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Alejandro De la Garza

30/11/2024 - 12:02 am

Inteligencia científica, plástica, literaria y artificial...

"Más allá de estas distopías cinematográficas, la inteligencia artificial ha sido un shock tecnológico paradigmático (otro) para la ciencia, la educación, el comercio, las empresas, las finanzas, la guerra, para la sociedad en su conjunto y, también, para las artes".

Ai-DA y sus brazos robóticos
"El venenoso pensó en tanto artista plástico que sobrevive de maneras insólitas en nuestras precarizadas sociedades". Foto: Especial

El sino del escorpión sabe que la inteligencia artificial, cual Dios, está en todas partes. Pero no por confiar en alguna teoría conspiratoria o ser fan de la computadora Hall 9000, de Odisea del espacio; ni por la paranoia desatada ante el temible Corporativo SkyNet, impulsor de la rebelión de las máquinas relatada en la saga Terminator.

Más allá de estas distopías cinematográficas, la inteligencia artificial ha sido un shock tecnológico paradigmático (otro) para la ciencia, la educación, el comercio, las empresas, las finanzas, la guerra, para la sociedad en su conjunto y, también, para las artes.

El alacrán lee entonces el estudio realizado por la Universidad de Stanford y Google DeepMind, diseñado para replicar a mil personas mediante inteligencia artificial (IA), es decir, crear un doble virtual de cada una, un gemelo digital, un replicante o un “agente simulado”, como ellos lo llaman. Imagine reunirse con un modelo de IA para ser entrevistado durante dos horas.

La voz amistosa de la IA lo guía a través de una conversación sobre un amplio rango de temas personales, desde su infancia, sus recuerdos formativos, sus relaciones y su carrera profesional, hasta sus ideas sobre la política de inmigración y el arte. Al poco tiempo, una réplica virtual suya, creada con IA, es capaz de encarnar sus valores y preferencias con una exactitud asombrosa.

El equipo de investigación, encabezado por Joon Sung Park, un estudiante graduado en ciencias de la computación, reclutó a mil participantes de perfiles diversos en edad, género, raza, religión, región geográfica, educación e ideología política. A partir de las entrevistas, el equipo creó replicas virtuales de cada individuo. Para comprobar que tan bien estas réplicas imitaban a sus contrapartes humanas, las personas reales respondieron una serie de cuestionarios y realizaron diversas pruebas de personalidad, juegos de lógica y prácticas sociales.

Los participantes realizaron estas pruebas dos veces con 15 días entre cada prueba. Después, los modelos replicados por la IA llevaron a cabo los mismos ejercicios. Los resultados de las pruebas con los agentes virtuales tuvieron una similitud de 85 por ciento con los obtenidos por los participantes reales.

En el papel, las réplicas son llamados “Agentes simulados”, y la razón para crearlos es facilitar a los investigadores en ciencias sociales y otros campos, la realización de estudios cuya puesta en práctica en humanos sería muy costosa, poco viable e incluso no sería ética.

Si podemos crear modelos humanos que se comportan como personas reales, podemos utilizarlos para probar, por ejemplo, que tan bien funcionan las intervenciones en las redes sociales para combatir la desinformación, o que tipo de actitudes de los conductores ocasionan los embotellamientos de tránsito vehicular.

La investigación viene con varias advertencias, entre las cuales destaca que la tecnología de simulación de imágenes ha facilitado la creación de dañinas deepfakes, como se denomina a esas imágenes alteradas con IA que son creadas sin consentimiento de la persona replicada y con fines aviesos.

De igual forma, cualquier tecnología de generación de agentes motiva cuestionamientos sobre la facilidad con que las personas pueden crear herramientas que personifiquen a alguien en línea, para que diga algo o autorice acciones que la persona real no quiere hacer. Ojo con las cuentas bancarias, por ejemplo.

Ya un poco erizado, el escorpión leyó entonces sobre la primera pintura realizada por un robot humanoide con Inteligencia Artificial (IA), que fue subastada en Sotheby's de Londres por un precio récord de 1 millón 80 mil dólares. El venenoso pensó en tanto artista plástico que sobrevive de maneras insólitas en nuestras precarizadas sociedades. La obra se denomina “AI God” (IA Dios), y es un retrato de 2.2 metros de alto del matemático británico y pionero de la informática Alain Turing. Fue pintada por el robot Ai-Da, también llamado Ada Lovelace, en homenaje a quien es considerada la primera mujer programadora informática, que vivió en el siglo XIX.

Este retrato de Alan Turing se generó tras largas sesiones en las que el equipo creativo discutió con Ai-Da sobre las características del retrato. Es decir que nutrieron a la “chica” con información e imágenes de Turing. La IA de Ai-Da le permitió elaborar conceptos complejos y enfocarse en una representación “etérea e inquietante”, que evoca los dilemas que Turing vislumbraba en los años cincuenta sobre los riesgos y posibilidades de la inteligencia artificial. “Los tonos apagados y los planos faciales rotos evocan los problemas que Turing advirtió que enfrentaríamos para gestionar la IA”, dijo el crítico de Sotheby's con cierta cursilería.

En un comunicado, la casa de subastas dijo que el precio de venta alcanzado por la primera obra de arte creada por un artista robot humanoide “marca un momento en la historia del arte moderno y contemporáneo y refleja la creciente intersección entre la tecnología de inteligencia artificial y el mercado mundial del arte”. El venenoso pensó en sus amigos críticos de arte y en los gestos que estarán haciendo ¡Santa Avelina!

Ya entrado en gastos de artificial inteligencia, el arácnido se divirtió con la sonriente y joven escritora japonesa Rie Kudan, de 33 años, quien obtuvo el premio japonés Akutagawa de literatura por su novela La torre de la piedad de Tokio. La feliz 'ganadora llegó por su premio y ya en el escenario no se pudo contener y confesó que una parte de la novela, ciertamente mínima, la había elaborado con ChatGPT. Precisamente una página donde la protagonista de la novela conversa con esta ya célebre inteligencia artificial, y sólo transcribió lo que el Chat le respondió. “Equivale a un 5 por ciento de la novela”, aseguró.

Al menos su novela, donde refleja un futuro distópico de la capital nipona en el que la IA generativa se vuelve omnipresente, sostiene una historia interesante, humana, y no es como la novela Iris, del colombiano David Guisado, quien coordinó su realización total con ChatGPT y es una suerte de ejemplarizante novela de autoayuda de una IA que es tímida, pero al final vence todos los obstáculos y triunfa. El autor dice que se sentó frente a su computadora y saludó a ChatGPT de manera amigable. Le preguntó si podía imaginar una historia sobre una inteligencia artificial que se volvía tímida, y, para su sorpresa, ChatGPT respondió afirmativamente y le proporcionó un párrafo que terminó siendo el comienzo de  la historia de Iris. A partir de ahí, continuó haciendo preguntas a ChatGPT para desarrollar la trama.

El escorpión comienza a pensar en elaborar su columna con ChatGPT, como es notorio que ya lo hacen algunos aburridos columnistas.

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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