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"Hay poemas que parece que están escritos para gente que vive en Marte", dice Karmelo C. Iribarren

25/03/2019 - 4:00 pm

Karmelo C. Iribarren ganó el Premio de Euskadi en 2018 por Mientras me alejo. 

Por Paula Corroto

Madrid/Ciudad de México (ElDiario.es/SinEmbargo).– Lo del verso suelto es un tópico que se aplica de vez en cuando en la política, pero da en el clavo con Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) en el terreno literario. Durante varias décadas publicó poemarios en los márgenes, sin ningún ruido mediático. Hace un par de años, con la aparición de libros como Pequeños incidentes o El amor, ese viejo neón, en editoriales como Visor y Aguilar dio el gran salto y empezó a ser uno de los poetas actuales más leídos y citados. Sobre todo por los más jóvenes.

Iribarren, que ganó el Premio de Euskadi en 2018 por Mientras me alejo, sigue sin embargo viviendo en Donosti, alejado de los ecos de la fama, y de las polémicas sobre la calidad literaria de la poesía más joven.

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–En los ochenta usted no era de los que se paseaba por corrillos literarios buscando que le publicaran sus poemas. Usted era de los de trabajar de lo que fuera.

–Yo escribía, pero lo de escribir era una actividad paralela. Yo trabajé de muchas cosas de joven y durante muchos años estuve en un bar. Pero siempre me gustó la literatura y, en concreto, la poesía. Y también le dedicaba un tiempo a ello, un poco en solitario.

–Detrás de la barra de un bar se escuchan buenas historias.

–Es una buena atalaya para observar los comportamientos humanos en diferentes momentos. Es un lugar en el que las personas se desinhiben y se comportan con una cierta naturalidad que a veces incluso el alcohol acentúa.

–¿Qué poesía leía en ese tiempo?

–Siempre he sido un lector compulsivo de poesía española. Dejando de lado los clásicos, si nos ceñimos al siglo XX, los Machado, a poetas del 27, a los poetas de los 50 como Jaime Gil de Biedma, Ángel González, los poetas de la experiencia como Luis García Montero… Sobre todo los poetas que entiendo, de línea clara. Los poemas que no entiendo los dejo ahí y sigo con otras cosas.

–Pero llama la atención que en esa época, tanto en los ochenta como en los noventa, no estuviera adherido a ningún grupo poético, ni a los formalistas, ni a los de la poesía de la experiencia que sí se hicieron bastante conocidos.

–Y sigo estando al margen. Porque yo vivo en Donosti y eso es una ventaja para unas cosas y un hándicap para otras muchas. Nunca he formado parte de ningún grupo. Mi relación con los poetas ha sido a partir de la edición de mis primeros libros, pero nunca he tenido mucho que ver con nadie. Me llevo muy bien con muchos poetas, y con otros menos, pero como todo en la vida.

–No es necesario formar parte de un grupo entonces.

–Cuando formas parte de un grupo, eso te da esa visibilidad famosa que se dice ahora. El grupo te hace fuerte y el grupo hace presión para figurar aquí o allá, y tu nombre suena. Pero yo creo que en la literatura al final si no te importa mucho eso, y a mí no me importa, lo que importa es la obra del autor, y eso con el tiempo se sostiene o no, independientemente de grupos u otras circunstancias.

Karmelo C. Iribarren, poeta. Foto: ElDiario.es.

–¿Qué pasó aquella noche de 1989 en la que decidió destruir todo lo que había escrito?

–Creo recordar que llegó con cinco copas y un poco asqueado y lo tiré todo. Tampoco tiene mucha importancia porque casi todo lo que tiré no tenía mucho valor. Algo sí, luego lo pensé. Pero son esas cosas que se hacen y tampoco le daría más importancia.

–¿Y a partir de ahí qué etapa comienza? Porque es en los noventa cuando empieza a publicar. En 2005 recogió su poesía desde aquellos años en ‘Seguro que esta historia te suena’.

–En los ochenta había publicado algún cuadernillo de poemas, pero no suelo remitirme a ello porque no queda ni uno. En el 95 salió La condición urbana en Renacimiento y a partir de ahí he ido publicando con una regularidad extraña para un genero como la poesía, porque la poesía no es como una novela, que es más un trabajo de constancia y voluntad. La poesía parece que te elige más que tú a ella. Pero he ido publicando con regularidad. Es una poesía realista irónica y un poco tristona y humorística, como la vida.

–En su poesía no dejan de aparecer objetos: un cigarrillo, una foto, una americana, una chapa de Kas...

–Es una poesía que se fija mucho en lo inmediato de la vida. En lo que nos sucede. Acontecimientos a los que no prestamos mucha atención, pero en ellos a veces está la felicidad de la que no te enteras. Pero todas estas cosas suceden entre las cosas. Y nosotros vivimos entre objetos. Nos movemos siempre entre cosas. Y nos servimos de ellas para vivir. Y yo, al ser tan netamente realista en mi poesía es casi lógico que aparezcan los objetos. Aunque con algunos ya tengo menos relación, como los cigarrillos, porque ya dejé el tabaco, y me he dado cuenta de que últimamente no hablo de ellos.

–De usted Luis Antonio de Villena ha dicho: "Me asombra su 'difícil facilidad' -una fórmula de los clásicos- para hacer de casi nada un poema emocionante o emotivo, y por tanto humildísimamente bueno". ¿Cómo lo hace? ¿De dónde surgen sus poemas?

–Una vez le escuché decir a Ángel González que el inicio de los poemas le venían como ocurrencias. Yo entendí lo que quería decir, porque me sucede un poco así. Gran parte de los poemas vienen a partir de una frase que has leído en alguna novela, o que la has oído en un bar, o un verso de un poema de un poeta menor o muy malo… Eso se queda en el subconsciente, pero si se queda es por algo. Tiene una música especial, una construcción sintáctica determinada.

–Y cuando uno está "en poeta", lo que antes se llamaba inspiración, todo eso aparece y de lo que se trata es de ir tirando del hilo de esa frase, idea o germen e ir construyendo el poema, que es otro trabajo más de oficio. Pero a mí me puede costar más un poema de cuatro versos que uno de 17. Si puedo dejar el poema en lo mínimo lo dejo. Y supongo que muchas veces de tanto quitar, quitar, quito hasta la poesía que pudiera haber en el poema.

–No es fácil hacer un poema, aunque lo parezca.

–No, no. Yo creo que la mayoría de los que escribimos poemas, casi todos son intentonas. Yo me conformaría con que me dijeran que he escrito media docena de poemas que están bien. Ya me daría por satisfecho. Casi todos fracasamos en el fondo.

Karmelo C. Iribarren, poeta. ElDiario.es.

–Hablando de fracasos y éxitos, en 2017 cambian las cosas para usted. Se publica Pequeños incidentes en Visor, con prólogo de García Montero. También Mientras me alejo, que fue elegido poemario del año por los libreros. Comienza a ser muy leído y citado. Y empieza a aparecer en reportajes y entrevistas. ¿Qué sucede?

–Supongo que ese pequeño ruido de fondo que se ha formando últimamente tiene que ver con que son muchos años publicando libros… y como bien dices, hasta hace tres años, con poca repercusión mediática. Pero a partir de la publicación en Visor y más en Aguilar, una antología de poemas de amor, empecé a aparecer en periódicos, y todo fue un poco excesivo. Me pilló desentrenado.

–Pero eso después de haber estado en el margen cómo lo asimila.

–A mí no me sacó de mi lugar. Dije, bien, ahora estoy aquí, y aparezco en algún titular. Pero siempre he pensado que en esto de la literatura y la poesía el éxito está a un anaquel de distancia del olvido. Hoy suenas un poco y dentro de dos años eres ese que está ahí en la librería en la balda de la derecha y ya no coge nadie. Yo no me paro a pensarlo demasiado. Uno dice, parece que he llegado a alguna parte, aunque no sepas muy bien donde.

–A usted le citan mucho los poetas más jóvenes, algunos que incluso también han vendido mucho. ¿Por qué cree que es un referente?

–Ah, pues de eso no soy tan consciente. Conozco a alguno que me lee… Creo que es porque mi poesía se entiende, y además de eso, habla de cosas de la vida que creo que nos pasan a todos muchas veces. Mucha gente de las ultimas generaciones que se ha acercado a la poesía le interesa eso, y han encontrado un lugar en el que sentirse a gusto. Yo quiero pensar que es una poesía humana que habla de sentimientos.

–A veces la poesía en su academicismo excesivo los suele dejar de lado. Hay poemas que parece que están escritos para gente que viva en Marte o para máquinas. Y creo que esta gente buscaba otra cosa y la encontró en mi poesía y en otros que escriben parecido.

–A usted no le preocupó la fama mientras era joven. ¿Cree a que jóvenes poetas sí?

–Sí, yo creo que sí en muchos casos. Pero es que estamos en esa sociedad. Tienes el ordenador, el teléfono, las redes sociales… Todo eso produce una inmediatez y una posibilidad de hacerte ver que la gente la utiliza. Otra cosa es si eso tiene que ver con el valor literario de lo que se expone ahí. Pero estamos en esa sociedad. Y me parece que va a estar durante mucho tiempo.

–Desde hace algún tiempo tenemos un debate sobre si lo que funciona en internet (con la poesía) es realmente buena poesía o sólo está siendo un instrumento de márketing del cual se están aprovechando las editoriales. ¿Qué piensa usted?

–Pues habrá un poco de todo, pero yo creo que ese fenómeno no se ha querido analizar muy bien. Algunos se quejan de que las librerías están llenas de libros de estos jóvenes… bueno, las librerías tienen que subsistir, son negocios, y si estos jóvenes venden, es normal que estén en las librerías. ¿Que eso tenga que ver con el valor literario? Bueno, a veces un libro bueno vende mucho y otras veces no vende nada, y lo mismo pasa con un libro malo.

–Por otra parte, este fenómeno tiene mucho que ver con los cantautores, gente que cantaba en bares y creó un nuevo público para la poesía. Es un público que antes no estaba. Un público desde el final de la adolescencia, que antes no se acercaba a la poesía y ahora se acerca a ese tipo de poesía, mejor o peor. Yo no pienso que toda esa poesía es muy mala. Creo que hay cosas que están bien, pero en todo caso, esta gente no le ha quitado nada a nadie. Venden lo que venden y tienen todo el derecho del mundo.

–Luego un crítico puede decir lo que quiera, pero siempre se han hecho películas malísimas, canciones malísimas y la gente las compraba. Y eso parece que no molestaba a nadie nunca, y ahora un chaval saca un libro, vende y está todo el mundo echándose las manos a la cabeza. Por favor…

–Ahora que publica su Poesía completa (1993-2018). ¿Qué dice de su trayectoria? ¿Dónde está el poeta de los ochenta o de los noventa?

–Quiero pensar que he ganado un poco en destreza en cuanto a la expresión. Echando una mirada a toda mi obra… Es que es una poesía de personaje, la trayectoria de una vida, porque son ya bastantes años. Hay poemas escritos en el año 81 y 82… A veces observo mis primeros poemas con una cierta ternura y con un cierto rubor intelectual del que procuro recuperarme enseguida. Yo creo que he llegado a escribir algún poema que está bastante bien.

–Es un poeta apegado a la calle. ¿Cómo ve lo que está pasando en los últimos tiempos?

–Yo no veo mucho la televisión ni escucho mucho la radio, salvo algo que me interese. Tal vez soy políticamente un decepcionado desde hace mucho tiempo. Nadie levanta para mí grandes entusiasmos ni grandes decepciones. Todo me suena a ya sabido o escuchado. No sé qué sucederá en las elecciones. Esperemos que ganen los buenos, por decirlo de alguna manera.

–¿Y ya no va a los bares? Su primer poemario editado fue Bares y noches.

–Sigo yendo, lo que pasa es que ahora me gustan más los bares donde puedes sentarte un rato y estar mirando lo que pasa. O recordando tu historia. Ya no estoy para estar en la batalla. Pero sigo pensando que los bares son el corazón de la vida. Mientras haya bares y libros hay esperanza. Si faltan el mundo ya no me interesará demasiado.

Tres poemas de Karmelo C. Irribarri para brindar por la poesía
BOLSA DE PLÁSTICO

Mírala
ahí
en mitad de la acera
sola
quieta

temerosa
de que aparezca
el barrendero

soñando
con un poco de viento
para sentirse nube

DETALLE INELUDIBLE

A veces
se te desordena el pelo
de una manera que hace
que todo lo que esté sucediendo
en ese instante
pueda esperar.

MOMENTOS

¿Qué haces?
Nada. Sólo
miro llover
sobre la plaza.
Y se sentó a su lado.
Y se sumó,
en silencio,
a aquella celebración
de la nostalgia,
a aquella exuberancia
de la melancolía.

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