Nacida en cautiverio en la India -se cree que antes de 1970- Mara fue comercializada y mantenida en cautiverio en Alemania y luego pasó a integrar un circo en Uruguay. Posteriormente fue utilizada por dos circos en Argentina, hasta la quiebra del último cuando ingresó en carácter de depósito judicial al zoológico de Buenos Aires en 1995.
BUENOS AIRES, 17 de enero (AP) — Mara escucha las órdenes “arriba, abajo, soplo” y obedientemente alza la trompa por la que le introdujeron una solución salina, luego la baja y expulsa el líquido en una bolsa para que sea analizado. Como premio, su cuidador le entrega un trozo de fruta.
La elefanta asiática se prepara así para los estudios médicos que le realizarán durante la cuarentena previa a su traslado al Santuario de Elefantes de Brasil, situado en el estado de Mato Grosso y más acorde a sus necesidades que el pequeño predio donde reside en el antiguo zoológico de Buenos Aires, transformado en Ecoparque en 2016.
El lavaje de trompa permite obtener una muestra que se somete a un cultivo microbiológico para determinar si el animal padece alguna enfermedad infecciosa como la tuberculosis.
Durante el entrenamiento en un habitáculo rodeado de gruesos barrotes, la elefanta también presenta gentilmente las patas delanteras, las traseras y una oreja, que va asomando a través de ventanas situadas a distinta altura, a medida que sus cuidadores se lo solicitan. En esas áreas del cuerpo se le podrían realizar extracciones de sangre durante la cuarentena.
“Es algo positivo para ella que pueda estar en un lugar con más espacio y conviviendo con otros elefantes asiáticos... Uno va a extrañar la presencia del animal, pero hay que salir de esa zona de egoísmo y pensar que va a estar en un lugar mejor”, dijo a The Associated Press Natalia Demergassi, coordinadora del sector de veterinaria del Ecoparque.
La elefanta de más de cuatro toneladas se turna con Pupi y Kuki, dos ejemplares africanos, en el uso de las instalaciones del espacio restringido donde residen, ya que no pueden convivir en el mismo lugar por pertenecer a especies distintas. Así, durante las horas que una de ellas está en un área abierta, las otras dos ocupan un recinto cubierto.
Pero la solitaria vida de Mara en el Ecoparque, rodeado de altos edificios y sumergido en el ruido del tráfico de la ciudad, cambiará radicalmente cuando sea trasladada durante el primer cuatrimestre del año al Santuario de Elefantes, el primero creado en América Latina y conducido por las organizaciones Global Sanctuary for Elephants (Santuario Global para Elefantes) y Elephant Voices (Voces de Elefantes).
Los principales permisos para su relocalización ya fueron aprobados por las autoridades de Brasil y Argentina.
En ese lugar boscoso creado para rescatar paquidermos cautivos o en riesgo y que busca la conservación del medio ambiente le esperan más de 1.000 hectáreas cubiertas de pasturas y riachuelos donde podrá interactuar con otros ejemplares de su especie, el entorno ideal para aprender a vivir como una verdadera elefanta.
Nacida en cautiverio en la India -se cree que antes de 1970- Mara fue comercializada y mantenida en cautiverio en Alemania y luego pasó a integrar un circo en Uruguay. Posteriormente fue utilizada por dos circos en Argentina, hasta la quiebra del último cuando ingresó en carácter de depósito judicial al zoológico de Buenos Aires en 1995.
Del maltrato circense le quedaron huellas, como la deformación articular de su pata delantera derecha que estuvo encadenada, lo que hace que distribuya su peso de forma anormal.
“No significa que en Brasil va a ser totalmente independiente porque los animales que tienen cuidados humanos siempre tienen algún nivel de dependencia, pero va a realizar más elecciones y eso es importante”, explicó Federico Iglesias, titular del Ecoparque. Este lugar, que apunta a sumarse a la tendencia mundial de reemplazar los obsoletos zoológicos por áreas para la preservación de la biodiversidad, ha derivado a más de 800 animales a entornos más idóneos.
Mara también será entrenada para adaptarse a la caja metálica en la que viajará más de 2.500 kilómetros durante tres a cuatro días.
El traslado a Brasil implica “asumir ciertos riesgos y compromisos”, dijo Iglesias, en referencia al largo viaje por carretera luego de que se descartara la posibilidad de someter al animal a un viaje en avión y a las operaciones de despegue y aterrizaje. “Pero creemos que el beneficio de ese riesgo vale la pena porque su calidad de vida va a ser infinitamente superior a la que le podemos dar acá”, añadió.
La travesía hasta Chapada dos Guimarães -la ciudad cercana al santuario- se dividirá en distintas paradas, tantas como necesite Mara, que irá acompañada de personal del parque brasileño y de alguno de sus cuidadores argentinos.
La caja ya ha sido instalada en el predio que habita para que se acostumbre a su presencia. Con los días será abierta para que pueda habituarse a permanecer adentro.
“Trabajamos para que los animales vayan despiertos y tranquilos en la caja, que ellos se habitúen, coman, se puedan acostar... para que jueguen y sientan que no están encerrados”, dijo a AP Marcos Flores, uno de los cuidadores de la paquiderma.
Dentro del habitáculo habrá una especie de arnés que sostendrá a Mara para que pueda descansar.
El naturalista y museólogo Claudio Bertonatti, asesor científico de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara, consideró que “está muy bien derivar un animal como la elefanta Mara que no tiene sentido hoy en Argentina. No tiene pareja, no hay un plan reproductivo ni de educación ambiental”.
La relocalización de la orangutana Sandra en 2019 en el santuario Center for Great Apes de Estados Unidos también conllevó un entrenamiento previo para que pudiera viajar en una caja metálica tanto en avión como por tierra.
El Ecoparque también planea trasladar este año a los tigres blancos de Bengala a The Wild Animal Sanctuary en Colorado, Estados Unidos.