenses, programas de televisión y radio, periódicos y revistas al otro lado de la frontera y es poco probable que se detenga ahora”.
“Al igual que en las conversaciones con México, la idea de Trump de un compromiso con Canadá implica no dar nada. En el mejor de los casos, se extiende a una disposición a regañadientes de no quitar cosas que ya estaban en el TLCAN. Trudeau y Freeland han dicho en repetidas ocasiones que están dispuestos a alejarse de un mal negocio. Esto es más que fanfarronería. Trudeau tendría problemas para obtener un acuerdo impopular en el Parlamento. Incluso si fuera a pasar, la oposición criticaría a los liberales de Trudeau en una campaña electoral el año próximo. La coalición entre partidos que unió el Primer Ministro para luchar por el TLCAN está comenzando a desvanecerse”, asegura The Economist.
En el caso de México, dice la revista, “los mexicanos están contentos de que la saga larga casi haya terminado. El Congreso de México seguramente ratificará todo lo que se presente, siempre que el Presidente esté contento. Y están en un terreno más firme que los canadienses. Luis Videgaray, el Secretario de Relaciones Exteriores, dijo que si Canadá no se suma al acuerdo, ‘sabemos que todavía habrá un acuerdo entre México y Estados Unidos’”.
Las tres economías que integran el TLCAN se han integrado en virtud del acuerdo, lo que las hace más eficientes. Sin embargo, esto hace que Canadá y México sean vulnerables a los cambios de política estadounidenses, detalla el medio.
Cita un estudio del Banco de Pagos Internacionales, en el que arroja que la economía canadiense se contraería en un 2.2 por ciento si el TLCAN desapareciera, en comparación con el 1.8 por ciento en México y solo el 0.2 por ciento en los Estados Unidos.
“El comercio de Canadá equivale a casi el 65 por ciento de su economía. La mayor parte de eso es con su vecino gigante, que compró el 76 por ciento de las exportaciones el año pasado y suministró poco más del 51 por ciento de las importaciones”, menciona The Economist y asegura que “los canadienses no tienen más remedio que morderse la lengua. Ellos tienen más que perder”.