La revista enfatiza que López Obrador divide a los mexicanos en dos grupos, quienes lo apoyan (y a los que se refiere como “el pueblo”), y quienes están en su contra (denominados por él como la "élite del poder"), a quienes denuncia y señala como "delincuentes y traidores a los que culpa de todos los problemas de México".
Ciudad de México, 27 de mayo (SinEmbargo).– La revista The Economist, abierta defensora del neoliberalismo económico en el mundo, le dedica la portada. Es un grabado en alto contraste, rojo y negro, con Andrés Manuel López Obrador de corbata y viendo al infinito; y soldados, y el logo de Petróleos Mexicanos (Pemex). Sale justo 10 días antes de las cruciales elecciones del domingo 6 de junio, cuando la oposición intenta ganar la Cámara de Diputados para ponerle un candado a su movimiento. Es una crítica dura al Presidente de México, aunque no distinta a las que le ha hecho en el pasado, cuando era apenas un dirigente social.
El título de la portada: “El falso Mesías”. Ya antes, apenas unos días previos a las cruciales elecciones de 2006, el historiador mexicano Enrique Krauze había utilizado el mismo recurso. “Mesías Tropical”, le llamó entonces el también escritor.
“En un mundo plagado de populistas autoritarios, el Presidente de México de alguna manera ha escapado del centro de atención. Los liberales condenan furiosamente la erosión de las normas democráticas bajo Viktor Orban de Hungría, Narendra Modi de India y Jair Bolsonaro de Brasil, pero apenas notan a Andrés Manuel López Obrador”, dice ahora la revista inglesa.
“Esto se debe en parte a que carece de algunos de los vicios de sus pares populistas. No se burla de los homosexuales, no golpea a los musulmanes ni incita a sus seguidores a incendiar el Amazonas. Para su crédito, habla en voz alta y a menudo en nombre de los que no tienen dinero en México, y no es personalmente corrupto”, agrega la publicación, promotora del neoliberalismo económico en el mundo.
Mexico's president pursues ruinous policies by improper means. Our cover in Latin America this week argues that AMLO is a danger to democracy https://t.co/2TvJTqYXyK pic.twitter.com/bVBIAGPkYz
— The Economist (@TheEconomist) May 27, 2021
“Sin embargo”, afirma, “es un peligro para la democracia mexicana”.
López Obrador, sostiene, “divide a los mexicanos en dos grupos: ‘el pueblo’, por lo que se refiere a quienes lo apoyan; y la élite, a la que denuncia, a menudo por su nombre, como delincuentes y traidores a los que culpa de todos los problemas de México. Dice que está construyendo una democracia más auténtica. Es una criatura extraña. Convoca muchos votos, pero no siempre sobre temas que se resuelven mejor votando”.
“Por ejemplo –continúa The Economist–, cuando se plantean objeciones legales a uno de sus proyectos favoritos (mover un aeropuerto, construir un oleoducto, bloquear una fábrica), convoca un referéndum. Elige un pequeño electorado que sabe que se pondrá de su lado. Cuando lo hace, declara que la gente ha hablado. Incluso ha pedido un referéndum nacional sobre si enjuiciar a cinco de los seis expresidentes de México vivos por corrupción. Como truco para recordar a los votantes las deficiencias de los regímenes anteriores, es ingenioso. También es una burla del estado de derecho”.
“Las instituciones de México son fuertes, pero pueden ceder ante el asalto sostenido de un fanático con apoyo popular”, dice. “Los partidos hicieron un pobre trabajo en cuanto a ayudar a aquellos que fueron olvidados durante el largo boom que siguió a la liberación de la economía en la década de los ochenta”, agrega la revista inglesa.
“Los próximos tres años determinarán la profundidad y duración del daño que hace a México y su democracia. Tiene prohibido buscar la reelección, pero está tratando ilegalmente de extender el mandato de un Juez amistoso de la Corte Suprema”. Se refiere al Ministro Arturo Fernando Zaldívar Lelo de Larrea.
“MESÍAS” Y “MESÍAS TROPICAL”
Días antes de las polémicas elecciones del 2 de julio del 2006, el 30 de junio, un mexicano bautizó a López Obrador como “Mesías”. Ese día, Enrique Krauze, un abierto opositor del actual Presidente, publicó en Letras Libres, su revista, el ensayo “El Mesías Tropical”.
“Hace treinta años, en su ensayo ‘El 18 Brumario de Luis Echeverría’ (Vuelta, diciembre de 1976), Gabriel Zaid recordaba los estudios de Jung sobre la ‘personalidad maná’: ‘El inconsciente colectivo puede arrastrar a un hombre al desequilibrio, exigiéndole cumplir expectativas mesiánicas’. Para compensar su responsabilidad en el crimen del 68, Echeverría asumió una personalidad mesiánica. Pero para acotarlo –además del límite infranqueable de los seis años–, el sistema político mexicano tenía sus propios valladares internos, como la fuerza de los sindicatos”, dijo Krauze.
Agregó: “Ahora, mucho más que en la época de Echeverría, la dialéctica descrita por Jung está operando. El ‘inconsciente colectivo’ de muchos mexicanos está arrastrando a López Obrador al desequilibrio, exigiéndole cumplir expectativas mesiánicas: ‘Acá Andrés Manuel es como una creencia, nosotros pedimos en la iglesia para él’ –dijo una mujer de la comunidad Pentecostés, durante la gira por Tabasco–. ‘Yo que soy católica también pido que gane’, dijo otra. ‘México necesitaba un Mesías y ya llegó López Obrador’, decía una pancarta en el pueblo natal de Juárez. Pero él ha sido el primero en alentar esas expectativas y en creer que puede cumplirlas. ‘Ungido’, más que electo, por el pueblo, podría tener la tentación revolucionaria y autocrática de disolver de un golpe o poco a poco las instituciones democráticas, incluyendo la no reelección. Ésta parece ser, por cierto, la preocupación de Cuauhtémoc Cárdenas, líder histórico de la izquierda mexicana, hombre tan ajeno a la explotación de la religiosidad popular para fines políticos como lo fue su padre, que por ese motivo rompió con Garrido Canabal. En una charla, Cárdenas me dio a entender que no descarta la perpetuación de su antiguo discípulo en el poder. Quizá tenga razón. Un proyecto mesiánico aborrece los límites y necesita tiempo: no cabe en el breve período de un sexenio”.
“Pero México no es Venezuela”, decía Enrique Krauze en el ensayo. “Si bien ya no existen los antiguos valladares del sistema que autolimitaban un poco los excesos del poder absoluto, ahora contamos con otros, nuevos pero más sólidos: la división de poderes, la independencia del poder judicial, la libertad de opinión en la prensa y los medios, el Banco de México, el IFE. México es, además, un país sumamente descentralizado en términos políticos y diversificado en su economía. El federalismo es una realidad tangible: los gobernadores y los estados tienen un margen notable de autonomía y fuerza propia frente al centro. Adicionalmente, dos protagonistas históricos, la Iglesia y el Ejército, representarán un límite a las pretensiones de poder absoluto, o a un intento de desestabilización revolucionaria: la Iglesia se ha pronunciado ya por el respecto irrestricto al voto, y el Ejército es institucional. Por sobre todas las cosas, México cuenta con una ciudadanía moderna y alerta. Los instintos dominantes del mexicano son pacíficos y conservadores: teme a la violencia porque en su historia la ha padecido en demasía”.